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martes, 3 de agosto de 2010

GRADUACION

 Por fin llegó el soñado día en que podría volar donde los expertos lo hacían. Eran los inicios de los 80s. Primero voló mi amigo Jorge Gallego y despues de su excelente vuelo volvimos a subir la cometa al sitio de despegue.

Preparé la cometa Zebra y Eduardo, mi instructor, me dio los últimos detalles para lograr un buen vuelo. Pero olvidó uno. No me habló de lo que iba a sentir cuando volara tan alto por primera vez!

Estaba emocionado y con ganas de despegar cuanto antes. No había suficiente viento y debía tomar una fuerte carrera pero estaba ya acostumbrado a hacerlo desde al aprendedero, lo que sorprendió a varios pilotos avanzados que observaban al nuevo alumno.

Caminé con la cometa hacia atrás hasta que llegué al límite del inicio de mi pequeña pista de despegue. Corrí y con facilidad me entregué al vuelo.
Bajé las manos a la barra horizontal y empecé a sentir la delicia del viento a mí alrededor y a gritar. – ¡Iajuuuuu! – Pero de pronto empecé a sentir que algo no estaba bien.

El piso poco a poco perdía velocidad y esto en mi mente de aprendedero significaba que pronto iba a entrar en pérdida. Reaccioné halando hacia atrás la barra tratando de tomar velocidad.


Lo único que sentía era el aire aumentar de intensidad pero el piso estaba cada vez más lento a medida que me alejaba de él.

Pronto empecé a tener grandes oscilaciones subiendo y bajando hasta que comprendí que debía simplemente mantener la barra en una posición neutral. Volví mi mirada al paisaje y comencé a disfrutar por primera vez de las delicias del vuelo de altura.

Podía ver todo el parque y el gran paisaje de árboles de eucalipto entre los pliegues de la montaña. A medida que me acercaba al sitio de aterrizaje supe que estaba peligrosamente bajo y me dirigía a los cables eléctricos que rodeaban el potrero.

Pude ver a Santiago Pardo, uno de los pioneros de este deporte en Colombia, señalándome con sus dos brazos extendidos hacia el potrero que en ese momento yo sobrevolaba. !Trataba de decirme que aterrizara en ese potrero pues no venía con suficiente altura!

Pensé que me estaba señalando la dirección del viento y continué rumbo al area de aterrizaje. Vi como los cables se venían hacia mí pero vi que podía sobrepasarlos, me arriesgué y los pasé por algunos metros.

 Aterricé muy suave en mis dos pies y grité con toda mi emoción por tan bella experiencia mientras que Santiago me regañaba por no haberle hecho caso.

Fue mi bienvenida al vuelo de Neusa y mi graduación en el vuelo libre.

Secuencia de aterrizaje en la Zebra graduándome del aprendedero antes de ir a Neusa.
 Foto tomada por mi instructor Eduardo Vasquez.

Empujo la barra para frenar y aterrizar con los dos pies.

Con cara de felicidad sabiendo que acababa de graduarme
de este nivel y seguía el gran vuelo del Neusa.

Vuelo de graduación! Esta es la única foto que rescaté
que me tomó mi instructor cuando ya estaba
en pleno vuelo en el parque del Neusa.

1 comentario:

Lumediana dijo...

conseguiste las fotos! geniales! como siempre suspenso y emocion con final feliz! marido estas listo para hacer libretos