Powered By Blogger

lunes, 25 de abril de 2011

VOLANDO AVION LIGERO (2a parte)

De repente Robert, a último momento, haló fuertemente la cabrilla para subir la nariz de este avión ligero al mismo tiempo que me miraba de reojo para notar mi reacción. Nos miramos y nos reimos. Él no sabía sobre mis andanzas en parapente y lo costumbrado que tengo el estómago a esta esa clase de vacíos.
Después de otro sobrevuelo por el hotel, tomamos rumbo hacia Pereira. Íbamos conversando tranquilamente, disfrutando del verde y fértil paisaje del departamento del Quindío. Cruzamos por encima de La Tebaida y Montenegro, cerca al Parque Nacional del Café.

Vista desde el avión del Parque del Café.

Al lado izquierdo vimos un municipio llamado Quimbaya, famoso por las fiestas del alumbrado en el día de la Virgen María el 8 de diciembre, logrando el Record Guinness a la mayor cantidad de faroles encendidos. Más adelante teníamos a Armenia a la derecha y detrás de ella Calarcá y su mariposario. Unos minutos más tarde encontramos a Salento y el Valle del Cocora sobre la misma cordillera, para luego, al lado de Robert, tener a Circasia, tradicional por las almojábanas, algo así como un esponjoso pan de queso. Siguió Filandia, un típico pueblito cafetero al final del departamento de Quindío.

El vuelo continuó sobre praderas, bosques, cultivos y pequeñas colinas, hasta tener a la vista a Pereira. Robert hizo el patrón de aproximación y aterrizamos. Mientras carreteábamos recuerdo haber visto en la plataforma un hermoso A320 de Avianca. – ¡Es mi avión favorito!- Le comenté emocionada a mi ‘capitán’, mientras él me sonreía. Llegamos a la zona de tanqueo y había también estacionado un Beechcraft 90... ¡Se veía espectacular, imponente, elegante, sofisticado! Me sentía idiotizada por tener esta clase de aeronaves al lado mío que no es frecuente verlas en Armenia.
Robert se bajó del pequeño Magic y ni modos ... yo también tendría que hacerlo pues por regulaciones no podían tanquear el avión conmigo adentro. ¡Me moría de la vergüenza! Nos informaron que tardaría un poco el procedimiento, por lo que a Robert se le ocurrió la ‘genial’ idea de ir al edificio a tomarnos algo. Caminamos unos 150 ardientes metros hasta poder librarme del asfalto caliente y entramos a los locales comerciales. De nuevo me sentí centro de atención, no es frecuente ver a alguien con atuendo de piscina en este aeropuerto. En el primer local que encontramos Robert pidió una combinación muy típica Colombiana – Me da un tinto (café oscuro) y un cigarrillo, por favor- Yo pedí un jugo de mora y asi descansamos un poco.


Nuestro avioncito en la rampa. Al fondo un ultraliviano "trike".

Llegó la hora de regresar y nos devolvimos por las mismas escaleras por las que entramos al aeropuerto pero un guardia de seguridad bastante antipático nos detuvo. Era una zona restringida y no se permitía la circulación de particulares. Le explicamos que por allí habíamos ingresado pero no aprobó la salida, ni siquiera viendo mi “descalza” situación. La única opción era salir del edificio del aeropuerto, caminar por la avenida y entrar por el edificio de aviación privada. Definitivamente era el dia de castigo para mis pobres piesitos.

!Asi me sentía yo!


Después de unos infernales minutos de caminata descalza llegamos al otro edificio por donde nos dejaron entrar. El avión estaba listo. Subí al avión y por fin descansaron mis pies del piso caliente. Nos alistamos para despegar. Ésta vez me acomodé mejor en el avión, ya sentía más confianza en mi atuendo y pude sentarme con los pies cruzados, como un ‘Buda’. Siempre he pensado que es una posición muy cómoda. Audífonos, cinturones y puertas cerradas. Me encantaba escuchar la forma de comunicarse de Robert con la torre de control. Después de estar un rato en espera llevamos el avioncito rojo por las calles de rodaje hacia la cabecera de la pista.De regreso tomamos la misma ruta por la que veníamos con una leve diferencia: Robert me prometió que sería especial para mí. Apenas estabilizó el vuelo, me explicó sus planes. ¡Dejaría que yo tomara los controles! Era la primera vez que sería consciente de lo que haría. Cuando estaba pequeña, de unos 8 o 9 años ya lo había hecho, pero para mí había sido como estar en un video juego. Además en esa ocasión tenía a mi papá al lado. Miré a Robert con ojos de incredulidad pero de emoción al mismo tiempo. Sé que para muchos que lean esto es algo trivial, rutinario, cotidiano. Pero en lo que a mí respecta alimentó inmensamente mi sueño de ser piloto.
Después de una sencilla explicación tomé firmemente los controles y pude sentir los efectos de mis movimientos en el avión. Un gesto de mi ‘capitán’ me dio la aprobación para hacer un viraje leve hacia la derecha, lo que nos hizo desviarnos del rumbo inicial. Luego a la izquierda. Y otra vez a la derecha. No podía creer que yo estaba dirigiendo el avión hacia donde yo quisiera. Robert me señaló el altímetro para estar pendiente de la altura. Antes de esto sentía frio por la poca ropa que tenía, pero la adrenalina me invadía y el frio desapareció. De tantas vueltas perdí el sentido de orientación y ya no sabía hacia donde estaba Armenia. Intenté ubicarme con la ayuda de la cordillera pero mi mente estaba a mil por hora y me atolondré. – Bueno, se te acabó el jueguito. – Dijo mi capitán.
Volvimos a la seriedad del vuelo pero en mi cabeza seguían rondando esos minutos en los controles en que me sentí la mujer más realizada del planeta. Se me olvidaron las ampollas en los pies y los colores que se me subieron a la cara haciendo el papel de reina perdida desfilando con gafas oscuras en dia nublado. Olvidé también , las ganas de esconderme y la mirada de sorpresa de tanta gente que de seguro pensaban ‘!Esta niña está loca! Se le perdió la playa?’
De repente Robert soltó una gran carcajada y yo no entendía que pasaba. Me dijo – Manu... es que me acordé de un chiste...!Ya sé! ¡Contemos chistes de aviación! – Yo me reí porque no me sabía ninguno pero él si tenía en su mente un buen repertorio de chistes que nos hicieron, literalmente, llorar de la risa. Se burló de todos, de los pilotos, las azafatas, los instructores de vuelo, los pasajeros y el personal de tierra. !Barrimos y trapeamos con todos! Es agradable saber que estamos rodeados de personas con buen humor, que sin ánimo de ofender a nadie, se aprovechan de los estereotipos y hace de ellos un momento para disfrutar.
Pasamos de largo por Armenia y era hora de aproximar en El Edén.


Aproximando a la pista de El Eden... miren el paisaje!

 Dejamos los chistes, nos pusimos serios y Robert fue llevando habilmente este pequeño avión hacia la pista de aterrizaje. Con mucha suavidad lo posó sobre el pavimento... un aterrizaje ‘mantequilludito’ como dice mi papá cuando aterriza suavemente sus aeromodelos. Llevamos el avión al mismo lugar de donde partimos. Descendimos y caminé rápido para no calentarme los pies. Cuando llegamos al terminal de pasajeros,  los mismos policías que nos habían requisado nos miraron con la misma cara de sorpresa que tenían cuando nos vieron salir. Ya no me importaba estar en vestido de baño y esta vez crucé la sala de pasajeros como si fuera la sala de mi casa sin importarme que pensaban de mi. Tomamos luego un taxi que nos llevó hasta el hotel. Agradecí a Robert esta bella experiencia con una de mis mejores sonrisas y lo que hacía solo unos momentos me había permitido hacer... ¡Volar un avión! Es algo que aún me marca y recuerdo bastante. Me senté en la piscina, pedí una limonada, y al recordar todo ese hermoso paisaje pensé en voz alta – ¡QUE HERMOSO ES SOBREVOLAR MI PAIS!... ¡QUE VIVA COLOMBIA CARAJO!-

Manuela Jaramillo

Panel del Magic GS 700 (Foto Airliners.Net)

El avioncito de Robert en Airliners.Net!!




2 comentarios:

Anónimo dijo...

MANE, ERES UN BOMBONCITO!
Ezio.

Lumediana dijo...

Manuela que historia tan bella! la disfrute de pe a pa.