Durante el ascenso en el avión el piloto nos alertó que los vientos abajo habían cambiado súbitamente y se estaba formando una espesa nube sobre el aeropuerto. Yo había hablado con un instructor puertorriqueño para que ese salto lo hiciéramos juntos.
Llegamos a los catorce mil y nos lanzamos al océano del aire. Después de hacer varias maniobras me alisté para virar y retirarme para abrir el paracaídas pero el instructor se acercó y agarrándome de nuevo de los brazos me indicó que no me retirara todavía pues estábamos entrando en una nube muy gruesa y por seguridad era mejor esperar hasta salir de ella.
Nos sumergimos en un mundo gris y me parecía estar viviendo algo fuera de este planeta. El instructor con sus oscuras gafas parecía un extraterrestre flotando al frente mío. Nunca había estado tanto tiempo en caída libre dentro de una nube. El instructor veía su altímetro constantemente esperando que saliéramos de la nube y así abrir enseguida.
Entramos en la altura crítica y me soltó señalándome que abriera de inmediato. Dentro de este mundo gris viré hacia atrás para apartarme de él pensando en que momento esto acabaría y justo cuando solté al aire mi paracaídas piloto todos los colores volvieron a mi pantalla mostrándome el majestuoso paisaje verde a mi alrededor.
El cambio súbito de “película” me dejó maravillado pero pronto me vino el gran interrogante. – ¿Dónde estoy? – Cuando miré a mí alrededor vi que no solo yo sino todos los demás estábamos bastante retirados del aeropuerto y debido a los vientos tendríamos que aterrizar fuera del aeropuerto.
No tenía otra opción más que un inmenso campo de caña de azúcar abajo mío.
Recordé la teoría de mantener los pies juntos y frenar un poco más alto de donde yo creía era el nivel de la tierra bajo las hojas. Mientras me acercaba pensaba que la caña no parecía muy alta pero al llegar me di cuenta que estaba equivocado y apenas sentí que entraba en este mundo verde frené al máximo y con los pies juntos hice un suave aterrizaje cayéndome de lado al enredarme con las cañas.
Yo estaba bien pero al ver a mí alrededor me sentí rodeado de una verde jungla más alta que yo. Por un momento me desorienté y no sabía para donde caminar. Me detuve un momento a pensar en mi última posición antes de aterrizar y así me guié para salir a “ciegas”al camino más próximo.
Una camioneta del sitio de salto se acercó para recogernos a las afueras de la plantación. Me dio mucha gracia ver a una chica subiéndose a la camioneta con su pierna y su brazo llenos de lodo diciendo – Aterricé bien pero el viento me tumbó y me arrastró sobre el terreno labrado… ¡Y no quería ensuciar mi traje! – Que contraste…yo agradecido porque no me pasó nada y la otra brava porque se ensució!
Pienso que ha debido aterrizar como yo… en el dulce mundo… de la caña de azúcar.
Plantación de caña de azucar en Clewiston cerca de Pahokee en Florida. |
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