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miércoles, 12 de mayo de 2010

REENCUENTRO EN BOGOTA (3a parte)


Continuación...

Al siguiente día nos encontramos de nuevo en Chía con Edgar pero esta vez no llevábamos los planeadores. El día iba a estar dedicado al vuelo en parapente. Edgar me dijo que si yo quería volar pero le dije que me gustaría cederle el primer vuelo a mi hijo Pipe y que si había tiempo luego volaba yo. Presentía que el tiempo apenas nos iba a alcanzar para el vuelo de Pipe.
Nos reencontramos con Christian y aprovechamos para tomarnos unas fotos.


Christian Correa con su Zaggi a la izquierda listo para disfrutar de las fuertes ascendentes de este día.



Después de observar por un rato el vuelo de Christian, Pipe fue al parqueadero
 y le ayudó a Edgar a bajar del campero el parapente preparándose para su aventura de vuelo.

Estuvimos por un rato observando la fuerte actividad de vuelo. Unos aterrizaban mientras otros estaban ya despegando. Parecía que no había espacio entre pilotos, parapentes y observadores. Era una completa fiesta aérea. Edgar extendió en el pasto el inmenso parapente “dobles”. Enseguida me acordé de mi vuelo con Edgar cuatro años atrás y estaba feliz de que era ahora mi hijo quien iba a tener su primer vuelo. Quien iba a pensar que un antiguo alumno mío años más adelante iba a llevar como pasajero a un hijo mío… ¡como pasa el tiempo!


Listos para despegar.
Edgar con ayuda de su amigo infló la vela y ambos empezaron a forcejear para estabilizar encima de ellos la inmensa vela que quería ya volar. Yo tomé las correas de Pipe y los sujeté hasta que Edgar dio la orden. – ¡Corra, Pipe, corra…más…más! – Yo corriendo en reverso halaba fuertemente de las correas de Pipe hasta que lograron el momentum adecuado, los solté, Pipe con las puntas de los pies trató de correr un poco más pero el parapente ya los estaba elevando.

Me sentí como mandando a mi hijo a otra dimensión. Sentía completa confianza con Edgar por su experiencia. No había duda alguna de que Pipe iba a estar en buenas manos. Rozaron algunos matorrales y algunos espectadores se asustaron pensando en que tal vez no iba a resultar el despegue pero mi intuición me decía que ya estaba garantizada... y así fue, lentamente se elevaron hasta que entraron en la siguiente zona ascendente y empezaron a subir más y más rápido. ¡Maravilloso!

Edgar con Pipe a la izquierda arriba tomando altura.
Pipe en otro capítulo de este libro escribió su historia de este, su primer vuelo deportivo en un parapente.
Volaron por más de una hora aprovechando las buenas condiciones. En una ocasión se “ennubaron” y alcanzaron a estar varias veces dentro de las nubes que formaban un gran estrato que casi no dejaba entrar el sol.

Como tenían bastante altura Edgar decidió ir a aterrizar al “campo escuela”que se encuentra más adelante abajo en la zona llana que rodea la laguna. Este es el área que utilizan los alumnos para hacer sus primeros ejercicios de vuelo y tiene un área extensa para aterrizar. Edgar le avisó por radio a nuestro amigo que se disponía a aterrizar y ambos bajamos en el campero para recogerlos.
En el campo de aterrizaje. Pipe estaba con frio y un poco mareado por tan largo vuelo.



Justo al lado de la zona de aterrizaje había un ranchito donde
pudimos disfrutar de un auténtico almuerzo campesino.
Después de almorzar empacamos el equipo y subimos al área de despegue. Compartimos un rato con otros pilotos y cuando ya empezaba a oscurecer nos despedimos y bajamos en el campero rumbo a Chía.



Llegamos a Chía y pronto tomamos un bus para Suba hacia la casa de Pipe. Por el camino me decía, – Carlos, todavía siento como que todo se mueve… que extraño… es como si todavía siguiera volando. – Para ser su primera vez fue un vuelo largo y todavía en su oído interno se le confundían las sensaciones. Estaba feliz y eso me hacia aun más feliz. Llegamos a su casa y Ángela con cara de asustada le pregunto como le había ido.

Todo el día había estado nerviosa por el vuelo de su hijo. Pipe le contaba una y otra vez su aventura. Esa noche hablamos de muchas cosas mientras entrábamos a volar en el país de los sueños.
Al día siguiente llegó el momento de continuar mi camino hacia Cali. Pipe me acompañó hasta el apartamento de mi madre en la circunvalar de Chapinero. Yo llevaba mi maleta y Pipe me ayudó con mi planeador. Llegamos arriba al apartamento jadeando con la boca abierta tratando de recuperar el aire. Nos encontramos con Luz Dary y con mi hermano Felipe que ocasionalmente pasaba por Bogotá.




Recuerdo que desde el apartamento nos pusimos con mis binoculares a ver a los aviones que llegaban y salían desde el aeropuerto internacional “El Dorado”. A Pipe le fascinaba la vista y el sentirse un poco más cerca de ese interesante mundo de la aviación comercial.

Le pregunté a Pipe que si tenía sus propios binoculares y me dijo que no. Así aproveché para hacerle un regalo más antes de partir. Y me dijo, – ¡Waooo Carlos que regalazo! – Bajé con el al área de la ciudad, nos tomamos un kumis con un pan en una cafetería, charlamos un poco y con un fuerte abrazo nos despedimos con la promesa de volvernos a ver pronto.

Gracias Ángela por acogerme esas noches en tu hogar.
Gracias Edgar por esos dos súper días de vuelos.
Gracias Pipe por tu compañía y por tan agradables aventuras, fantasías de vuelo y música que compartimos en esos días.

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