Luz Dary Jiménez, mi esposa (2010), siempre siguió de cerca las historias de este libro, corrigiéndomelas y haciendo observaciones para mejorar el estilo y la composición. Pero ahora le toca el turno a ella con su propia historia y la que hasta ahora ha sido su única experiencia en el vuelo deportivo…
“Temores al viento”
Será solo una entrevista más de las que hago con frecuencia para el diario Occidente de Cali, mi editor me ha encomendado hacer un reportaje sobre un deporte extremo, mi esposo que los practica ya tiene el candidato perfecto.
Guillermo Londoño me espera en Key Biscayne, el sitio donde él vuela el ultraliviano. Su padre, pilar fundamental en su carrera, amigo incondicional de su hijo y cómplice del aire lo acompaña siempre que puede, un paisa de pura cepa que no deja de sorprenderme con esa infinita capacidad de amar a sus hijos y que destila por todos los poros.
Guillermo un chico joven guapo y tímido hace uso de su humildad característica para enseñarme el ultraliviano y decirme como funciona antes de contarme su historia en este deporte. La mejor forma que tengo para describir un ultraliviano es que es un avión pequeño sin carrocería, o una clase de cometa donde uno se puede sentar, mientras lo observo por todos los lados no deja de sorprenderme el valor que se requiere para volar un aparato de esos mientras todo nuestro cuerpo esta expuesto a la misericordia de la naturaleza.
Un escalofrío me estremece de solo pensar en montarme en uno de estos, menos mal que mi profesión no me exige vivir las mismas experiencias de mis entrevistados, respiro aliviada de solo saber que me basta con escuchar a Guillermo, grabar la conversación, verlo despegar, hacerle algunas fotos y regresar a mi casa y dejar que lo único que vuele, para escribir este reportaje, sea mi imaginación.
Guillermo me describe todas las peripecias para obtener su licencia de piloto en Estados Unidos, me cuenta de experiencias anteriores en Cartagena, y me deslumbra con la precisión con que describe el apoyo y la calidez de su hogar, el mismo que como tantos en nuestro país se vio obligado a ser dividido en aras de la seguridad de sus miembros.
Guillermo concluye sus relatos y yo apago la grabadora para tomar las fotos y observar gracias a unos binoculares como es un vuelo en ultraliviano, necesito esta información en mi memoria para poder darle vida a mi reportaje.
Pero mi esposo me habla con una convicción absoluta de que el reportaje no será el mismo sin mí en ese vuelo, Guillermo lo apoya, y en ese punto todo parece un complot en mi contra.
Toda la tranquilidad que había conservado hasta ese momento se disipa para ser ocupada por una preocupación inmensa, yo se que ambos tienen razón, pero yo no tengo valor, ni tengo tripas para subir a un aparato que ni siquiera tiene carrocería que me cubra.
Además si a eso le sumamos que hay que sobrevolar solo sobre el mar y yo no se nadar. ¡No existe la mínima posibilidad de que yo me suba en ese aparato!
!Me monté por fin! |
Debo estar loca para estar haciendo esto, o quizá ya es mi hora y a esa cita uno nunca falta y por eso estoy aquí montada en un extraño aparato que en tierra no me simpatiza y que seguro que en el aire me simpatizará menos.
Nos deslizamos por el agua y todo luce tan inofensivo, parecemos en un bote con alas deslizándonos por el mar dando vueltas en perfecta exhibición, de repente acelera y despega con la elegancia típica de toda ave que desnuda su cuerpo al desplegar sus alas.
Pienso que voy a caerme en algún momento, seguramente cuando haga un giro o cuando tenga que doblar un poco, un vacío intenso se posesiona de mi plexo solar y pienso que no lo soportaré.
El panorama allá abajo me captura, las playas del sur de la Florida tendidas a mis pies son mucho más de lo que me hubiera permitido soñar, vamos a poca altura y no quiero saber cuanta es exactamente, los bañistas nos saludan con sus manos, pero yo no me atrevo a mover las mías porque temo alterar el rumbo del ultraliviano y perdernos en un cielo que aun no conquistamos.
Ganamos más altura y el temor se disipa en la medida en que me doy cuenta que nada nos derriba en lo que llevamos volando, una sensación de poderosa libertad se apodera de mi, tengo la sensación de estar volando sobre un tapete volador.
La magia del atardecer, la belleza de los mares, y el desfile geográfico desde Fisher Island hasta Miami Beach a mis pies conquistan mis temores y los lanzan al viento, entonces me fusiono con el momento presente, y le entrego todo a mis sentidos, todo temor a morir desparece porque hasta la muerte es bella a quinientos pies de altura.
Guillermo me cuenta por el intercomunicador historias de su pasado inmediato, no hay dramas de por medio, no hay malas noticias al respecto, volar en ultraliviano a estas alturas luce como un lujo exquisito al que yo quería renunciar hace apenas unos minutos, ni siquiera pregunto por el tiempo que llevamos volando y por el tiempo que falta, se que hay un tiempo limite en que el combustible se agota pero eso ya no me preocupa.
Este lujo posiblemente no me lo vuelva a dar en mucho tiempo, así que me entrego a disfrutar de lo que mi esposo tanto goza, del aire y su infinita libertad, de lo que se respira allá arriba que es indudablemente distinto a lo que uno disfruta abajo, uno puede comprender la fascinación tan sobrenatural que sienten los amigos de los deportes del aire cuando uno esta allí, en el único sitio donde todos los problemas y preocupaciones mundanos no consiguen alcanzarnos.
Este lujo posiblemente no me lo vuelva a dar en mucho tiempo, así que me entrego a disfrutar de lo que mi esposo tanto goza, del aire y su infinita libertad, de lo que se respira allá arriba que es indudablemente distinto a lo que uno disfruta abajo, uno puede comprender la fascinación tan sobrenatural que sienten los amigos de los deportes del aire cuando uno esta allí, en el único sitio donde todos los problemas y preocupaciones mundanos no consiguen alcanzarnos.
Luz Dary Jiménez Monsalve.
Con Guillermo después de aterrizar. |
2 comentarios:
Esta muy rico este articulo mujercita...lo goce como si fuera la primera vez que lo hubiese leido...y lo increible es que volaste!
Gracias por tu historia, besito.
Carlos
Yo misma re leyendola, me parece que estoy volando. Quisiera repetirlo.
Publicar un comentario