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miércoles, 23 de marzo de 2011

LAS HISTORIAS DE ROBERTO CONTI (19a parte)

DE PATAGONIA CON AMOR (Continuación)


Llegó el día y nos despedimos de los padres de Solange. Ella manejaba el Rover con mucha confianza pues conocía muy bien el terreno. Salimos del área de la hacienda y nos adentramos en la zona salvaje de estas lejanas tierras del sur. Vimos una docena de caballos salvajes y me comentó de su pasión por los equinos y como disfrutaba de domarlos para luego utilizarlos en la granja. A ella le fascinaba también acampar en medio de las pampas rodeada de los ruidos de los animales y de esta agreste naturaleza. A medida que ella hablaba yo no podía evitar ver como sus labios se movían con cada palabra. Y de pronto le dije - Solange detente. – Y me dijo - ¿Qué pasa, quieres hacer pipi? – No Solange, lo que pasa es que estamos hablando demasiado y… quiero besarte… tienes los labios más besables de toda la Patagonia.– Y como buena mujer práctica de campo me respondió. – ¿Porque no más bien esperamos a llegar a la cabaña y… prendemos el fuego para calentarnos?… ejem.– Pero después de mirarme a los ojos por unos segundos, detuvo el Rover, se recostó en mis piernas ofreciendo sus labios como una flor levemente abierta hacia mí. La besé con ternura y mi mano se deslizó acariciandola. Ambos empezamos a temblar de emoción. Y me dijo - Jovencito, mejor sigamos para evitar que nos coja la noche en mitad del camino.– Continuamos y de pronto en una curva nos encontramos con un hermoso espectáculo. Eran una manada de unos cincuenta guanacos.




No se movían porque de seguro era la primera vez que veían un carro y no sentían la necesidad de huir. Nos bajamos y al caminar hacia ellos para “pedirles paso” el guanaco más grande se acercó a nosotros en tono desafiante, nos dio la espalda, separó las patas traseras y lanzó un chorro de orina y excrementos. Y dijo Solange riéndose - Mira como la naturaleza tiene su idioma, el mensaje está claro... ¡No se acerquen más!

Nos montamos al Land Rover y poco a poco los rodeamos para continuar con nuestro camino.
Me fascinaba ver como le sacaba provecho a los cambios de transmisión del Rover. Manejaba con mucha soltura y me gustaba verla de cerca. De vez en cuando nuestras miradas se encontraban y ella se sonreía. Era una conversación sin palabras producto de nuestro magnetismo sexual. Nos adentrábamos cada vez más en terreno montañoso. De pronto al llegar a un alto aparecieron las majestuosas torres nevadas del Paine con sus rocas grises recortadas contra un fuerte cielo azul. No sabía si temblaba de frío o de la emoción ante tan bello espectáculo.

Continuará...
 

Torres del Paine, Chile.

1 comentario:

Unknown dijo...

La foto de los Cuernos del Paine es muy bella. Creo que la razón de tener puntas oscuras sobre una base más clara es que ésta es granítica, mientras que las puntas son de roca sedimentada posterior, quizás breccia, lo que indicaría que en otras épocas era el fondo de un mar.