Para mi era un sueño poder llevar a mi hermano Felipe a volar en avión. Le comenté el plan y él gustoso aceptó. Le propuse que voláramos un poco de simulador en su computador para que se familiarizara con los controles del avión. Aprendió lo básico para mantener rumbo y altura.
Separé en la escuela Pelican Airways uno de los Katanas para un vuelo cross country de varias horas por el centro de la Florida aprovechando que era parte del requisito para lograr mi siguiente licencia, la soñada licencia de instrumentos. Le dije que llegara bien temprano a mi apartamento y de ahí nos dirigimos al aeropuerto.
Era una fría mañana de invierno de Enero de 1997 y cuando llegamos lo hice sentar dentro del avión para que no le diera mucho frío. Entré a la oficina para arreglar varias cosas con mi instructor. Salí y vi a Felipe sentado esperándome pacientemente. Al verlo me llegaron muchos recuerdos de nuestra juventud cuando jugábamos juntos a Batman y Robin. Era como salir a jugar de nuevo con él.Había todavía ese gusto por compartir juntos alguna aventura interesante.
Inicié el motor mientras le explicaba algunas cosas básicas sobre este avión. Despegamos y nos dirigimos hacia el norte siguiendo el plan de vuelo hacia un pueblo con nombre indígena llamado Pahokee. Una vez despegamos le entregué el bastón de control y él un poco nervioso me preguntaba si lo estaba haciendo bien. – Carlos...no nos vamos a matar, ¿No?– Me decía y yo le sonreía diciéndole que era un avión muy seguro y que el piloto...!Por supuesto que también!, je,je.
Poco a poco con la monotonía del vuelo se fue calmando y ya mantenía el nivel del avión con bastante facilidad. Hablábamos de lo que se nos ocurría trayendo gratos recuerdos de travesuras y anécdotas familiares. Iniciamos nuestra aproximación a Pahokee que esta rodeado de uno de los lagos más grandes del sur de los Estados Unidos, el lago Ockeechobee. La vista era espectacular.
Inicié el motor mientras le explicaba algunas cosas básicas sobre este avión. Despegamos y nos dirigimos hacia el norte siguiendo el plan de vuelo hacia un pueblo con nombre indígena llamado Pahokee. Una vez despegamos le entregué el bastón de control y él un poco nervioso me preguntaba si lo estaba haciendo bien. – Carlos...no nos vamos a matar, ¿No?– Me decía y yo le sonreía diciéndole que era un avión muy seguro y que el piloto...!Por supuesto que también!, je,je.
Poco a poco con la monotonía del vuelo se fue calmando y ya mantenía el nivel del avión con bastante facilidad. Hablábamos de lo que se nos ocurría trayendo gratos recuerdos de travesuras y anécdotas familiares. Iniciamos nuestra aproximación a Pahokee que esta rodeado de uno de los lagos más grandes del sur de los Estados Unidos, el lago Ockeechobee. La vista era espectacular.
Vista desde el espacio del lago Ockeechobee. Las zonas verde oscuro debajo del lago son plantaciones de azucar. Alrededor se ven plantaciones de cítricos. |
Twin Otter de Skydive America dedicado solo al paracaidismo. |
Me di cuenta que había otro avión soltando paracaidistas. Emocionado por saber más sobre este deporte decidí parquear el avión. Bajamos con mi hermano y fui a la oficina para hablar con los paracaidistas. Era para ese entonces un club llamado Skydive America. Recuerdo que uno de ellos me dijo que si el avión en el que había llegado era mío y yo riéndome le dije que no era ningún millonario sino un alumno más que estaba rentando en una escuela.
Apunté algunos datos y después de ver algunos paracaidistas aterrizando fuimos de nuevo al avión para continuar con el plan de vuelo. Fue ahí donde hice mi primer contacto con esta escuela de salto. Luego nos dirigimos a un pueblo llamado Inmokalee hacia el oeste rodeado de plantaciones de naranja y toronja.
Cuando ya estábamos aproximando le propuse que aterrizara el avión y que yo le ayudaba pero él con los ojos bien abiertos mirando la pista dijo, – ¡Nooo! ¡Ni loco! ¡Mejor aterrícelo usted! – Por lo menos lo convencí de que dejara la mano en el bastón para que sintiera las maniobras durante el aterrizaje. Aterrizamos y enseguida volvimos a despegar.
Después sobrevolamos otros pueblos y así iniciamos nuestro regreso al aeropuerto de North Perry. Aprovechamos para charlar un poco más y luego me dejó en mi apartamento. Me quedé feliz de haber compartido ese vuelo con Felipe y sentir un sueño más hecho realidad.
Apunté algunos datos y después de ver algunos paracaidistas aterrizando fuimos de nuevo al avión para continuar con el plan de vuelo. Fue ahí donde hice mi primer contacto con esta escuela de salto. Luego nos dirigimos a un pueblo llamado Inmokalee hacia el oeste rodeado de plantaciones de naranja y toronja.
Cuando ya estábamos aproximando le propuse que aterrizara el avión y que yo le ayudaba pero él con los ojos bien abiertos mirando la pista dijo, – ¡Nooo! ¡Ni loco! ¡Mejor aterrícelo usted! – Por lo menos lo convencí de que dejara la mano en el bastón para que sintiera las maniobras durante el aterrizaje. Aterrizamos y enseguida volvimos a despegar.
Después sobrevolamos otros pueblos y así iniciamos nuestro regreso al aeropuerto de North Perry. Aprovechamos para charlar un poco más y luego me dejó en mi apartamento. Me quedé feliz de haber compartido ese vuelo con Felipe y sentir un sueño más hecho realidad.
Mi hermano Felipe Madrigal es ahora el representante de la aerolínea de carga Amerijet en Colombia. |
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