Continuación...
Se llegó el sábado, primer día del evento. Mi papá, perdido, entre reuniones con la gente de Aerocivil, la junta directiva de la organización, las directivas del aeropuerto (ahora internacional) El Edén.
De vez en cuando lo veía por ahí, corriendo, pidiendo escarapelas, preocupado, estresado…Mi madre en la taquilla, viendo a medida que pasaban las horas, como iba llegando más y más y más gente al sitio.
Mi hermana, mi primo, algunos amigos y yo por ahí, caminando en la plataforma, subiéndonos a los aviones y tomando muchas, pero muchas fotografías. Por tener la organización del evento en mi casa yo sabia que los saltos en paracaídas estaban programados para el día domingo. –“Tocará esperar a ver que pasa esta noche, mañana será otro día” – Pensé en el trayecto desde el aeropuerto hasta mi casa. –
El cansancio de un excelente pero agotador día se hizo notar. Sólo hubo tiempo para comer algo liviano, siete minutos en la ducha y a dormir. La frase “salto en paracaídas” no tuvo tiempo de surgir entre los pocos minutos en que estuvimos concientes esa noche.
Se llegó el tan ansiado día domingo. Era el 1 de Julio del año 2007. Para esa época tenía yo 17 años, a 6 meses de cumplir mi mayoría de edad, ansiosa por tener la contraseña en mis manos… Y no se imaginan cuanto la deseaba en ese momento… ¡Yo quería poder decir que me hacía responsable por mi misma de lo que me pudiera pasar!
Los paracaidistas se reconocen a kilómetros de distancia. Gafas oscuras, zapatos deportivos, pero lo más notorio a mi parecer es un cierto estilo al caminar… No me pregunten qué es, pero que lo tienen, lo tienen. Hay algo en su andar que los diferencia de los demás. El evento era patrocinado, entre otros, por Tigo (compañía de comunicación celular) y RedBull (bebida energizante).
Como RedBull = mujeres bonitas, mujeres bonitas = paracaidistas, entonces RedBull = paracaidistas. Y efectivamente así fue. Todos tenían sus camisetas de Tigo y una lata de RedBull en la mano cuando los identifiqué desde lejos. Sentía un escalofrío que me recorría uno a uno mis 157 centímetros de estatura…y decidí caminar hacia ellos. Quería enterarme de las cosas, saber que debía hacer para saltar... ¡Quería sentir lo que sienten ellos!
Halé a mi primo del brazo, diciéndole – ¡Santi, acompáñame a hacer una locura! – Llegué a su carpa y me sudaban las manos. Saludé con voz temblorosa, miraba a mi primo que estaba desesperado por devolverse. Uno de ellos se me acercó. Era un tipo alto, acuerpado, perfectamente afeitado, con una sonrisa espectacular y algunos rasgos árabes… muy interesante él, por cierto.
Le dije que quería saltar. Muy amable me hizo seguir, me senté en una mesita que tenían instalada al fondo de la carpa, tomó una especie de formulario y comenzó. Debido a la situación estaba nerviosa, pero con los papeles al frente, ¡se me duplicó!. Lo primero que hizo fue preguntarme mi edad, y al responder, haciendo gestos de desagrado, le dije – Si, ya sé que debo hacer firmar las autorizaciones de mis padres…– Luego me preguntó mi nombre.
Inmediatamente, haciendo notar mi ansiedad, le respondí – Manuela Jaramillo.– Y sucedió algo inesperado. Me preguntó – ¿Cómo así? ¿Tu eres la hija de ‘Mincho’? – Ese ha sido el ‘alias’ de mi padre desde hace 32 años que está involucrado en la aviación. Asombrada, le respondí – ¡Si, soy yo! – a lo que con una gran sonrisa dijo – ¡Y porqué no me habías dicho eso antes! Eso nos ahorra muchas cosas.– Luego me explicó que mi padre ya había hablado con ellos.
Dadas las circunstancias, separó y organizó algunos papeles, momento en que alcancé a ilusionarme con que no tendría que rogarle a mi madre para que los firmara, o en su defecto, lanzarla primero a ella del avión para cumplir lo que me había pedido, SALTAR SOBRE SU CADAVER… Si, lo sé, suena muy cruel, pero exactamente eso me dijo…
Cuando terminó me entregó una hojita... ¡sólo una de muchas que tenía en la mesa! Y me dijo – Bueno Manu, haz esta vueltita y cuando termines, por acá te esperamos para hacer el curso en tierra, solo demoras 20 minutos y salimos en el vuelo de la una de la tarde. – Yo solo pude asentir con la cabeza, mientras peleaba con mis nervios para que me dejaran leer lo que decía la hoja…
Cuando me “tranquilicé”, pude ver en letras mayúsculas, EXONERACIÓN DE RESPONSABILIDAD PARA MENORES DE EDAD… Y abajo el tan temido renglón, “Firma de la madre – firma del padre”. Mi primo me miró con cara de incertidumbre, y le dije… – Santi esto no son penas, vamos a buscar a mi papá y luego veremos que hacemos con mi mamá! – a lo que me respondió – Si Manu, pero acuérdate que son las 11 de la mañana y tienes menos de 3 horas para convencerla. Es el último día del evento, el último vuelo, y para saltar, ya no habrá un mañana.– A lo que no tuve más que reaccionar con un silencio…
...Continuará.
1 comentario:
ya publiquen el final, ya me comi las unas
Publicar un comentario