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viernes, 20 de agosto de 2010

AGUARDIENTE PA’L CAPITAN



Un dia del año 89 en la compañia ACES volaba yo de copiloto con el capitán Ossa un trayecto con destino a la hermosa ciudad de Ipiales en el límite con el hermano país Ecuador. Yo estaba volando el avión.

Pude notar que el grupo de pasajeros más cercano a nosotros estaba un poco inquieto.
Al principio los notaba como nerviosos y hasta asustados. Más adelante empezaron a conversar entre ellos y parecían más relajados. Al rato empezaban a echar chistes y a reírse.

De pronto vi que se pasaban entre ellos una botella de aguardiente escondida en una bolsa de papel. Poco a poco se iban alegrando más y más hasta que ya soltaban fuertes carcajadas que podíamos oír a través de nuestros pesados audífonos.

 Nos miramos con el capitán y nos reímos también. – Parece que ya armaron fiesta allá atrás. – Le dije al capitán. –  Enseguida uno de ellos se paró de su asiento y metiendo un poco la cabeza en la cabina dijo con voz alegre – Oiga capitán… Este avión tiene piloto automático? – Y el capitán con cara de serio le dice  – Si, en efecto si tenemos piloto automático... – Y señalándome le dice, – Ese “man” que esta ahí es el piloto automático. – A lo que el hombre responde mirándome a mi y a todos los instrumentos alrededor de la cabina. – !Uhuii jueeeeeputa! No les da miedo "manejar" este aparato?!Ustedes son unos “berracos”! – Y diciendo esto pasó a sentarse y a contarles a sus compañeros que había hablado con nosotros. Se escuchaban más carcajadas y nosotros apenas nos reíamos.

La fiesta continuaba atrás mientras nosotros nos alistábamos para aterrizar. De repente nuestro borrachito se acercó de nuevo a la cabina y extendiendo su mano le puso la botella de aguardiente al lado del capitán y dijo – !Capitán, venga, tomese un traguito…ustedes son unos beeerracos! – Y atrás se atacaron de la risa y yo también.

El capitán le responde – !No hombre como se le ocurre! – Y el borrachito le dice – !Aproveche que tiene al piloto automático volando, je,je! – Luego el capitán le insistió que se sentara pues ya íbamos a aterrizar.

Algo interesante de este vuelo, aparte de los borrachitos, es que Ipiales está tan alto que aunque manteníamos la misma altura de vuelo de diez mil pies, el terreno subía y subía como si estuviésemos bajando.

Llegamos y mientras se bajaban nuestros borrachitos aproveché y bajé yo también para sentir el aire "delgado" de una de las pistas más altas de Colombia. Hacía un viento frio pero lleno de esos aromas del campo que tanto me fascinan de las altas montañas.

Gracias Ipiales y gracias borrachitos por esos momentos tan divertidos.

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