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viernes, 22 de abril de 2011

VOLANDO AVION LIGERO

Esta es otra divertida historia de Manuela Jaramillo donde nos cuenta sus aventuras en un avión ligero. Disfrutenla.

VOLANDO AVION LIGERO

Era un hermoso día soleado del 2006 y me encontraba con mi familia y algunos amigos en lo que en esa época era el Hotel Gaviotas Fly Inn, en La Tebaida, Quindío en Colombia. Entre ellos se encontraba Roberto Caldas, aviador, director de la Revista “Aviación” de Colombia y viejo amigo de mi padre. Los señores estaban en la pista del hotel volando aeromodelos. Mi madre, mi hermana y yo estábamos en la piscina, jugando, tomando limonada y conversando. Hacía unos 15 minutos yo estaba por fuera del agua, comiendo papas a la francesa, cuando llegó ‘Robert’, como le decimos de cariño. Me dijo – Manu, estás ocupada? Te gustaría acompañarme al aeropuerto un instante? – Los aeropuertos son uno de los sitios donde más cómoda me siento. – Yo me reí y le dije que con mucho gusto lo haría si me daba 10 minutos para cambiarme el vestido de baño y ponerme ropa deportiva. Robert se negó, diciéndome apresuradamente que debía salir rápido, que no importaba que me fuera así pues no nos demoraríamos y regresaríamos pronto al hotel. 

No tuve más opción que ponerme una falda en forma de improvisada salida de baño, dejar el orgullo de mujer al salir siempre arreglada y subirme descalza a un taxi que nos llevaría al Aeropuerto El Edén de la ciudad de Armenia ubicado a unos 7 ó 10 minutos del hotel.

Yo le creí y cuando llegamos no me bajé del taxi, a lo que Robert reaccionó diciendome – !Vamos Manu! No te vas a quedar ahí, o si? – Lo miré con cara de asombro y me bajé. Ahí estaba yo parada, en toda la entrada del aeropuerto, sin zapatos, con una falda, el top del vestido de baño, el cabello enredado y oliendo a cloro. “!Lo voy a ahorcar!” pensé, pero ya no había nada que hacer.Por ahora debía aguantarme la mirada de los maleteros, pasajeros, taxistas y conductores que pasaban por el lugar.


Entramos al edificio y Robert caminaba rápidamente por lo que me tocó apurar el paso. Subimos unas escaleras y no entendía cuál era el motivo de su afán. Se acercó a una puerta que decía “Plan de vuelo”. Yo me quedé afuera, y cuando salió ya no tenía tanto afán. De pronto entendí. ¡Ibamos a volar! No sé a dónde, pero lo haríamos. Bajamos las escaleras y entramos a la sala de abordaje, que se encontraba llena de pasajeros pues había un vuelo de Avianca pendiente por salir. Para mi fortuna la atravesamos rápidamente y salimos a la plataforma. Allí estaba aparcado el avión de Robert. Era un Urraco Magic GS 700 rojo con blanco y azul, muy lindo!




El Urraco de Robert

Yo estaba realmente incómoda pues el pavimento estaba muy caliente y no tenía zapatos. Tenía mezclados sentimientos de malgenio, vergüenza, emoción, nervios, incertidumbre y sorpresa. Robert notó mi cara de angustia y abrió enseguida el avión para que yo me sentara. Enseguida nos dio un ataque de risa incontenible.  A las autoridades del aeropuerto la situación les pareció algo sospechosa y enviaron policías a revisar. !Eran como cuatro! Nos requisaron y preguntaron muchas más cosas de las que normalmente preguntan, entre ellas el destino y motivo del vuelo. Ahí fue cuando me enteré de lo que me esperaba. Debíamos volar a Pereira para tanquear el avión, ya que ese mismo día Robert regresaba a Bogotá y en Armenia no lo podía hacer...y yo sería la “afortunada” acompañante!

Terminaron la requisa y nosotros seguimos con la revisión pre-vuelo. Encendió el motor y eso me llenó de emoción pues me sentía ya en ese medio que me fascina...el medio de la aviación. Me miró con una expresión de ‘Estás lista?’ y yo asentí con la cabeza. Por instinto, como si fuera en una moto, me sostuve la pequeña y sedosa falda que cubría mis piernas. Llegamos a la cabecera de la pista, habló por el radio, aceleró y en un pequeño trayecto nuestras alas nos levantaron por los aires. El paisaje se hacía cada vez más extenso a medida que subíamos. Después de solo subir unos 100 metros ya empecé a sentir mucho frio! Sobrevolamos la zona por unos minutos y Robert alineó el avión con la pista del hotel. En esa época la pista estaba cerrada, ya que se logró comprobar que había sido utilizada por el narcotráfico

y era totalmente prohibido el aterrizaje de aeronaves tripuladas. Sólo permitían su uso para aeromodelismo o piques de cuarto de milla y por este motivo habían unos conos atravesados en ella. Procedimos a hacer un rasante muy bajo, y de repente los porteros del hotel corrieron a quitar los conos! ¡Pensaban que íbamos a aterrizar ahí y querian evitar una tragedia! Fue muy gracioso verlos desde el aire con cara de preocupación. Seguimos sobre la pista y al final de esta había un árbol gigante. Yo estaba entretenida viendo a mi padre saludarme desde el volco de la camioneta que se convertía en su taller móvil de aeromodelismo cada domingo. Robert seguía mirando hacia un lado de la pista. El avión avanzaba y el árbol se acercaba. ¡Creo que no lo ha visto!


Continuará...

1 comentario:

Lumediana dijo...

Y uno que piensa que esas cosas no le pasan sino a ls narcozanganas, pero vea pues a esta como le pasan de cosas buenas, Roberts con aviones en medio de la nada invitandola a dar una vuelta!
Endosame un Robert de esos.