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domingo, 27 de junio de 2010

PRIMER VUELO DE OBSERVADOR



Mi primer vuelo de observador en Avianca fue una de las aventuras mas bellas que recuerdo de esas épocas donde por primera vez descubría el verdadero mundo de los tripulantes de vuelo, sus secretos, los gajes del oficio y todo lo que lleva operar un jet dentro del folklor colombiano. Ese primer vuelo me lo asignaron en la ruta Bogotá – Cali – Pasto – Cali – Bogotá.

Aquella madrugada me sentía muy especial vistiendo de nuevo mi uniforme de piloto pero esta vez sin las presillas doradas en los hombros pues estaban reservadas para el dia que tuviese ya mi posición de copiloto.

Estaba feliz de ir por fin a volar por los cielos de Colombia en la cabina de mi soñado jet. Recuerdo que al entrar al avión vi, por agradable coincidencia entre los pasajeros, al padre de un compañero de mi colegio. El era piloto de helicóptero de una empresa de AVIANCA llamada HELICOL. Apenas me vio se alegró y me dio la señal de gran logro con su pulgar hacia arriba . Lo saludé y entré a la cabina de mando donde me recibieron cordialmente el capitán, el copiloto y el ingeniero de vuelo.

Tomé mi puesto en un pequeño asiento atrás del capitán. Llevaba mis audífonos y mis cartas de navegación para escuchar lo que se hablaba por radio y así seguir la ruta de vuelo. Despegamos rumbo a Cali y gozaba cada segundo del vuelo tratando de no perderme nada.

Luego recibimos la agradable visita de una bella auxiliar de vuelo que nos preguntó que deseábamos de desayuno. Ella apoyó su mano derecha en el hombro del ingeniero y su mano izquierda en mi hombro. Para mi sorpresa empecé a sentir que me hacia una pequeña caricia en mi cuello. Enseguida el ingeniero me dijo – Si ve “mano” que ricas que son estas mujeres...menos mal no entró el otro auxiliar porque es como “mani–quebrao”. – Y yo le pregunté ingenuamente – ¿Por qué...se quebró la mano? – ¡No “hombe” es como maricón! – Y me puse a reirme.

Me sentía literalmente en el cielo de mis fantasias! Los pilotos pusieron sus sanduches en el “microwave” delantero o sea contra el parabrisas donde estaba dando el sol para calentarlos y la resistencia que calentaba los paneles de vidrio reforzado.

Continuamente aprendía cosas nuevas. Llegamos a Cali y mientras estábamos en la rampa esperando el intercambio de pasajeros el capitán se fijó que adelante del avión caminaba una hermosa oficial de la policía de Cali. Vi que oprimía varias veces un botón en el panel superior. Aprendí que el jet tenía una pequeña bocina que estaba en el tren delantero. Enseguida la hermosa caleña al oir el sonido de la bocina se volteó a mirar extrañada y luego mirando hacia la cabina se sonrió pues se dio cuenta que eramos nosotros elogiando sus femeninas curvas. Nos reimos un buen rato.

Despegamos hacia Pasto al sur de los andes colombianos. Durante la aproximación el ingeniero me comentaba lo difícil que era este aterrizaje pues teníamos que pasar cerca a las montañas que rodeaban el inmenso volcán Galeras cerca de la ciudad de Pasto.

Vimos la pista a nuestra izquierda y empezamos a volar muy cerca de la falda de las montañas. Varias veces sonó la alarma de cercanía a tierra. Era impresionante ver como el aeropuerto estaba rodeado de precipicios.

El ingeniero me mostró los restos de varios aviones literalmente clavados en la pared del cerro antes del inicio de la pista. El capitán preparándose para aterrizar le dio instrucciones al copiloto para que lo asistiera. Parecía un poco nervioso y no era para menos cuando teníamos vientos cruzados en una de las pistas mas difíciles de toda Colombia.

Me sentía en la mitad de una película de acción tratando de aterrizar en lo que parecía era un “porta–aviones”. Veía como maniobraba la cabrilla de un lado para otro con rapidez tratando de equilibrar este inmenso avión entre ráfagas de aire.

Tocamos tierra con un fuerte sacudón y con velocidad desesperada el capitán llevó la mano al reverso y lo haló rápidamente. Todo empezó a sacudirse. Las maletas que estaban atrás nuestro cayeron con un ruido estrepitoso.

El ingeniero con sorprendente calma dice. – Tres motores reversando. – Siguieron varios empujones fuertes hacia el frente a medida que el capitán apretaba los dos pedales de los frenos. De pronto todo el ruido cesó y seguimos rodando suavemente cerca del final de la pista.

Me era difícil asimilar que todo esto que había presenciado era un aterrizaje normal para este aeropuerto. Al salir del avión pude respirar el frio aire de estas montañas. Estaba tan feliz de estar formando parte del grupo de la tripulación. Era la primera vez que iba siguiéndolos a ellos y no a los pasajeros. Era otro mundo.

...Continuará.


Tramo final a la pista de Pasto.

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