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miércoles, 12 de enero de 2011

RONDA LA MUERTE


Era una noche estupenda para volar pues el cielo estaba despejado y logré coordinar un vuelo con un par de amigos que decidieron comprarse un vuelo nocturno con Aeropaseos.(1999)  El vuelo estaba saliendo de maravilla después de disfrutar un paseo sobre Miami Beach y el centro de Miami.

Nos acercábamos al aeropuerto para aterrizar. Les dije a mis pasajeros que revisaran sus cinturones en preparación para el aterrizaje mientras que iba midiendo mi altura para empezar a volar paralelo a la pista. Entraba ahora en sentido contrario alejándome para luego virar hacia la pista de nuevo.

Cuando ya el aeropuerto estaba atrás miré a mi alrededor como acostumbro para cerciorarme de que no vinieran otros aviones pero solo se veía el gran cielo oscuro lleno de estrellas sobre nosotros. A esa hora la torre de control ya había cerrado y por lo mismo los pilotos debían anunciarse por la radio indicando su posición y sus intenciones. Pero hoy la radio estaba muda y no había otros pilotos en esta frecuencia.

Inicié mi viraje para volver al aeropuerto y así enfrentarme hacia la pista. Cuando ya estaba enfrentado vi que una luz se movía a mi izquierda. Era como una pequeña luciérnaga verde que bajaba y se acercaba a nosotros. ¡Era la luz verde del ala derecha de otro avión C-172 como el nuestro! ¡Venia paralelo a nosotros bajando también para aterrizar y estaba solo a unos diez metros!

Reaccioné de inmediato virando a mi derecha y colocando toda la potencia para alejarme y subir. Mi corazón se me quería salir del pecho. Los pasajeros extrañados dijeron. – ¿Que era eso? ¿Otro avión? – Enseguida por el radio escuché que el otro piloto rompía su silencio diciendo, – Disculpe, no lo vi, siga y aterrice primero. – Yo todavía sin aire por el susto le respondí – Nooooo, yo ya estoy haciendo sobrepaso. Continúe usted para aterrizar. – Y me respondió – Recibido. – Y volvió el silencio como si hubiese sido la misma muerte que en medio de las tinieblas se hubiese asomado por un instante para recordarme que ella existía.

Después de que me calmé puse de nuevo el avión en posición y me entró una sensación de rabia con el otro piloto pues no solo no llamó por el radio sino que no traía sus luces de aterrizaje puestas y vociferé: – ¡Jueputa imbécil casi nos mata!…. – Los pasajeros enmudecieron y caí en cuenta que debía guardarme el comentario pues los estaba asustando sin razón. Esta vez antes de virar de nuevo hacia la pista ya con paranoia empecé a esculcar todo el firmamento pero nuestra eterna amiga la muerte ya se había retirado.

Ya enfrentado a la pista escucho de nuevo por la radio al otro piloto diciendo – El Cessna deja libre la pista y se dirige para la rampa. – Y vuelvo a comentar – Ya para que estúpido… bonita hora de usar el radio. – Pero calmándome tomé el micrófono y respondí, – Recibido, mi Cessna en final para la nueve derecha North Perry. – Aterrizamos sin problema y poco a poco iba recuperando mi ritmo cardíaco ayudado por la calma del ambiente nocturno de este aeropuerto y el buen humor de mis pasajeros.

Pensé que algo así nunca me fuera a pasar y que esas eran solo historias macabras de mi profesor de Navegación en la escuela de vuelo. Esta vez ninguno de los dos aviones nos vimos mientras aterrizábamos por el ángulo en que cada uno venía y ayudado por la negligencia de no usar el radio ni las luces por uno de los pilotos… suficientes ingredientes para una colisión en plena aproximación.

Esta vez rondaba la muerte mostrando su oscura dimensión para darnos una gran lección y afortunadamente no se llevó a nadie consigo.


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