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jueves, 28 de octubre de 2010

PARANOIA


Volaba esta vez con el capitán Salamanca (Aerolínea AEROTACA en 1991) hacia un pueblo ubicado al norte de Barrancabermeja, la tierra donde me crié.
Esta zona para estas épocas estaba muy agitada por ataques guerrilleros a puestos militares o de policía.

El capitán mientras nos acercábamos a este pequeño aeropuerto me decía que esta era “zona roja” y me contaba historias terribles de guerrilleros que habían atacado el aeropuerto de uno de estos pueblos, se acercaron a uno de los aviones de Aerotaca y habían asesinado a un dirigente que se alistaba a subir al avión. Me contaba que la tripulación cerró la puerta dejando a varios pasajeros y salieron rápidamente pensando que tal vez los iban a secuestrar.

Luego me dijo – Si yo hubiese estado ahí agarro algún arma, les doy plomo a esos ijueputas y salgo ahí mismo sin ni siquiera cerrar la puerta. Este avión puede despegar con la puerta abierta. – Yo lo escuchaba atento pero sin decir una sola palabra.

Aterrizamos en el pueblo y me di cuenta que empezaba a mirar para todos lados como si estuviera buscando a alguien entre los matorrales que rodeaban la pista y la rampa.
– Madrigal, si ve que hay gente sospechosa vestida de militar moviéndose por entre los matorrales me dice que nos vamos ahí mismo sin preguntar. –

Ya me estaba asustando y pensé que tal vez el peligro podría ser inminente.
Me acordé que él había logrado su nivel de coronel en el ejército de las fuerzas armadas de Colombia así como su padre y esto me explicaba su actual paranoia. Como en estos pequeños aeropuertos no hay planta extra de potencia hay que dejar prendido el motor derecho para no agotar las baterías de abordo.

El capitán me dijo que me quedara vigilando los parámetros del motor y una vez más de que estuviese alerta por si veía algún “movimiento extraño”. Me empecé a sentir dentro de una película de Rambo pensando en un posible ataque guerrillero con bombas, balas y toda la acción de una de esas películas. Pero nada de eso vino. Era el aeropuerto mas calmado y hasta aburrido que había visto.

Se subieron los pasajeros y enseguida se subió también el capitán. Con la respiración agitada empezó a preparar todo, se colocó unos guantes verdes que usan los pilotos militares y me miró diciéndome  – Consígase de estos guantes para que usted también los use. – Pensé que si él tuviese un casco militar también se lo hubiese puesto.

Mientras llevábamos el avión hacia la cabecera de la pista observaba vigilante todo el terreno que rodeaba el aeropuerto. De verdad llegué a pensar que tal vez nos iban a atacar. Por un momento pensé que estaba bromeando pero por su continua actitud y su historia en el ejército me di cuenta que estaba sumergido todavía en su mundo de guerra.

2 comentarios:

Lumediana dijo...

Genial esta anecdota! describe muy bien no solo la paranoia del tipo sino su posible procedencia, me la disfrute!

Anónimo dijo...

ja,ja,ja Capi, tal cual su descripción. Conocí al susodicho piloto y volé varias veces con el (q.e.p.d), tenia pinta e NAZI....