Me acuerdo que era un día bastante frío a inicios del 85 y había nevado en el sitio de salto de Boulder en Colorado.
Estaba nervioso y no solo temblaba de los nervios por el salto que iba a hacer sino también por el frío.
El instructor me había indicado que entrenara la salida del avión pues estaba cometiendo el error de salir con el cuerpo torcido y eso me había causado más de un viraje en plena caída el cual se reflejaba en las cuerdas del paracaídas enrollandose y al abrir tenía que separar las cuerdas y patear hacia un lado para devolver las vueltas que había dado y así dejar las líneas otra vez normal.
Paracaidas militar T-10 como el que use en este salto. |
En el anterior salto terminé mareado después de haber dado como siete vueltas para desenrollar las líneas del paracaídas.
Decidí montarme a un pequeño avión vacío que tenían allí y desde ahí entrenar la salida una y otra vez. Entré al avión y me senté con los pies hacia adelante simulando mi preparación para el salto.
De repente una sombra negra se movió dentro del avión y saltó hacia mi. Me asusté pero enseguida me calmé.
Se trataba de un pequeño gatito de un par de meses de nacido que enseguida se subió a mis piernas. – Gatito, estoy entrenando y no te puedo mimar ahora – le dije, pero su respuesta fue subirse hasta mi vientre y como tenía un suéter de lana empezó a amullarlo con sus garritas buscando el calor del seno de su madre.
Quería huir del frío buscando calor y seguridad en lo único que se parecía a su mama que era yo. Miré afuera del avión, miré la nieve y me di cuenta que para este pobre animalito de verdad estaba haciendo bastante frío.
De pronto pude verme en él como en un espejo en perspectiva. Yo también tenía frío y buscaba seguridad, estaba nervioso por el salto y esto me hacia sentir aun más el frío.
Lo cubrí con mis brazos y enseguida al sentir mi calor empezó a ronronear y a chupar del suéter como si estuviese amamantando. Se quedó adormilado un rato mientras yo meditaba en esta lección que me estaba dando el universo.
Enseguida como por arte de magia sentí un alivio increíble, mi energía se había revitalizado y estaba listo para mi salto.
Se organizó el salto, subimos a ocho mil pies, sali por esa puerta sin ningún error y ese hermoso paracaídas verde se abrió intacto y sin una sola vuelta...que alegría más intensa!
Ese día vine a encontrar calor dando calor y... mi gran maestro fue... ese pequeño gatito.
2 comentarios:
Ahhh mi amor, que historia mas bella! y me gusta la moraleja.
Y q paso despues con el gatico?
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