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sábado, 31 de julio de 2010

EL CAPITAN ALVARO JARAMILLO


Viajé de nuevo a Bogotá y empezamos nuestras sesiones de estudio con Jorge Cipagauta. (1989)
Varios compañeros que también pasaron el examen de inglés nos preguntaron cual era el afán de empezar a estudiar.

Les dije que ya había tenido la experiencia en Avianca que si uno no va preparado al curso se puede “colgar” fácilmente. Fue ahí cuando se unieron al grupo de estudio que tenía con Jorge, Nelson Serrano, Edgardo Trujillo y Enrique Villegas.

Vino la siguiente sorpresa y fue la llamada de la secretaria para concertar la cita para la entrevista con el jefe de operaciones. Viajamos en bus a Medellín con Jorge y Enrique.

Ya en la base de ACES en el aeropuerto Olaya Herrera la secretaria me hizo pasar para entrevistarme con al capitán Alvaro Jaramillo. El había sido piloto de Avianca, oriundo de Medellin y fue el primero en aterrizar un jumbo B-747 en este pequeño aeropuerto, en pleno centro de Medellín. Ahora, retirado, estaba de jefe de operaciones de ACES.

Me saludó y me preguntó, – Bueno, señor Madrigal, cuénteme que fue lo que le pasó en Avianca. – Le expliqué en resumen que a pesar de mis esfuerzos no logré llegar al examen final. Y me dijo, – Bueno, yo se que usted para haber pasado al simulador tuvo que haber estudiado bastante y tener buen inglés. Aquí en ACES también hay que estudiar bastante así que le deseo lo mejor en su proceso y ojalá lo tengamos en nuestra compañía. La secretaria lo llamará para indicarle cuando comienza el curso de tierra. Buena suerte. –

No podía creer sus palabras... !El capitán me estaba abriendo las puertas a la compañía! Sentía que me llenaba de energía y alegría al mismo tiempo.

Al salir Jorge estaba afuera esperando su turno y le conté que había pasado la entrevista con el capitán Jaramillo.

Después Jorge salió y me contó que también había sido elegido para el curso. Que alegría!!

Coordinamos para encontrarnos de nuevo en Bogotá y continuar nuestro estudio del avión pues ya pronto nos llamaban al curso y deberíamos estar listos.

En memoria al capitán Alvaro Jaramillo, fallecido en abril del 2003.
Gracias capitán!!


El HK-2000 aterrizando en el Enrique Olaya Herrera de Medellín en 1976,
 al mando del capitán Álvaro Jaramillo

viernes, 30 de julio de 2010

ARCO IRIS


Por alla en los 80s volábamos en cometa (Ala Delta)con Edgar en Chía manteniéndonos en un divertido vuelo “Soaring” o sostenido por las corrientes de aire ascendente.

Llevábamos como veinte minutos de vuelo y delante de nosotros comenzó a llover teniendo el sol atrás de nosotros.

Edgar hizo un viraje delante de mí y pude ver como detrás de su cometa salía un perfecto arco iris. Parecía una composición de un artista pintando y haciendo un video al mismo tiempo.

Le empecé a gritar a Edgar… – ¡Mire el arco iris! –  Edgar volteó su mirada y lo señaló.  Fue el mejor cuadro en vivos colores que me regaló el universo ese día y uno de esos momentos en este bello deporte que nunca olvidaré.


jueves, 29 de julio de 2010

EXAMEN DE INGLES


Pronto vino la primera llamada de ACES.(1989). Era la secretaria del jefe de operaciones para comunicarme la fecha del examen de inglés. Estaba feliz de haberla escuchado y empezaba a soñarme con mi carrera en esta compañía. Sentía que estaba “sacándome la espina” que tenía enterrada de Avianca.




Viajé a Medellín por tierra y por el camino pensaba que si entraba a ACES tendría que quedarme a vivir en Medellín por tiempo indefinido.

Cuando llegué pasé la noche en la casa de mi abuela en el apartamento de mi tio Humberto quien me tenía apartada una cama para mi. Al otro día fui al aeropuerto Olaya Herrera que se encuentra en la zona central sur de Medellín.

Llegué y vi a un grupo de unos sesenta pilotos esperando también para el examen. Me acordé de mis épocas de la universidad al ver tantos candidatos. Pensé enseguida que todos así como yo querían ser copilotos. Les desee suerte a todos y me preparé mentalmente para la competencia.

Me reencontré con Jorge Cipagauta, un compañero de la escuela Aeroclub de Colombia y enseguida nos pusimos al día con nuestras vidas. Me contó que estaba volando de copiloto en una pequeña compañía charter y yo le conté de mi experiencia en Avianca. Estaba contento de ver a alguien conocido con quien podía compartir mis temores e inquietudes.

Nos reunieron en varios salones para hacer el examen escrito el cual estaba bien complicado. Lo hice lo mejor posible. Luego nos dijeron que esperáramos afuera para el examen oral. El examinador fue entrando a uno por uno.

Afuera a todos nos afectaba los nervios y tratábamos de hablar con quienes salían para tener alguna idea de como era el examen. Nos dimos cuenta que la mayoría entraba y solo duraban uno o dos minutos. No entendíamos porque pero simplemente el examinador los estaba eliminando como ovejas que iban al matadero. Esto nos ponía más nerviosos aún!

Llegó mi turno y sentía mi estómago completamente comprimido. El examinador me mostró mis exámenes escritos y me explicó rápidamente que debido a los errores yo no clasificaba para copiloto de la empresa.

Sentí el frío de la espada del verdugo atravesando mi vientre. Instintivamente y gracias a mi angelito reaccioné de una forma completamente sorprendente. Mi mente se revirtió al inglés. Antes de que él terminara de asesinarme con la sentencia final, le dije en inglés que en los exámenes de todas formas yo trataba de explicar lo mejor posible cada caso.

El examinador se sorprendió y en español me preguntó que donde había estudiado inglés. Yo sin caer en la trampa de volver al español le empecé a contar,con mi mejor inglés, que había estudiado en Denver y que luego había hecho algunos semestres en el College.

Traté de continuar pero me interrumpió y apuntando mi nombre en una lista me dijo, – Suficiente, usted es de las personas que estamos buscando. – Y me pidió el favor de que hiciera pasar al siguiente piloto. Estaba perplejo y no podía creer que no había sido decapitado… no había sangre en mi cuerpo, … !Había sobrevivido al sable del verdugo!

Salí todavía con cara de asustado y todos afuera me estaban mirando con cara de interrogante. Porque usted si se demoró? Que pasó allá adentro? Les respondí que la clave era hablarle en inglés y creo que con esto le di la oportunidad a algunos de mis futuros compañeros de curso a clasificar.

Luego me encontré con Jorge y supe que él también había pasado el examen. Estábamos emocionados y felices. Enseguida hicimos planes para reunirnos a estudiar nuestro futuro avión, el Twin Otter!

De Havilland DHC-6 Twin Otter de ACES.




miércoles, 28 de julio de 2010

MI PRIMER DESPEGUE


PARTE III (Historias del aire)
MOMENTOS

La noche del 25 de Agosto del 2005 el huracán Katrina nos azotó en el sur de la Florida con categoría uno y nos dejó sin luz. Rodeado de velas encontré el ambiente perfecto que me invitó a escribir esta otra parte de mi libro. Momentos son micro historias adicionales a mis historias donde recuerdo eventos muy especiales que por su intensidad quedaron grabados por siempre en mi mente.


MOMENTOS EN EL VUELO EN COMETA

MI PRIMER DESPEGUE

Eduardo Vasquez, mi instructor de vuelo en cometa, me dijo que cambiara de cometa y tratara la Zebra que era más grande y tal vez así podría despegar del piso por primera vez. Recuerdo que me sentía un poco incómodo pues era más pesada.

Retrocedí subiendo la ladera hasta que Eduardo me dijo: – ¡Listo Carlos, ya sabe, full carrera y luego empuja la barra! – Tomé carrera y cuando me preparaba a empujar la barra sentí que me quitaban el piso bajo mis pies. La sensación fue de completa sorpresa y sobrecogimiento. ¡No tenía donde apoyarme! Me quedé “sin aire” por un instante.

Dos segundos después volví a tocar el piso y a continuar la carrera que había quedado truncada por tan extraño momento. Fueron dos segundos que estuve en otra dimensión por primera vez. Enseguida se adueñó de mí una sensación maravillosa de ligereza y de fuertes deseos de seguir intentando volar.

Así recuerdo mi primer despegue.

martes, 27 de julio de 2010

MARGARITA MARIA

CAPITULO V (Historias de Hangar)

ACES

MARGARITA MARIA

Ya de regreso en Bogotá, después de mi fallido intento por entrar a Avianca, (1989) entré a trabajar en una bodega de carga en el barrio Fontibón cerca del aeropuerto. Mi mente no se quedaba quieta y pronto estaba ya ordenando el siguiente gran “ajedrez” en la búsqueda de poder pertenecer a alguna compañía aérea en Colombia.

Mi siguiente meta, la segunda aerolínea de ese entonces en Colombia, ACES (Aerolíneas Centrales de Colombia). Esta era una aerolínea creada en el corazón del eje cafetero. Era una aerolínea “paisa” basada en Medellín. Se había vuelto mi siguiente obsesión y empecé a convocar todas mis energías en conseguir todos los caminos que me llevaran a ella.

Para empezar averigüé el teléfono de uno de mis instructores del Aeroclub que tenía el manual del Twin Otter que serìa el avión que yo podrìa volar como copiloto. Fui hasta su casa y le pedí prestado el manual para así sacarle copia.

 Aunque ni siquiera había hecho ningún contacto, al igual que con Avianca, presentía que la oportunidad se iba a presentar y tenía que prepararme.
No sabía por donde empezar para conseguir algún contacto que me acercara a los jefes de ACES. Pero ese milagroso día llegó más rápido de lo que me imaginaba y de la forma menos pensada.

A los pocos dias estaba de paso por Medellín de camino a la costa norte en un paseo con mi familia. Me quedé una noche en la casa de mi abuela paterna. Allí se estaba quedando temporalmente mi prima Margarita María con su esposo Juan y su hija de ya varios meses Andrea.

Pensé que tal ves ella no sabría nada sobre aerolíneas pero decidí de todas formas probar suerte. Aquella mañana charlando sobre temas familiares le pregunté. – ¿Margarita, de casualidad usted no conoce a alguien que trabaje con la compañía ACES? – Y para mi sorpresa me respondió, – !Claaaro, si Sergio, el esposo de la prima de Juan es capitán de ACES! – Sentí enseguida ese escalofrío por mi espalda y esa emoción en mi corazón cuando la esperanza se llena de brillo propio.

De donde menos yo imaginaba por fin “saltó la liebre”. Sin perder tiempo hice contacto con él. Hicimos una cita en su casa y me explicó varias cosas sobre la compañía y la forma en como él me iba a recomendar con sus jefes para que me tuvieran en cuenta.

Para colmos de mi buena suerte justamente en esos días estaban buscando candidatos que dominaran el inglés pues habían tenido problemas con pilotos que volaban a los Estados Unidos y no se comunicaban bien con la torre de control. Le dije que ya tenía un buen inglés y que estaba muy agradecido de cualquier ayuda que pudiese darme para poder entrar a ACES.

De regreso a Bogotá la incertidumbre no duró mucho pues al mes ya Sergio me estaba llamando para que fuera a Medellín a concertar una cita con la secretaria del jefe de operaciones. Estaba dichoso otra vez.

Llamé a Margarita María para agradecerle por el contacto y por haberme abierto las puertas de la esperanza.



Con mi prima Margarita Maria , 2007, en un paseo hacia Santa Fe de Antioquia.

lunes, 26 de julio de 2010

LA HISTORIA DE MANUELA JARAMILLO (6a parte)


Continuación...

Ya con el paracaidas abierto vi como Milton organizaba el ‘slider’, un sistema que retarda la apertura del paracaídas. Me acomodé en mi arnés y dejé en las nubes todo el miedo que llevaba en el avión.

Inmediatamente noté la gran velocidad a la que volábamos, comparada con la normal en un parapente. Ya sentía el calor de la superficie del suelo. Detallé la gente, las carreteras y los demás paracaidistas que ‘flotaban’abajo nuestro. El paisaje se me hacía muy conocido, pues anteriormente había volado en parapente en esa zona.

De repente Milton pronunció algo que me sorprendió. – ¿Quieres volar? – me dijo. Yo me reí y le respondí – ¡Ya estoy volando, de hecho! – Lógicamente yo entendí lo que me quiso decir, y después de suspirar y dudarlo unos segundos accedí. Me acomodé, tomé los mandos con firmeza y quise hacer un giro. Aun teníamos una altura considerable. Halé un poco el mando, y para sorpresa mía, ¡Hicimos un círculo cerrado!
Estaba acostumbrada a los mandos del parapente que son mucho menos sensibles que éstos. De ahí en adelante le ‘cogí más el tiro’ a las cosas.

 Nos acercábamos al suelo y dejé que mi piloto hiciera su labor. Hicimos unos giros muy cerrados, iniciamos la aproximación mientras observaba como los demás recogían sus equipos en la isla de la plataforma. Milton me dio la indicación para tomar posición de aterrizaje, debía llevar mis rodillas al pecho.

En la mañana había visto a otros pasajeros hacer esto desde el suelo, y no pude evitar reírme pues en realidad se ve muy chistoso!. Pensé en sugerirle un aterrizaje como lo hacen los pasajeros de parapentes, pero no era indicado en este mi primer vuelo. Nos acercamos al suelo y solo tuve que juntar mis talones y flexionar un poco las rodillas para amortiguar el impacto, que gracias a la pericia de mi piloto fue realmente suave.


Aterrizando en la isla de la plataforma del Aeropuerto
 
Después de eso, pensé que nada mejor o más emocionante podría pasar. El público aplaudía mientras vi como de él salía mi hermanita menor, corriendo, atravesándose por el medio de la pista seguramente sin ni siquiera mirar. Llegó corriendo con mucho impulso, y del abrazo que me dio casi me tumba. En ese momento los demás miembros del equipo de paracaidismo ya habían recogido en ‘repollo’ sus equipos y se acercaron donde estábamos nosotros.

Todos me saludaron preguntando cómo me había sentido. Se reunieron alrededor mío, me encerraron en un círculo y de nuevo yo no sabía lo que estaba pasando. Se tomaron de las manos y cuando menos pensé, al unísono se escuchó un grito que exclamaba – Manu, ¡Bienvenida al cielo! – Y todos aplaudieron. Sentí muchas, muchas ganas de llorar. La emoción me invadió y no tuve mas remedio que agradecer y abrazar a mucha gente, que hasta ese momento eran desconocidos pero de ahí en adelante, aparte de marcar mi vida, muchos fueron muy buenos amigos.

Era la hora de despejar la pista pues el show del Festival Aéreo debía continuar. Caminamos por la plataforma y yo aun no aterrizaba, no era consciente de lo que acababa de suceder.

Milton, a la izquierda, con el equipo. En el centro, yo, con cara de pastel. Y a la derecha Natalia, mi hermana, que corrió a recibirme.
 
A medida que me acercaba a la gente podía notar la diferencia en los gestos que me hacían antes de despegar. Ahora me sonreían. Me encontré con aquel militar que estaba en la sala de juntas reunido con mi padre. Me dio un fuerte y efusivo abrazo que realmente no me esperaba. Al fondo vi a mis amigos y a mi primo. Santi corrió y me abrazó también.

Caminé hacia una mesa donde estaba mi madre, dándome la espalda. Milton me dijo que me acompañaba para mostrarle que yo estaba bien, y más o menos la mitad del grupo se vino detrás de nosotros. Mi padre nos interrumpió, me saludó, me regaló una gran sonrisa y les agradeció a todos por la experiencia.

Me explicó que no podía quedarse pues tenía cosas que hacer… ahí supuse que debía enfrentar a mi mamá yo sola, pensé que estaba con el genio alborotado pues había usado la ‘fuerza bruta’ y algo de ‘presión sicológica’ para hacerla firmar los papeles. Por mi mente pasó un “Ahh pues que se ponga brava todo lo que quiera, igual ya salté, de acá en adelante la que pierde es ella. Para pelear se necesitan dos y yo no seré la segunda”. Hoy en día lo admito, fui algo grosera…

Llegamos a la mesa, le hablé a mi mamá y no me respondió. Milton y los demás quisieron ser prudentes y retirarse. Yo les hice gestos invitándolos a quedarse, ¡Al fin y al cabo ellos fueron los que hicieron presión usando sus propios métodos!

Dí la vuelta a la mesa y noté con asombro que mi madre estaba llorando. Quise levantarle la mirada y se negó a hacerlo. Le dije – Mami, ¿Qué te pasa? Mira que ya salté, ya aterricé y estoy bien, ¡Estoy feliz! – Después de un estresante silencio ella volteó la mirada sin dejar que yo la viera y aqui vino la gran sorpresa. Miró a Milton y le dijo – Milton, yo quiero saltar, ¿Cierto que ya no es posible? ¿Cierto que éste era el último vuelo? Después de ver a Manuela aterrizar bien, yo quiero hacerlo! – Luego mirándome se acercó y me abrazó. No podía creerlo, mi madre se quedó con el antojo que yo si logré calmar.

Dedicado a mis padres y mi hermana, por estar siempre incentivándome las ganas de tener los pies lejos del suelo. A mi tía Lela y mi hermanito Andrés, quienes nos recibirán allá, cuando sobrepasemos los límites de la capacidad humana y anhelemos estar sobre las nubes.
Gracias!!

Manuela Jaramillo


Con mi mami en el evento del 2009 en Armenia.

LINK DE MI SEGUNDO SALTO! Feb 2016:
https://www.youtube.com/watch?v=GhoNkd6ar_4


domingo, 25 de julio de 2010

LA HISTORIA DE MANUELA JARAMILLO (5a parte)


Continuación...

Se encendió el motor y de nuevo el piloto se comunicó con la torre. No entendí mucho de lo que dijo, pero algo si entendí… la altura a la que saltaríamos eran 13.500 pies, una cifra que nunca olvidaré. Y menos durante el vuelo.

Empezamos a carretear, vi la pista corriendo en sentido contrario al que uno normalmente despega, pues nos acomodamos mirando hacia la cola del avión…
De pronto siento la sensación de flotar, que se me hace novedosa cada vez que me subo a un avión, como si fuera la primera vez… Cogemos altura y el avión hace un giro hacia la izquierda, yendo hacia la cordillera. Así comienza el proceso de ascender, girar y ascender, girar y ascender, tan conocido por los parapentistas...

Miro por la ventana y logro identificar el hotel Gaviotas Fly Inn, donde iba todos los domingos con mi familia a volar aeromodelos… De repente analizo el interior del avión y noto con asombro… “¡Todos están dormidos!” Mi mente me hace malas jugadas y pienso… “¿Estarán enguayabados? ¡Ayy no, no creo que sean tan irresponsables! ¡Mi padre no los dejaría saltar en este estado! ¡Y menos llevando a su hija!”.

Miré hacia todos lados, me sentí perdida, sola, sin saber que hacer… pensando en el salpicón que me acababa de comer… El hombre que iba al lado mío hizo un movimiento y se acomodó de tal forma que su mano izquierda, donde llevaba el altímetro, quedó apoyada en mi pierna. Tuve algo que alimentaba mi angustia y mi ansiedad, y era ver la aguja de un altímetro acercándose a la cifra, que no era cualquier cifra… Pensé en mi familia, en mis planes, en mi futuro. En todo lo que había hecho para estar allí. En mi tía y mi hermanito, que son mis ángeles de la guarda y están conmigo siempre y en todo lugar.

El piloto hizo una seña y todos “despertaron”, aparentemente, pues pasado el tiempo me enteré que es una broma que les hacen siempre a los que son primíparos saltando. Y se vinieron mas bromas, que no ayudaban a mi estado de nervios. – ¿Milton, tomaste tu medicación contra la epilepsia? ¡No vaya a ser que te dé el ataque en pleno salto! – Le dijo una joven que iba en el avión. Milton respondió negativamente, haciendo poco a poco que mis gestos fueran no de miedo, sino de terror…

En tierra había preguntado cuál era el peor momento, en el que más susto iba a sentir. La respuesta la esperaba – Cuando todos empiezan a salir y ves que te llegó el momento de saltar. – me dijeron. Veía cada vez mas la aguja acercarse al tan ansiado pero odiado número. Quería salir de allí, ¡pero no por esa puerta y no a esa altura!. Pensaba en arrepentirme, pero me sentiría la mujer más cobarde del mundo.

De repente vi el primero en salir, el segundo, el tercero. Sentí ganas de llorar. Milton me dio un ligero golpe en el hombro derecho indicándome que debía levantarme. Con esfuerzo lo hice. El viento golpeaba mi cara, me despeinaba e intentaba ponerme unas graciosas gafas de acrílico, puntudas, que me hacían pensar en La Hiedra Venenosa de Batman.

En el momento del despegue habíamos anclado los mosquetones de los hombros, pero aún faltaban los de las caderas. En ese instante ya solo quedábamos 5 o 6 personas en el avión, de aproximadamente 17 o 20 que calculo pudimos haber estado al principio. Después de estar todo perfectamente anclado, nos dispusimos a caminar hacia la puerta del avión.

Por la vibración, el viento, el estar amarrada a una persona detrás de mí y sobre todo los nervios, no podía caminar bien. Me acomodé como me habían indicado en el Aeropuerto, haciendo esfuerzos por poder ver algo, acomodé los 3 o 4 centímetros de la punta de mis tenis sobresaliendo por el borde del avión. Movía por dentro los dedos y no sentía el piso, ni nada sólido debajo.

Ese momento se me hizo eterno, ¡Me aterró! Pude ver perfectamente el perfil del ala. Adelante, la hélice girando. Al frente tenía la cordillera, que no estoy muy segura pero creo que estábamos más altos que ella, con algunas nubes en la cima de las montañas. Y abajo… abajo pude ver la pista del aeropuerto, pequeña, muy pequeña…

También vi a los demás paracaidistas, unos aun en caída libre, y otros ya planeando con hermosos paracaidas de colores sobre sus cabezas. La multitud de gente, que suponía, porque yo misma había estado en esa situación, estaría asombrada, mirando hacia el cielo con la boca abierta, exclamando, intentando enfocar con unos binoculares o tomando fotografías. Entre ellos imaginé a mis padres, rezando, haciendo fuerza para que todo saliera bien, caminando de un lado para otro…

Milton le hizo alguna seña al piloto y pude escuchar y sentir la disminución de potencia en el motor del avión. Éramos los últimos en salir de allí. Mis manos estaban aferradas a la puerta, como si fueran una sola pieza. Debía quitarlas de allí y sostenerlas de las cargaderas del arnés, debía cruzar mis piernas y levantarlas… es decir, parada en el borde de la puerta de un avión volando a 13.500 pies de altura ya no debía, sino que tenía que confiarle mi vida a la fuerza que pudiera tener en las piernas un completo desconocido para cargarme.

De mala gana lo hice, pensando “¿Pero que carajos estoy haciendo acá?”. Milton empezó un conteo regresivo. – ¡Cinco!, ¡Cuatro!, ¡Tres!... – En ese momento lo interrumpí, gritando fuertemente… – ¡Ayy no! ¡No quiero! ¡Me da miedo! – Y volví a sujetarme a la puerta del avión.





No existen palabras capaces de describir la sensación de lo que pasó de ahí en adelante.
Milton saltó. Sentía que la adrenalina me salía por los poros. Empecé a sentir una presión gigantesca en mi cara, sentía la velocidad y mucha dificultad para respirar. No podía escuchar nada ni ver bien, solo enfocaba lo que tenía al frente.

Recuerdo haber visto las montañas, cultivos y otros paracaidistas saludándome y haciéndome señas que yo no entendía. Pude ver el avión alejarse volando sobre nosotros. Me tranquilicé y logré disfrutarlo.

Hicimos un giro a la izquierda y luego otro a la derecha. Me balanceaba y sentía la presión del aire cambiando por todo mi cuerpo mientras mi ropa vibraba fuertemente. Imaginé mis zapatos zafándose y cayendo, algo que me hizo intentar sonreír sin poder lograrlo por la tensión de mi piel. Mis oídos pitaban.

A medida que caíamos pude sentir el cambio de temperatura, agradeciendo al anónimo deportista por haberme prestado su camiseta. Pude mover mis brazos, girar la cabeza y realmente sentir un gran espacio entre mi cuerpo y el planeta.

De repente reconocí el movimiento en las manos de Milton indicando a los demás la apertura del paracaídas. En ese instante, más que miedo, sentí lastima por el salpicón que aun debía estar en mi estomago. Recé para que no tuviera ganas de salir. Pude ver por el rabillo de mi ojo derecho la mano de Milton alcanzando la correa para abrir nuestra salvación. Entendí que él también quería llegar vivo al suelo, como le recomendó mi padre.

Seguidamente no sentí sensación de vacío, ni sentí que me halaban, ni nada similar. La forma más sencilla de explicarlo es como si me hubiera metido a un recipiente con una batidora. Mis extremidades se movían cada una para donde quería.

Mi brazo derecho podía señalar hacia el noroccidente y el otro hacia el sur. La pierna izquierda indicaba el oriente, y la otra muy probablemente el norte. Era algo que de poder verse en cámara lenta creo que sería bastante cómico, complementado por unos gestos que no logro imaginarme...
Continuará...

Ya volando con el paracaidas abierto. Se alcanza a ver arriba a la izquierda el avión del que saltamos.

sábado, 24 de julio de 2010

LA HISTORIA DE MANUELA JARAMILLO (4a parte)


Continuación:

Todos los paracaidistas estaban listos para salir de la carpa. Tenían ya sus equipos en la espalda. Empezó el desfile de nuevo entre el público, hacia la plataforma del aeropuerto. Todos nos miraban extraño, con cara de suicidio.

De pronto entre la multitud vi caras conocidas, algunos aeromodelistas, parapentistas, amigos de la familia y hasta profesores del colegio, sorprendidos, preocupados, preguntando qué estaba pensando hacer yo con un arnés de paracaidismo. Recuerdo que uno de ellos corrió a contarle a mi mamá lo que iba a hacer… ¡Él no sabía por lo que ella acababa de pasar!

Llegamos al avión. Era un Cessna Caravan C 208B, de matricula HK – 3734, y lo veía con ojos de incredulidad. No podía creer que estuviera tan cerca de él. Había pedido que buscaran a mi padre.
El resto de gente (mi mamá, mi primo, mi hermana y mis amigos) estaban ya cerca al avión.

Al fin llegó mi papá, nos despedimos, después de fotos y bendiciones me subí al avión.
Después de una explicación bastante gráfica sobre la forma de acomodación y otros detalles, levantaron la escalera y el piloto encendió el motor.

La rutina es despegar sin la puerta, motivo por el cual pude ver a mi padre abrazando a mi mamá que estaba llorando.
En ese momento el piloto se comunicó con la torre de control, desde donde le ordenaron esperar pues había despegado otro avión con paracaidistas militares y era necesario esperar a que ellos aterrizaran.
Fue un verdadero trauma tener que bajarme otra vez del avión.

Volver a estar cerca de mi familia y mis amigos. Ver al público del evento mirando con suspenso. Y saber, que si hay algo que a mi me cause mucho malgenio, es… ¡Tener hambre! Estaba realmente desesperada por eso. Pero me negaba a comer, no lo haría, sabiendo lo que me esperaba…

Milton me pidió que lo acompañara a la carpa. No quería pasar de nuevo entre la gente, no me gusta ser observada y mucho menos ser el centro de atención. Además no es la situación más cómoda caminar con las pierneras del arnés apretadas, y después de hacer una especie de ‘Check List’ revisando que todo esté bien, no era aconsejable retirarlas. Sin embargo, ante la insistencia y la confirmación del piloto por el tiempo disponible, me tocó acompañarlo.

Llegamos y supe lo que pasaba. Era un cálido día de Julio en el Quindío y yo tenía una blusa de tiras. En el suelo sentía calor. Pero a la altura del salto, muy seguramente sentiría frío.
No llevaba un buso y la única opción fue usar una camiseta de patrocinio prestada de otro paracaidista, cuyo nombre no recuerdo, quien muy amablemente me la regaló.

En el camino de regreso “casualmente” nos encontramos un puesto donde vendían salpicón de frutas. Después me di cuenta que todo estaba planeado… Me explicaron que si saltaba con hambre era muy factible que me mareara, y yo quería disfrutar mi salto al máximo, razón por la cual debí aceptarle el ‘detallito’ a Milton y comerme un gran vaso de salpicón, que a propósito, ¡Estaba delicioso!

Llegamos de nuevo al avión, y supe que era hora de acomodarnos. Otra vez me despedí, afortunadamente no hubo tiempo de muchos protocolos pues debíamos despegar rápido. Llegó otra frase que nunca olvidaré: Mi papá le dio la mano a Milton, y dijo con los ojos como los del gato con botas en Shrek: “Hermano, confío en que usted también quiere llegar vivo al suelo”… ¡Realmente me gustó la forma de ver las cosas de mi padre! Entre besos de mi papá, rezos de mi mamá, y un ‘hasta pronto, ¡Disfrútalo!’ de mucha gente subí los escalones del avión.

Ahí estaba yo, entre un montón de desconocidos, a punto de cumplir eso en lo que había estado pensando los últimos meses...

Continuará...

Mi padre sacó un ratico de su ocupado y agitado día para tomarnos una fotografía.
 

Ahi estoy en el centro del grupo de salto. Se ven dos paracaidistas con sus vestidos "wingman" para planear con sus alas en caida libre.

A la izquierda “Puppy” y a la derecha Milton , mi piloto Tandem.
 
Estoy dentro del avión al fondo a la derecha, pensando... ¿Yo que carajos hago acá?

viernes, 23 de julio de 2010

LA HISTORIA DE MANUELA JARAMILLO (3a parte)


Continuación:

Subí unas escalas del edificio del aeropuerto buscando a mi padre. Estaba en reunión con la gente de Aerocivil, y como preguntando se llega a Roma, pues lo encontré. Con muchísima pena interrumpí la reunión, le mostré el papel a mi padre quien inmediatamente entendió lo que estaba pasando. Me dijo en voz suave – Hija, mucha suerte, disfrútalo y me avisas cuando estén en el avión. – A lo que dije, muy obediente, – Si papá, gracias, ¡te amo! –

Firmó, y cuando me entregó la hoja, uno de los militares presentes en la reunión escuchó lo que estaba pasando. Yo no sabía quién era el señor, sé que lo había visto varias veces en mi casa. Un hombre alto, corpulento, con voz grave, recochero, y no sé si era mi impresión, pero tenía un leve acento costeño en su hablar.

Le dijo a mi padre – Mincho, ¿estás firmando un papel para que tu hija salte en paracaídas? ¡Tu hija tiene mas guevas que vos! – Frente al comentario sólo se escuchó una carcajada en el recinto, sonreí, vi en la cara de mi padre una leve sonrisa, me abrazó y le pregunté por mi mamá, a lo que me respondió que estaba en la taquilla y que no había hablado con ella en toda la mañana…

Di la espalda a la puerta de la sala de juntas y bajé corriendo las escalas, con una gran sonrisa. Mi primo, compañero de aventuras desde chiquitos, venía detrás de mí. Me dijo – Manu, ¡estás loca! – y como estaba eufórica le respondí – Si mi Santi, ¡pilas que eso es contagioso! –

Llegamos a la taquilla. Mi madre estaba realmente ocupada, cosa que ayudó en nuestra labor. Madre es madre, y conoce a sus hijas. Miró de reojo el papel que yo traía entre mis manos, a lo que respondió tajantemente – ¡Ni lo pienses! – Después de rogarle mucho sin obtener nada, y trabajando contra el tiempo pues ya eran casi las doce del día, miré a Santi y le dije – Me tocó el plan B, vamos a hablar con ellos a ver que nos dicen… –

Entré a la carpa que alojaba a los paracaidistas con sus equipos. Estaban doblándolos, pues hace poco habían aterrizado de un salto previo. Con mucho cuidado, pues en el parapente es similar, tenían las líneas casi perfectamente acomodadas sobre el suelo, todas alineadas.

Sé que no es aconsejable pisarlas y tuve que pasar casi levitando sobre ellas para llegar a la mesa donde empezó esta maratón. Llegué donde el hombre que me atendió, y me preguntó con ojos saltones –¿Listo? ¿Están los papeles firmados?... Milton, parcero, ¡venga pues a ponerle el arnés a esta niña, que nos vamos! – Inmediatamente lo interrumpí, y admití que tenía algunos problemas…

Le expliqué que estaba complicado conseguir la firma de mi madre, le dije que se encontraba ahí en el lugar pero definitivamente no había querido firmar…
El reaccionó con una gran carcajada, silbó y dijo – ¡Muchachos, problemas de mamás! ¡vamos pues que estamos sobre el tiempo! – Yo lo miré, y sin saber lo que estaba pasando, me pidió que lo llevara al lugar donde estaba mi mamá. En el camino me explicó que no era la primera vez que pasaba, ellos ya saben qué hacer al respecto… En ese momento Santi y yo cruzamos miradas y sé que ambos pensamos “¿Qué va a pasar acá?”.

Llegamos a la taquilla. La diferencia es que esta vez no llegamos solos. Llegamos acompañados por unos 12 o 15 paracaidistas, todas con sus overoles de saltos, y el tipo estrella encabezando la “procesión”. Mi madre me miró con cara de aterrada, y seguía así mientras escuchaba la explicación del equipo y los procedimientos a realizar durante el salto.

Cuando terminó la clase de teoría, se quedó callada mirándome, y en medio del silencio toda esa multitud empezó a gritar, en forma de coro…– “¡Que firme la mamá! ¡Que queremos saltar! ¡Que firme la mamá! ¡Que queremos saltar!” – Siempre se ha caracterizado por ser tímida y anti–escándalos en público, a lo que no tuvo más remedio que suspirar profundamente y mirarme con cara de regaño, creando algo de confusión en mí…

Me miró, movió sus manos y pronunció otra frase, más fuerte que la del cadáver, que nunca olvidaré en mi vida. – Si sigue así, esta muchachita va a ser presidente de este país… Pásame a ver ese papel, préstame un lapicero y que pase lo que tenga que pasar. – No lo podía creer. Ya lo hecho estaba hecho.

Firmó y le dí uno de los abrazos más emotivos que le pude haber dado en 17 años de vida. Miré a mi “mosquetero”, lo abracé y seguimos por instinto al resto de la manada, que se dirigía, atravesando a todo el público, hacia la carpa “base”. Durante ese recorrido, por mi mente solo pasaba una frase, no pensaba en el salto, sino en “¡Me enamoré! ¡Amo a este señor! ¿Cómo fue capaz de hacer en dos minutos y con una completa desconocida lo que yo intenté durante una semana y con mi propia madre?”

En la carpa conocí a Milton. Sería mi piloto tándem. Yo iría de pasajera en un arnés amarrado al suyo. Milton… si se quieren hacer a la idea de su físico, imagínense al hombre Piel Roja, si, el de los cigarrillos. De cabello oscuro y largo amarrado en la parte baja de la cabeza. Nariz aguileña y tez morena, alto, pero no tan corpulento como el otro. Extremadamente amable, incluso con mi mamá, a quien desde un principio llamó ‘suegra’…

Me explicó de nuevo lo que ya le habían explicado a mi madre, y procedió a hacerme el curso en tierra. Básicamente me tiré al suelo, boca abajo, mientras me explicaban varias posiciones corporales que debía adoptar en distintos momentos: la salida del avión, la caída libre, el planeo y el aterrizaje. Cuando finalizamos me levanté y me puse el arnés, con los mismos principios de una silla sencilla de parapente. Estaba ansiosa y nerviosa. Era hora de almuerzo, sentía hambre pero… ¡No podía imaginarme comiendo algo antes de saltar de un avión! ...

Continuará...

Con mi primo Santi cuando me preparaba para el salto. Se me notaba la cara de susto?

jueves, 22 de julio de 2010

LA HISTORIA DE MANUELA JARAMILLO (2a parte)

Continuación...

Se llegó el sábado, primer día del evento. Mi papá, perdido, entre reuniones con la gente de Aerocivil, la junta directiva de la organización, las directivas del aeropuerto (ahora internacional) El Edén.

De vez en cuando lo veía por ahí, corriendo, pidiendo escarapelas, preocupado, estresado…Mi madre en la taquilla, viendo a medida que pasaban las horas, como iba llegando más y más y más gente al sitio.

Mi hermana, mi primo, algunos amigos y yo por ahí, caminando en la plataforma, subiéndonos a los aviones y tomando muchas, pero muchas fotografías. Por tener la organización del evento en mi casa yo sabia que los saltos en paracaídas estaban programados para el día domingo. –“Tocará esperar a ver que pasa esta noche, mañana será otro día” – Pensé en el trayecto desde el aeropuerto hasta mi casa. –

El cansancio de un excelente pero agotador día se hizo notar. Sólo hubo tiempo para comer algo liviano, siete minutos en la ducha y a dormir. La frase “salto en paracaídas” no tuvo tiempo de surgir entre los pocos minutos en que estuvimos concientes esa noche.

Se llegó el tan ansiado día domingo. Era el 1 de Julio del año 2007. Para esa época tenía yo 17 años, a 6 meses de cumplir mi mayoría de edad, ansiosa por tener la contraseña en mis manos… Y no se imaginan cuanto la deseaba en ese momento… ¡Yo quería poder decir que me hacía responsable por mi misma de lo que me pudiera pasar!

Los paracaidistas se reconocen a kilómetros de distancia. Gafas oscuras, zapatos deportivos, pero lo más notorio a mi parecer es un cierto estilo al caminar… No me pregunten qué es, pero que lo tienen, lo tienen. Hay algo en su andar que los diferencia de los demás. El evento era patrocinado, entre otros, por Tigo (compañía de comunicación celular) y RedBull (bebida energizante).

Como RedBull = mujeres bonitas, mujeres bonitas = paracaidistas, entonces RedBull = paracaidistas. Y efectivamente así fue. Todos tenían sus camisetas de Tigo y una lata de RedBull en la mano cuando los identifiqué desde lejos. Sentía un escalofrío que me recorría uno a uno mis 157 centímetros de estatura…y decidí caminar hacia ellos. Quería enterarme de las cosas, saber que debía hacer para saltar... ¡Quería sentir lo que sienten ellos!

Halé a mi primo del brazo, diciéndole – ¡Santi, acompáñame a hacer una locura! – Llegué a su carpa y me sudaban las manos. Saludé con voz temblorosa, miraba a mi primo que estaba desesperado por devolverse. Uno de ellos se me acercó. Era un tipo alto, acuerpado, perfectamente afeitado, con una sonrisa espectacular y algunos rasgos árabes… muy interesante él, por cierto.

Le dije que quería saltar. Muy amable me hizo seguir, me senté en una mesita que tenían instalada al fondo de la carpa, tomó una especie de formulario y comenzó. Debido a la situación estaba nerviosa, pero con los papeles al frente, ¡se me duplicó!. Lo primero que hizo fue preguntarme mi edad, y al responder, haciendo gestos de desagrado, le dije – Si, ya sé que debo hacer firmar las autorizaciones de mis padres…– Luego me preguntó mi nombre.

Inmediatamente, haciendo notar mi ansiedad, le respondí – Manuela Jaramillo.– Y sucedió algo inesperado. Me preguntó – ¿Cómo así? ¿Tu eres la hija de ‘Mincho’? – Ese ha sido el ‘alias’ de mi padre desde hace 32 años que está involucrado en la aviación. Asombrada, le respondí – ¡Si, soy yo! – a lo que con una gran sonrisa dijo – ¡Y porqué no me habías dicho eso antes! Eso nos ahorra muchas cosas.– Luego me explicó que mi padre ya había hablado con ellos.

Dadas las circunstancias, separó y organizó algunos papeles, momento en que alcancé a ilusionarme con que no tendría que rogarle a mi madre para que los firmara, o en su defecto, lanzarla primero a ella del avión para cumplir lo que me había pedido, SALTAR SOBRE SU CADAVER… Si, lo sé, suena muy cruel, pero exactamente eso me dijo…

Cuando terminó me entregó una hojita... ¡sólo una de muchas que tenía en la mesa! Y me dijo – Bueno Manu, haz esta vueltita y cuando termines, por acá te esperamos para hacer el curso en tierra, solo demoras 20 minutos y salimos en el vuelo de la una de la tarde. – Yo solo pude asentir con la cabeza, mientras peleaba con mis nervios para que me dejaran leer lo que decía la hoja…

Cuando me “tranquilicé”, pude ver en letras mayúsculas, EXONERACIÓN DE RESPONSABILIDAD PARA MENORES DE EDAD… Y abajo el tan temido renglón, “Firma de la madre – firma del padre”. Mi primo me miró con cara de incertidumbre, y le dije… – Santi esto no son penas, vamos a buscar a mi papá y luego veremos que hacemos con mi mamá! – a lo que me respondió – Si Manu, pero acuérdate que son las 11 de la mañana y tienes menos de 3 horas para convencerla. Es el último día del evento, el último vuelo, y para saltar, ya no habrá un mañana.– A lo que no tuve más que reaccionar con un silencio…

...Continuará.


miércoles, 21 de julio de 2010

LA HISTORIA DE MANUELA JARAMILLO


Manuela Jaramillo es una gomosa de la aviación deportiva y comercial. Vive en Manizales, hija del famoso aeromodelista Colombiano "Mincho" Jaramillo quien se mueve mucho en los eventos aéreos a nivel nacional.  Nos encontramos virtualmente en Facebook y se animó a contarme esta emocionante historia.



POR ENCIMA DE MI CADAVER

Hacía meses rondaba la idea por mi mente. La verdad no había tenido la valentía de aceptarlo y comentarlo en mi familia. Quería saltar de un avión. En mi familia son extremos, siempre crecí en el mundo de la aviación, pero… ¿De ahí a decirles que quería saltar? No sabía como reaccionarían.
Hija mayor de un hogar “normal”, de padre amante a los aviones, aeromodelista de profesión y ansioso por tener hijas ‘gomosas’ con el tema… De madre casera, una mujer con alma de aventurera, siempre alcahueta con su esposo al hacer locuras en el aire… El problema era que sus hijas son sangre de su sangre, y como buena madre, no soporta que se les pare un mosquito encima… Ahí estaba el trabajo...

Aprovechando que se venía el Festival Aéreo Internacional de Armenia, que mi madre estaba fuera de la ciudad y que mi padre era el director de tal evento, decidí tocar el tema. Le dije – Papá, ¿Que tan tranquilo te sientes tú cuando tus hijas te dicen que se van con los amigos a volar en parapente? – A lo que me respondió con mucha firmeza, –Totalmente, sé que ustedes son niñas responsables. – Un silencio invadió el taller donde mi padre fabrica sus aviones… Le dije – Papá, voy a serte sincera. Quiero saltar en paracaídas, soy menor de edad y necesito la autorización de ustedes. Si no fuera por eso, hace tiempo lo hubiera hecho a escondidas. – Se quedó mirándome con los ojos como un “dos de oros”, como decimos los paisas.

Incrédulo, exaltado, sus manos empezaron a temblar. Soltó la madera con que estaba trabajando en ese momento. Cuando pudo hablar, me dijo – Gorda (aunque no soy gorda, mis padres siempre me han dicho así por cariño), ¿Tu me estas hablando en serio? – Y le respondí – Si papá, piénsalo, tenemos 15 días para definir eso. – Quince segundos después, bajando las escalas de caracol que llevan del taller al apartamento, me dijo – Hija, cuenta con eso. Tienes mi apoyo. –
Entré a mi habitación y no podía creerlo. Luego reflexioné y me di cuenta que no había logrado mucho, convencer a mi padre era el trabajo fácil… El difícil era mi madre, y estaba por llegar… En una semana regresaría a casa.

Ese tiempo transcurrió entre mis exámenes de once grado en el colegio, ilusiones de mis compañeras sobre la excursión, fiestas, vestidos de baño, trago y demás. Yo por mi parte sabía que las fechas coincidirían con las del Evento, por lo cual tomé la decisión de ser la única entre 22 compañeras en no ir a la excursión. No me importaba. Mi sueño no era una semana con mis amigos fuera de casa. No era desafiar la crianza de mis padres. Mi mayor sueño era la firma de mi madre en ese papel, pero… ¿Cómo cumplirlo?

Se llegó el día. Mamá estaba de regreso en casa. A la hora del almuerzo mi papá me miró, de esas situaciones en que los padres no mencionan palabra pero saben comunicarse con la mirada… Supe que era el momento de proponer mi idea. Le dije –Madre, hay algo que debo comentarte… El próximo fin de semana, durante el Festival Aéreo, quiero saltar en paracaídas… Mi papá ya me dio su autorización y quiero saber que piensas tú. – Me dijo – Hija, ustedes son lo más valioso que hay en nuestras vidas. Ya tenemos un hijo convertido en angelito en el cielo, eso es peligroso y no queremos que les pase nada. Por consiguiente, ¡SALTAS, PERO POR ENCIMA DE MI CADAVER! –

… Al escuchar esa frase todo dentro de mi se volteó, la miré fuertemente… Nunca he sido una persona grosera, pero hay situaciones en que es difícil controlarse… Eso me retó y le respondí, sin querer queriendo, con esa frase resonando aun en mi cabeza… – Listo mami, si así están las cosas, me tocará tirarte a ti de primera. –

… El almuerzo terminó en completo silencio, el mismo silencio que cubrió la semana siguiente. Yo veía los días acercarse, mi papá estaba en preparativos finales para el evento, mi casa estaba llena de papeles y de gente relacionados con la organización… Mi madre estaba dedicada a ayudarles, realmente había muchas cosas por hacer y en lo que menos pensaba era en el antojo de la hija…
Continuará...


martes, 20 de julio de 2010

SIMULADOR EN DENVER (2a parte)


Continuación:

Al siguiente dia nos encontramos con el capitán García, nuestro instructor y con el ingeniero de vuelo que se iba a encargar del panel del ingeniero. Nos llevaron al centro de simuladores de United Airlines donde Avianca había rentado un simulador.

Al ver los simuladores rodeados de tantos cables, tubos hidráulicos y computadores me sentía como si fuese a subirme a una nave espacial. Me emocionaba estar rodeado de tanta tecnología. Este era mi mundo. Al entrar al simulador y sentir el ruido de los instrumentos y del aire acondicionado me hacia sentir en un avión real.


Simulador muy similar al que estuve en el centro de United Airlines.

El capitán nos dió varios dias de sesiones de vuelo. Me fascinaba ver al frente en la oscuridad de la noche simulada por el computador, y ver después como aparecía la pista y las luces de la ciudad cuando aterrizábamos en aquel extraño mundo virtual.

Estaba realizando otro de mis sueños que era volar un simulador de un jet.
Recuerdo que en uno de los ejercicios, estaba volando el capitán Grajales y después de que cometimos varios errores nos puso un incendio en dos de los motores de tal forma que íbamos volando con solo un motor.

Tratamos de regresar a la pista pero el capitán redujo mucho la velocidad y caímos antes de la pista. El instructor se puso bien molesto y nos dijo – !No solo se mataron ustedes sino que justo en ese vuelo iba mi hija, mi esposa, mi mamá y mi papá! ¿Creen que asi van a pasar el chequeo? –

Nos dejó solos como quince minutos sufriendo sin saber si nos iba a dejar continuar. Luego regresó y volvió a iniciar la sesión para nuestro alivio.

Dias después le hicieron el chequeo al capitán Grajales con un examinador de la FAA y por fin pasó el examen para poder ser capitán. Varios años después supe que lo habían echado de Avianca porque dañó el tren de aterrizaje de un avión aterrizando en Santa Marta.

Acordándome de la pregunta del ingeniero sobre mi padre presentí que no me iban a considerar para el examen final y le dije al capitán García que por favor me dejara hacer todas las sesiones del simulador hasta el final y me dijo – Por mi tiene “luz verde” y si quiere hacemos todas las sesiones. –

Con esta respuesta se hacia más real mi teoría de que tenía poco chance de pasar al chequeo final. Recuerdo que empecé a sentir esa frustración y esa tristeza al presentir que se acercaba mi final en Avianca.
Esa sensación no me dejaba concentrar y me afectó durante un ejercicio de aproximación.



 En una aproximación me bajé de la senda de planeo y al sobre corregir sonó la alarma que me indicaba que había bajado mucho. De la rabia golpee la cabrilla soltando un madrazo.
Alcancé a escuchar al ingeniero decirle al capitán... – Si ve, yo le dije que este no estaba listo para el chequeo. –

Las siguientes aproximaciones fueron más y más difíciles y el capitán a pesar del comentario del ingeniero cumplió su promesa de llevarme hasta la ultima sesión.

Después de salir del simulador nos sentamos para el “debriefing” y repasar lo que se había hecho.
Me dijo, – Madrigal, como usted se dio cuenta no tiene suficiente experiencia para poder ir al examen final. Lástima no tenerlo como copiloto en nuestra compañía porque usted es una persona muy decente y eso solo se trae desde la cuna. Lo siento pero mañana nos regresamos a Bogotá. –

Senti como si me estuviera desangrando después de ser ejecutado. Cuando llegué al hotel coincidencialmente escuché una canción en la radio que decía “Don’t worry be happy” (No te preocupes se feliz).

Decidi viajar a Los Angeles y quedarme un par de meses visitando a mi madre y de paso calmar mi tristeza. Aproveché para sacar mi licencia de manejo y esto me abrió las puertas a una futura historia por estas tierras.

A pesar del dolor fueron muchos los sueños que realicé y por eso digo:
Gracias Avianca y gracias Dios mio por haberme regalado tan bellas experiencias.

lunes, 19 de julio de 2010

SIMULADOR EN DENVER


En el año 88 disfrutaba de la oportunidad que tenía en Avianca de gozar con mis propias manos los despegues y aterrizajes del turbo jet B- 727 en la medida que tenía la suerte de que algunos capitanes me dieran chance de volarlo pues todavía no era oficialmente copiloto de la empresa.

Conocí varios aeropuertos de Colombia a los que nunca había ido y disfrute también de la buena compañía de algunas tripulaciones que brindaban un cálido ambiente de compañerismo.
Se acercaba el momento crítico del examen final mas importante para poder clasificar como primer oficial o copiloto de este magnífico jet de Avianca.

Se trataba del simulador de vuelo. Eran varios simuladores donde íbamos a ser asignados. La empresa rentaba estos simuladores en Buenos Aires, México, Miami y Denver.

CPT (Cockpit Procedures Trainer) de un B-727. Es un modulo especial para estudiar procedimientos antes de ir al simulador.

Simulador de un Boeing 727


Después de haber acabado todas las materias tuve dos exámenes orales pero todavía el oftalmólogo de la empresa no me daba el certificado médico. Por lo mismo quedé como el último de la lista para ir al simulador. Lo positivo de esto fue que pude hacer muchas mas horas de observador y volar más el avión.

Llegó el dia del examen oral para poder ir al simulador. El examinador era un ingeniero de vuelo instructor con quien yo viajaría a Denver.
Al inicio de la sesión me preguntó, – ¿Usted es hijo de quien?… ¿Como es el nombre de su papa? – Al principio no entendía porque me lo preguntaba. El quería saber si yo era hijo de algún capitán o de alguien importante para así saber como llevar el proceso del examen.

Me estaba encontrando con la inmensa muralla de la realidad que no veía como franquear. Decidí no desistir y continuar hasta donde fuese posible. Afortunadamente después del examen el ingeniero me dió la aprobación para ir al simulador.
Habia sido asignado al simulador de Denver. !Que coincidencia! Al mismo sitio donde estuve de estudiante de inglés hacía unos años atrás!

 Viajé a Denver haciendo escala en Miami. Estaba nervioso y cada vez que tenía un rato libre abría los manuales para estudiar. Llegué al hotel en Denver y me recibió el capitán Grajales quien iba a ser mi compañero de simulador. El iba a hacer su examen para pasar a la posición de capitán de este avión.

Este capitán me divertía mucho con sus historias pero por lo mismo no estudiábamos cuando nos encontrábamos. Por esto decidí estudiar solo en mi habitación.
Fuimos luego a tomarnos una cerveza al antiguo bar donde años atrás había estado con Jodi, una hermosa gringuita de la que estuve enamorado. Le contaba aquellas historias en Denver al capitán Grajales y se burlaba de mi diciéndome, – !A ver, llore, llore pues! –...

Continuará...

sábado, 17 de julio de 2010

LAS HISTORIAS DE STEVEN SALGADO (7a parte)

Continuación:

Primeros saltos

He tenido la gran experiencia de haber saltado dos veces en paracaídas. El primer salto fue a mis quince años cuando mi padre me regaló de cumpleaños un salto “tandem” con instructor y luego me regaló otro a los 17. Esta experiencia no se compara ni con el ala delta ni con nada, pienso que es el deporte más emocionante que existe y cuando tenga dinero para financiarlo, me voy para Flandes y hago mi curso.

Grupo de salto en Flandes en el corazón de Colombia. Estoy en el centro arrodillado de blujean azul claro y atrás mío mi padre (cuello amarillo) y atrás un avión CASA de la fuerza aérea colombiana listo para subirnos a todos para disfrutar del mundo de la caída libre


Aquí estamos saliendo del avión en el inicio de la caída libre. El instructor, arriba mío, esta sacando con su mano derecha el “Drog”.

Aquí el instructor soltó el Drog que es un pequeño paracaídas que nos estabiliza y luego se libera con una manija para que saque el principal.

Aquí el paracaidista fotógrafo dejó la foto “mocha” pero se puede ver la cara de dicha que tengo disfrutando al máximo de este regalo de alta velocidad en caída libre.
 
Carlos… mil gracias por esta oportunidad…. Tuve momentos muy valiosos recordando todas estas historias y que bueno compartirlas con todos los “gomosos” de la aviación deportiva.
¡Saludos a todos!
Gracias.

Steven Salgado.
Link de la escuela de vuelo: http://www.youtube.com/watch?v=V6uI6UuBEuE&feature=channel_page
Link de mi accidente en Llanaditas: http://www.youtube.com/watch?v=11Q87zbYWps&feature=channel

viernes, 16 de julio de 2010

LAS HISTORIAS DE STEVEN SALGADO (6a parte)


Continuación...



Volando Trike

Mi papá me enseñó a volar Trike desde los 14 años. El Trike es prácticamente un triciclo con un motor atrás colgado de una gran ala delta. Aunque nunca me dejó volarlo solo, llegué a hacerlo bastante bien…bueno… hasta que lo vendió. Cada vuelo era una aventura muy divertida y me fascinaba ver el paisaje desde esas alturas.


Aquí estamos volando el Trike en el 2006. Mi papa esta atrás y yo adelante. Aquí estamos volando sobre el río Cauca cerca de Santa Fe de Antioquia al occidente de Medellín.

Aquí estamos volando sobre el pueblo de Roldanillo en el Valle del Cauca a 2500 pies de altura.

Otra hermosa vista de Roldadillo desde el Trike. Estas montañas son sitio de encuentro de parapentistas, cometistas y aeromodelistas por sus buenas condiciones de vuelo.

Continuará....

jueves, 15 de julio de 2010

LAS HISTORIAS DE STEVEN SALGADO (5a parte)


Continuación...

En el cuarto y último día por fin llegó el vuelo de los 100 metros de altura. Nos tocó esperar bastante tiempo para recibir viento de frente.

Inició Manuel con un vuelo impecable, despegó un poco chueco pero la logró sacar de la ladera seguido de un aterrizaje excelente. Esperamos otro largo rato hasta que volvió a enfrentarse el viento.

Llegó mi turno, un despegue limpio y un vuelito muy sabroso donde podía ver las cosas más pequeñas desde allá arriba, entré en el área de aterrizaje, empujé fuerte la barra a tiempo y así tuve el mejor aterrizaje de todo el curso.

Ya concluido el curso salimos todos para sus respectivas ciudades de residencia. Mane se fue para Cúcuta y yo para Medellín.

Luego seguí yendo con mi papá a practicar a Porce, un aprendedero cerca de Medellín y llevamos una Vision mark IV, así pasaron varias semanas hasta que llegó el día de mi bautizo a 600 mts. de altura en un lugar llamado por los cometistas “Llanaditas” cercano a Santa fe de Antioquia. La Vision fue revisada y chequeada por todos antes de volarla, aparentemente todo estaba perfecto.

Preparando el vuelo con la “Vision mark IV”.
 
Despegó mi papá en su cometa para esperarme en el aterrizadero y arriba se quedaron varios amigos cometistas para ayudarme en el despegue. Yo estaba helado, emocionado y a la vez tenía el susto normal que estos deportes brindan. Preparé todo para mi despegue, corrí con suficiente velocidad, pasó solo un segundo y cuando empecé a levantarme del suelo la cometa se desplomó y yo con ella.

Me di contra el mundo. Alcancé a pensar – ¿Que paso?, ¡Pero si yo corrí lo suficiente! – Todos acudieron a sacarme de la pendiente donde caí, pero nadie me daba razón de porque había pasado esto, todos decían, – Steven, lo hiciste bien, lo hiciste bien, fue culpa de esta ijueputa cometa vieja, lo hiciste bien. –

Afortunadamente no me pasó absolutamente nada, aparte del golpe de la frustración. Luego de ver muchas veces el video y de analizar los restos del ala nos dimos cuenta de cual había sido la falla.

Justo después de levantar los pies de la tierra el cable que va desde el triángulo hacia el ala derecha se reventó en un extraño corte cizalla y esto provocó que las alas “aplaudieran” hacia arriba.

Lo interesante es que buscamos lo positivo de lo negativo y nos dimos cuenta que si hubiera pasado uno o dos segundos más, yo no estaría contando la historia pues me hubiese desplomado a un abismo y a la altura que estaba no cabía la posibilidad de sacar un paracaídas.


Aquí se puede ver a la izquierda el cable suelto del ala derecha y la cometa empezando
 a aumentar su diedro justo antes de yo desplomarme contra el planeta.
Después de este desafortunado evento volví al aprendedero con otra cometa más nueva, pero nunca he podido volar por el mal tiempo. Creo que también tengo cierta sugestión por lo que me sucedió.

Igual tengo claro que quiero seguir volando y de esto estoy totalmente seguro. Escribir esta historia me ha servido para afirmar que tengo que lograrlo y que puedo vencer el miedo. Sé que voy a volar...

Continuará...

miércoles, 14 de julio de 2010

LAS HISTORIAS DE STEVEN SALGADO (4a parte)

Continuación...

En el vuelo en cometa

Mi papá es piloto de cometa y fue él la influencia principal para yo decidirme a hacer el curso de ala delta, aunque el no fue mi instructor siempre he atendido todos sus consejos.

Unos años después de que Manuel se fue a vivir a Cúcuta me llamó muy entusiasmado diciéndome que iba a empezar con su padrastro el curso de ala delta en San Cristóbal, Venezuela.

Me dijo que le gustaría hacer el curso conmigo, y que en los próximos días el viajaría a Medellín para que viajáramos juntos a Venezuela. Esto fue en julio del 2007 y ya estábamos en la universidad.  No lo pensé dos veces y simplemente le dije, – ¡Hágale mano, de una! – Y nos pegamos el viaje.

Primero hasta Cúcuta, unas 12 horas, y luego escondido en un carro con placas venezolanas unas 2 horas hasta San Cristóbal.  Iba escondido porque no tenía pasaporte, de hecho ya he ido dos veces a Venezuela y las dos veces he pasado escondido o distrayendo a los soldados “venecos” con fotos de planeadores e historias raras, je,je.

Llegamos al fin a San Cristóbal con muchas expectativas y listos para comenzar nuestro curso de ala delta. Es que era más que un curso… !Era por fin volar de verdad!

Tico, el padrastro de Mane y nuestro instructor nos informó que teníamos que hacer un viaje de 4 o 5 horas hasta el “aprendedero” que quedaba en “La Pedrera”. Fueron 4 o 5 horas más de ansiedad.

Empezó el día número uno del curso en una montañita llena de baches, en una Polaris, un ala delta vieja y grande que tenía Tico para enseñar a volar.

Como dato curioso cabe anotar que aprendimos sin ruedas (grave error) y los “narizasos” fueron muchos. Aunque aprendí a soltar los brazos en las estrelladas contra el piso y así no lastimarme no pude librarme de reventarme la boca, y Mane no pudo evitar doblar una barra paralela del triángulo al no soltarse en una mala caída.

Ese mismo día sentí por primera vez el placer de levantarme del suelo, ¡Mi primer vuelo! Fueron solo unos cuantos centímetros de altura pero la sensación fue incomparable.

Uno de mis primeros vuelos en la Polaris… ¡Que delicia!

¡Con reventada de jeta y todo!

De izquierda a derecha, Mane, yo y nuestro profe Tico bajo la Polaris.
 
El segundo día de curso ya hacíamos vuelitos de unos 9 metros de altura, mis narizasos no faltaban y los despegues erráticos de Mane tampoco. Ese día si que volamos, fueron uno tras otro los pequeños vuelitos y cada vez nos acercábamos al vuelo de 100 metros de altura.

Después tuve mis primeros aterrizajes decentes y mi primer fuerte estrellón contra el mundo. Algo dentro de mí me gritó, – ¡Aprenda pues guevón a corregir antes de aterrizar! – Me dejé ganar por la cometa hacia la derecha, y la estrellé contra unas piedras. Llegaron las seis de la tarde y nosotros no queríamos irnos de la montañita, la verdad nunca queríamos irnos.

Nos hospedábamos en un hotel con los precios más increíbles del mundo. La noche para 5 personas por solo 60.000 bolívares, ósea en esa época exactamente 30.000 pesos. Era un hotel con piscina y aire acondicionado, ¡Era más de lo que podíamos esperar por ese precio!

Llegó el tercer día y como no podía faltar algo de aeromodelismo pues llevamos un modelo a escala de un ala delta fabricada por Mane.

Aquí estoy con Tato el medio hermano de Mane posando con el ala delta a escala.
 
Aunque fue un total fracaso era divertido ver más o menos lo que nos pasaba a nosotros pero a escala reducida.

Ya estábamos volando a unos 30 o 40 metros de altura aproximadamente, ya hacíamos giros en S para buscar el área de aterrizaje. Mis aterrizajes seguían siendo muy fuertes porque adelantaba mucho el “flare” o stall para frenar y caía siempre duro desde unos 2 metros de altura. Mi compañero ya había mejorado mucho sus despegues.

Hubo un vuelo en especial ese día que me asustó mucho, incluso llegué a recomendarle a Mane que no despegara con ese viento tan fuerte. Pero como de costumbre no hizo caso y despegó casi en 3 pasos, hizo un vuelo muy turbulento con buen despegue y un excelente aterrizaje, fue más el susto...

Continuará...

martes, 13 de julio de 2010

LAS HISTORIAS DE STEVEN SALGADO (3a parte)


Continuación...

Para cuando “Mane” regresó de España yo ya había construido 3 aviones en balso que duraban más o menos un mes y también ya había destruido dos aviones “indestructibles” de “EPP”, je,je.  Manuel también había practicado en España y había comprado un kit para armar pero a causa de la falta de montañas en donde vivía se había “oxidado” un poco y había perdido práctica.

Pero estas cosas no se olvidan tan fácil y a pesar de haber pasado 5 años por fuera lo primero que hicimos fue construir un avión e irnos a volar. Esta ves nos fuimos cada uno con su planeador acompañados siempre por un avioncito indestructible de “EPP” por si alguno de los dos estrellaba el de balso.

Este planeador yo mismo lo diseñé, le puse “Zephyr”. Año 2001 en Serramonte.


Manuel en España volando el “Némesis”.
Manuel en nuestro reencuentro luego de su regreso de España. Este fue mi primer avión de EPP con poli diedro, un indestructible…que destruimos, je, je.

Los planeadores como dos pequeñas líneas en la mitad de esta foto de este hermoso atardecer en Roldanillo.

Año 2005. Este fue mi segundo planeador de EPP que ya volaba con alerones.

Mi amigo Luis Robledo volando uno de sus aviones acrobáticos.

Juan Cojo, Medellín, 2007. Despegando el “Tayrona” por primera vez. Este es un avión diseñado y fabricado por Jorge Puello.

El Tayrona luciéndose en una pasada.

Actualmente Manuel vive en Cúcuta al nororiente de Colombia, y ahora tenemos otras aficiones como el vuelo en cometa o delta plano, aunque cada vez que nos vemos vamos a Serramonte o a cualquier voladero y volvemos a lanzar al viento ascendente nuestros avioncitos...
Continuará...