Continuación...
Al siguiente día su madre nos ofreció un delicioso desayuno y después de una oración que ella nos dedicó, acabamos de organizar todo lo necesario para partir con nuestros planeadores rumbo a la aventura.
Me fascinaba la idea de otra vez tomar un bus con los planeadores. Era recordar otra vez aquellos días cuando empezaba mi hoby. Pero esta vez estaba acompañado por mi hijo y me sentía alegre por su compañía y también nostálgico al saber que estaba ya en otra dimensión en el tiempo.
Llegamos a Chía y nos pusimos de acuerdo para que mi esposa Luz Dary y su amigo Freddy llegaran desde Bogotá un poco antes y así vernos un rato antes de que nos fuéramos con Edgar.
Compartiendo un rato con Pipe y Edgar antes de iniciar el viaje al sitio de vuelo. |
Después de un agradable reencuentro subimos al campero de Edgar su parapente que usa para volar con pasajero. Subimos también las dos cajas de los planeadores Omei y Lady. Vino con nosotros Fernando un amigo de Edgar quien iba a hacer un vuelo con él de entrenamiento. Nos despedimos de nuestras respectivas esposas y salimos de Chía rumbo a “El Paraíso”.
Era volver a vivir esa emoción de salir al encuentro de la aventura aérea. Pensaba por el camino que siendo realistas solo íbamos a tener tiempo para preparar la Lady y hacerle su primer vuelo de prueba en estos aires más delgados a más de nueve mil pies de altura sobre el nivel del mar.
Por el camino fuimos recordando viejos tiempos con Edgar. Eran tantas historias que llegaban a nuestras memorias que parecíamos gallinas que no paraban de hablar.
Durante la subida a la montaña Pipe recibió en su celular la llamada de dos aeromodelistas de Bogotá, Paul Hamilton y Christian Correa. Con ellos habíamos estado en contacto por varios meses atrás para encontrarnos este día y así yo recibir un mini curso sobre las reglas de vuelo del planeador con parapentes.
Llegamos al sitio y al salir del campero pude respirar una vez más ese aire frío de las montañas de Colombia. Podíamos ver también varios parapentes que estaban ya flotando sobre nosotros. Sin perder tiempo bajamos el parapente y los planeadores.
Mientras que Edgar se preparaba para volar con su amigo Fernando, con Pipe nos pusimos manos a la obra para instalar los servos y terminar el reglaje. Una vez la Lady estaba lista la sacamos a la zona de vuelo.
Llegaron Paul y Christian y nos saludamos como si nos hubiésemos “visto” antes.
Christian me explicó el proceso y los cuidados para mantenerme separado de los parapentes. Simplemente estaba feliz de estar ya compartiendo con los pilotos bogotanos. Le llevaba de regalo una prometida copia de la primera edición de este libro en CD. Christian me comentaba que también era paracaidista como yo y que había saltado precisamente en Homestead, en Florida, donde yo saltaba.
Christian voló por un rato y después Paul se ofreció a despegar el Lady. Probé el radio revisando que funcionaran bien los mandos. Estaba nervioso por el viento tan fuerte y por el tráfico constante de parapentes.
Paul lanzó suavemente el Lady y esta hermosa dama empezó a elevarse enseguida. Subía muy rápido y pronto tuve que hacer virajes para perder altura. Pronto me tocó ajustarle el trim hacia abajo para que no siguiera subiendo. Le di el control a Pipe y lo puse como ejercicio algunos virajes dentro del área asignada. Me sorprendió como mostraba ya buen control con el planeador. Era la experiencia que le había dejado hacia años atrás el Firebird además de sus vuelos en el simulador de avión en su computador.
Voló por solo unos minutos y note que estaba subiendo demasiado y nos estábamos saliendo del área. Le pedí el radio para bajarlo pero ahora la tarea no solo era la fuerte corriente sino varios parapentes acercándose. Le dije a Pipe que me avisara cuando viera uno viniendo.
Lo bajé y me puse a hacer pasadas a alta velocidad sobre la zona de despegue. Cada vez que pasaba se escuchaba su silbido al cortar el aire. ¡Hacia mucho tiempo no había oído a la Lady silbando! De pronto Pipe me dijo, – ¡Cuidado Carlos, viene un parapente atrás! – Tuve que actuar de inmediato clavando la nariz del planeador para pasar por debajo del parapente. Esta maniobra la repetí varias veces alejándome de ellos.
Después de unos quince minutos de vuelo empecé a sentir mucho frío debido al fuerte viento. Ahora el frío se sumaba a la tensión del vuelo. Decidí empezar a buscar la forma de aterrizar. Después de hacer varios intentos fallidos de aterrizaje no tuve más remedio que perder la mayor altura posible y traerlo en subida hasta que entrara en perdida.
Lo bajé y como un bólido subió por la montaña y parecía que no se iba a detener. Ya cuando estaba casi a nuestro lado entró en perdida total y clavó su fina nariz en la tierra. Se quebró su nariz pero sabia que esto era poco para lo que le hubiese pasado tratando de aterrizarlo de otra forma con este viento.
Descansé y sentí bastante alivio pues aunque era mi despedida de la Lady sabia que la unión de las alas había pasado su prueba bastante bien y ya podía seguir volando con su nuevo dueño Pipe.
Después de este vuelo decidí no volar el Omei pues hubiese sido bastante difícil el aterrizaje en esas condiciones de viento y de tráfico. Por ahora quería descansar del que yo creo fue el vuelo más estresante que haya tenido con la Lady.
Me despedí de Paul y de Christian con la promesa de reencontrarnos al siguiente día para seguir volando.
Edgar aterrizó luego con su alumno en el parapente dobles en la misma zona de despegue y después de unas bebidas calientes empacamos y volvimos a Chía. Había sido un día precioso lleno de aventuras aéreas.
Coordinamos todo para reunirnos de nuevo donde Edgar al día siguiente y volar esta vez en parapente.
Continuará.
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