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domingo, 28 de febrero de 2010

VUELO EN DC-3 (2a parte)


Para estos días las auxiliares de vuelo tenían un uniforme bellísimo y me recreaba en la idea que eran como madres que me consentían durante el sueño de este viaje. Hacia el mismo sonido de los motores en mi garganta y en mis oídos se iniciaba el efecto de armonización con la frecuencia de los motores…era un sonido hipnótico que al mismo tiempo me arrullaba pero no me dejaba dormir pues no quería perderme nada de lo que sucedía a mi alrededor.
Cuando aterrizamos y salía por la portezuela trasera me parecía a mi mismo estar observándome desde la rampa donde yo mismo soñaba con verme algún día.


Este es un avión Curtiss C–46 de la empresa Aerocondor en los años sesenta (HK–75). Se me hacia muy graciosa la forma dividida del fuselaje y las formas de la ventanas de la cabina. Siempre veía con detenimiento cada detalle de su fuselaje y alas. Se me asemejaba a una especie de pez aéreo con cachos y barbas que eran las antenas de radio y navegación (Cortesía de Camilo Luengas)



Un DC–3 carreteando desde una pista en nuestro bello territorio Colombiano. Me recrea mucho ver esta foto y me parece estar en esas épocas viendo y escuchando sus motores cuando se acercaba a la rampa del terminal de nuestro aeropuerto. (Cortesía de Propfreak de Airliners.net)


En esta foto este DC–3 esta despegando en alguna pista de Colombia. Esta vista la tengo impresa en mi memoria cuando los veía aterrizando o despegando. No entendía como hacia la cola del avión para mantenerse “volando”. Viendo el paisaje alrededor puedo sentir la humedad y el calor de estas hermosas tierras que me recuerdan tanto a Barranca. (Cortesía de Propfreak de Airliners .net)


Varios años más adelante aparecieron estos bellos aviones llamados Electra de la empresa SAM (Sociedad Aeronáutica de Medellín) que traían un sonido muy diferente y hasta ensordecedor, era el sonido del motor turbo hélice. Era un sonido agudo que siempre quería imitar con un prolongado silbido. Era para mí ver como la tecnología empezaba a hacerse realidad y pronto se volvió en mi avión preferido. Esta foto es de los años setenta en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. Atrás a la izquierda un Heron de ACES y a la derecha un Vickers de Aeropesca. (Cortesía de José Carreño de Airliners.net)


Otra vista del Electra. Recuerdo la novedad del olor del combustible a petróleo quemado. Me enamoré de ese aroma. Todavía hoy al olerlo puedo remontarme a mi niñez cuando veía estos turbohélices… mi primer encuentro con el mundo de las turbinas. Atrás un Carabelle de AEROTAL. (Cortesía de José Carreño de Airliners.net)


sábado, 27 de febrero de 2010

VUELO EN DC–3


Siempre como piloto tuve la curiosidad de volar un DC–3, el robusto y duradero abuelo de los aviones de hoy en día. Solo volé un par de veces como pasajero aproximadamente a mis ocho años de edad.

Recuerdo que era difícil caminar hacia el asiento por la inclinación del avión en tierra y lo que si se grabó en mi mente fue esa hermosa y fantástica mezcla musical del sonido grave de los motores radiales y el paisaje lleno de nubes y montañas.

Mis ojos barrían detalle a detalle cada unos de los remaches del ala, el alerón, el flap y cada una de las partes del motor. Quería saber para que y porque de cada cosa pues eran parte de una inmensa magia que se hacia realidad frente a mi, la magia del vuelo.

Después dedicaba gran parte del tiempo a ver las nubes…mis eternas compañeras de tantos deseos de volar. Quería saber que se sentiría estar ahí.

Gozaba con todos los sonidos que acompañaban nuestro vuelo sobre el magnifico paisaje Colombiano.

A la izquierda mi madre con mi hermano Felipe en el aeropuerto Yariguies de Barrancabermeja recibiendo a unos amigos que venían desde Bogotá. A la derecha en la rampa se puede ver un hermoso DC–3 de la compañía AVIANCA (Aerovías Nacionales de Colombia SA) de estas épocas probablemente el mismo en el que volé en esta historia. Para mí, la rampa donde se encontraba este avión era el “portal” a otra dimensión.



Por fin pude encontrar una buena foto del DC–3 de AVIANCA (HK–111) con su pintura original gracias a Camilo Luengas quien gentilmente me la compartió. Se ve a la izquierda un Fokker de LACSA y a la derecha un Electra de Aerocondor. (Correción gracias a Jose Antonio Acuña)



Esta vista es lo más cercano a las memorias que guardo de esos días de mi niñez en Barranca observando con detenimiento estas hermosas aeronaves. (Foto cortesía de Camilo Luengas)



Este es un DC–6 de AVIANCA. Fue uno de los modelos que también disfrute bastante en mi niñez. Cuando lo veía era casi seguro que venía de Bogotá.



Este es un DC–3 de TAXADER en el aeropuerto de Paipa en Boyacá muy similar a los de AVIANCA. (Cortesía de Juan Manuel Fonseca de Airliners.net)



Una vista más cercana de la elegante actitud de la nariz de un DC–3 en el aeropuerto de Villavicencio que es muy similar al de Barranca. Esta foto me lleva a esos momentos en que los pilotos iniciaban sus motores estando abajo un auxiliar similar al de la foto con un pequeño tanque rojo que era el extinguidor de incendios. Enseguida se escuchaban las pequeñas explosiones del motor radial al encender seguido de una blanca humareda. (Cortesía de Michael Prophet de Airliners.net)








viernes, 26 de febrero de 2010

EL AEROPUERTO YARIGUIES

Uno de mis mejores momentos durante mi niñez, en este cálido pueblo de Barrancabermeja en Colombia, era cuando teníamos que ir al aeropuerto local. Se llama Yariguies en honor a los aguerridos indígenas que poblaron estas tierras antes de la colonia.

Era fascinante ver los aviones con el fuerte sonido de sus motores radiales. Me invadía la curiosidad por saber de que parte de la selva venían. Escuchaba que venían y volvían a Bogotá y mi imaginación se elevaba entre los árboles del horizonte para ver como sería la gran ciudad. Cuando bajaban los pilotos del avión los seguía hasta la cafetería para tratar de escuchar sus historias y así irle a contar a mi hermano para que inventáramos otra historia para jugar.

Cada vez que los veía sentía una extraña emoción pues eran ellos quienes podían controlar esa gran aeronave, levantarse por los aires y cumplir ese gran sueño de volar.

Sentía también algo similar cuando recordaba los astronautas pero todavía mantenía en mi mente mi sueño de subir al espacio exterior. Creo que esa sensación de alejarme del planeta nacía del deseo interno de alejarme de todo lo que significara quedarme atado a lo convencional, al conformismo, a los problemas con mi familia, con el colegio y a mis propias frustraciones.

Pienso que ese fue el verdadero origen de mi deseo de volar.


Preciosa foto reciente de la torre de control del aeropuerto Yariguies. Recuerdo que solo una vez subimos con mi madre para preguntarle al controlador sobre un vuelo que venía desde Bucaramanga. El estar ahí era ver por fin la realidad de los controles, los binoculares, el micrófono y los instrumentos de la torre. Sabía que ese cuarto era parte de mi mundo del vuelo. Era el contacto directo con las cabinas de “mis naves espaciales”…y ahora estaba un poco más cerca de ellas.
(Cortesía de Andrés Torres Espinel de Airliners.net)



En la rampa un Piper de enseñanza. A la derecha se alcanza a ver la rampa donde los pasajeros bajan del terminal. Me parece increíble que después de tantos años este aeropuerto se mantenga casi igual. ¡Todavía conserva mucho de los detalles que recuerdo hace cuarenta años! (Cortesía de Andrés Torres Espinel de Airliners.net)

jueves, 25 de febrero de 2010

MI PRIMER ALUMNO (2a parte)

Continuación...

Íbamos ahora a un sitio de vuelo más avanzado en un pueblo llamado Suesca a unas tres horas al norte de Bogotá.

Recibía un fuerte viento frío en mi cara mientras observaba el verde paisaje de las montañas del norte de Bogotá desde la parte de atrás de la camioneta y al mismo tiempo reflexionaba sobre mi primer alumno.

Ella ya había terminado la primera fase de vuelos y aunque lo hacía más lento que sus compañeros masculinos logró perfeccionar el despegue y aterrizaje dejando a más de un incrédulo con la boca abierta. – Carlos – me dijo uno de ellos, – ¿Usted si cree que ella se atreva a volar desde este sitio más alto? – Y le dije, – pienso que hasta ahora lo ha hecho bien y la veo muy animada.–

Llegamos al sitio de vuelo y mientras subíamos la ladera de la colina con los pesados aparatos, de la tierra emanaba un fresco aroma y descubrimos que habían germinado cientos de pequeñas plantas de menta.

El viento venía enfrentado y prometía un día perfecto para volar. Una vez llegamos a la cima nos sentamos a descansar. Después de recogerse su hermosa cabellera me dice, – Carlos, quiero hacerte una pregunta. – Esta vez me estaba mirando de una forma diferente, sus ojos estaban muy expresivos y descubrí un detalle que me impresionó, sus ojos se habían tornado de un azul intenso. – Carlos, ¿Que sentiste la primera vez que te lanzaste al vacío? –

A través de sus ojos pude ver otra mujer, era una niña con temor a encontrar un mundo diferente, era una niña descubriendo un nuevo universo. – Tranquila, que una vez que vueles de aquí vas a ver que no es ningún vacío. – Le respondí sonriendo.

Se preparó y cuando llegó su turno para despegar caminó delante de la cometa y se quedó mirando por un momento el inmenso paisaje delante suyo, como sintiéndolo, como percibiendo en todo su cuerpo el viento que la iba a recibir.


Doris lista para despegar en su cometa. (Dibujo en crayola de mi autoria)


De repente su rostro se transformó en el de una guerrera, se preparó y con un grito...– ¡Todos atrás! ¡Voy a despegar! –… Tomó una fuerte carrera y como en una fábula se alzó por los aires. Todos estábamos tensos y emocionados al mismo tiempo.

Con lenta y armoniosa habilidad maniobró el aparato, hizo sus correcciones, flotó hacia el potrero de aterrizaje hasta que se posó en tierra como una princesa.

Todos salimos corriendo colina abajo para felicitarla. Al llegar, ella se estaba quitando su casco y sacó a relucir su fresco y largo cabello. Su rostro estaba radiante de felicidad. Al llegar a saludarla descubrí algo nuevo, sus ojos estaban ahora de un verde brillante. Estaba viendo retozar de felicidad a una niña a la que sus ojos cambiaban de tonalidad cuando vivía emociones fuertes y que luego trataba de esconder detrás de un rostro frío.

Sus vuelos continuaron hasta lograr bastante experiencia y aprendí también con otras alumnas que las mujeres aunque toman más tiempo, perciben mejor el mundo tridimensional que los hombres y por lo tanto vuelan con más gracia y precisión. Más adelante se inscribió en la universidad y no supe si volvió a volar.

Un día por coincidencia me encontré con ella en esta universidad y muy contenta por el reencuentro me presentó con sus compañeros. – ¡Amigos les presento a mi instructor de vuelo en cometa!… ¿No es bello y tierno él? – Me sonrojé… por lo de “bello y tierno”.

Estaba estudiando ingeniería mecánica, algo que allá también era más bien pa' machos. Después reflexionando en esta bella mujer pude ver su niña interior luchando contra la sicorigidez de su madre y pienso que su experiencia con el vuelo fue ayudándole a quitarse esa cara de mujer rígida para ver el paisaje de su vida con sus verdaderos ojos…hummm…bellos ojos.

Dedicado a ti, Doris, mi primera alumna…que donde quiera que estés tu alma siga volando.

miércoles, 24 de febrero de 2010

MI PRIMER ALUMNO


Todo estaba listo para iniciar mi tan soñada escuela de vuelo en cometa (Alas delta).
Eran aquellos días de estudiante en la Universidad cuando vivía en Bogotá a inicio de los ochenta.

Tenía experiencia enseñándole a volar a dos amigos míos, tenía dos cometas, una para alumnos de peso medio y otra pequeña para alumnos livianos, los arneses, los cascos, los radios y todo el equipo para la práctica y la teoría con el pizarrón y los manuales listos.

Me había esmerado en hacer gráficos y dibujos especiales para el manual que hice en español para así promover este deporte del cual estaba ya profundamente enamorado a mis veinticuatro años de edad.

Repartí unos volantes por los centros comerciales donde solían pasar su ratos libres jóvenes posiblemente interesados en tomar mis clases. Trataba de imaginarme mi primer grupo de estudiantes. Me imaginaba que el primero en llegar era algún joven de estos con ínfulas de macho, con cara de súper héroe, que no le teme a nada. Me llenaba de curiosidad por saber que clase de persona desconocida iba a ser mi primer alumno.

En la tarde del siguiente día llegó un campero amarillo y llamaron a la puerta con el timbre eléctrico, común en las casas de mi país. Preguntaron por mí y al abrir la puerta me encontré con una señora y dos niñas en su uniforme de colegio. Enseguida pensé que se habían equivocado de casa, ¡Pero habían preguntado por mí!

– Señor don Carlos, quiero inscribir a mis dos hijas en su curso de vuelo en cometa. –  Por un momento pensé que se trataba de una broma pero su cara mostraba una firmeza casi sicorígida.

 Recordé que en el volante yo no había especificado un mínimo de edad. – ¿Señora, que edades tienen sus hijas? – . – La menor tiene trece y la mayor casi diecisiete, ¿Algún problema? – me responde con cara de mando y le dije, – Bueno…eh, por ahora solo puedo darle clase a la mayor cuando cumpla diecisiete que es el mínimo legal en este tipo de deporte –. Y me dijo, – Bueno, que empiece ya la teoría y que cuando cumpla los diecisiete ¡Que empiece a volar! –.

Miré a su hija mayor y la saludé apretando suavemente su mano guardando mi distancia. La volví a mirar de abajo hacia arriba. La falda de su uniforme estaba sobre su rodilla y dejaba ver unas piernas firmes y bellas. Su cuerpo era esbelto, sus senos definidos y fuertes. Su cabello largo y ondulado rodeaba un rostro serio pero hermoso. Sus ojos eran de un verde azul que penetraba mi mirada.

Por un momento tragué saliva completamente sobrecogido por su belleza. Pienso que ahora la comparo con la guerrera Xeena que sale en las series de Hércules, completamente hermosa, llena de vitalidad, de sensualidad y al mismo tiempo de rudeza y convicción en su feminidad.

Después de que acordamos el día para su primera clase se despidió de nuevo con la mano como lo haría con un profesor desconocido y se subió al campero dejándome ver de nuevo sus hermosas piernas.

Entré a la casa nervioso después de tan femenina sorpresa, y emocionado al mismo tiempo pues tenía ya que preparar todo para sus clases. Acababa de conocer a mi primer alumno…o sea a mi primera alumna.

Para esas épocas era bastante extraño ver a una mujer subirse a estos aparatos. ¡Pero aún más extraño era ver a una señora que quería que sus hijas lo hicieran!

Con el tiempo ella rompía con todos los esquemas preconcebidos que yo tenía de una mujer aprendiendo algo que era "pa' machos". Era excelente estudiante y respondía sin vacilar a todos las fases de teoría. Había en ella mucha determinación pero sentía que para su edad tal vez era demasiado seria. ¿Había alguien diferente detrás de ese bello pero frío rostro? Un día sin que ella lo notara, con un pequeño detalle, me fue revelando su otra cara.

... Continuará.

martes, 23 de febrero de 2010

HISTORIAS DE HANGAR (Prologo 2a parte)

Continuación...

Con unos amigos al lado de una de las etapas ya usadas de un cohete.

En el mismo centro espacial mi padre nos compró unas pomadas con sabor a frutas de la misma clase que usarían los astronautas como alimento y luego con mi hermano Felipe jugábamos en el jardín del apartamento de Houston y chupábamos las pomadas imaginando que estábamos en medio de un vuelo espacial.

Un día escuché la desafortunada noticia del accidente que tuvieron los tres astronautas del primer vuelo del proyecto Apollo donde perecieron en un incendio mientras ensayaban dentro de la cápsula de mando.

Recuerdo haber visto en el televisor las noticias donde se veía una humareda saliendo de la parte superior del cohete y algunos vehículos de bomberos. Fue mi primer encuentro con el peligro real que enfrentaban los astronautas.
Estaba confundido pues creí que ya habían volado hasta la luna y se habían estrellado allá. ¿Pero como hicieron para ir hasta la luna los carros de bomberos? Mi madre me explicó que el accidente fue antes de salir y no en vuelo. ¡Parecía que el proyecto Apollo iba más atrasado que mi imaginación!

Estoy a la Izquierda de mi madre Rosa Maria, mi hermano Felipe alzado por mi padre y abajo mi hermana Margarita. A la derecha un Ingeniero amigo de la familia. Sabia que estaba rodeado de partes de naves espaciales que habían cumplido con mi sueño de ir al espacio exterior…los veía con perplejidad, curiosidad y envidia. (Atrás están las partes recuperadas del "AGENA" del proyecto Gemini que se usaron en los entrenamientos de acople en el espacio que sirvieron luego para los acoples con el módulo lunar en el proyecto Apollo.)  


Una vez de regreso a Colombia en Barrancabermeja, donde me crié, me era difícil concentrarme en las clases del Colegio y varias veces la profesora me llamaba la atención cuando estaba mirando por la ventana hacia el firmamento donde me encontraba mentalmente dentro de mi cápsula en medio del más maravilloso vuelo espacial.
Y cuando me preguntaban que quería ser cuando grande yo respondía con seguridad, Astronauta!

Recuerdo que algunas veces me quedaba observando el rojo atardecer sobre la jungla que rodea a Barranca y repetía en mi garganta el sonido de los motores de los aviones que había escuchado en el aeropuerto para recrear un vuelo imaginario sobre ese bello horizonte que estaba observando.

Me preguntaba, – ¿Que habrá más allá de esas nubes que se divisan al final del horizonte? – Escuchaba los chillidos de los micos a lo lejos y pensaba que eran duendes o niños de otras aldeas.
Pasarían varios años para descubrir con mis propios ojos lo que en realidad había detrás de estas nubes.


lunes, 22 de febrero de 2010

HISTORIAS DE HANGAR (Prologo)

Para esta fecha inaguré mi segundo libro "Historias de Hangar" en mi Blog! Bienvenidos!


Jueves, enero 26, 2006, 4:27 PM

Este libro lo dedico a ese sentimiento que llevamos dentro de cada uno de nosotros llamado perseverancia que trae consigo los dulces frutos de los sueños hechos realidad.

PROLOGO

Ahora que estoy en mis cuarentas (2006) veo en retrospectiva lo que he vivido como piloto de aviones y llega así mi deseo de plasmar en este libro aquellas historias, anécdotas y aventuras más intensas y especiales que mantengo en mi memoria.

Las escribí en el mejor orden cronológico que recuerdo. Cambié algunos aspectos y nombres para respetar la privacidad de algunas personas, pero están basadas en hechos reales… ¡Muy reales!

El nombre de “Historias de hangar” viene de la costumbre que tenemos los pilotos de reunirnos antes o después de volar en el hangar donde se guardan los aviones y ponernos a contar historias de momentos divertidos, peligrosos o fantásticos, que hemos vivido en este fabuloso medio de la aviación.

Muchas de las fotos son cortesía de un sitio del internet llamado “Airliners.Net” y agradezco principalmente a sus fotógrafos Colombianos el poder tener la oportunidad de gozar tan bellos y especiales recuerdos.

Y ahora…
“DESDE LA CABINA DE MANDO LES HABLA SU CAPITAN CARLOS MADRIGAL…BIENVENIDOS A SU VUELO CON “HISTORIAS DE HANGAR”… ¡¡QUE LO DISFRUTEN!!”


CAPITULO I
MIS PRIMEROS SUEÑOS

QUIERO SER ASTRONAUTA

Mi sueño de ser piloto tuvo su inicio a partir de otro gran sueño a mis seis años de edad… ser astronauta.

 Mi padre, Darío Madrigal, ingeniero de petróleos, fue enviado en mil novecientos sesenta y siete por la empresa ECOPETROL a Houston en Texas para dos años de especialización. Le dieron autorización para viajar con su familia y así viajé por primera vez a los Estados Unidos.

Mi primer gran choque cultural fue con el idioma, con los niños y los profesores del Kinder. Fueron los días en que mi imaginación empezaba a volar con los súper héroes Batman, Robin y Superman de las series de televisión. Si me portaba mal o me ensuciaba los calzoncillos el peor castigo era que no me dejaran ver mi programa favorito de Batman.

Un día mi padre nos llevó a conocer el centro espacial Lindón B. Johnson de la NASA donde me encontré de frente con la gran fantasía del vuelo espacial. Fue el encuentro entre mi “volátil” imaginación y la realidad del mundo moderno encaminado a la conquista del espacio.

Mi padre consiguió para este entonces un libro llamado “Manned Space Flight” o “vuelo espacial tripulado” que aún conservo. Mi padre lo leía interesado por la parte de ingeniería y yo lo ojeaba de vez en cuando para ver los cohetes, la cápsula de mando, el modelo de la “araña” lunar que iba a ser usado luego en la luna y obviamente lo más fascinante, los astronautas y sus diferentes trajes. Todo esto alimentaba mis musas del dibujo que desde pequeño fue una de mis pasiones. Al dibujar yo dejaba volar mi imaginación.

Durante la visita al centro espacial mi padre compró unas filminas del proyecto GEMINI V. Estas filminas grabaron en mi mente ese gran deseo de estar allí…flotando en el espacio dentro de una fabulosa cabina de mando.

Mi primer gran sueño acababa de asentarse en mi imaginación. ¡Quería ser astronauta!

Continuará...

Estamos toda la familia sentados en la base del pequeño cohete
en el centro espacial cuando fuimos a visitarlo.

domingo, 21 de febrero de 2010

EL PARACAIDISMO NO TUVO LA CULPA (2a parte)

Estoy al frente de Felipín volando a velocidad terminal, a unas ciento veinte millas por hora o unos doscientos kilómetros por hora en caída libre pero que no se “ven”, pues la sensación es de flotar dentro de un huracán que proviene de la nada.

Llegó el momento de realizar la maniobra más difícil en donde yo tendría que girar y al mismo tiempo desplazarme desde el frente hasta su lado. Lo intenté y sentí que todo mi cuerpo se desordenaba en fuertes oscilaciones y perdí el control. Con movimientos rápidos volví al frente de el y me miró como diciendo...vamos Carlitos... ¡otra vez!

El miró su altímetro y moviendo positivamente su cabeza me indicó que continuáramos y que volviera a intentarlo. Me concentré, desplacé mi brazo y pierna derecha y al mismo tiempo los incliné y ante mis ojos vi como me desplazaba alrededor de el haciendo un semicírculo. ¡Maravilloso!!! Me llené de euforia al sentir que lo había logrado.

Vi que Felipe me indicó que se retiraba para abrir su paracaídas, lo cual era nuevo para mi. El es más avanzado y abre su paracaídas entre los dos mil quinientos y tres mil pies. Yo por lo general lo abro antes a cuatro mil y esto significaba que yo estaba entrando por esa puerta de los avanzados que abren más abajo.

Le di la señal de que me retiraba también y cometo mi error numero tres. Inicio mi maniobra de alejamiento colocando mis brazos hacia atrás para así abrir lejos de mis compañeros voladores. Esto incrementa mi distancia en caída. Abro los brazos otra vez para estabilizarme y abrir mi paracaídas.

Pero veo ante mi algo diferente esta vez. Las partes que rodean el paisaje se están moviendo hacia afuera. Nunca había visto algo así. ¡Es como si mi cámara se empezara a enfocar rápidamente hacia delante! ¡Estoy viendo como el mundo se acelera hacia mí! Saqué rápidamente del bolsillo de mi arnés el pequeño paracaídas piloto que se encargará de sacar el paracaídas principal.



Volteo mi mirada hacia arriba y veo como rápidamente pero a la vez lenta y metódicamente germinaba la flor de la vida. Si esta flor ese día no hubiese querido abrir como debiera, hubiese tenido muy poco tiempo extra para operar mi segundo paracaídas… el de reserva, pues no contaba con apertura automática.

Vinieron varias sacudidas hasta que abrió totalmente mi paracaídas. Volé sobre el campo de aterrizaje para enfrentarme al viento y una vez cerca al piso halé al fondo los controles y me posé sobre la madre tierra tan suave, como si todo lo anterior lo hubiese soñado desde ese mismo sitio.

Todo parecía normal hasta que otro paracaidista me preguntó...– Oye... ¿A que altura abriste? – Y respondí – A dos mil quinientos...creo. – Y el me dice...– Me parece que fue a menos de dos mil... ¡Ten cuidado! – Enseguida se empezaron a mezclar sensaciones de vergüenza, desconcierto y rabia conmigo mismo. Había cometido varios errores.

Analizando con Felipe, mi primer error y el principal fue no haber hecho los ensayos mirando el altímetro cada segunda o tercera maniobra. Mi segundo error fue haberme confiado solo del altímetro de él. El tercero, hacer la maniobra de alejamiento tan abajo.

Estadísticamente es el quinto error lo que lo puede a uno matar, pero esta vez no los cometí.

Me pongo a pensar que la muerte a veces tiene una cara que ignoramos y es la cara de nuestra propia complacencia, nuestra propia cara y que este bello deporte, el paracaidismo...no tuvo la culpa.

sábado, 20 de febrero de 2010

EL PARACAIDISMO NO TUVO LA CULPA

HISTORIAS DEL AIRE
…para el placer de tu imaginación…
PARTE  I
VIVENCIAS

EL PARACAIDISMO NO TUVO LA CULPA

Estamos ya a catorce mil pies de altura, y pienso que cuando abran la puerta del avión ese aire helado y seco se estará colando por mi cuello y mangas. Abrazo mis rodillas buscando un poco de calor. Hoy voy a saltar con Felipe Hurtado un gran amigo boliviano que vive también en el sur de la Florida y que ha sido mi mentor en este deporte.

Todos en el avión miran sus altímetros y se disponen a la aventura con sus grupos o solos. Sale el primer grupo y luego seguimos nosotros. Repito mentalmente lo que vamos a hacer allá afuera. Es nuestro turno. Sale Felipín primero como aspirado por el universo y luego lo sigo yo en un clavado con los brazos hacia atrás empujando con la punta de mis pies el borde de la puerta del avión, dejándome envolver por el aire y el inmenso paisaje en caída libre.

Vuelvo a sentirme volando, rodeado por el silbido y la fuerza del viento a más de cien millas por hora...pero no me siento caer, de nuevo la sensación de flotar y el frenético roce aerodinámico con lo invisible.

El plan era no perdernos de vista y lo más rápidamente posible estabilizarnos y maniobrar para quedar frente a frente. Una vez lo logré, Felipe me hizo una señal y coloqué las manos al frente de mis hombros y agarrando el aire con mis manos logré hacer por primera vez un viraje a bastante velocidad completando un círculo en un segundo.

Seguí al pie de la letra las maniobras que ensayamos en tierra en un modelo de madera que simulaba la puerta del avión. Mientras ensayábamos en tierra firme, me sentía un poco ridículo y chistoso con nuestros trajes estilo payaso haciendo piruetas y gestos con las manos.

Le pedí que ensayáramos varias veces para que salieran bien las maniobras. Pero luego me di cuenta que hubo algo que no ensayé que me pudo haber costado la vida...

Continuará...

Salto con Felipe Hurtado en Pahokee, Florida pasando por los 8000 pies.

viernes, 19 de febrero de 2010

HISTORIAS DEL AIRE. Prólogo (2a parte)

Luego cuando nos trasladamos a la gran ciudad, Bogotá, descubrí el aeromodelismo con un amigo del barrio y nació así el que es ahora mi gran hoby.
Mientras era estudiante del bachillerato en un colegio que estaba localizado en la base de las montañas al norte de Bogotá miraba constantemente a la cima, pendiente de ver la silueta de las cometas humanas cuando eran ensambladas para iniciar su silencioso y mágico vuelo sobre la ciudad. Allí comenzó mi gran historia como hombre cometa. Durante varios años practiqué el aeromodelismo con los planeadores de radio y el vuelo en cometa alternativamente en las montañas de Colombia.


Pensando, soñando y recordando en la rampa de despegue
 de cometas de Sylmar en las montañas al noreste de los Ángeles
 en el año 1982. Abajo se ve el lecho del río seco que sirve
 de área de aterrizaje a los pilotos de cometa y parapente.

Aunque estuve detrás del paracaidismo por mucho tiempo e hice mis primeros saltos en Colorado cuando era estudiante de inglés, no fue hasta mi traslado a la Florida cuando comencé mi entrenamiento completo de caída libre. Aunque hice aquí en Miami, en la bahía de Biscayne, algunos vuelos en cometa halados por lancha, sentía nostalgia por el vuelo desde las montañas y no continué practicando este deporte. Seguí adentrándome en el paracaidismo y empecé a gozarlo y a vivirlo con mucha intensidad. De alguna forma estaba disfrutando algo paralelo a lo que viví antes en Colombia.

Las historias de este primer libro no las escribí en orden cronológico pues cada una vino a mi mente en forma separada pero las tengo alternadas para darle variedad. Los dibujos los comencé a hacer a partir de la treceava historia y gocé mucho haciéndolos.
Cada vez que escribo una historia revivo detalles que había olvidado y me invaden aquellos intensos sentimientos y reacciones que me rodeaban en aquellas aventuras.

Pienso que esta fue la verdadera motivación para escribirlas…volverlas a vivir y compartirlas con mis amigos… mis amigos del aire.


miércoles, 17 de febrero de 2010

HISTORIAS DEL AIRE. Prólogo.


BIENVENIDOS A "MEMORIAS DE UN PILOTO".

Hola amigos del aire! Gracias a mi ex esposa Luz Dary Jimenez, quien fue mi mentora en el arte de la literatura, logré crear mi Blog, para así publicar mis dos libros "Historias del Aire", donde cuento mis historias en la aviación deportiva (no estan en orden cronológico) y mi segundo libro "Historias de Hangar" donde narro mis vivencias en la aviación comercial de forma cronológica. Tengo también bastantes historias de amigos que han querido compartir sus anécdotas. En este Blog trato de alternar las historias de cada libro. Espero que las disfruten y agradeceré sus comentarios.
El indice lo encontrará al lado derecho de la historia y lo puede seguir de abajo hacia arriba. Este indice se ira actualizando a medida que entren más historias.

"Para el placer de tu imaginación"






Estas historias están dedicadas a ese hermoso espíritu de libertad y poesía que nos envuelve cada vez que nos sumergimos en esa dimensión del alma, la dimensión del vuelo espiritual.

Las dedico a todas aquellas personas, compañeros y compañeras de aventuras y amistades con quienes compartí esos momentos tan mágicos que recuerdo en este libro. Y con mucho amor las dedico también a mis seres queridos...


PROLOGO


Mis historias están inspiradas en aquellas experiencias en la aviación deportiva más intensas, especiales y hasta increíbles que he vivido. En este libro principalmente "vuelo" dentro de cuatro ramas de los deportes del aire de las cuales me enamoré desde que era muy niño. Estas son: El aeromodelismo, el vuelo en cometa, el paracaidismo y el vuelo en parapente.
La primera rama, el aeromodelismo, la practico en la modalidad de planeadores controlados por radio. Básicamente los modelos de las historias son de madera balsa que yo mismo construía y que íbamos a volar a algún potrero o a las montañas usando las corrientes de aire ascendente y así poderlos mantener por largo tiempo en vuelo.
La segunda rama es el vuelo en cometa o "ala delta" que son estructuras rígidas de aluminio, vela de nylon o dacrón y cables de acero. Estas cometas son básicamente planeadores ultraligeros sin motor para ser despegados con los pies y controlados con nuestro propio cuerpo. Nos colgábamos con un arnés especial y como equipo extra usábamos casco protector, guantes para el frío y algunos instrumentos para hacer el vuelo más eficiente como el variómetro, que indica la velocidad vertical y un radio de comunicación.
La tercera es el paracaidismo. Primero salté en paracaídas "redondos" como los que usan los soldados en las fuerzas armadas. Luego me inicié en los "rectangulares" que son ya una especie de ala que se puede controlar completamente como un planeador. Se lleva gafas protectoras para el viento durante la caída libre que puede durar un minuto, altímetro de pulsera para ir monitoreando la altura, casco protector y a veces algún equipo extra.
La cuarta es el vuelo en parapente que es la novísima rama de la aviación deportiva. El parapente es un paracaídas bastante amplio y estilizado que permite el vuelo mantenido sin motor similar al de una cometa o planeador. Ahora es bastante popular en todo el mundo por la simplicidad del equipo y ligereza de su vela.
Creo que todo empezó con las historietas de Batman y Superman. Eran mis superhéroes preferidos porque de alguna forma mágica podían volar.


Aquí estamos en la parte de atrás de la casa de Barrancabermeja en Colombia con mi hermano Felipe disfrazado de Robin y yo de Batman alzando mi capa listos para una tarde de muchas aventuras imaginarias. Estos disfraces nos los hizo mi madre con bastante esmero y cariño para “alcahuetearnos” la “batimania” en la que andábamos. La pequeña casita de atrás nos la mandó a construir mi madre para que jugáramos y nos servia de “baticueva”.



Mi hermano Felipe de cuatro años de edad a la izquierda, yo de seis y mi hermana de cinco. Fue la época en que se inició mi amor por el espacio exterior, las naves espaciales, los superhéroes y todo lo que volara...

Continuará...