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lunes, 17 de mayo de 2010

VUELO EN MANIZALES


Me organicé de tal forma que había programado despues del festival de Medellin en el 2007 ir a Manizales a pasar el siguiente fin de semana.
Tomé un bus de Cali a Manizales y llegué por la tarde. A medida que subía por esas montañas me llegaban recuerdos de cuando aterrizaba y despegaba del aeropuerto de la Nubia en los Twin Otters de la compañia ACES más de veinte años atrás. Llegué a la terminal y tomé un pequeño taxi a la casa de Felipe Gofran el piloto de planeadores que muy amablemente me había ofrecido estadia.

Estaba de buenas pues su hermana había salido de viaje y así él me pudo ofrecer su cuarto para pasar las dos noches. Aprovechamos y salimos esa noche para yo conocer el centro de Manizales. Fuimos al principal centro comercial. ¡Estaba espectacular! El estilo y la arquitectura eran maravillosos. Me invitó a una picada lo más colombiano posible pues él decía que yo tenía que recordar la tierrita colombiana. La verdad me hacia falta y disfruté cantidades.
Me mostró su taller y supe que él era profesor en la Universidad de Manizales donde daba una electiva de aeromodelismo. – ¡ Waooo! – le dije, – ¡Profesor de aeromodelismo! – Y así nos pusimos a ver fotos de los proyectos de los planeadores que construían sus alumnos en su clase. Al siguiente día su madre nos hizo un delicioso desayuno y conversamos sobre historias familiares. Felipe hizo unas llamadas y me dijo, – Bueno Carlos, la “gallada” ya esta alertada – Y así sabia que nos íbamos a encontrar con otros pilotos en el sitio de vuelo.

Luego salimos con los planeadores a la calle. Felipe con su Speedflight y yo con mi Omei. Paramos un pequeño taxi que nos llevó rápidamente a la zona de vuelo llamada Chipre. El paisaje era sensacional e inmenso. Es justo el límite entre la ciudad y el precipicio hacia el inmenso valle del río Cauca.
Al llegar ya estaban volando un par de Zaggis. ¡Me sentía ya en territorio “Manizaguita”!
Nos encontramos con Juan Camilo que llevaba un planeador de unos tres metros de envergadura. Se lo había regalado un tío abuelo y como no sabía el nombre le pusimos “El abuelo”.


Juan Camilo posando orgulloso con sus dos planeadores, “El abuelo”, que esta más alto que él y su planeador acrobático.


Una de las fotos más espectaculares que ha tomado Felipe. Aquí esta Juan Camilo despegando su Abuelo en su primer vuelo. Justo aquí esta entrando en emergencia pues se confundió al programar la dirección de mando del empenaje en V y se dio cuenta que estaban los mandos invertidos. Enseguida Felipe nos dijo que bajáramos la voz para que el se concentrara y pudiera aterrizarlo. Hizo un viraje amplio y logró traerlo para un aterrizaje casi perfecto. Luego soltó el aire en alivio por poder haberlo traído.

Felipe listo para despegar su Speedflight.


En pleno vuelo con el inmenso paisaje que nos brindaba Chipre.


Hermosa foto del Speedflight aterrizando.


Listo para despegar mi Omei. Juan Camilo adelante en su segundo vuelo.

!La gallada de Manizales! (2007)


Esta vez estaba decidido a volar el Omei. Sabia que no debía usar su pequeño motor pues tenía una batería de poco amperaje y no duraría mucho. Vi que había buenas condiciones y me decidí a lanzarlo. Una vez en el aire sentí que me integraba al paisaje mientras seguía con la mirada al Omei subiendo poco a poco. Podía sentir ese aire del valle subiendo cargado de aromas de su vegetación. Era el primer vuelo de este planeador en Colombia. ¡Por fin estaba volando el Omei en Colombia!
Se unió otro piloto y luego otro a la “gallada” y empezamos a compartir las térmicas que encontrábamos, – ¡Térmica a la izquierda!.. !Térmica a la derecha! – Y así nos desplazábamos de un lado a otro buscando ascendentes. Felipe y el otro piloto empezaron a hacer pasadas sobre el sitio de despegue, – ¡Derecha a izquierda! – Gritaban y pasaban los dos sobre nosotros silbando a gran velocidad. Me contagié y empecé también a hacer pasadas sobre nosotros aunque no tan rápido. Disfrutaba de ver pasar el planeador cortando el viento y salir de nuevo hacia el inmenso abismo.

Se cumplía segundo a segundo mi sueño de venir a Manizales a volar. Volé por espacio de una media hora hasta que vi a varios chulos volando en círculo centrándose en una térmica. Me dirigí hacia allá para aprovechar el jugo que la naturaleza nos brindaba.
De pronto vi como un chulo, pienso que llevado por la curiosidad, empezó a seguir de cerca mi planeador. Cualquier viraje que yo hacia el chulo lo seguía como su sombra. Hice varias maniobras y quedaba sorprendido de cómo me seguía. Llegó el momento en que decidí empezar mis maniobras para aterrizarlo. Para traerlo sin arriesgarlo mucho pensé en perder altura y después traerlo en subida hasta aterrizarlo cerca del área de despegue.

Empecé a hacer virajes en un fuerte banqueo en círculo. No podía creerlo. El chulo entró también en un fuerte banqueo determinado a no perderme. Parecía obsesionado siguiéndolo! Por un momento pensé en que me atacaría pero seria la primera vez que hubiera visto algo así en esta clase de ave de carroña. Era increíble ver como el chulo me seguía en una fuerte y rápida espiral. Me olvidé del chulo y después de perder bastante altura lo traje hacia mi. El Omei se lanzó de frente hacia la montaña, una vez cerca empecé a subir a subir y ya antes de estrellarme con la ladera le acabe de subir la nariz para frenarlo. Aterrizó un poco fuerte y sabia que de seguro se había dañado el spiner de la hélice. Molesto tiré el radio sobre la grama y no olvido la cara de Juan Camilo que se asustó y me dijo, – ¿Que le pasó? … hombre deje la huevonada… lo salvó…no es pa’ que tire el radio… – El tenía toda la razón y pude aprender de él una gran lección para en un futuro dejar de ser tan perfeccionista.

Recogí el planeador y vi que los daños no eran tan graves y que había gozado al máximo mi gran aventura en Manizales. Tomé aire y después de recopilar todo lo vivido les dije, – ¡Que vuelazo! – ¡Se cumplió mi sueño! – Más tarde empezó a llover un poco y fuimos a una tiendita donde el grupo de pilotos acostumbra a reunirse y nos tomamos unos tintos para seguir charlando de todas nuestras aventuras. Me fascinaba compartir con la “gallada” manizalita. Luego cogimos un taxi para la casa de Felipe y ya en su taller prácticamente fue él quien hizo todas las reparaciones del spiner y la fibra de vidrio en el fuselaje de mi planeador.

Aquella noche despedimos la aventura saliendo de nuevo al centro de la ciudad con Felipe. Esta vez nos tomamos nuestros aguardienticos y fuimos a uno de los clubs nocturnos a “mamar gallo” y a bailotear un rato. Julián Felipe botó el aburrimiento por la ventana y nos divertimos bastante. Al día siguiente me preparé para mi viaje de regreso a Cali. Felipe y su madre Martha me despidieron con un agradable desayuno.
Y con la promesa de volver baje en bus por esas adoradas montañas que me dieron tanto placer aquel fin de semana.

Gracias Felipe!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sencillamente espectacular Capi! Que honor el que nos haces! Manu

Anónimo dijo...

Que experiencia!!!