Este día por el año 1998 en el sur de la Florida, estuvo lleno de sorpresas y entre ellas la que yo considero mi única y más aterradora emergencia en el paracaidismo.
Subíamos en circulos apaciblemente con un grupo de paracaidistas sobre el aeropuerto de Pahokee y llegó la primera sorpresa.
Al igual que la historia anterior el piloto nos dijo que se había formado una nube de tormenta sobre la zona de salto. Todos se pusieron de acuerdo para que fuéramos a saltar sobre otro pequeño aeropuerto de aviones fumigadores cerca de Pahokee.
Yo estaba bastante inexperto para este entonces y pedí explicación de que era lo que estaba sucediendo. Ellos me dijeron que tranquilo que los siguiera.
Llegamos a la altura indicada, salí del avión y recuerdo que delante mío iban un par de amigos que estaban divirtiéndose de lo lindo haciendo toda clase de acrobacias en caída libre. Estaba sobre ellos ligeramente atrás por seguridad gozando del espectáculo circense que me ofrecían.
De pronto vino la segunda sorpresa. Escuché el ruido de un motor turbo hélice de un avión que pasaba con respecto a nosotros de abajo hacia arriba y ante mis incrédulos ojos vi como este avión rasgaba el aire justo al lado de mis dos amigos.
Ellos detuvieron sus acrobacias de inmediato observando el avión pasar hacia arriba. ¡Si yo le vi la matricula al avión creo que ellos le vieron hasta los remaches!
!No podía creer lo que acababa de ver! Seguimos el otro resto de caída libre paralizados del susto por lo que vimos. Ellos abrieron sus paracaidas y enseguida llevé mi mano a la manija esférica de mi paracaídas piloto que se encuentra en un bolsillo en la parte de abajo del morral de mis paracaídas.
Sin darme cuenta uno de mis dedos cogió fuertemente tela de este bolsillo impidiendo que mi mano sacara el paracaídas piloto.
Mi corazón se congeló. Volví a halar con fuerza y no salía. En ese momento la teoría ordena operar el paracaídas de reserva.
Me llené de un intenso frió al sentir que el susto se iba convirtiendo ya en horror. Al frente de mis ojos podía ver mentalmente un letrero con letras rojas incandescentes gritándome… – ¡RESERVA!…!ABRA SU RESERVA! –
Sabía que máximo eran dos intentos sin embargo con todas mis fuerzas y gritando halé una vez más soltando mi dedo del bolsillo y esto liberó la flor de la vida.
Que alivio ver inflarse completamente al paracaídas principal en el lugar donde casi me toca abrir el de reserva.
Sentí por primera vez lo rápido que es una emergencia y el poco tiempo que hay para reaccionar.
Enseguida vino la siguiente sorpresa.
Todavia tembloroso por el susto inicié la aproximación a la zona de aterrizaje mientras buscaba en este nuevo aeropuerto alguna señal que me indicara la dirección del viento.
Nada.
Busqué algún paracaidista que estuviese aterrizando.
Nada.
Estaba desorientado pues no tenía el lago Okeechobee cerca para saber cual era el norte.
Entré en una aproximación final errónea al aterrizaje y al darme cuenta que estaba muy rápido para aterrizar toqué tierra con un pie, recogí mis brazos y mis pies y caí dando un doble bote en el piso.
Menos mal supe protegerme o me hubiese roto algo! Gracias al Eterno no me pasó nada!
Fue un día oscuro, lleno de espectáculos, sustos, emergencias y de fuertes…sorpresas.
Estudiante llevando su mano a la manija de apertura del paracaidas piloto. Este pequeño paracaidas se encarga de sacar el principal de su bolsa. |
1 comentario:
Marido que susto! fascinante tu manera de narrarlo y el uso del lenguaje poetico que sigue vigente en tus escritos!
Me gusto mucho esta anecdota
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