Continuación...
En el vuelo en cometa
Mi papá es piloto de cometa y fue él la influencia principal para yo decidirme a hacer el curso de ala delta, aunque el no fue mi instructor siempre he atendido todos sus consejos.
Unos años después de que Manuel se fue a vivir a Cúcuta me llamó muy entusiasmado diciéndome que iba a empezar con su padrastro el curso de ala delta en San Cristóbal, Venezuela.
Me dijo que le gustaría hacer el curso conmigo, y que en los próximos días el viajaría a Medellín para que viajáramos juntos a Venezuela. Esto fue en julio del 2007 y ya estábamos en la universidad. No lo pensé dos veces y simplemente le dije, – ¡Hágale mano, de una! – Y nos pegamos el viaje.
Primero hasta Cúcuta, unas 12 horas, y luego escondido en un carro con placas venezolanas unas 2 horas hasta San Cristóbal. Iba escondido porque no tenía pasaporte, de hecho ya he ido dos veces a Venezuela y las dos veces he pasado escondido o distrayendo a los soldados “venecos” con fotos de planeadores e historias raras, je,je.
Llegamos al fin a San Cristóbal con muchas expectativas y listos para comenzar nuestro curso de ala delta. Es que era más que un curso… !Era por fin volar de verdad!
Tico, el padrastro de Mane y nuestro instructor nos informó que teníamos que hacer un viaje de 4 o 5 horas hasta el “aprendedero” que quedaba en “La Pedrera”. Fueron 4 o 5 horas más de ansiedad.
Empezó el día número uno del curso en una montañita llena de baches, en una Polaris, un ala delta vieja y grande que tenía Tico para enseñar a volar.
Como dato curioso cabe anotar que aprendimos sin ruedas (grave error) y los “narizasos” fueron muchos. Aunque aprendí a soltar los brazos en las estrelladas contra el piso y así no lastimarme no pude librarme de reventarme la boca, y Mane no pudo evitar doblar una barra paralela del triángulo al no soltarse en una mala caída.
Ese mismo día sentí por primera vez el placer de levantarme del suelo, ¡Mi primer vuelo! Fueron solo unos cuantos centímetros de altura pero la sensación fue incomparable.
Uno de mis primeros vuelos en la Polaris… ¡Que delicia! |
¡Con reventada de jeta y todo! |
De izquierda a derecha, Mane, yo y nuestro profe Tico bajo la Polaris. |
El segundo día de curso ya hacíamos vuelitos de unos 9 metros de altura, mis narizasos no faltaban y los despegues erráticos de Mane tampoco. Ese día si que volamos, fueron uno tras otro los pequeños vuelitos y cada vez nos acercábamos al vuelo de 100 metros de altura.
Después tuve mis primeros aterrizajes decentes y mi primer fuerte estrellón contra el mundo. Algo dentro de mí me gritó, – ¡Aprenda pues guevón a corregir antes de aterrizar! – Me dejé ganar por la cometa hacia la derecha, y la estrellé contra unas piedras. Llegaron las seis de la tarde y nosotros no queríamos irnos de la montañita, la verdad nunca queríamos irnos.
Nos hospedábamos en un hotel con los precios más increíbles del mundo. La noche para 5 personas por solo 60.000 bolívares, ósea en esa época exactamente 30.000 pesos. Era un hotel con piscina y aire acondicionado, ¡Era más de lo que podíamos esperar por ese precio!
Llegó el tercer día y como no podía faltar algo de aeromodelismo pues llevamos un modelo a escala de un ala delta fabricada por Mane.
Aquí estoy con Tato el medio hermano de Mane posando con el ala delta a escala. |
Aunque fue un total fracaso era divertido ver más o menos lo que nos pasaba a nosotros pero a escala reducida.
Ya estábamos volando a unos 30 o 40 metros de altura aproximadamente, ya hacíamos giros en S para buscar el área de aterrizaje. Mis aterrizajes seguían siendo muy fuertes porque adelantaba mucho el “flare” o stall para frenar y caía siempre duro desde unos 2 metros de altura. Mi compañero ya había mejorado mucho sus despegues.
Hubo un vuelo en especial ese día que me asustó mucho, incluso llegué a recomendarle a Mane que no despegara con ese viento tan fuerte. Pero como de costumbre no hizo caso y despegó casi en 3 pasos, hizo un vuelo muy turbulento con buen despegue y un excelente aterrizaje, fue más el susto...
Continuará...
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