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viernes, 13 de agosto de 2010

¿DONDE ESTA DAVID?


Continuando con David, me acordé de otra gran historia con él en nuestro deporte del vuelo en cometa o deltaplano.

Llegó el gran día de la graduación como piloto de ala delta para Guillermo, Carlos Iván y David. Aunque David era el que menos experiencia tenía, logró convencerme de que podía graduarse con su primo en el gran vuelo de Neusa al haber completado todas las maniobras que le había asignado casi en tiempo record en la montaña intermedia de Suesca.

Esa mañana mi intuición casi “síquica” me llevó a repasar un poco más con él los procedimientos de emergencia en caso de un “arborizaje” o aterrizaje sobre los árboles en caso de que no alcanzara el potrero de aterrizaje.
El estaba feliz pues habían venido a observar su vuelo su padre su madre y sus hermanas. Yo me quedé esperándolos abajo para ayudarlos por radio en sus maniobras de aproximación.

Primero voló Carlos Iván y tras un bello y largo vuelo aterrizó con precisión dentro del área asignada. Todos salimos corriendo a abrazarlo y a felicitarlo mientras lo rociábamos con champaña. David despegó y parecía mantener muy buena altura y un rumbo constante hacia nosotros.
A mitad de camino empezó a hacer un lento viraje hasta que completó un círculo horizontal completo. Ahí me empecé a preocupar pues habíamos quedado que el vuelo iba a ser en línea recta. Pensé que debido a su gran habilidad y el poco tiempo en que había aprendido estaba sobre confiado y en medio de su emoción había decidido hacer esta maniobra.

Pero la realidad era otra. Estaba perdiendo el control lentamente después de que una corriente térmica levantó su ala. En vez de corregir decidió continuar el viraje entrando poco a poco en una larga espiral mientras que la térmica y su turbulencia lo confundían más y más. Empezó a perder altura y cuando por fin se niveló estaba ya muy bajo, lejos del área de aterrizaje y rodeado de un tupido bosque. Antes de que arborizara yo ya estaba organizando el rescate.

Tranquilicé a sus familiares explicándoles que el sabía como caer en los árboles y que la maniobra no era peligrosa para él. Pero dentro de mí sentía esa preocupación al ver que mi alumno enfrentaba una emergencia.

Subimos en dos carros hasta llegar cerca al área donde lo avistamos por última vez y nos lanzamos a la búsqueda. Toda su familia estaba metida en aquel bosque de altos matorrales y eucaliptos gritando. – ¡David!, ¡Daviiiiiid!, me parecía ver el cuadro de un pequeño niño que se había extraviado y toda su familia salía a buscarlo y esto me empezaba a causar mucha gracia. Más se que no era nada gracioso para su familia.

Su padre de pronto escuchó, – ¡Aquí estoooy–! y logró encontrarlo en un pequeño claro, se abrazaron y se pusieron frenéticamente a bajar la cometa del árbol. David me contaba que parecía que hubiese sido su padre el que se había accidentado por lo nervioso que estaba.
Afortunadamente siguió al pie de la letra el procedimiento de emergencia y no tuvo ni un rasguño aparte de los que se hizo bajando la cometa.

Recuerdo que él me hacía reír mucho con su gran sentido del humor y ese día creo que me asombré al verme a mi mismo riéndome de lo que sucedía en vez de estar preocupado y echando “pestes y madrazos”.

David es un gran pianista asi como su primo y con él aprendí varios temas en piano. Era muy divertido enseñarle mientras entrenábamos en el sitio de aprendizaje.

Donde quiera que estés, David, gracias por tan intensas y divertidas experiencias.


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