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jueves, 1 de julio de 2010

VUELO AL AMAZONAS (2a parte)


No sabía si estaba exagerando o debía decir algo. Mi visión entró como en un túnel al ver como embestíamos de frente esta pared. La cabina se oscureció y el capitán alcanzó a mirar al frente justo cuando la nube explotó en el parabrisas frontal como si fuera un millón de piedritas con un ruido ensordecedor.

Todo se sacudió por un instante y luego todo volvió a la normalidad como si nada hubiese pasado al cruzar al otro lado de la nube .

El capitán le dice al copiloto. – ¡Oigaaa, porque no me avisó que venía esa nube, pobres pasajeros seguro se asustaron! – Y el copiloto le responde, – ¡Pero como le iba a avisar si estábamos en la mejor parte del chiste! – Todos soltaron la carcajada y continuaron la sesión de chistes mientras yo iba calmando ese frio que se me quedó en la espalda después de semejante espectáculo.

Empezamos luego nuestra aproximación al aeropuerto de Leticia capitál del Amazonas y me quedé maravillado al ver la inmensa alfombra verde formada por la densa jungla que rodea al río Amazonas.
Pasamos sobre el río y aterrizamos. Estuvimos un rato en el aeropuerto, comimos algo y luego nos preparamos para el vuelo de regreso.
El aire de la selva me recordaba de nuevo Barranca y mi niñez. Podía sentirme a mi mismo de niño logrando mi sueño de volar en un jet.

Subí al avión primero que todos y me senté en mi puesto de observador. Entró el capitán y con él mi gran sorpresa. – Bueno capitán Carlos, no se como va a hacer pero quiero que me lleve a Bogotá. – ¡No podía creerlo! Enseguida me señaló que me sentara en el puesto del copiloto. Estaba viviendo lo que por años había soñado, despegar por primera vez un jet!

Un poco nervioso me acomodé en el asiento derecho y procedí a pedir las listas de chequeo al ingeniero. De nuevo miraba hacia adelante y no podía creer que tenía ya cerca de mi cara el parabrisas.

Me fascinaba escuchar el ruido de los instrumentos tan cerca de mi. Eran momentos de completa felicidad. El capitán llevó el avión hasta la cabecera de la pista y me dijo – Bueno “maestro” tranquilo... ponga la mano sobre los aceleradores que no lo van a morder. – Subí lentamente la potencia mientras mantenía mis pies en los frenos. Recordaba la escuela pero no escuchaba los motores pues estaban lejos en la cola del avión.

Los instrumentos cobraron vida indicando la subida de las revoluciones. Pedí potencia de despegue y el ingeniero la colocó con exactitud milimétrica. Enseguida pude escuchar el lejano aumento del silbido de los motores. Solté los frenos y enseguida sentí la presión en mi asiento hacia delante.

Tomamos velocidad y me sentía más tranquilo. Estaba en completo control. El piloto dentro de mi se fue posesionando. El capitán llamó velocidad de despegue, halé suavemente la cabrilla, rotamos, vino aquel golpe al extenderse el tren delantero y delante mio desapareció el horizonte.

Mis ojos enseguida bajaron a los instrumentos para mantener la nariz en el ángulo adecuado. Ordené subir el tren y el capitán estirando la mano subió la palanca del tren. Vino el sonido de todo el sistema de puertas y pistones hidráulicos recogiendo el tren delantero y después silencio. Acto seguido descubrí que había cometido ya mi primer gran error. ¡No sabia hacia que lado virar para ir a Bogotá!

El capitán pronto se dio cuenta y dijo, – ¡Oigan, este man nos va a llevar a hacer un “tour” por Brazil y Perú, que rico! – Enseguida colocó en el instrumento el rumbo que debía seguir. Viré, subimos y luego nos establecimos en uno de los niveles de vuelo mas altos de esta ruta.
Luego me dijo – No me vaya a colocar el piloto automático, quiero que aprenda a volar el avión a esta altura. – Debido a lo alto que estábamos el avión no tenía tanta estabilidad y tenía que estarlo corrigiendo constantemente. En ese momento no me cambiaba por nadie. Cada segundo era pura dicha para mi.


 Dejamos atrás el inmenso tapete verde de la jungla amazónica y ya al fondo podía ver las montañas que me mostraban el final de la aventura.

Alcancé a hacer parte de la aproximación al aeropuerto de Bogotá y antes del descenso final el capitán me indicó que pasara atrás y me felicitó por mi primer vuelo. – No vaya a decir nada oyó chino. – Me dijo para dejar en secreto aquel regalo que siempre quedará en mis recuerdos.


Gracias capi! Gracias Dios mio!

2 comentarios:

Lumediana dijo...

wow! que historia tan cautivante, la manera como empezó me atrapo, es muy poético, me fascino, uno de los mejores que te le leído.

DAVID dijo...

buenísimo, todo un sueño cumplido ¡¡