MOMENTOS EN EL PARACAIDISMO
MI PRIMER SALTO
Eran las épocas de estudiante de inglés en Boulder, Colorado (1986) cuando un viernes al salir de las clases escuché a un colombiano y a un mejicano diciendo: – Bueno, tenemos que escoger entre dos deportes aéreos para divertirnos este fin de semana, o volamos en planeador o saltamos en paracaídas – ¡No podía creer lo que estaba escuchando! Habían tocado mi tema preferido y sin dejar escapar la oportunidad me metí enseguida en la conversación, – ¡Vamos a saltar! –, les dije. Me miraron sorprendidos y me dijeron, – ¡Pues listo… órale, vamos a saltar!! –
Al siguiente día le pedí a mi tío Felipe unas botas y un overol para el salto. – ¡Salto?! –, me dijo, – ¿Es que te has vuelto loco? ¡Tú viniste a estudiar y no a dártelas de James Bond! –
Pero después de que le hablé de lo importante que era para mí la aviación deportiva y que había estado esperando mucho por esta oportunidad comenzó a “ablandarse” y para mi agradable sorpresa me contó sobre un salto que hizo en paracaídas cuando se entrenó para la guerra de Corea. Lo increíble es que me dejó usar sus mismas botas militares con las que el hizo su salto.
Convencí a Gerardo Sánchez, mi compañero de estudio quien se “unió” a mi viaje a los Estados Unidos para estudiar inglés y también en su caso para estudiar pilotaje de helicóptero. Gracias a él tengo las fotos que muestro aquí. El fue luego jefe de pilotos en Helicol en Colombia.
Recuerdo que cuando hicimos el entrenamiento de tierra aquel sábado, el instructor quedó dudando de que hubiésemos entendido todo debido a nuestro primitivo inglés y nos hizo repetirlo para el domingo. Ya al siguiente día estábamos listos para nuestro ansiado salto.
Una vez tuvimos puesto nuestro equipo teníamos que sentarnos de vez en cuando pues era bastante pesado y nos cansaba la espalda. Una vez llegó el momento de subirnos al avión algo dentro de mi me decía – Carlos, todavía esta a tiempo de arrepentirse…que esta haciendo… ¿Usted si cree que pueda ser tan berraco de saltar de ese avión? – Caminaba hacia el avión como en cámara lenta lleno de ese malestar que le invade a alguien que se siente a punto de ser sentenciado a muerte.
Caminando hacia el avión. Se puede ver la cara de nervios que tengo. A la derecha Miguel diciendome - !Que hubo pues Carlos apuree!- |
Ya en el avión dándole la señal de victoria a Gerardo Sanchez quien tomó las fotos. |
Pero me dije, –Ya estoy aquí y no me voy a echar pa’tras. – A medida que me acercaba al avión escuchaba a varios compañeros de salto comentando entre si de que tal vez iban a cerrar sus ojos al momento de saltar. Me dije: –Noo, ni loco, después de haber pagado tanto por este curso no voy a ser tan pendejo de cerrar los ojos justo en la mejor parte que es la salida del avión. –
Con este pensamiento me di un poco de ánimo pero se me fue disipando a medida que íbamos ganando altura. Llegamos a unos cuatro mil pies y enseguida el instructor fue llamando gente al paredón de fusilamiento.
El ruido en la puerta por el viento era ensordecedor y uno a uno esa tremenda aspiradora los arrancaba del avión hacia ese desconocido vacío.
Me llegó el turno y me llamó a la puerta. En ese momento mi cuerpo se puso pesado y se resistía a moverse. Por fin llegué a la puerta. Me gritó, – ¡Pies afuera! – Al tratar de sacarlos el viento me golpeó y tuve que hacer fuerza. Luego me dijo con tranquilidad – Cuando quiera. – Al sentir que ya el mando no lo tenía él sino yo, esto me subió los ánimos totalmente.
Afuera del avión se veía un inmenso paisaje como una gran fotografía y no sentía en ningún momento la altura. Me concentré, salté del avión como el que se baja de un bus en pleno movimiento. En vez de sentir la caída sentí como el avión se alejaba de mí al mismo tiempo que subía. Era como si el tiempo se hubiese detenido.
De pronto sentí la sacudida del arnés al abrirse el paracaídas y todo quedó en silencio a mí alrededor. Podía incluso oír a los pájaros cantar abajo mío. Enseguida me invadió una gran alegría y empecé a gritar en español, – ¡Que veeerraaaqueraaaa!! – y muchas cosas más. Poco a poco el planeta tierra se fue acercando. Cuando llegó el momento del contacto coloqué mis pies juntos y me preparé para el aterrizaje. Aterricé bastante fuerte y el paracaidas de reserva me golpeó la rodilla izquierda dejándomela un poco adolorida pero por lo de más estaba bien.
Otra vez me dejé invadir de esa alegría que se vive al lograr la meta. – ¡Lo logré!.. ¡Logré mi primer salto! –
La segunda señal de victoria después de aterrizar. Recuerdo que el niño a la derecha me hizo bastantes preguntas. ¡Tal vez sea ahora uno de los paracaidistas locales! |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario