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martes, 12 de octubre de 2010

EL VUELO DEL AGUILA


Después de aprender a volar la Cessna  Centurión de radio me soñaba con realizar aquel deseo que quedó prometido desde Caracas. Quería tener a como diera lugar mi gran planeador de radio.

Eran mis primeros semestres en la universidad a mis diez y ocho años de edad. Tenía en mi mente diseñar yo mismo un planeador de la categoría de dos metros que significaba dos metros o más de envergadura o medida entre punta a punta del ala.

 Recuerdo que camino a la universidad paré en un estante de venta de libros y descubrí para mi sorpresa un libro de diseño de aeromodelos. Lo compré, lo devoré y saqué las principales fórmulas para su diseño. Usé el mismo radio de la “Cesnita” y basado en el tamaño del receptor electrónico original del Cessna inicié mi gran proyecto en un papel y después llevé los datos a una gran cartulina para así crear el plano de mi planeador que bauticé “Águila –1”. 

Compré el balso en una tienda de arquitectura que me salía más barato y día a día después de mis clases le dedicaba un rato a su construcción. Recuerdo que saqué mucho sobrante de balso y mi mama me regañaba cuando no barría bien.

Por fin después de unos cuatro meses terminé el Águila y estaba ansioso por volarlo.

Coordiné con mi padre para que en una de sus idas a la finca en las afueras de Bogotá me llevara con él y me dejara en algún sitio para volarlo. Bajando por una montaña hacia la finca vi un sitio apropiado y le dije a mi padre que me dejara ahi y luego me recogiera a su regreso.

Ensamblé sus alas al fuselaje y busqué un sitio con poca pendiente para poderlo probar. Estaba bastante nervioso pero dispuesto a iniciar el primer vuelo de mi planeador.

Lo lancé contra el viento, inició suavemente su mágico vuelo...se veia majestuso en el aire.. pero enseguida empezó a virar a la izquierda y aunque llevé el control al máximo hacia la derecha se estrelló contra la montaña.
Se rompió su ala izquierda al estrellarse y descubrí que no tenía suficiente área de control en el timón. Empecé así varios vuelos de aprendizaje y correcciones hasta que un día en la montaña de Chía logré por fin el tan ansiado vuelo de casi una hora de duración. Era un planeador muy rápido y eficiente para la experiencia que yo tenía y fue con más de un estrellón que aprendí a volarlo. Más adelante le coloqué flaps para hacer más lento el aterrizaje.
 
Su vuelo final fue varios años después a finales de los 80 cuando subí a la montaña de Chía a volarlo. Estábamos en el mismo sitio donde se despegaba en cometa (Deltaplano) hacia el lado “contrario”  o sea hacia el valle de Tenjo.

Estaba volando como nunca este hermoso planeador. Estaba muy orgulloso de él y lo disfrutaba al máximo. Dejé que tomara mucha altura y entonces me vi en aprietos para que descendiera.

Como ya había instalado sus flaps los puse al máximo a noventa grados para frenarlo y cometí el error de bajarle la nariz para que así perdiera altura más rápido .

 Empezó a acelerar y exedí su velocidad máxima y la estructura de su ala derecha no resistió y se reventó. Empezó a caer en espiral. A pesar que me invadía la angustia y la tristeza de saber que se iba a destrozar contra el suelo todavía tenía tiempo de hacer algo con el control pues estaba muy alto.

Me di cuenta que estaba virando hacia la derecha pues tenía solo un pequeño pedazo del ala derecha. Reaccioné virando el control totalmente a la izquierda. Increíblemente logré detener la espiral y casi enseguida impactó en un pequeño arado unos quinientos pies más abajo en un pequeño rancho. Pienso que con esta maniobra logré que no se desintegrara. El ala derecha seguía cayendo como una hoja de papel y la perdimos de vista. Bajamos y logré salvar todas las partes excepto el ala derecha que la di por perdida.

Con este planeador logré hacer realidad aquel sueño que había nacido en Caracas.
¡Gracias Águila!


Mi primer gran proyecto a radio control, el Águila.
 Decidí guardar las partes y después de muchos años lo
 armé para esta foto y así mantener su recuerdo en este libro. 

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