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miércoles, 5 de mayo de 2010

ENCUENTRO EN EL AIRE


(Año 1986). Aquel día volaba solo y estaba realizando un ejercicio de pista en el avión de la escuela, despegando y aterrizando en forma contínua, lo que llamamos “trabajo de pista”.

Me encontraba a unos ochocientos pies preparándome para el siguiente aterrizaje cuando escuché por el radio una transmisión un poco inusual, – Eh…hemmm. Guaymaral, el cinco cuatro cuatro siete papa, pasaremos sobre su estación, nueve quinientos, destino El Dorado. –

La torre le respondió, –Autorizado. QNH tres cero uno cero. (QNH es la referencia para que el altímetro del avión tenga la misma base que la del aeropuerto). – Esto me puso a pensar y calculé que iba a pasar a unos setecientos pies sobre mi. Al mismo tiempo pensaba que su voz sonaba un poco insegura de su posición actual.

Empecé a buscarlo a mi derecha pero no pude localizarlo. Aterricé y volví a despegar para realizar otro patrón de tráfico. Cuando me acercaba de nuevo a la zona central del aeropuerto volví a escuchar al mismo piloto diciendo, – Guaymaral, cinco cuatro cuatro siete papa, sobre su estación … hummm, destino eeeh... El Dorado, hummm. –

Después de unos segundos volvió a llamar diciendo, – Guaymaral, negativo, no vamos a proceder a El Dorado sino a Zipaquirá, si, eeeh a Zipaquirá. – Ahora si estaba seguro que este piloto no sabia exactamente donde estaba y posiblemente estaba virando sobre el aeropuerto para hacer media vuelta y cambiar de rumbo. De seguro podría estar perdiendo altura en esta maniobra.

Casi como guiado por mi intuición empecé a buscarlo a lado y lado de mi avión levantando un ala y luego la otra. Tenía que estar cerca y presentía que iba a verlo pronto.

De pronto al levantar mi ala izquierda vi lo que parecía sacado de una película de acción. Era un bimotor mediano virando justo hacia mí. Lo vi tan cerca que pude sentir el rugido de sus motores. Sentí la amenaza de cada hélice como si fueran dos licuadoras listas a hacerme trisas.

Recuerdo que en esa fracción de segundo lo que más me aterró era ver girando esas hélices hacia mi. Mis manos instintivamente empujaron la cabrilla haciendo bajar rápidamente la nariz mientras que el bimotor viró con más fuerza para evitar la colisión. Pasó sobre mí como una furiosa máquina de moler carne.

Nivelé el avión después de esta brusca maniobra y solo hubo silencio en la radio. Este piloto sabía el error casi fatal que había cometido. Yo estaba tan asustado que no pude hablar hasta el aterrizaje y supuse que la torre sabia porque.

Si hubiese querido hubiera podido suspenderle la licencia a ese piloto pero mi mente estaba en mi entrenamiento y no procedí a hacerlo. Lo que si hice fue aumentar mi alerta en la frecuencia de la radio. Creo que gracias a esa alerta me salve de ser “molido” por un bimotor con piloto perdido.


1 comentario:

Lumediana dijo...

Que suspenso marido! lo voy a linkear en mi muro de FB esta buenisimo!