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sábado, 8 de mayo de 2010

EL REZO LLANERO


Nos preparamos para un día de vuelo en cometa en las montañas del parque del Neusa al norte de Bogotá a mediados de los 80.

Guillermo llegó a mi casa, montamos dos cometas sobre el carro, la Phoenix 6D y la Dove B tricolor con su respectivo equipo y salimos a recoger a Carlos Iván Medina.
Decidí no llevar mi cometa para dedicarme de lleno a la instrucción de ellos dos ese día. Se unieron al paseo mi padre y mi madre lo cual puso un toque familiar a la aventura.

Cuando llegamos al parque el tiempo se veía bastante gris y amenazando con lluvia. Me preguntó Carlos Iván, – ¿Carlos, si cree que valdrá la pena subir?... ¡Ni siquiera se ve la cima de la montaña! – Esto quería decir que la base de las nubes estaba por debajo del sitio de despegue y no tendríamos visibilidad para despegar.

Algo dentro de mí no quería ceder a la presión del mal tiempo para desistir de volar ese día. Les dije, – Subamos y le damos chance al día de que nos regale una pequeña “ventana” con la suficiente visibilidad para despegar. – Pero todos me pusieron cara de que estaba demasiado optimista. Sin embargo las ganas de volar los animó a subir aunque un poco ya resignados a quedarse en tierra.

Cuando llegamos al sitio de despegue quedamos rodeados por una espesa niebla con una llovizna helada intermitente. Para animarlos les dije. – Creo que pronto va a dejar de lloviznar, esperemos una hora a ver si mejora la visibilidad. –

Pasaron dos horas y escasamente había disminuido la llovizna.
Mi madre propuso que camináramos un poco por la helada cima de la montaña sin importar si volábamos o no. Esto rompió un poco ese hielo que se crea cuando solo tenemos en nuestra mente la idea fija de poder volar.
A pesar del frío mi madre nos ofreció un delicioso pollo asado que disfrutamos como si fuéramos montañistas atrapados por varios días en un nevado.

Caminamos por entre los frailejones, que son plantas de hojas gruesas con una vellosidad especial que las protege de la escarcha y que cubre la mayor parte de esas laderas.

Conversando con Guillermo le conté una anécdota de un cometista bastante famoso en el grupo de pilotos avanzados llamado Ricardo García alias “Kung Fu” por su afición a este otro deporte.

El vivió bastante tiempo en los llanos orientales de Colombia y sabía muchos dichos, costumbres, remedios caseros y hasta rezos de los campesinos de estas tierras.

Un día mientras ellos esperaban “eternamente” por algo de viento de frente para despegar en la montaña de Villavicencio, a la puerta de los llanos, les dijo a sus compañeros pilotos que iba a hacer un “rezo llanero” para mejorar las condiciones.

Todos se rieron pensando que era otro chiste para matar el tiempo. Reunió ciertas hierbas que encontró alrededor, hizo una pequeña fogata y dijo unas cuantas frases sin importarle la burla de sus amigos.

El humo se levantaba vertical por la quietud del viento pero de pronto se inclinó. En cuestión de unos minutos recibieron una pequeña ráfaga de viento favorable. Obviamente Kung Fu ya estaba listo para despegar, alzó su cometa y con una suave carrera se levantó sobre el paisaje llanero.

Todos como desesperados corrieron a colocarse sus arneses, cascos y demás arandelas pero cuando ya estaban listos para despegar el viento se invirtió de dirección cerrándoles la ventana de tiempo para volar. – Que man tan de buenas – Comentaron, – ¿O habrá sido el rezo? – Dijeron todos riéndose.

Guillermo me interrumpió la historia y me dijo, – ¡Carlos hagamos el rezo!.. ¡De una!..¡No perdemos nada! Y le respondí riéndome…– Pero yo no se cual es el rezo y además era solo para el viento. – Y me dijo, – ¡No importa, lo inventamos! –

Y al verlo ya tan decidido le dije como si tuviese idea del asunto. – Listo, llame al Carlocho y busquemos hojas secas de tres diferentes clases de plantas –, poniendo ya un tono más serio.

El Carlocho nos miraba y nos decía, – ¡Yo sabía que ustedes estaban locos pero, como yo también lo estoy, pues díganme lo que hay que hacer! –

Debido al terreno fue un poco difícil encontrar las hojas secas pero al fin lo logramos. –Traigan las hojas y pongámosla juntas en forma de pirámide para encenderlas. – Les dije.

– ¿Ahora como las vamos a encender si aquí nadie fuma? – Dijo Guillermo. Recordé que en mi equipo cargaba un pequeño encendedor en caso de un asado. Lo traje y nos reunimos detrás del área de despegue donde estábamos resguardados del viento.

Me inspiré y les dije, – Bueno muchachos, cada uno de nosotros vamos a hacerle una oración al cosmos o a lo que ustedes consideran su ser superior para que levante el techo de nubes y nos deje volar. – Para mi sorpresa Guillermo y Carlocho cerraron sus ojos y dijeron, – ¡Listo! –

Les dije, – OK, unamos nuestras fuerzas, tomémonos de las manos y cada uno dirija su oración. Recuerdo que todos usamos frases muy sublimes pidiéndole al universo que nos pudiéramos integrar a él en ese día y por siempre. Fue muy bello y mágico aquel momento. –

¡Bueno, armen las cometas y alisten el equipo… sea lo que sea vamos a estar listos! – Les ordené y cada uno inició su rito de preparación como si estuvieran seguros de que iban a volar.

Subimos al sitio de despegue y todo se mantenía igual, gris, húmedo y frío. Les dije para animarlos que yo iba a bajar un poco más por la ladera de la montaña hasta el límite del techo de nubes a ver si podía divisar la gran laguna del parque y así poder medir la visibilidad.



Bajé por unos minutos y de pronto poco a poco pude ver la silueta de la laguna. ¡Que imagen más bella después de estar varias horas sin ver más que el gris de las nubes!

Empecé a devolverme hacia arriba y me di cuenta que a medida que subía podía seguir viendo la silueta de la laguna. ¡Esto significaba que el techo estaba subiendo lentamente conmigo! Miré hacia el sitio donde ellos estaban y sabía que ellos no podían ver la laguna pero que si despegaban al bajar un poco podrían verla y así continuar su vuelo con esa referencia.

Lo peligroso es que si perdían la laguna de vista quedarían envueltos en solo niebla y en cuestión de segundos se estarían estrellando de nuevo contra la dura realidad del planeta tierra.

Enseguida les grité, – ¡Rápido, póngase los arneses, cuélguense a las cometas y listos para el despegue que el techo esta subiendo! – Y me respondieron, –Pero Carlos todavía no vemos la laguna –, y les dije, – Apenas despeguen, pican la cometa para bajar un poco y podrán ver la laguna. –

Vi que el techo de pronto se quedó estable y supe que era el momento pues podría devolverse y dejarnos sin ninguna oportunidad. – ¡Yaaaa….despeguen yaaaa! – les grité. Pude ver como entre la niebla, como fantasmas, se preparaban y tomaban cada uno su posición de despegue.

Tomó carrera primero Carlos Iván, se elevó y al pasar sobre mi le grité, – ¡Pique, pique! – Pude ver como aceleró y al ver la laguna exclamó, – ¡La veo, la veo! – Después siguió Guillermo y apenas vio la laguna grito. – ¡Yiiiija, lo logramos!

Aunque estaba en tierra sentía que estaba volando con ellos con más intensidad que nunca. Pude ver como el techo bajó lentamente y perdí contacto visual con ellos pero sabia que estaban disfrutando de un merecido vuelo.

Lo gracioso es que abajo en el sitio de aterrizaje estaban varios cometistas esperando a que mejoraran las condiciones y que no se habían animado a subir. Al ver a Guillermo y a Carlos Iván volando decidieron subir inmediatamente pensando en que las condiciones habían mejorado pero al subir se encontraron con cero de visibilidad.

Recuerdo que Gabriel Leal subió tan rápido como pudo y aunque le estuve ayudando a medir la visibilidad, el techo siguió bajando y cerró por este día esa pequeña ventana de posibilidad para despegar, – Que tipos tan de buenas. – dijo Gabriel y lo miré riéndome, – Gabriel, lo que sucede es que nosotros hicimos trampa y pedimos reservación para solo dos despegues, ¿Usted no hizo la suya? – Y me dijo, – ¡Ok, dígame como es la trampa que estoy que me vuelo! – Y le respondí, – ¡Ah, no, ese es un secreto de nuestro club y es solo para afiliados! Ja,ja,ja,ja!!

Y así mantuvimos en secreto aquel rito que hice con mis alumnos en ese frío y nublado día cuando nos dirigimos al universo, con aquel…rezo llanero.

Brujo llanero.

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