Recuerdo que en el Aeroclub, a mediados de los 80, los compañeros me preguntaban donde iba yo a trabajar y yo les respondía que en Avianca. Enseguida me preguntaban si yo tenía a alguien conocido en Avianca o sea una “palanca” que me ayudara a entrar. Les contestaba que la estaba buscando y se reían diciéndome lo difícil si no lo imposible que era lograrlo sin una buena palanca.
Desde antes de graduarme comencé a trabajar en la ardua tarea de conseguir contactos para buscar la forma de entrar a la aerolínea principal de Colombia.
Un día apareció mi primer contacto gracias a la manía que tenía de mantener mi uniforme de la escuela puesto después de volar. Tenía que ir a la reunión de padres de familia en el colegio de mi hijastro.
Después de la reunión uno de los padres me preguntó donde volaba y le respondí que todavía estaba estudiando en la escuela y que volaba de vez en cuando de copiloto de algún vuelo privado, para justificar mi uniforme todavía puesto.
Para mi gran sorpresa me había encontrado con un capitán de la aerolínea SAM (Sociedad Aeronáutica de Medellín) que era una subsidiaria de Avianca. Cuando me dijo que volaba el 727 fui abriendo lo ojos y al mismo tiempo me iba emocionando.
Era el capitán Gustavo Chagui y con él vino mi primer intento para buscar trabajo como copiloto. Enseguida le pregunté sobre los procesos para poder entrar y así fue como llené mi primera hoja de vida en aquellas formas “Minerva” azules especiales para solicitud de empleo en Colombia.
Logré reunirme con él varias veces y así pude adentrarme en ese desconocido mundo de la aviación profesional. Me contó sobre una emergencia que tuvo cuando uno de los volcanes del macizo central soltó bastante ceniza en una de sus erupciones y el avión recibió un “duchazo” de ese polvo que prácticamente esmeriló los paneles del parabrisas delantero quitando completamente la visibilidad frontal. Esta ceniza actuó también como un extintor de fuego y apagó varias veces los motores. No solo pasaron el gran susto sino que él tuvo que prácticamente sacar su cabeza por la ventana lateral de la cabina en la aproximación final y durante el aterrizaje para colocar el avión dentro de la pista.
Me habló también sobre los simuladores y lo importante que eran en la carrera para un piloto. Quería saber si las aerolíneas eran muy estrictas y le pregunté que pasaba si uno llegaba tarde a algún vuelo. La verdad necesitaba saber si mi manía de llegar tarde a los compromisos era peligrosa y en efecto me contestó que si lo era pues le hacían al piloto un seguimiento y después lo echaban.
Eso me ayudó a comprender que habían límites y lo interesante es que me gustaba la idea de un medio con bastante normatividad.
Este capitán me dijo que estaría hablando con sus jefes sobre mi pero que no podia meter oficialmente mi hoja de vida hasta que no tuviera mi licencia en la mano.
Luego coincidencialmente me lo encontré en el aeropuerto internacional y me contó que hacía poco había tenido una emergencia en la que la vio “color hormiga”.
Para mi esas experiencias ya no eran historias de ficción y las veia más cerca y más reales. Perdimos contacto a medida que me dedicaba a graduarme.
Gracias capitán Chagui!
Boeing 727–100 de SAM que de seguro habría volado muchas veces el capitán Chagui.. |
Esta era una vista común en la rampa del aeropuerto El Dorado para los años ochenta. A la izquierda el primer 747 de Avianca, a la derecha un 727 y al fondo en el centro un 727–100 de la empresa SAM. |
1 comentario:
Carlos, recuerdo muy bien ese incidente del vuelo de Sam, tal cual lo describes. No estoy seguro pero creo que fui la ocasion que Armero desaparecio, luego que el volcan descongelo parte de el nevado del Ruiz.
Saludos,
Juan D.
Publicar un comentario