MOMENTOS EN EL AEROMODELISMO
EL VUELO DEL ARAMIS
Eran esas épocas en los setenta cuando comencé la búsqueda de mi primer “kit” de aeromodelismo que me permitiera aprender esos secretos que hasta ahora estaban escondidos para mí.
Recuerdo que ahorré un dinerito lavando los carros de mis papas y de algunos amigos de ellos.
Fui al almacén “Los tres elefantes” y allí encontré la respuesta. Se trataba de una pequeña caja que contenía tres aeromodelos. Eran los famosos “tres mosqueteros” donde el primer modelo, el “Athos”, era un planeador bastante básico hecho solo con láminas de balso. El “Porthos” era más avanzado y tenía hélice propulsada por una banda de goma. El “Aramis” ya tenía estructura completa en su fuselaje, en las alas y también traía hélice. El gran vuelo del Aramis y también el último fue en la base de la montaña de Chía que por la “fiebre” que teníamos de ver a los cometistas decidimos volarlo allá.
Con Edgar y Ernesto, el grupo de “CAF” (Club de Aeromodelistas Felices), lográbamos vuelos cada vez más rectos y nivelados haciendo pequeñas correcciones. Sabíamos que el siguiente vuelo iba a ser muy bueno.
Enrollamos el motor de goma al máximo, lo soltamos, se escuchó el zumbido de la hélice y su potencia lo aceleró y elevó bastante. Se elevó con orgullo y se enfiló hacia el centro del pequeño valle entre la montaña y la colina donde se encuentra la Iglesia de la Valvanera. Dejó de girar su hélice y empezó un largo planeo. Gritábamos, – ¡Que vuelazo! Waooo!–
Se salió de nuestro rango calculado y se enfiló hacia un gran árbol de eucalipto donde desapareció de nuestra vista. Nunca pudimos bajarlo y decidimos despedirnos de nuestro avioncito Aramis para siempre y agradecerle lo aprendido.
Recuerdo que ahorré un dinerito lavando los carros de mis papas y de algunos amigos de ellos.
Fui al almacén “Los tres elefantes” y allí encontré la respuesta. Se trataba de una pequeña caja que contenía tres aeromodelos. Eran los famosos “tres mosqueteros” donde el primer modelo, el “Athos”, era un planeador bastante básico hecho solo con láminas de balso. El “Porthos” era más avanzado y tenía hélice propulsada por una banda de goma. El “Aramis” ya tenía estructura completa en su fuselaje, en las alas y también traía hélice. El gran vuelo del Aramis y también el último fue en la base de la montaña de Chía que por la “fiebre” que teníamos de ver a los cometistas decidimos volarlo allá.
Con Edgar y Ernesto, el grupo de “CAF” (Club de Aeromodelistas Felices), lográbamos vuelos cada vez más rectos y nivelados haciendo pequeñas correcciones. Sabíamos que el siguiente vuelo iba a ser muy bueno.
Enrollamos el motor de goma al máximo, lo soltamos, se escuchó el zumbido de la hélice y su potencia lo aceleró y elevó bastante. Se elevó con orgullo y se enfiló hacia el centro del pequeño valle entre la montaña y la colina donde se encuentra la Iglesia de la Valvanera. Dejó de girar su hélice y empezó un largo planeo. Gritábamos, – ¡Que vuelazo! Waooo!–
Se salió de nuestro rango calculado y se enfiló hacia un gran árbol de eucalipto donde desapareció de nuestra vista. Nunca pudimos bajarlo y decidimos despedirnos de nuestro avioncito Aramis para siempre y agradecerle lo aprendido.
¡Gracias Athos, Porthos y Aramis!..."Todos para uno y uno para todos!"
1 comentario:
Que historia mas bella, me reconcilia con la idea de "dejar ir".
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