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viernes, 12 de febrero de 2016

LAS HISTORIAS DE JORGE ENRIQUE


Al capitán Jorge Enrique Sanchez, oriundo de Aguazul a la puerta de los llanos orientales de Colombia, lo conoci como lector de este Blog y se animó a escribir sus historias, no fue fácil pues tuvimos que hacer muchas correcciones y adaptaciones que finalmente nos dieron unas buenas y divertidas historias que dejan ver cuanto gozamos con nuestra pasión por el vuelo.
Aqui estan sus historias,


MI PRIMERA VEZ VOLANDO EN UN CESSNA


Así fue, era la primera vez que iba a volar en un avión Cessna. Era diciembre del 2010 y disfrutaba de mis vacaciones de fin de año con mi familia en la ciudad de Arauca en los llanos orientales de Colombia. Tenía un amigo piloto que me había prometido un "vuelito" pues conocía mi gran afición por la aviación y mi interés de convertirme también en piloto… en un aventurero del aire. Pues se trataba de mi amigo el capitán Luis Humberto Camejo, quien llegó a buscarme muy temprano a eso de las 6:15 de la mañana. Mi mamá me despertó y me avisó que me llamaban, enseguida entró el capitán y me dijo: - “Jorge, alístese! Vamos a volar! En media hora lo recojo!”


De una vez el sueño y la pereza se fueron como “pepa e guama” Je,je,je. Me llené de mucha felicidad, era para mí una nueva experiencia volar en un avión Cessna 182! Por fin llegó el capi a recogerme, mi madre me dio la bendición y salimos rumbo al aeropuerto. Estaba muy emocionado y por el camino hablábamos de los vuelos que él había hecho y mi pasión por la aviación. Al rato llegamos al aeropuerto de Arauca, Santiago Pérez Quiroz y me presentó con su hermano y sus dos sobrinas, Evelyn y Estefany, dos adolescentes gemelas con quien hoy día mantengo contacto.


Una vez llegamos a la plataforma fije la mirada en el Cessna, que desde lejos parecía un pequeño avión, un avión que convertía sueños en realidad, pero que al acercarnos dejó de ser pequeño y vi que era una máquina de tamaño considerable.






Por primera vez sentí un olor nuevo, un olor diferente, un olor a brisa de plataforma, olor a motor y aceite de avión, mmmm... no lo puedo describir, pero sé volvió un recuerdo muy especial para mí.


Luego de haber visto con detalle el avión y tomar algunas fotografías para el recuerdo nos embarcamos a la aventura. Una vez a bordo, mientras me colocaba mi cinturón de seguridad le dije al piloto: -“¿Oiga capi si estamos bien de peso?”, a lo que me respondió con una carcajada diciéndome: -“Si, estamos sobrados!” Pues era evidente, ¿Que podíamos pesar tres jóvenes que no superábamos los 60 kg? El capi inició el motor y dimos marcha a la aventura.


Yo no dejaba de observar los instrumentos en el panel del piloto. Estaba muy atento a todo lo que hacía y no quería dejar escapar ningún detalle. Luego de autorizarnos la torre de control despegamos y mientras ganábamos altura el campo visual de mis ojos percibían ese cuadro perfecto de la inmensa llanura. A mi lado izquierdo el majestuoso río Arauca que baña esa bella tierra y desemboca al norte en Venezuela mezclándose con el río Orinoco. También identifiqué el puente internacional "José Antonio Páez”, la puerta a la hermana república venezolana.


Más adelante viramos a la derecha, y nos adentramos en las inmensas sabanas del departamento de Arauca, Veía más allá el ganado pastando apaciblemente, lo caballos corrían por la inmensa llanura, y las garzas adornaban con delicadeza el paisaje. Sobrevolamos por esteros y morichales, por varias haciendas, y la finca de uno de mis tíos, pues para mí sorpresa el capitán había colocado las coordenadas en su GPS. Fue una aventura de nunca olvidar! Estaba feliz!










Este avión era un monomotor Cessna 182 que estaba afiliado a la empresa SAVIARE que por coincidencia es la empresa donde más adelante me iba a desempeñar en el área de despacho. Luego de volar durante unos 40 minutos regresamos y me dispuse a observar atentamente el procedimiento de aproximación y aterrizaje, que para mi es la parte más interesante del vuelo.

No quitaba los ojos del horizonte y de la cabina. Se acercó la pista, pasamos el umbral, suavemente sentó ruedas, como untando mantequilla sobre un pan y escuché el inconfundible chillido de las llantas al hacer contacto con la pista. Carreteamos hasta la plataforma, frenó y con un toque mágico accionó varios controles y el motor se detuvo. Nos bajamos, caminamos hasta el terminal y me quede un buen rato charlando con los otros pilotos de la empresa, me sentía en mi salsa hablando de aviones e historias de pilotos.


Ese avión Cessna me llevó no sólo a volar aquel día, sino a afianzar ese sentimiento de lo que yo quería para mi vida, y que debía seguir luchando y trabajar duro para así algún día volver realidad mi sueño de ser piloto.


Gracias capitán Luis Humberto por tan maravillosa invitación!

Continuará....

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