Powered By Blogger

lunes, 3 de mayo de 2010

DESPERTAR


Despegamos en nuestra pequeña y estrecha cabina del Cessna 152 con mi instructor desde Cartagena hacia un pueblo intermedio con destino final Bogotá (año 1986). Como mi instructor era “costeño” me había invitado en Cartagena a un buen almuerzo con comida autóctona de mar. Nivelamos a unos seis mil pies y establecí mi rumbo. El siguiente llamado por radio no sería sino hasta dentro de unos cuarenta minutos.

Todo estaba planeado y no había más que hacer en la cabina excepto charlar y echar chistes. Me habló de sus amigos y de sus recuerdos por estas hermosas tierras del litoral del atlántico Colombiano.

A los pocos minutos se nos acabó el tema y el instructor sacó su periódico y se puso a leer. Esto me hizo concentrar solo en el vuelo y en corregir las pequeñas variaciones de rumbo y altura que alguna pequeña turbulencia a veces lograba.

El día estaba espectacularmente soleado y completamente calmado pues a esa altura no había turbulencia. Afuera el paisaje era el mismo en todas direcciones. El gran verde de las planicies cerca de la costa y arriba el gran azul del cielo.

Cessna 152 de Aeroclub (Foto cortesia de Juan Pablo Ortega,
Airliners.net y Aviacol.)

El instructor se puso sus Rayban oscuras y volvió a abrir el periódico. Y pensé, –¿Se puso la Rayban para leer?– Lo veía como muy quieto.

Mi inocente mente se demoró en descifrar que esta era la forma más diplomática dentro de la relación instructor alumno de decirme “Se supone que estoy despierto pero no me joda y déjeme dormir”.

Me sentí de pronto solo en la cabina. Ahora mi responsabilidad era doble. Con mayor razón debía mantener las cosas en orden o si no cuando el instructor despertara recibiría la “vaciada” del siglo.

Revisé una vez más mis instrumentos, altura, velocidad, el plan de vuelo y todo estaba en regla. Miré al frente y podía observar la sombra de la hélice, el paisaje y todo alrededor en completa armonía. Todo estaba perfecto y pensé que después de ese tremendo almuerzo, la calma del vuelo, el continuo arrullo del sonido del motor era lógico que el instructor cayera dormido.

Empecé a sentir que toda esta perfecta calma y armonía me estaban envolviendo a mi también y un corrientazo frío pasó por mi espalda, – ¡Ahora no me puedo dormir!… ¡Soy el único que esta volando el avión! –

Respiré profundo y trataba de auto vigilarme para mantenerme despierto. Recordé un artículo que había leído sobre el micro sueño en el que entraban algunos pilotos después de largos vuelos. Uno de los primeros síntomas era quedarse mirando fijamente un instrumento.

Parece que basado en esta imagen el cerebro se las ingenia para crear alrededor un paisaje ficticio bastante parecido al original en el que todo esta bajo control y así poder desconectarse de la realidad y cerrar los ojos sin que uno cambie de “película”.

–Uhmmm– pensé, –que interesante… pero creo que este síntoma me puede pasar a mi pues justo estoy viendo fijamente un instrumento. A lo mejor estoy entrando en un micro sueño. Pero veo todo normal. ¿Será que lo que estoy viendo es obra de mi mente? A lo mejor tengo ya mis ojos cerrados y pienso que están abiertos?

Bueno… aunque suene absurdo lo que debo hacer es tratar de abrir mis ojos aunque estén abiertos. – Al pensar esto y para mi propio horror abrí mis ojos y volví de nuevo a la realidad. ¡No podía creerlo! ¡Me había quedado dormido! ¡Por cuanto tiempo! Mi corazón y mi respiración se detuvieron.

A la velocidad de la luz evité ver hacia afuera del avión y mis ojos se clavaron en los instrumentos. Había perdido solo seis cientos pies de altura y me había desviado treinta grados a la izquierda. ¡Estoy vivo! Pero ahora de seguro venía la tortura de gritos del instructor.

Lentamente viré mi cabeza hacia mi derecha y no podía creer lo que estaba viendo. La misma imagen del instructor escondido detrás del periódico apaciblemente dormido. Respiré profundamente aliviado. Sentía como si me hubiese dado una ducha de agua fría. Como si después de estar borracho se me cortara la embriaguez de inmediato. Estaba completamente despierto.

Cuando empecé a corregir lentamente mi “embarrada”, el experto sexto sentido del instructor lo despertó y enseguida me dijo, – ¡Pilas con el rumbo y la altura!… ¡No se vaya a dormir! –

Desde ese entonces cada vez que sospecho que me puedo dormir tengo ya un plan para mantenerme alerta con barras de chocolate, papas fritas, abro la ventana para que me pegue el viento frío, cambio de asiento, abro la puerta o cualquier cosa que me asuste para quedarme despierto por otro buen rato. ¡No más dormidas!


No hay comentarios.: