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miércoles, 2 de marzo de 2011

LAS HISTORIAS DE “ROBERTO CONTI”


“Roberto” es el nombre ficticio de un buen amigo que encontré en uno de mis trabajos. Cambié su nombre en estas historias para efectos de su privacidad. Siempre nuestra relación había sido seca dentro del ambiente laboral hasta que un día se me ocurrió hablarle sobre mi pasión por la aviación.

Y fue ahí cuando se transformó y empezó a emerger poco a poco ante mí un antiguo piloto de la fuerza aérea de Chile de los años 50 con muchas historias y anécdotas llenas de sabor a vuelo y romanticismo por aquellas hermosas tierras del sur.

Las edité en orden cronológico. Su historia “De Patagonia con amor”es una versión abreviada que hicimos de un capítulo de su libro “La leyenda de Dos Laguitos” que es una novela basada en su propia vida.

Las fotos son de su archivo personal. Los dos dibujos de esta historia son hechos por él mismo. ¡Le quedaron bellos! Que las disfruten.


VUELO EN DC-3 A PUNTA ARENAS

Muy temprano una mañana de Octubre de 1946, en Santiago de Chile, llegamos a un aeropuerto con mi madre, mi padrastro y mi perro. Me acompañaban a mi primer viaje en avión para ir a Punta Arenas donde iría a vivir con mi padre.

Era el fin de mi niñez. Ya tenía doce años y por fin iría a vivir con él. Mis sentimientos estaban totalmente confundidos ya que quería ir donde mi padre, pero al mismo tiempo me daba mucha pena dejar a mi madre, el confort de su casa, mis amigos, primos, que no sabía cuando los volvería a ver. Además mi perro no me pudo acompañar por haber muchos pasajeros y lo haría después solo el pobre en otro vuelo.

Pero también tenía la expectativa del viaje a lo desconocido y a la aventura de volar. Después de muchos abrazos y lloriqueos vi llegar un gran avión plateado con enormes motores que inspiraban mucha confianza. Era un Douglas DC-3, uno de los aviones más seguros que han existido y que aun vuelan a pesar de ser reliquias de la Segunda Guerra Mundial. Sobre la puerta del avión estaba escrito “Vuelo Experimental de la Línea Aérea Nacional, precursora de lo que es hoy LAN Chile” (2010).

Nada muy auspicioso lo de experimental, pero yo no tenía ninguna alternativa. Viajaríamos hasta Punta Arenas, a unos dos mil kilómetros hacia el sur en aproximadamente un total de doce horas de vuelo.


DC-3 de la Línea Aérea Nacional de Chile.

El plan de vuelo era Santiago a Puerto Montt, almuerzo ahí, después atravesaríamos la cordillera al sur de Puerto Montt hacia Argentina y con escala en un punto limítrofe llamado Balmaceda, donde recibiríamos combustible para seguir después hasta Punta Arenas, en unas tres horas más.
El informe del tiempo era despejado con algunas nubes en toda la ruta, y con bastante viento en Punta Arenas. Pronóstico del tiempo especialmente preparado por mi padre que era el meteorólogo de la Base Aérea en Punta Arenas.

En una modesta caseta de madera por terminal nos reunimos los pasajeros y familiares. Un señor muy simpático, vestido con un chaquetón americano de muchos colores, poco común en ese tiempo, se aproximó al ver a mi madre llorar y le dijo que el se encargaría de mi. - Soy periodista de la revista “Vea” y voy de corresponsal a Punta Arenas, mi nombre es Julio Ibáñez Paredes -.

Con él y su esposa entablaríamos después una gran amistad en esa ciudad. Un tiempo después Julio me invitó un día a una comida que ofrecía el Círculo de Periodistas en Punta Arenas en mil novecientos cuarenta y siete a conocer un nuevo cantante jovencito y muy delgado llamado Lucho Gatica...quien con su guitarra y voz de caramelo nos encantó con sus boleros. Tuvieron que pasar unos seis años más para oírlo de nuevo, pero esa vez en el radio...La puerta se cerró detrás de ti...

Con mis hermanas, primos y yo sosteniendo a mi perro antes del viaje.

En medio de la agitación y el movimiento de personal militar y pasajeros, maletas, etc., aparecieron un par de simpáticos y uniformados pilotos a conversarnos y decirnos como mi padre les había solicitado que me cuidaran.

Hablaron con gran cariño de mi viejo y de sus legendarios “meteos”, (informes meteorológicos para el plan de vuelo). Bueno, ya tenía tres personas que se preocuparían de mí… más atención, imposible.

Bueno, llegó la hora de la verdad y nos subimos al avión que era un ex transporte militar de paracaidistas, sin asientos como los que conocemos y sin aislamiento térmico. Dos tiras de lona verde, una a cada costado de la cabina, hacían de asiento. Atrás un mini cuarto con un toilet que a través de el se veía pasar la superficie de la tierra.

Las ventanas tenían unas aberturas circulares al centro, tapadas con tapones plásticos, y algunas tapadas con papel bien enrollado. Definitivamente no era un vuelo en primera clase, especialmente cuando volamos sobre la cordillera y la temperatura bajaba a menos diez y ocho grados centígrados. Por suerte nos dieron frazadas, lo cual ayudó bastante a protegernos del frío. Las cabinas presurizadas y aire acondicionado aun no estaban en los planes de los fabricantes de aviones.

Continuará...

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