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lunes, 24 de enero de 2011

EL AVIONERO PININA (2a parte)

Continuación...

CASTIGADO EN LA BASE

Justo una vez cuando estaba esperando ansioso la salida de fin de semana para ver a la novia algún desgraciado compañero me había ensuciado las botas o me había deshecho la cama y el sargento me castigó con quedada en la base.

Como no teníamos que hacer nada, para no desaprovechar el tiempo me iba con algún compañero para los hangares donde les estaban haciendo mantenimiento a los aviones. Nos ofrecíamos para ayudar a cambiar las llantas, el aceite, para llevar partes que los técnicos necesitaban y así podíamos estar más cerca de los aviones. Ya cuando nos daban más confianza me dejaron subir y sentarme en la cabina de un jet de combate Mirage.

Era emocionante saber que al lado mío estaba la palanca para salir disparado eyectado del avión. Con la ayuda de algunos técnicos poco a poco iba entendiendo el uso y significado de todos esos relojitos y botones que eran los instrumentos de vuelo.

Me presenté a aplicar para cadete de la Fuerza Aérea en la misma base pero era frustrante saber que no había chance si no tenía alguna formación académica. Acabé el año de servicio militar y decidí inscribirme en la universidad y buscar ese nivel que necesitaba para poder aplicar.


CADETE DE LA F.A.P.

Estuve en la universidad tomando las materias básicas que eran requisitos para otras carreras. Durante mis estudios me soñaba con el momento de poder ir a la base aérea a tratar de nuevo con los exámenes para clasificar.

Una vez terminé el año de universidad fui de nuevo a la base y me presenté con mi terno y corbata a la entrevista inicial. Para mi sorpresa me sirvió bastante el haber sido soldado en esta base. Me di cuenta que me había dado a conocer cuando fui soldado y me habían cogido cariño.

Con mis estudios universitarios y un padrino que me tocó conseguir logré entrar finalmente a mis 19 años al siguiente curso de cadetes. Pasé todos los exámenes y pronto estaba en la misma base otra vez. Pero la diferencia es que los cuartos que nos tocaban tenían las camas mas anchas, mejores baños y todo se notaba que era de mejor nivel.

Entré a las clases donde empecé a ver toda la teoría de vuelo y me sentía realizando mi sueño. Todas las mañanas nos hacían formar y cantar el himno nacional. Lo más interesante fue cuando me tocó subirme por primera vez a uno de los aviones de entrenamiento con el instructor. Era el T- 41 y aunque no tenía el sonido que me gustaba de las turbinas, pues era pistón, por fin podía iniciar mi entrenamiento de piloto y controlar el avión con mis manos.


Cessna T-41 de entrenamiento básico en la base aérea de Las Palmas.
 
Aprendi a carretear el avión y lo llevé al inicio de la pista. El instructor me dijo que le pusiera toda la potencia y empecé a asustarme al ver como aceleraba más y más. Cuando despegamos sentí como un vacío en mi estómago y una fuerte emoción pues era la primera vez que volaba en un avión. Miraba hacia abajo y pensaba – ¿Será que esto no se va a caer? –

Y poco a poco a medida que aprendía las maniobras fui cogiendo confianza en el vuelo. Tenía que concentrarme ahora en aprender el uso de los instrumentos del avión. Cuando aterrizamos me bajé y ya no me sentía un pasajero sino un cadete aprendiz de piloto. Lo que más me gustaba era cuando bajabamos en planeo.

Unas cincuenta horas más adelante fui autorizado para mi primer vuelo solo. Recuerdo que estaba nervioso y no quería halar demasiado el control de mando para evitar perder estabilidad. Una vez despegué, pensaba solo en como iba a bajar este aparato de nuevo a la tierra. Era increíble ver al lado y ver que estaba solo. Aterricé y cuando puse los pies en tierra sentí algo indescriptible.

Me recibieron mis compañeros con aplausos, golpes y patadas como bautizo. Luego vino la ceremonia de entrega de alas. Yo si veía que los cadetes hacían un gesto de dolor cuando les ponían las alas y cuando me tocó el turno me di cuenta que los desgraciados nos enterraban los pines de las alas a través de la camisa sobre la piel. - ¡Auuuch! –

Despues hicimos curso de comando y después vino algo muy interesante y asustador ¡El curso de paracaidismo!

¡A SALTAR SOLDADOS!
  
Después de un entrenamiento riguroso saltando de una torre de unos cincuenta pies de altura y aprendiendo las bases de como guiar el paracaidas nos pusieron todo el equipo y nos subieron a un Hércules.

Íbamos como quince o veinte en ese grupo. Despegamos y durante la subida el sargento nos ponía a cantar para mantenernos con ánimo. Como a tres mil pies se prendió una luz amarilla indicando que estábamos cerca al area de salto y enseguida el sargento nos gritó que nos enumeráramos y cada uno al decir su número iba golpeando en la espalda al siguiente. Después nos gritó. – ¡ Ahora todos a rugir como leones!– Pero creo que del susto todos sonábamos como gatos roncos.

Luego se prendió una luz roja y enseguida se escuchó un fuerte ventarrón cuando la rampa de atrás del avión empezó a abrirse y a bajar. Gritó el sargento, – ¡A enganchar! – Y cada uno enganchó su paracaídas a un cable de acero que estaba sobre nosotros. Llegó el momento de la verdad. – ¡A saltar soldados! – Y todos en fila empezamos a correr hacia el abismo que había detrás del avión.

Cuando salí del avión me puse en posición de protección como un bebe, cerré los ojos y me encomendé a mi virgencita. Sentí un jalón y abrí los ojos buscando a mis compañeros. Estaba vivo. Miré hacia arriba y alli estaba mi paracaidas bien infladito. Maniobré lo mejor que pude y afortunadamente aterricé bien sin lastimarme. Pero algunos compañeros se fracturaron sus pies al no colocarse en la posición correcta. Fue una experiencia increíble.


EL SAPITO

Luego de no recuerdo cuantas horas pasamos al entrenamiento de turbina en un avión que le llamábamos “El sapito”. Eran los T-37 B de la FAP. Por fin se cumplía mi sueño de estar rodeado de ese sonido de una turbina que me fascinaba desde niño. En este avión siempre volaba con instructor y no llegué a volar solo. Me fascinaba el vuelo en el sapito pues se sentia la potencia de su turbina y la suavidad de los controles al maniobrar. ¡Por fin volaba en un jet!


T-37B de la FAP


Ya cuando emigré acá a los Estados Unidos, mientras que volaba y escuchaba el sonido de las turbinas del avión me di cuenta que aquel sonido con el que soñaba desde chiquillo siempre me habia acompañado cuando había grandes cambios en mi vida.


"Avionero Pinina"

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