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lunes, 31 de mayo de 2010

EXAMEN FINAL


Me acercaba poco a poco al final de mi entrenamiento en el Aeroclub de Colombia (1986). Como había acordado con mi padre tuve que conseguir por mi propios medios el costo del examen final que solo consistía en dos vuelos pero para mi era una suma extraordinaria.

Mi padre por su cuenta y para mi sorpresa decidió ir en persona hasta el Aeroclub para hablar con el capitán Potes. Me sentía raro verlo allá sentado hablando con él.
Mi padre muy serio le expresaba su preocupación de que yo me demorara más de lo debido pues ya se agotaba mi presupuesto. El capitán le explicó que de todas formas se tenían que cumplir los requisitos para que yo terminara mi curso.

Yo estaba ya en mis veintiséis años y me aventuraba por primera vez con mi primer matrimonio. Cony, mi primera esposa, jugó un papel muy importante en mis inicios en la aviación comercial. Con ella unimos esfuerzos y logramos encontrar una prima suya que nos prestara el dinero para poderme graduar.

Al mismo tiempo iba a un colegio al norte de Bogotá a trabajar como profesor para ayudarme con los gastos. Algunos días cambiaba de bus del colegio para que me dejara lo mas cerca posible al aeropuerto de Guaymaral y así tomar las horas que me hacían falta.

Recuerdo que por el afán de completar las horas requeridas antes del examen me demoré una hora más de lo previsto y cuando llegué me esperaba el capitán Potes con cara de cañón y como si fuera un cadete militar me dijo – ¡Muy bonito! !Pensábamos que se había matado por allá en algún cerro! Para mañana me hace una plana escrita con cien frases diciendo “Debo entregar el avión a la hora acordada”... ¡Carajo! Aquí las reglas son para cumplirlas! – Había sido un pequeño “pecado” pero por fin tenía las horas exactas requeridas... bueno, más las cien frases de castigo.

Por fin consigné el dinero en la cuenta de la escuela y me programé para chequeo con el capitán Potes. Recuerdo que estaba muy nervioso pero al mismo tiempo emocionado de saber que ya pronto terminaría el curso.
El primer vuelo consistía en varias maniobras de vuelo con bastantes preguntas las cuales pasé sin problema.

Al siguiente día el capitán Potes hizo la acostumbrada reunión en la mañana con todos los alumnos. Yo tenía mi ego tan inflado porque ya me iba a graduar que me puse mis presillas de copiloto con tres barras en los hombros. El capitán me preguntó que porque las usaba y le dije que me las habían regalado y quería usarlas y me dijo – ¡Madrigal!... Ese no es el uniforme de esta escuela y además ¡Usted no se ha graduado todavía! – Así que tuve que quitármelas.

Después preparé el avión y luego el capitán me gritó – ¡Ya llamó a la torre?! – Esa era la señal de que ya iniciábamos la sesión y debía iniciar el motor. Despegamos y fuimos hasta la zona de entrenamiento. Una de las pruebas consistía en hacer una aproximación a ciegas a una antena cerca al pueblo de Zipaquirá.

Me puse una “careta” especial para no poder ver afuera del avión sino solo los instrumentos. Empecé a hacer la aproximación un poco inestable y como al segundo intento el capitán me dijo – Quítese la careta. – Al quitármela quedé totalmente desorientado pues solo veía verde delante mío... ¡Iba directo a una montaña! Enseguida viré para evitar este cerro. – ¡Si ve! ¡Ahí se hubiera matado! ¡Se tiró el chequeo! Vamos de regreso al Aeroclub. –

Me sentía frustrado y mentalmente trataba de castigarme repitiendo y escarbando cada error que había cometido. Escasamente me alcanzaba el dinero para un vuelo más así que tendría que hacer un mejor vuelo al día siguiente.

Llegó por fin el gran día y en la reunión inicial en la mañana escuché que el capitán Potes le decía al coordinador de vuelos –...Ya mañana no vuela Madrigal porque hoy me lo quito de encima. – Eso me subió el ánimo pues quería decir que no estaba en disposición de ser muy estricto con el examen.

Pero nos esperaba una sorpresa para ambos donde el que iba a ser estricto era el destino.
...Continuará.


sábado, 29 de mayo de 2010

LAS HISTORIAS DE FELIPIN


Felipe Hurtado ha sido mi mentor y “coach” en el deporte del paracaidismo y mantengo una gran amistad con él. Gracias a él pude conseguir mi equipo de salto y mantenerme al día en los aspectos de seguridad. Nos conocimos por el año 2000 a ocho mil pies de altura mientras subíamos en el avión a saltar en Pahokee (Florida E.U.).

Lo escuché hablando en “boliviano” con otro amigo llamado Odín también paisano suyo y les propuse que saltáramos juntos ese día. Desde ese entonces hemos vivido en los aires pura diversión.
Estuve insistiéndole en una historia pero siempre me contestaba que tenía varias y no sabía por cual decidirse.

Pensé que lo mejor era grabarle sus historias y así lo hicimos precisamente el día de hoy (Diciembre 18 del 2005) mientras nos dirigíamos a saltar al aeropuerto de Homestead al sur oeste de Miami. Aquí edito la grabación lo mejor que pude para que la disfruten: (Advertencia: contiene lenguaje bastante coloquial, je,je.).


“O culanga o matanga”

Pues Carlitos, la razón por la que no me decidía por alguna de las historias es porque es como si tratara de elegir a mi hijo favorito. Son muchas historias… que se yo.

Yo me inicié en el paracaidismo aquí en la Florida y siempre quise ir a saltar a mi país Bolivia. Por fin fui y mientras subíamos para saltar podía ver la ciudad de Santa Cruz donde me crié, la sierra al fondo, la plaza principal y el aeropuerto que estaba en la mitad. Subíamos por los siete mil pies cuando “paaaf”, de bienvenida ¡Se va el motor de la avioneta!

Los veía a todos a los ojos y les pregunté.– ¿Y ahora que?... ¿Que pasó? – Y todos mis amigos cruceños me respondieron con voz de típico relajo como si fuera lo más gracioso…– No pasa nada pue’, no te preocupé, solo se fue el motor de la avioneta, ja, ja, ja. –

A la avioneta, una Cessna 206 se le había ido el turbo a siete mil pies de altura a mitad de camino para saltar y ya no podía subir más. Yo me puse mi casco, mis gafas y les dije…– Si quieren ustedes quédense pero yo me voy de este avión. – El avión pasó de nuevo sobre el aeropuerto y todos saltamos sin problema. Y esa fue mi bienvenida a Bolivia.

Al segundo salto el piloto volando sobre una capa de nubes no hizo bien el cálculo y nos mandó a saltar ¡Como cinco kilómetros antes del aeropuerto! Cuando salimos de la nube y abrimos los paracaídas pude ver un pequeño camino al lado de un río y alrededor verde, verde y más verde.

De pronto vemos al lado del camino una casa rodeada de bastantes autos y todos nosotros nos pusimos de acuerdo en que era el mejor sitio para aterrizar y así luego pedir un aventón para la ciudad.

Aterrizamos al lado y vimos que era una casa grande como una mansión. Una vez nos acercamos nos dimos cuenta para nuestra sorpresa que se trataba ¡De un burdel de prostitutas! Y al otro día cuando volvimos al drop zone (sitio de salto) nos molestaron todo el día diciendo que fue a propósito que saltamos allá. Historias, historias Carlitos.

Recuerdo la vez que los dos saltamos juntos por primera vez en Pahokee y fue también cuando murió el famoso camarógrafo de Skydive América en Pahokee. Fue un día que no se me olvida.

Recuerdo también allá mismo en Pahokee cuando, en un salto, todos los paracaidistas del avión se pusieron de acuerdo para salir volando en “tracking” como si fueran jets de guerra a toda velocidad. Como el viento estaba del oeste nos largaron como dos millas dentro del lago.

La costa se veía lejos y todos cogimos nuestra máxima velocidad para acercarnos hacia la costa. Abrimos los paracaídas todavía sobre el agua pero estaba calculado que el viento nos llevara de regreso al drop zone. Volar encima del agua, hacer tracking encima del agua…!!Eso es buenísimo!!.

Historia fue la vez que quedamos todos de abrir paracaídas a diez y ocho mil pies de altura ya que era el último salto de la tarde para seguir al líder y hacer piruetas con los paracaídas. Cuando abrí tuve “line twist” (líneas enrolladas) y era uno de mis primeros saltos con paracaídas pequeño (de velocidad) y tenía miedo de tener un line twist irrecuperable y tuviese que botarlo (desechar el principal). Pero giré bajo el paracaídas y pude arreglar las líneas enrolladas.

Y ahí estaba yo sin mucho abrigo a esta altura helándome las manos, helándome los pies y veía abajo mío el aeropuerto del tamaño de uno de mis pies y a veces se me perdía. Fue una larga y fría danza en el aire!

La historia más graciosa y emocionante fue cuando presencie “La ceremonia de los hermanos Rodríguez”. Los hermanos Rodríguez es una hermandad nacida en el Canadá. Estos gringuitos fueron a Méjico y volvieron como “The Rodríguez brothers” y las dos únicas formas de pertenecer a esta hermandad son saltando con uno de los hermanos Rodríguez o acostándose con uno de los hermanos Rodríguez.

Al final de la ceremonia de acuerdo a tu nombre te bautizan con un nombre y tu apellido será Rodríguez. Por ejemplo Brian el que inventó un dispositivo llamado “air lock”, que son unas válvulas en el borde de ataque del paracaídas, lo llamaron “El lock-o Rodríguez”.

La ceremonia consistía en un “body shot” (trago corporal) con algunas chicas que participaron esa noche. Se acostaban en el bar, se levantaban la polera, les ponían tequila en el ombligo, sal en las tetas y limón en la boca para proceder en el orden en el que se toma el tequila, primero se chupa el limón, después se toma el tequila y después se lame la sal, je,je. Fue muy bonito y muy emocionante.

¡Ah! Mi primer salto. ¡Waooo! La sensación de estar por primera vez en el aire expuesto a ese viento y estar cayendo después de haber estado soñando hacerlo desde que era niño. Estaba en la puerta del avión con esa ansiedad y un nudo en la garganta pero era porque estaba logrando algo que siempre había querido y no porque tuviera miedo. El miedo lo dejé en la puerta del avión. !Fue buenísimo!

Tengo unas frase preferidas en este deporte que dicen, “!No fear. No limit. No money!” (sin miedo, sin limites, sin plata, je,je,je).
La otra es “La juventud no fue echa para el placer sino para el heroísmo…pero primero el placer,,,je,je,je.”… “Culanga o matanga?…matanga…pero primero culanga” …!Claro! je,je.

Con mi instructora Doris después de un entrenamiento.

Después de aterrizar con Odín.

Practicando “tracking” con el instructor. Este era un equipo surafricano de estudiante que tenían en la escuela.

Hermosa foto haciendo “tracking”.


Volando el paracaídas a unos dos mil pies.


Aterrizando el “Potro” con la cámara sobre mí casco.


Con dos amigas en su primer salto. A la derecha Ivonne mi esposa.



Finalizando un día lleno de buenos saltos.

jueves, 27 de mayo de 2010

INTENTO EN SAM


Recuerdo que en el Aeroclub, a mediados de los 80, los compañeros me preguntaban donde iba yo a trabajar y yo les respondía que en Avianca. Enseguida me preguntaban si yo tenía a alguien conocido en Avianca o sea una “palanca” que me ayudara a entrar. Les contestaba que la estaba buscando y se reían diciéndome lo difícil si no lo imposible que era lograrlo sin una buena palanca.

Desde antes de graduarme comencé a trabajar en la ardua tarea de conseguir contactos para buscar la forma de entrar a la aerolínea principal de Colombia.

Un día apareció mi primer contacto gracias a la manía que tenía de mantener mi uniforme de la escuela puesto después de volar. Tenía que ir a la reunión de padres de familia en el colegio de mi hijastro.

Después de la reunión uno de los padres me preguntó donde volaba y le respondí que todavía estaba estudiando en la escuela y que volaba de vez en cuando de copiloto de algún vuelo privado, para justificar mi uniforme todavía puesto.

Para mi gran sorpresa me había encontrado con un capitán de la aerolínea SAM (Sociedad Aeronáutica de Medellín) que era una subsidiaria de Avianca. Cuando me dijo que volaba el 727 fui abriendo lo ojos y al mismo tiempo me iba emocionando.

Era el capitán Gustavo Chagui y con él vino mi primer intento para buscar trabajo como copiloto. Enseguida le pregunté sobre los procesos para poder entrar y así fue como llené mi primera hoja de vida en aquellas formas “Minerva” azules especiales para solicitud de empleo en Colombia.

Logré reunirme con él varias veces y así pude adentrarme en ese desconocido mundo de la aviación profesional. Me contó sobre una emergencia que tuvo cuando uno de los volcanes del macizo central soltó bastante ceniza en una de sus erupciones y el avión recibió un “duchazo” de ese polvo que prácticamente esmeriló los paneles del parabrisas delantero quitando completamente la visibilidad frontal. Esta ceniza actuó también como un extintor de fuego y apagó varias veces los motores. No solo pasaron el gran susto sino que él tuvo que prácticamente sacar su cabeza por la ventana lateral de la cabina en la aproximación final y durante el aterrizaje para colocar el avión dentro de la pista.

Me habló también sobre los simuladores y lo importante que eran en la carrera para un piloto. Quería saber si las aerolíneas eran muy estrictas y le pregunté que pasaba si uno llegaba tarde a algún vuelo. La verdad necesitaba saber si mi manía de llegar tarde a los compromisos era peligrosa y en efecto me contestó que si lo era pues le hacían al piloto un seguimiento y después lo echaban.
Eso me ayudó a comprender que habían límites y lo interesante es que me gustaba la idea de un medio con bastante normatividad.

Este capitán me dijo que estaría hablando con sus jefes sobre mi pero que no podia meter oficialmente mi hoja de vida hasta que no tuviera mi licencia en la mano.

Luego coincidencialmente me lo encontré en el aeropuerto internacional y me contó que hacía poco había tenido una emergencia en la que la vio “color hormiga”.

Saliendo del aeropuerto Jose Maria de Medellín les falló el sistema de combustible en pleno despegue, el avión perdió altura y menos mal que al frente la loma la habian aplanado o se dan contra ella. Me dijo que casi pudo sentir la barriga del avión raspar el terreno. El sistema se destrabó, los motores tomaron potencia de nuevo y subieron sin problema.

Para mi esas experiencias ya no eran historias de ficción y las veia más cerca y más reales. Perdimos contacto a medida que me dedicaba a graduarme.

Gracias capitán Chagui!


Boeing 727–100 de SAM que de seguro habría volado muchas veces el capitán Chagui..



Esta era una vista común en la rampa del aeropuerto El Dorado para los años ochenta.
 A la izquierda el primer 747 de Avianca, a la derecha un 727
 y al fondo en el centro un 727–100 de la empresa SAM.

miércoles, 26 de mayo de 2010

LAS HISTORIAS DE EDGAR HAZBON (2a parte)

Aqui les mando otra foto de esas épocas en que Edgar volaba en cometa y otra de sus cartas.

Edgar volando su hermosa Saphir en el parque Jaime Duque al norte de Bogotá. Se puede ver una pequeña bolsa negra en la esquina derecha del triangulo que es un pequeño paracaídas para ayudar al frenado durante el aterrizaje. Fue un diseño original de él. Encima se puede ver el altímetro con variómetro. En el centro de su arnés tipo "oruga" lleva su paracaídas de emergencia. Levantó su mano derecha para oprimir el obturador a distancia de la cámara. En esta etapa, calculo a finales de los ochenta, ya estaba mucho más avanzado. Siento mucho orgullo de ver como salió adelante en este deporte y después en el parapentismo.
Segunda carta de Edgar:

Santa Fé de Bogotá, febrero 02, 1998…del mismísimo siglo XX:

Mi querido y recordado Sensey (maestro),
Aquí le estoy mandando la foto como me solicitó. Esta es una foto muy especial tomada en el sitio de aterrizaje cerca a la cabaña del Neusa el día 28 de Junio del año 1997 a las tres de la mañana y después de nuestra máxima hazaña. Fue un vuelo nocturno en el parque del Neusa durante una noche muy negra y sin luna, con el Saltamontes (mi alumno) realizando su vuelo numero 16.
Todo se realizó con las más altas precauciones y con un proceso de conscientización tratando de reducir el riesgo al “mínimo”. Y como resultado se logró una práctica de vuelo al más alto nivel con un examen oral muy concienzudo (de nuevo con el proceso de conscientización, je,je) revisando que los conceptos dados durante la instrucción estuvieran muy claros hasta el punto de poder realizar este aparentemente “difícil proyecto”.

Saltamontes a la izquierda (Germán) y el Sensey (yo, Edgar) a la derecha. Atrás esta la Foil 139 mía y más atrás la Saphir 17 de Germán.
Como prueba de que todo estuvo bien hecho podemos mostrar el rotundo éxito que nos generó entre todos los “mamones y experimentadísimos pilotos” (que antes de ese día ni siquiera nos determinaban) pero que después de la citada actividad nos comenzaron no solo a determinar sino además a tener en cuenta como pilotos respetables que no requieren de ningún tipo de reproche sino más bien algo así como: ¡Admiración y Respeto! Je,je.
Este rotundo y espectacular éxito también queremos compartirlo con usted, mi Sensey.
Cordialmente, Edgar E.

lunes, 24 de mayo de 2010

LAS HISTORIAS DE EDGAR HAZBON


PARTE II
HISTORIAS DE MIS AMIGOS

Dediqué esta parte del libro para que mis amigos consignaran sus experiencias aéreas y así poder todos disfrutar de estos recuerdos.
Disfrútenlas.

LAS HISTORIAS DE EDGAR HAZBON

Edgar Hazbón es y ha sido como un hermano para mí, crecimos juntos en Barrancabermeja, Colombia y nos unió aún más nuestra pasión por el vuelo.

Empezamos en Bogotá con el aeromodelismo desde que teníamos diez años el y doce yo, después corríamos a un potrero a recibir a los hombres cometa que para nosotros eran una especie de humanos enrazados con extraterrestres con tripas de acero por atreverse a montarse en esas maravillosas estructuras y cumplir el sueño de volar de verdad.

Logré a mis 18 años tomar el curso de vuelo en cometa y a los dos años después ya le estaba enseñando a Edgar a volar. Desde ese entonces tuvimos muchos vuelos y aventuras que compartíamos impulsados por la “fiebre” del vuelo.

Listos para despegar en Neusa (iniciando los años ochenta). Al fondo se ve la
laguna y un techo de nubes bajas. Bajo la cometa Gryphon de Edgar estamos
de derecha a izquierda Edgar Hazbón, Ramiro Sánchez (piloto de aviones),
 Mauricio Giraldo (piloto de aviones y cometa), y yo.

Con el tiempo el se apasionó más que yo por el vuelo en cometa batiendo marcas en campeonatos nacionales y también se volvió instructor. Después se dedicó a volar en el “novísimo” planeador… el parapente (paraglider). Fue instructor en Colombia de Parapentismo. No se animó a escribir su historia pues un gran amigo suyo de vuelo se accidentó. Transcribo aquí dos de sus cartas.

Sept.14. 2005

Carlos, disculpe sumercé que no me senté a escribir la historia pero sucede que no he tenido cabeza ni me gusta mucho sentarme al computador. Le cuento que un súper–súper amigo “NANO” el “poeta”, tuvo un desafortunado accidente el sábado pasado y falleció.

El estaba realizando una aproximación para Top Landing (aterrizaje sobre el sitio de despegue) en “El Paraíso” (donde volamos usted y yo juntos), cuando una intempestiva ráfaga de viento lo llevó a sotavento (al otro lado de la montaña) donde el parapente colapsado entró en spin y cayó al fondo del cañón, donde con mucha demora fue recogido y mientras era bajado de la montaña perdió el conocimiento.

Fue llevado al hospital de Sopó (norte de Bogotá) donde llegó fallecido. Vicky también era muy amiga de el.
Nano, el poeta amigo y “compañero de simulador” el único con quien estaba yendo a volar, el que me gravaba discos musicales y poéticos.

Bueno Madrigal, luego tal vez le cuente más pero ahora me tengo que parar, ya no resisto más este aparato! Ja,,ja,ja.

Cielos Azules!
Edgar Hazbón.

...Continuará.

domingo, 23 de mayo de 2010

INSTRUCTOR OPITA


En nuestro entrenamiento en la escuela Aeroclub de Colombia teníamos que tomar clases de simulador de vuelo por instrumentos a mediados de los 80s.

Debido a que nuestra escuela tenía dañado su simulador teníamos que ir a la escuela vecina Aeroandes para tomar estas clases. El nombre del instructor se me escapa pero lo que si me acuerdo es que con su aparente seriedad era bastante gracioso.
El provenía de la región central de Colombia del departamento del Huila. A ellos les llamamos “opitas”.

Un día estábamos en una clase y nos puso a rotar en un simulador de un bimotor a tres estudiantes. Estábamos dos observando y otro estudiante volando y nos preguntó, – Bueno sus majestades capitanes, que rumbo tiene que tomar ahora el piloto para interceptar el radial para aproximar. –


Empezamos a balbucear haciendo el calculo mental diciendo, – Hemm... cientoo...uhmm... cientoo... Y el instructor dice, – Cientoo, uhmm, cientoo... ¡Ustedes no sienten ni vergüenza! – Yo no pude aguantar y solté la carcajada.

Después nos puso otro ejercicio y de nuevo empezamos a balbucear buscando la respuesta. Al ver que nos demorábamos con la respuesta nos puso sus manos sobre nuestros hombros y le dijo al que estaba volando. – ¡Oiga capitán! No se si con este par de brutos podamos construir aunque sea un pedazo de copiloto. Que dice, ¿Los botamos por la ventana? !Eheecooo! ¡Porque aquí están es estorbandoo! –

Cada vez que recuerdo a este instructor Opita no puedo evitar reirme enseguida.

Guardo este recuerdo del carné que tuvimos que sacar para
 tomar las clases en el Aeroclub de los Andes.
Para estas épocas los alumnos no usaban presillas pero
 como buen gomoso de la aviación me las puse para la foto.




sábado, 22 de mayo de 2010

BUCARAMANGA VISITA LA FLORIDA


Durante el festival de planeadores de radio de Juan Cojo 2007 en Medellín hice una buena amistad con el piloto de Bucaramanga Carlos Hernán Calvache. Me contaba durante el festival que a veces viajaba a los EU por cuestión de negocios. Mantuvimos contacto por internet y así recibí muchas de las fotos de su grupo que tengo en este libro.

Un día me escribió diciéndome que talvez vendría de visita a los EU para abril del 2008. Una noche me sorprendió cuando me llamó por teléfono contándome que estaba en la casa de un familiar en Weston a unos quince minutos al oeste de Hollywood. ¡Que sorpresa! Había venido con su mujer Claudia Rocío a quien reconocí enseguida pues también la había visto en Medellín.
Enseguida coordinamos para así recogerlos y aprovechar mis dos días libres para ir a disfrutar de nuestro hobby. El primer día fuimos a la tienda de aeromodelismo local y Carlos hizo varias compras. Parecíamos niños en una tienda de dulces. Ahí supe que a Claudia le gustaban mucho los botes de radio. Luego nos fuimos al parque y aunque estaba haciendo mucho viento le hicimos un vuelito al Omei de unos diez minutos.


Preparándonos para volar en el parque. Debido al viento desistí de volar el pequeño “Cachorro”. Atrás en el área de vuelo a la derecha se alcanza a ver Fernando mi hijo preparando la cometa de doble mando (que también es china) para volarla... ese es el plan “B” en caso de mucho viento y no podamos volar los planeadores.


Lo despegué y cuando tomé algo de altura aproveché para darle el control a Carlos para que lo volara un poco.

Al siguiente día estuvimos muy de buenas pues el viento entró por el sureste dándonos la oportunidad de volar en la playa. Fuimos a la playa de Hallandale por la tarde y preparamos el Omei. Claudia Rocío tomo varias fotos y también un video de nuestra aventura.


Listos para volar. Se puede ver en la pequeña veleta en la antena del radio que el viento esta a nuestro favor.


Tras un buen despegue pudimos mantenerlo sobre los edificios. Aqui esta Carlos Hernan haciendo minutos de vuelo en edificios. je,je.


Después de unos diez minutos de vuelo el viento bajó de intensidad y perdí un poco de altura y decidí colocar potencia. Sin darme cuenta coloqué muy rápido el acelerador y al parecer el motor se salió de balance reventando inmediatamente las hélices. No sabía porque no tomaba altura y sentía como si entrara en una fuerte descendente. Me quedé sin altura para virar hacia la zona despejada y me tocó aterrizarlo “a las patadas” en la sección angosta de la playa pasando cerca de algunos bañistas lo cual no me gusto nada.

Uno de los niños de la playa llegó primero al avión, lo levantó de la arena y me lo entregó. Afortunadamente la arena amortiguó el fuerte golpe. Buscamos las hélices pensando que había sido el aterrizaje el que las había quebrado pero fue después que recordé que escuché un extraño ruido cuando venia bajando. Era el motor con las bases de las hélices girando a altas revoluciones. Ya había perdido las hélices antes de caer.

Les ofrecí a Carlos y a Claudia que nos sentáramos un rato en las sillas de playa que había traído para calmar el sabor de aquel aterrizaje forzoso. Nos quedamos viendo el mar un rato y charlando de otras cosas y así disfrutamos de esa especial terapia que nos ofrecía el océano. Fueron dos días llenos de aventuras y un sueño se acababa de cumplir.
Gracias por la visita Carlos y Claudia!

Link del video del Omei en la playa:  https://www.youtube.com/watch?v=L_DMN4NaeW4

viernes, 21 de mayo de 2010

PUEBLO FANTASMA



Estábamos en un crucero llegando a la costa norte de Colombia con el instructor Gustavo Guerra en los 80s.

Estuvimos un buen rato volando sobre nubes y cuando salimos de ellas apareció el majestuoso océano enmarcado por debajo con una verde llanura y por encima con un cielo bien azul. Empecé a tratar de comparar la silueta del litoral con el mapa para saber exactamente donde estaba.

De pronto el capitán me señaló un pueblo que estaba justo adelante y muy cerca de la playa. Me dijo, – A ver si me encuentra rápido este pueblo en el mapa. – Empecé a buscarlo y tuve que medir de nuevo la distancia con los instrumentos pues no sabía exactamente donde estaba.

Cuando determiné en que área del mapa estaba me extrañé pues ahí no había ningún pueblo. Miré hacia adelante y pude ver que el pueblo tenía lo que parecía era una iglesia en el centro de una plaza. –Es un pueblo grande y debe estar en el mapa. – le dije.

El capitán empezó a sonreírse como si empezara a burlarse de mí. Me puse con más tenacidad a buscar el pueblo en el mapa. Pensé que la carta de navegación no estaba al dia pero era una carta reciente y aquel pueblo era un pueblo grande. ¿Qué podría estar mal? ¿Qué error estaba cometiendo?

El capitán me miraba y seguía riéndose. Ya cuando estábamos volando casi al lado del pueblo yo me empecé a rascar la cabeza y le dije, – Pues debe ser un pueblo fantasma pues aquí no aparece por ningún lado.

Entonces el capitán me respondió. – Ni te quiebres la cabeza que no lo vas a encontrar en el mapa – Lo miré extrañado y voltee a mirar al pueblo y me dije, – ¡Imposible que este pueblo lo hayan hecho en cuestión de semanas! – Y me dijo –Este pueblo que estas viendo a tu lado no es un pueblo. –, – ¿Qué?– Le respondí, y me dijo – Hombre, acércate más y volemos alrededor del pueblo. –

Reduje un poco la potencia para bajar y empecé a acercarme a la plaza principal y de pronto en cierto ángulo las casas y la iglesia parecían desvanecerse. Abrí bien mis ojos pues no entendía que era lo que estaba viendo.

El capitán me señaló los soportes de lo que eran inmensos escenarios en madera pintados con todos los detalles de un pueblo. Quedé boquiabierto  – ¡No lo puedo creer! ¡Es un pueblo de mentiras! – Y enseguida el capitán me dice, – ¡Hombre ahí es donde están filmando una de las novelas que están pasando en televisión! ja,ja,ja! –

Di una vuelta más sobre nuestro pueblo fantasma para saciar mi curiosidad y luego enfilamos hacia Cartagena para completar nuestro vuelo. Recuerdo que por un momento me sentí como volando en otra dimensión y por un rato veía los pueblitos de la costa con desconfianza pensando cuando me iba a salir otro “pueblo fantasma”.


jueves, 20 de mayo de 2010

VUELO EN CALI


Una vez de regreso en Cali (2007), Johny, un amigo de mi mujer nos habló de un compañero de trabajo que le gustaba el aeromodelismo. Era Carlos Andrés quien se iniciaba en el vuelo de helicópteros eléctricos de radio.

Lo llamamos y así tuve la oportunidad de hacer contacto con los aeromodelistas de Cali. Coordinamos para ir al siguiente fin de semana al “aeroclub” que es el campo que usan al norte de Cali los aeromodelistas y si alcanzaba el tiempo luego poder ir a la montaña a volar mi planeador. Carlos Andrés nos llevó en su carrito al aeroclub.

Llegamos temprano así que el tuvo todo el campo para entrenar con sus dos helicópteros.


Carlos Andrés con su helicóptero eléctrico. Hizo varios vuelos y luego me dejó volarlo una vez. Era todo un reto tratar de mantener estable la oscilación del rotor de cola. Recuerdo que al lograr estabilizarlo me dijo, – Carlos, ahora si le creo que usted vuela radio. –


Uno de los pilotos locales mostrando orgulloso su helicóptero a gasolina.


Un precioso avión acrobático que tuvimos también la oportunidad de ver volando por los aires caleños.

Luego de disfrutar varias horas del show aéreo decidimos aprovechar el resto de la tarde para ir a volar el planeador a la montaña. En la subida al pueblo de Dapa a unos veinte minutos de Cali hay una curva que le llaman la “curva del viento”. Aquí se reúnen los amantes de las cometas de cuerda y también pilotos de planeadores de radio. El paisaje era precioso.


La curva del viento. Esta es la subida en dirección oeste a Dapa que se alcanza a ver al fondo a la derecha. Atrás se puede ver la nubosidad que proviene del océano pacífico y es la corriente de aire que prevalece luego en la tarde creando una fuerte descendencia pero buen viento para las cometas de cuerda.

Llegamos y tuve la oportunidad de encontrarme con dos pilotos de unas interesantes Zaggis con motor eléctrico. Charlamos un poco pero estaban ya haciendo el último vuelo del día pues me comentaban que a partir de esa hora el viento empezaba a invertirse y la corriente ascendente empezaba a disiparse. Todavía había algo de viento subiendo y lancé el Omei a una nueva aventura aérea.

Foto de video en el momento en que estoy lanzando el Omei.
En una de las pasadas todavía usando el motor.

Esta vez use el motor durante el despegue por primera vez en Colombia con la esperanza de que me diera algo de altura extra antes de que se acabara la ascendente. Afortunadamente así fue y logré buena altura para disfrutarlo.

Una vez la batería llegó a su voltaje mínimo me di cuenta que ya no podía contar con el motor. Volé atrapando algunas térmicas por espacio de unos veinte minutos hasta que empecé a sentir que no había más ascendente. Aproximé el planeador pero justo en el último momento antes de aterrizarlo halé muy fuerte la nariz se elevó otra vez y cayó en barrena de nuevo dañando la nariz pero sin mayores daños al resto del planeador.


Comentando con Carlos Andrés sobre el vuelo después de recoger el planeador.
 Luz Dary tomó estas fotos y también hizo varias tomas en video.
 Terminamos así un día lleno de muchas aventuras… ¡Caleñas!

martes, 18 de mayo de 2010

¡HUELE A AZUFRE!


Estábamos volando con mi instructor Gustavo Guerra en un avión de instrucción Cessna 152 del Aeroclub de Colombia entre Cali y Neiva por el sur de Colombia en los años 80.

Surcábamos los aires a unos siete mil pies de altura concentrados en las tareas del vuelo y hablando para variar ...de aviones. Nos la llevábamos muy bien pues ambos éramos de la zona norte de Colombia y muy afiebrados a la aviación.

El vuelo avanzaba sin novedad hasta que empecé a percibir un extraño olor azufrado que deduje no era subproducto de nuestra digestión. En efecto un travieso demonio empezaba a hacer de las suyas.

 Al rato mi instructor me pregunta –¿Usted no ha sentido un olor como a azufre? – Le respondí – Si... que raro. Que sepa no estamos cerca de ninguna zona volcánica. – Y en seguida me respondió, –¿Que es eso que suena atrás?– Sonaba como si una olla llena de agua estuviera hirviendo.

Enseguida empezamos a chequear los instrumentos cuando... ¡Sorpresa! El amperímetro mostraba excesiva carga. Como si tuvieramos un resorte en la mano ambos lanzamos el dedo al interruptor de la batería para apagarlo. Y dijo, – ¡Que volcán ni que nada! Huele a azufre porque el ácido de la batería esta hirviendo!... Carajo! –



Enseguida saqué la lista de chequeo de emergencia y la lei completamente para cerciorarnos de cumplir con todos los aspectos de seguridad.

Nos fuimos la mitad del camino limitando el uso de la batería a solo lo necesario. Menos mal no explotó ni entró en corto. Aterrizamos sin problema y nos tocó esperar a que se enfriara para poderla cambiar.

Hablando de olor a azufre, vendrá otra historia más adelante, pero no será de demonios o algo así, sino de un vuelo al lado de un hermoso volcán en la cordillera colombiana.


lunes, 17 de mayo de 2010

VUELO EN MANIZALES


Me organicé de tal forma que había programado despues del festival de Medellin en el 2007 ir a Manizales a pasar el siguiente fin de semana.
Tomé un bus de Cali a Manizales y llegué por la tarde. A medida que subía por esas montañas me llegaban recuerdos de cuando aterrizaba y despegaba del aeropuerto de la Nubia en los Twin Otters de la compañia ACES más de veinte años atrás. Llegué a la terminal y tomé un pequeño taxi a la casa de Felipe Gofran el piloto de planeadores que muy amablemente me había ofrecido estadia.

Estaba de buenas pues su hermana había salido de viaje y así él me pudo ofrecer su cuarto para pasar las dos noches. Aprovechamos y salimos esa noche para yo conocer el centro de Manizales. Fuimos al principal centro comercial. ¡Estaba espectacular! El estilo y la arquitectura eran maravillosos. Me invitó a una picada lo más colombiano posible pues él decía que yo tenía que recordar la tierrita colombiana. La verdad me hacia falta y disfruté cantidades.
Me mostró su taller y supe que él era profesor en la Universidad de Manizales donde daba una electiva de aeromodelismo. – ¡ Waooo! – le dije, – ¡Profesor de aeromodelismo! – Y así nos pusimos a ver fotos de los proyectos de los planeadores que construían sus alumnos en su clase. Al siguiente día su madre nos hizo un delicioso desayuno y conversamos sobre historias familiares. Felipe hizo unas llamadas y me dijo, – Bueno Carlos, la “gallada” ya esta alertada – Y así sabia que nos íbamos a encontrar con otros pilotos en el sitio de vuelo.

Luego salimos con los planeadores a la calle. Felipe con su Speedflight y yo con mi Omei. Paramos un pequeño taxi que nos llevó rápidamente a la zona de vuelo llamada Chipre. El paisaje era sensacional e inmenso. Es justo el límite entre la ciudad y el precipicio hacia el inmenso valle del río Cauca.
Al llegar ya estaban volando un par de Zaggis. ¡Me sentía ya en territorio “Manizaguita”!
Nos encontramos con Juan Camilo que llevaba un planeador de unos tres metros de envergadura. Se lo había regalado un tío abuelo y como no sabía el nombre le pusimos “El abuelo”.


Juan Camilo posando orgulloso con sus dos planeadores, “El abuelo”, que esta más alto que él y su planeador acrobático.


Una de las fotos más espectaculares que ha tomado Felipe. Aquí esta Juan Camilo despegando su Abuelo en su primer vuelo. Justo aquí esta entrando en emergencia pues se confundió al programar la dirección de mando del empenaje en V y se dio cuenta que estaban los mandos invertidos. Enseguida Felipe nos dijo que bajáramos la voz para que el se concentrara y pudiera aterrizarlo. Hizo un viraje amplio y logró traerlo para un aterrizaje casi perfecto. Luego soltó el aire en alivio por poder haberlo traído.

Felipe listo para despegar su Speedflight.


En pleno vuelo con el inmenso paisaje que nos brindaba Chipre.


Hermosa foto del Speedflight aterrizando.


Listo para despegar mi Omei. Juan Camilo adelante en su segundo vuelo.

!La gallada de Manizales! (2007)


Esta vez estaba decidido a volar el Omei. Sabia que no debía usar su pequeño motor pues tenía una batería de poco amperaje y no duraría mucho. Vi que había buenas condiciones y me decidí a lanzarlo. Una vez en el aire sentí que me integraba al paisaje mientras seguía con la mirada al Omei subiendo poco a poco. Podía sentir ese aire del valle subiendo cargado de aromas de su vegetación. Era el primer vuelo de este planeador en Colombia. ¡Por fin estaba volando el Omei en Colombia!
Se unió otro piloto y luego otro a la “gallada” y empezamos a compartir las térmicas que encontrábamos, – ¡Térmica a la izquierda!.. !Térmica a la derecha! – Y así nos desplazábamos de un lado a otro buscando ascendentes. Felipe y el otro piloto empezaron a hacer pasadas sobre el sitio de despegue, – ¡Derecha a izquierda! – Gritaban y pasaban los dos sobre nosotros silbando a gran velocidad. Me contagié y empecé también a hacer pasadas sobre nosotros aunque no tan rápido. Disfrutaba de ver pasar el planeador cortando el viento y salir de nuevo hacia el inmenso abismo.

Se cumplía segundo a segundo mi sueño de venir a Manizales a volar. Volé por espacio de una media hora hasta que vi a varios chulos volando en círculo centrándose en una térmica. Me dirigí hacia allá para aprovechar el jugo que la naturaleza nos brindaba.
De pronto vi como un chulo, pienso que llevado por la curiosidad, empezó a seguir de cerca mi planeador. Cualquier viraje que yo hacia el chulo lo seguía como su sombra. Hice varias maniobras y quedaba sorprendido de cómo me seguía. Llegó el momento en que decidí empezar mis maniobras para aterrizarlo. Para traerlo sin arriesgarlo mucho pensé en perder altura y después traerlo en subida hasta aterrizarlo cerca del área de despegue.

Empecé a hacer virajes en un fuerte banqueo en círculo. No podía creerlo. El chulo entró también en un fuerte banqueo determinado a no perderme. Parecía obsesionado siguiéndolo! Por un momento pensé en que me atacaría pero seria la primera vez que hubiera visto algo así en esta clase de ave de carroña. Era increíble ver como el chulo me seguía en una fuerte y rápida espiral. Me olvidé del chulo y después de perder bastante altura lo traje hacia mi. El Omei se lanzó de frente hacia la montaña, una vez cerca empecé a subir a subir y ya antes de estrellarme con la ladera le acabe de subir la nariz para frenarlo. Aterrizó un poco fuerte y sabia que de seguro se había dañado el spiner de la hélice. Molesto tiré el radio sobre la grama y no olvido la cara de Juan Camilo que se asustó y me dijo, – ¿Que le pasó? … hombre deje la huevonada… lo salvó…no es pa’ que tire el radio… – El tenía toda la razón y pude aprender de él una gran lección para en un futuro dejar de ser tan perfeccionista.

Recogí el planeador y vi que los daños no eran tan graves y que había gozado al máximo mi gran aventura en Manizales. Tomé aire y después de recopilar todo lo vivido les dije, – ¡Que vuelazo! – ¡Se cumplió mi sueño! – Más tarde empezó a llover un poco y fuimos a una tiendita donde el grupo de pilotos acostumbra a reunirse y nos tomamos unos tintos para seguir charlando de todas nuestras aventuras. Me fascinaba compartir con la “gallada” manizalita. Luego cogimos un taxi para la casa de Felipe y ya en su taller prácticamente fue él quien hizo todas las reparaciones del spiner y la fibra de vidrio en el fuselaje de mi planeador.

Aquella noche despedimos la aventura saliendo de nuevo al centro de la ciudad con Felipe. Esta vez nos tomamos nuestros aguardienticos y fuimos a uno de los clubs nocturnos a “mamar gallo” y a bailotear un rato. Julián Felipe botó el aburrimiento por la ventana y nos divertimos bastante. Al día siguiente me preparé para mi viaje de regreso a Cali. Felipe y su madre Martha me despidieron con un agradable desayuno.
Y con la promesa de volver baje en bus por esas adoradas montañas que me dieron tanto placer aquel fin de semana.

Gracias Felipe!

domingo, 16 de mayo de 2010

VUELO AMBULANCIA


Herbert Wild, como lo mencionaba en la historia del “llanero perdido”, fue nuestro profesor de fisiología aérea en el Aeroclub de Colombia en los 80. Hice una buena amistad con él cuando se animó a tomar conmigo el curso que yo ofrecía de vuelo en cometa o delta–plano.

Él, como médico inscrito con la aeronáutica colombiana, volaba mensualmente vuelos ambulancia con ellos a algunos pueblos aislados que tenían pacientes graves y que necesitaban apoyo médico de urgencia. A veces era necesario trasladar a algunos pacientes a la capital debido a su estado.

Estos pueblos tenían una improvisada pista de aterrizaje que por lo general era la calle principal o un potrero lateral. Un día Herbert me sorprendió con una invitación muy especial, – ¡Carlos, le tengo una sorpresa! Hablé con el capitán del avión ambulancia para que me dejara llevarlo a usted como copiloto, ¿Quiere ir? – A lo que respondí sin vacilar, – ¡Pues claro! – Estaba feliz de volar por primera vez en este avión. Era un Cessna 206 mucho más grande que las 152 que estaba acostumbrado a volar.


Esta es una Cessna 206 Ambulancia parqueada en el aeropuerto
Olaya Herrera en Medellín, muy similar a la de esta historia.

Herbert me presentó al capitán y enseguida recordamos que nos habíamos visto antes en el mismo Aeroclub. Le dije que lo había visto un día que hubo un show de paracaidismo y me dijo, – Pues yo fui el piloto que los subió. Estos salvajes no me dijeron en que momento iban a saltar y al salir del avión me pegaron el susto más tremendo. – Herbert le dijo que yo era su instructor de vuelo en cometa a lo que el respondió, – ¡Ah, usted es otro de esos salvajes! –

Herbert subió primero al avión con su equipo médico y me dijo – Carlos, vuele bien el avión ¡Que yo voy aquí también! – Y con ésto que me dijo me emocioné más pues significaba que me iba a dejar volar el avión.

Estaba nervioso pero muy contento de entrar en esta aventura. Enseguida el capitán me dijo – Bueno Carlos, usted va a volar hoy, así que acomódese en el asiento del copiloto y busque en el mapa el pueblo San Vicente en el departamento de Cundinamarca que para allá vamos. – Con esto de pronto me sentí en un vuelo “real”, ya no era un simple vuelo de entrenamiento. Me dejó despegar el avión por la pista 21 del aeropuerto de Guaymaral con rumbo hacia el oriente del departamento.

Una vez ya estábamos volando sobre la densa cordillera rodeados de páramos nivelamos a unos quince mil pies de altura. Disfrutaba las nubes, las montañas y cada detalle de la topografía debajo nuestro con curiosidad y admiración pues era la primera vez que volaba en ésta zona del país.

Llegando al área de San Vicente empezamos a descender hasta que divisamos entre las montañas el pequeño pueblito. El capitán tomó el mando y nos acercamos rápidamente al pueblo. ¡No veía por ningún lado donde íbamos a aterrizar!

Nos acercamos más y el capitán bajó fuertemente la nariz enfilando el avión hacia lo que parecía era un área despejada al lado del pueblo con varias vacas pastando apaciblemente. Cuando vi las vacas de tamaño natural y a esa velocidad me asusté y como tratando de frenar instintivamente apreté los pies contra el piso y el capitán riéndose haló la cabrilla para subir haciendo un sobrepaso y me dijo, – Hombre, no se asuste que simplemente estamos espantando las vacas y espero que la gente las quite y así despejen la pista. No se porque no las han quitado si ellos sabían que hoy veníamos. –

Hicimos dos sobre pasos más hasta que vimos que la pista estaba libre de obstáculos. Enseguida descendimos y enfilamos a la pista, pasamos un pequeño barranco y quedamos sobre una pista de grama y pequeños arbustos.

Nunca había aterrizado en una pista así y tenía los ojos bien abiertos entre admiración y susto. Subió bastante la nariz para colocar todo el peso sobre el tren principal y aterrizamos suavemente con varias vibraciones al golpear los arbustos y los desniveles de ésta improvisada pista.
Acercamos el avión a una de las casas donde nos esperaba un grupo de personas rodeadas de muchos niños curiosos que disfrutaban del inusual espectáculo.

Me sentía en medio del sitio más remoto del África sin haber salido del país. Detuvimos el motor y luego de bajarnos el capitán y Herbert empezaron a coordinar todo lo que íbamos a hacer ese día. Herbert empezó a repartir tabletas de vitamina C a todo el que le venía con alguna dolencia. Me decía que éste pueblo estaba muy aislado y era bien complicado contener epidemias traídas de algún otro lugar y por eso les daba vitamina y concejos para mantener un buen sistema auto inmune.

Entramos a la casa del alcalde del pueblo donde ya nos estaban preparando tremendo almuerzo con sancocho de gallina. El encargado del puesto de salud le confirmó a Herbert que había un muchacho operado que debía ir urgente a la capital para otra operación o podría morir en cuestión de días.

Después del “sancochito” le empezaron a ofrecer la acostumbrada cervecita al capitán pero enseguida dijo, – ¡Uy no, y después quien vuela el avión! – y todos me miraron, – ¡Pues el copiloto! – Enseguida el salió a ver el firmamento y dijo, – Mejor nos vamos alistando para irnos pues ya se está empezando a formar mal tiempo y no quiero quedarme a dormir aquí en el pueblo. – Salimos de la casa agradeciendo tan rico almuerzo.

Caminamos hacia el puesto de salud donde Herbert empezó a dirigir el proceso para acomodar nuestro “paciente” en el asiento de atrás del avión. Cuando llegamos al lado del avión vi que el capitán fue atrás del avión a quitar unas pequeñas cuerdas amarradas al estabilizador. Le preguntamos que eran esas cuerdas. Sonriendo señaló a un pequeño niño escondido detrás de los matorrales – Este muchachito no quiere que el avión se vaya y por eso le amarra cuerdas del estabilizador a los matorrales. La vez pasada fue lo mismo. –

Enseguida me transporté a mi niñez y me pude ver a mi mismo en ese niño tratando de evitar que aquel maravilloso avión que viene de la gran ciudad no se vaya para así poder jugar todo el día alrededor de él. De pronto el niño salió corriendo asustado como comprendiendo que podía meterse en un gran problema si lo descubrían.

Nos subimos todos al avión y el capitán dijo – Bueno, espero que la batería esté bien o si no... nos tocó quedarnos. – Nos quedamos callados como en suspenso. Puso el interruptor master, procedió con la lista de chequeo, dio vuelta a la llave del encendido y la hélice comenzó a dar vueltas seguido de pequeñas explosiones que nos daba el agradable sonido del motor iniciándose. Enseguida me explicó paso a paso como chequeaba el motor y como hacer un despegue en este tipo de pista. Carreteó el avión hasta el inicio de la pista y dijo – ¡Nos vamos! –.

Empujó el acelerador con los frenos puestos mientras me indicaba con su dedo uno a uno los instrumentos que estaba chequeando. Soltó los frenos y empezamos la carrera de despegue por entre pequeños matorrales y desniveles que sacudían el avión. Veía que por el centro de la pista venían algunos matorrales un poco más espesos y nos frenaban.

En mi mente las cuentas me decían que no lo íbamos a lograr pues nos acercábamos bastante rápido al final donde comenzaba un profundo barranco y todavía no teníamos suficiente velocidad. El capitán haló aún más la cabrilla y el avión subió la nariz pero no despegaba. La bajó un poco ya llegando al final de la pista mientras yo abría los ojos pensando que nos íbamos a ir al fondo del barranco. La pista se volvió más inclinada hacia abajo y ésto nos dio velocidad extra para despegar del terreno. Enseguida se acabó la pista y quedamos flotando sobre un pequeño valle.

Me entregó el avión y me puso a volar rumbos mientras él ajustaba la altura con la potencia. Me sentía en medio de la más espectacular experiencia. Lo que había soñado hacía mucho tiempo lo estaba viviendo. Volamos como una hora hasta divisar la sabana de Bogotá. Aproximamos y él aterrizó el avión con mucha suavidad mientras yo tomaba atenta nota de cada movimiento que él hacía.Ya en el Aeroclub me bajé del avión agradeciéndole al capitán por haberme dejado volar el avión de ida y regreso. Luego estuvimos charlando un rato con Herbert sobre este tipo de vuelos ambulancia.

Gracias Herbert por tan bella oportunidad!!

sábado, 15 de mayo de 2010

FESTIVAL EN MEDELLIN


Viajamos desde Miami a Cali en Colombia con Luz Dary y nos alojamos en la casa de su mama. Luz Dary estaba bastante ocupada con los preparativos para una cirugía que iba a tener su madre. Habíamos coordinado nuestro tiempo para que mientras estuviéramos basados en Cali pudiese ir yo al festival de planeadores de radiocontrol 2007 de Juan Cojo.

Juan Cojo es el nombre de una vereda en una montaña más arriba del poblado de Girardota al norte de Medellín en Colombia. Ya había hablado con mi prima Margarita Maria quien muy amablemente me recibió en su casa en Medellín durante el fin de semana del festival.

Tomé un bus desde Cali hasta Medellín y llegué por la noche a Medellín. Juan, el esposo de mi prima y su hija Andrea me fueron a buscar al terminal de buses.
Me sentía extraño al volver a Medellín después de tantos años. Todos los cambios y los adelantos me sorprendían. Era otro Medellín pero mantenía en el aire ciertos aromas que me eran familiares con aquellas épocas veinte años atrás cuando volaba como copiloto del Twin Otter en la aerolínea local ACES.

Coincidencialmente Jorge Puello, el piloto organizador del evento vivia cerca de mi prima. Lo llamé por teléfono y me dio las indicaciones para encontrarnos al siguiente día y partir todos juntos hacia la vereda de Juan Cojo. Estaba feliz y puse las baterías de mi planeador a cargar en preparación para dos días de festival.

 Aquella noche quise hacerle un regalito a Pablo el hijo de mi Prima y se me ocurrió hacerle un pequeño modelo de balso para que el tuviera como entretenerse. Compré una lámina de balso cuando salimos al centro comercial con la prima, diseñé un pequeño planeador, y así llevamos uno de los planeadores que más despegues y aterrizajes hizo en el festival!

Pablo trasnochado después de el mismo decorar el planeador que le regalé.

Al día siguiente Pablo y su padre Juan se habían contagiado y se animaron a ir conmigo al festival de planeadores. Jorge Puello me contactó con otro piloto, Pedro Pablo, que se ofreció a ir delante de nosotros para guiarnos hasta el sitio de vuelo. Gocé cada kilómetro del camino hacia Girardota (porque en Colombia no son millas sino kilómetros, je, je.).

A medida que subíamos por la montaña crecía mi expectativa de tremenda aventura alimentada de tan bellos paisajes. Cuando llegamos a la vereda de Juan Cojo me sentía completamente en mi medio. Parqueamos cerca de la finca para comprar algunas bebidas. En este festival nos íbamos a reunir con pilotos de Bucaramanga, Manizales y pilotos locales de Medellín.

La esposa de Pedro Pablo, Pablo con su planeador, Juan y la perrita que también fue parte del paseo.


Con Pedro Pablo (izquierda) preparándonos para caminar hasta la finca.




Preparando el Omei. Apoyado en el árbol Jorge Puello organizando las frecuencias de los radios y las actividades para ese día. Al fondo la carpa del equipo de Bucaramanga.


Camilo listo para volar.


Camilo toma impulso para lanzarlo hacia el hermoso valle de Girardota.


¡Y sale Camilo!


A la izquierda Luis Robledo el piloto del planeador “Cohen”, yo con la Zaggi y Felipe Gómez con su “Speedfly” de su propio diseño. Felipe venía de Manizales y pronto hicimos una buena amistad. La gorra negra con el logo blanco de un piloto con su radio era parte del paquete que nos dieron en el festival.


Pablo volando su planeador de vuelo libre (a la derecha). Debido al viento tan reducido y amenaza de lluvia Pablo vino a ser “el campeón” del festival, ¡Pues fue el que más despegues y aterrizajes tuvo!


Luis Robledo explicándome los detalles de su hermoso Mustang acrobático de un material plástico súper liviano.



Ajustando el empenaje en V del “Cohen”… ¡Que belleza de planeador!


Luis observando mi Omei. Diego a la izquierda. Al fondo Alfonso, Camilo, Jorge y Pedro.


Área de vuelo… ¡Más verde pa’donde! A la izquierda el poblado Copacabana.


Sale la Zaggi de Ricardo.


Era la primera vez que veía las Zaggi en acción. Aquí Camilo despegando.

Felipe Gómez, uno de los pilotos del equipo de Manizales me animó a que probara volar su Zaggi. Un poco inseguro le pregunté como volarla y después de que me explicó algunos detalles me animé. El la lanzó y poco a poco pude sentirla y así volarla suavemente por la ladera para aprovechar hasta la más mínima ascendente. Felipe me dijo, – Se nota que usted vuela planeador lento porque esta aprovechando la poca ascendente que hay. –

 De pronto vi un chulo (gallinazo) volando en círculo cerca de la ladera, me dirigí hacia él, empecé a volar debajo de él haciendo un círculo en el mismo sentido. ¡Sorpresa! ¡Una buena térmica! Enseguida Felipe entusiasmado les gritó a los demás, – ¡Térmica a la derecha! – Que momento más emocionante. Fue el único vuelo que hice en este festival pero que gocé al máximo gracias a la ayuda de Felipe.


Siempre había algo que preguntar sobre algún modelo. Me pasaba de un grupo a otro para enterarme de los datos de cada avión y las anécdotas de los pilotos.


Escuchando a Jorge Puello sobre los datos de construcción de este planeador. De izquierda a derecha, Ricardo, Luis, al fondo Andrés el hijo de Jorge Puello, de espaldas Esteban, Diego, Jorge, Carlos Calvache y Nikolai, ambos del grupo de Bucaramanga.


Este fue el momento más divertido. Tomamos el pequeño avión de espuma de un niño y se lo amarramos con un hilo a una de las Zaggis. Parecía un jet caza en loca persecución detrás de la Zaggi. Nos reíamos a carcajadas con cada vuelito mientras el niño preguntaba por su avión. "Donde esta mi avioncito mamiii!!"

Al atardecer del segundo día el tiempo de repente mejoró y llegaron las condiciones de vuelo que todos esperaban. Rápidamente el cielo se llenó de planeadores y no sabia si ir por mi planeador para volar o quedarme a ver semejante espectáculo. Preferí quedarme y ser espectador de lo que el festival me ofrecía.

Había planeadores por todas partes y gozaba del show que hacia cada uno. Unos subían entre las termales, otros entraban en una danza continua acrobática de un lado a otro por la ladera. Escuche por primera vez el término “¡Izquierda a derecha!” que anunciaba algún piloto para avisarles a los otros que iba a pasar su planeador a gran velocidad al frente de todos en esa dirección. Puede ver dos colisiones, una entre dos planeadores y otra de un planeador con un distraído“chulo” que pasaba por ahí. Afortunadamente no le pasó nada al chulo aparte del susto que se pegó.


El equipo de Bucaramanga bajando con sus planeadores para despedir el evento.

Al final de la segunda noche bajamos a Girardota en un campero con Jorge Puello, su hijo, Felipe Gómez y otro piloto. Una vez en el pueblo tomamos otro bus que nos llevaría al metro de Medellín. Fue la primera vez que montaba en el metro. Me sentía en un Medellín ya bastante avanzado y moderno.
En el camino seguíamos charlando con Felipe Gómez y fue cuando me ofreció muy amablemente estadía en su casa de Manizales para que voláramos en el voladero de Chipre. Llegamos a la casa de Jorge y nos reencontramos con los pilotos de Bucaramanga. Estuvimos en el taller de Jorge y aprendimos sobre el proceso de fabricación en fibra de vidrio y de carbón.

El festival a pesar del mal tiempo fue para mí y muchos pilotos una gran experiencia pues el tiempo que no tuvimos para volar lo dedicamos para compartir y a aprender con los otros pilotos.

Aunque estaba cerca de la casa de mi prima, Juan, el esposo de mi prima se ofreció a recogerme. Esa noche bajamos todas las fotos al computador de Juan. Al día siguiente mi prima me invitó con su familia a visitar el hermoso pueblo de Santa Fé de Antioquia. Fue otro agradable día lleno de hermosos paisajes. Al día siguiente después de despedirme de mi prima y su familia tomé un bus temprano para Cali donde me esperaba mi esposa. Por el camino veía los chulos volando por las faldas de todas esas montañas y recordaba así esos días tan fantásticos que me ofrecieron los pilotos de Medellín.

Gracias Prima por tu hospitalidad.
Mil gracias a Jorge Puello y a todos los pilotos con los que compartí en este festival 2007 ese amor por el vuelo silencioso.