Continuación...
Ya con el paracaidas abierto vi como Milton organizaba el ‘slider’, un sistema que retarda la apertura del paracaídas. Me acomodé en mi arnés y dejé en las nubes todo el miedo que llevaba en el avión.
Inmediatamente noté la gran velocidad a la que volábamos, comparada con la normal en un parapente. Ya sentía el calor de la superficie del suelo. Detallé la gente, las carreteras y los demás paracaidistas que ‘flotaban’abajo nuestro. El paisaje se me hacía muy conocido, pues anteriormente había volado en parapente en esa zona.
De repente Milton pronunció algo que me sorprendió. – ¿Quieres volar? – me dijo. Yo me reí y le respondí – ¡Ya estoy volando, de hecho! – Lógicamente yo entendí lo que me quiso decir, y después de suspirar y dudarlo unos segundos accedí. Me acomodé, tomé los mandos con firmeza y quise hacer un giro. Aun teníamos una altura considerable. Halé un poco el mando, y para sorpresa mía, ¡Hicimos un círculo cerrado!
Estaba acostumbrada a los mandos del parapente que son mucho menos sensibles que éstos. De ahí en adelante le ‘cogí más el tiro’ a las cosas.
Nos acercábamos al suelo y dejé que mi piloto hiciera su labor. Hicimos unos giros muy cerrados, iniciamos la aproximación mientras observaba como los demás recogían sus equipos en la isla de la plataforma. Milton me dio la indicación para tomar posición de aterrizaje, debía llevar mis rodillas al pecho.
En la mañana había visto a otros pasajeros hacer esto desde el suelo, y no pude evitar reírme pues en realidad se ve muy chistoso!. Pensé en sugerirle un aterrizaje como lo hacen los pasajeros de parapentes, pero no era indicado en este mi primer vuelo. Nos acercamos al suelo y solo tuve que juntar mis talones y flexionar un poco las rodillas para amortiguar el impacto, que gracias a la pericia de mi piloto fue realmente suave.
Aterrizando en la isla de la plataforma del Aeropuerto |
Después de eso, pensé que nada mejor o más emocionante podría pasar. El público aplaudía mientras vi como de él salía mi hermanita menor, corriendo, atravesándose por el medio de la pista seguramente sin ni siquiera mirar. Llegó corriendo con mucho impulso, y del abrazo que me dio casi me tumba. En ese momento los demás miembros del equipo de paracaidismo ya habían recogido en ‘repollo’ sus equipos y se acercaron donde estábamos nosotros.
Todos me saludaron preguntando cómo me había sentido. Se reunieron alrededor mío, me encerraron en un círculo y de nuevo yo no sabía lo que estaba pasando. Se tomaron de las manos y cuando menos pensé, al unísono se escuchó un grito que exclamaba – Manu, ¡Bienvenida al cielo! – Y todos aplaudieron. Sentí muchas, muchas ganas de llorar. La emoción me invadió y no tuve mas remedio que agradecer y abrazar a mucha gente, que hasta ese momento eran desconocidos pero de ahí en adelante, aparte de marcar mi vida, muchos fueron muy buenos amigos.
Era la hora de despejar la pista pues el show del Festival Aéreo debía continuar. Caminamos por la plataforma y yo aun no aterrizaba, no era consciente de lo que acababa de suceder.
Milton, a la izquierda, con el equipo. En el centro, yo, con cara de pastel. Y a la derecha Natalia, mi hermana, que corrió a recibirme. |
A medida que me acercaba a la gente podía notar la diferencia en los gestos que me hacían antes de despegar. Ahora me sonreían. Me encontré con aquel militar que estaba en la sala de juntas reunido con mi padre. Me dio un fuerte y efusivo abrazo que realmente no me esperaba. Al fondo vi a mis amigos y a mi primo. Santi corrió y me abrazó también.
Caminé hacia una mesa donde estaba mi madre, dándome la espalda. Milton me dijo que me acompañaba para mostrarle que yo estaba bien, y más o menos la mitad del grupo se vino detrás de nosotros. Mi padre nos interrumpió, me saludó, me regaló una gran sonrisa y les agradeció a todos por la experiencia.
Me explicó que no podía quedarse pues tenía cosas que hacer… ahí supuse que debía enfrentar a mi mamá yo sola, pensé que estaba con el genio alborotado pues había usado la ‘fuerza bruta’ y algo de ‘presión sicológica’ para hacerla firmar los papeles. Por mi mente pasó un “Ahh pues que se ponga brava todo lo que quiera, igual ya salté, de acá en adelante la que pierde es ella. Para pelear se necesitan dos y yo no seré la segunda”. Hoy en día lo admito, fui algo grosera…
Llegamos a la mesa, le hablé a mi mamá y no me respondió. Milton y los demás quisieron ser prudentes y retirarse. Yo les hice gestos invitándolos a quedarse, ¡Al fin y al cabo ellos fueron los que hicieron presión usando sus propios métodos!
Dí la vuelta a la mesa y noté con asombro que mi madre estaba llorando. Quise levantarle la mirada y se negó a hacerlo. Le dije – Mami, ¿Qué te pasa? Mira que ya salté, ya aterricé y estoy bien, ¡Estoy feliz! – Después de un estresante silencio ella volteó la mirada sin dejar que yo la viera y aqui vino la gran sorpresa. Miró a Milton y le dijo – Milton, yo quiero saltar, ¿Cierto que ya no es posible? ¿Cierto que éste era el último vuelo? Después de ver a Manuela aterrizar bien, yo quiero hacerlo! – Luego mirándome se acercó y me abrazó. No podía creerlo, mi madre se quedó con el antojo que yo si logré calmar.
Dedicado a mis padres y mi hermana, por estar siempre incentivándome las ganas de tener los pies lejos del suelo. A mi tía Lela y mi hermanito Andrés, quienes nos recibirán allá, cuando sobrepasemos los límites de la capacidad humana y anhelemos estar sobre las nubes.
Gracias!!
Manuela Jaramillo
Con mi mami en el evento del 2009 en Armenia. |
LINK DE MI SEGUNDO SALTO! Feb 2016:
https://www.youtube.com/watch?v=GhoNkd6ar_4
https://www.youtube.com/watch?v=GhoNkd6ar_4
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