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lunes, 26 de abril de 2010

EL HOMBRE COMETA


Creo que tenía unos ocho años (1969) cuando vi por primera vez a un hombre cometa. Uno de los programas familiares de esas épocas era ir a la ciénaga San Silvestre cerca de Barrancabermeja. En esta ciénaga se realizaban competencias de esquí acuático a nivel nacional.

Me fascinaba ver como se aceleraban hacia la rampa, se deslizaban a alta velocidad sobre ella y saltaban logrando un pequeño vuelo, cayendo después al agua otra vez.
Para ese entonces era muy tímido e introvertido y no quise tomar lecciones de esquí.

Un fin de semana anunciaron el gran vuelo del “hombre cometa” halado por una lancha. No comprendía como iba a volar. Lo primero que se me pasó por la cabeza es que iba a esquiar sobre la rampa y después iba a seguir volando. Vi como un muchacho ensambló un extraño aparato parecido a una carpa en la orilla de la laguna.

Se colocó un arnés muy básico, un chaleco salvavidas y se metió a la ciénaga con lo que parecía una gran cometa en forma de rombo. No podía creer que él pretendía volar con esa cosa. Me llenaba de curiosidad de saber como podría lograr salir volando del agua.

Se demoraron bastante preparando el vuelo. Unieron la cometa con un largo lazo a la lancha y por medio de señas y gritos empezaron a coordinar el despegue.

Después de preguntar a todo el mundo logré comprender que el piloto iba a esquiar con la cometa antes de despegar y luego al igual que un niño alza su cometa, la lancha lo iba a elevar por los aires.

Mi mente se envolvió en el proceso como si fuese yo quien fuera a volar. ¿Como se estará sintiendo antes de volar? ¿Tendrá miedo? Mi mente de niño se llenó de mil preguntas y me quedé estacionado al la orilla con los ojos clavados en la lancha y la cometa para no perderme ningún detalle. Por fin después de varios intentos la lancha logró halar lo suficiente al piloto para que saliera a flote esquiando sobre el agua.

Casi de inmediato lo increíble sucedió. De súbito se levantó sobre el agua y empezó rápidamente a subir sobre la ciénaga. Todos los espectadores empezaron a aplaudir. Vi como dejó caer un esquí y luego después de sacudir bastante su pie logró safarse el otro esquí que tomó más tiempo en caer haciéndome sentir que estaba cada vez más alto.

Cuando ya estaba casi en la vertical con respecto a la lancha gritó algo y el lazo que los unía se desprendió. Pensé que había sido un accidente y que no podría seguir volando. ¿Por qué se soltó?… ¿Por qué soltó sus esquís?... ¿Pensaba utilizarlos para seguir esquiando? ¿Qué va a ocurrir?

Para mi sorpresa seguía flotando en el aire y lentamente descendía como un avioncito de papel. Viró hacia nosotros y alguien gritó, – ¡Va a aterrizar en la orilla! – Por primera vez hice el cálculo de planeo de una cometa y pude ver que trataba de hacer rendir su vuelo para lograr llegar a tierra cerca de los espectadores pero se acercaba peligrosamente a unas canoas de madera.

Recuerdo que una señora gritó, – ¡Se va a dar contra las canoas! – El hombre cometa hizo unas pequeñas correcciones tratando de evitar las canoas y al acercarse pude ver y comprender un poco más acerca de la estructura y el vuelo de este aparato al que llamamos en Colombia cometa o delta plano (Hang Glider).

Alcancé a ver en su rostro una expresión de angustia y soltó un “madrazo” al ver que no lograba llegar a la orilla y como lo pronosticó la señora, el piloto cayó sobre las canoas golpeándose en su costado. Varios señores salieron corriendo a auxiliarlo y después de que lo soltaron de la cometa se lo llevaron en brazos hacia una camioneta para llevarlo a la clínica pues parecía que se había fracturado algunas costillas.

Me sentía como frustrado de que por unos centímetros no hubiese llegado a la orilla. Era mi primer encuentro con la realidad del vuelo sin motor y casi podía sentir el dolor del golpe en mi abdomen.

Si hubiese logrado aterrizar en la orilla hubiera sido un triunfo y en vez de sacarlo así lo hubieran alzado en hombros y se hubiera prendido la fiesta. Me quedé en el mismo sitio por un buen rato pensativo en todo lo que había presenciado.

Me quedé mirando la inmensa ciénaga San Silvestre pensando en que para volar no se necesitaba de un gran motor con grandes alas y que con solo una pequeña estructura como la que ese día vi, un hombre podía sostenerse y planear para así aterrizar con sus propios pies como lo quiso hacer aquel día nuestro… hombre cometa.

Adiciono a esta historia, en la segunda edición de este libro, esta parte en donde redescubro al “hombre cometa” que vi por primera vez en Barranca de una forma sorpresiva y triste a la vez.

Escribiéndole a una vieja amiga de Barranca, Fabiola Rugeles, le comenté sobre mi afición al vuelo en cometa y también sobre esta historia que había escrito recordando al hombre cometa de la ciénaga San Silvestre. Para mi sorpresa ella me respondió por el e–mail del Facebook casi de inmediato las siguientes líneas:

“Carlos… pues te sigo haciendo historia… ¡Ese señor que volaba en cometa halado por un bote se llamaba Alberto Ortega y fue mi profesor de esquí acuático! El murió hace años en un accidente aéreo de Avianca en Cúcuta, en el famoso siniestro en donde murieron muchos empleados de la empresa ECOPETROL. El ya era jubilado y era todo un personaje en la ciénaga San Silvestre. Bueno Carlitos me despido y ¡Que viva Barranca!!!!”

Poco después Fabiola me escribió contándome que coincidencialmente se había comunicado con el hijo de Alberto, Freddy Ortega y le compartió mi historia. Dos días después Freddy me escribió esta hermosa carta:

01–21–2009 Bogotá.
Hola, Carlos.
Qué alegría y orgullo sentí al leer tus recuerdos de infancia protagonizados por mi padre.
Quedé muy complacido no solo por la grata influencia que dejaron aquellas hazañas de ese gran soñador y aventurero, sino por lo entretenido y la excelente narrativa de tu escrito.

Se lo estoy compartiendo a mis hermanos, quienes sin duda alguna estarán igual de emocionados al leerlo. La verdad, yo también he sido un apasionado por el vuelo, pero con pocas oportunidades de vivirlo detrás de un timón.

Algo de ultraliviano y unas horas de helicóptero por mi trabajo (siempre como pasajero), sumado a la ilusión de los simuladores en el computador es lo que puedo mostrar como logros. Pero siempre nos faltó (a mis hermanos y a mí) el coraje para subirnos a esa armadura con tela en la que volaba mi papá.

Te comparto copia de la foto que mis tres hermanos y yo tenemos colgada en un lugar muy especial en cada una de nuestras casas. Es mi papá saltando rampa en los comienzos de su carrera deportiva.





¡Recién encontré esta foto entre mis cosas! ¡Justo a mi padre volando en su cometa!

Quedé con la curiosidad de saber más de tus aventuras aéreas. Así que ya sabes que aquí tienes un lector para tus historias. Espero algún día conocerte, así que cuando pases por Bogotá, las puertas de mi casa están abiertas para ti.

A Fabiolita le envío un abrazo muy afectuoso de agradecimiento por este contacto y por compartir esa misma emoción y orgullo por un hombre que dejó huella en mucha gente.
Saludos,
Freddy

… Gracias Alberto por ese show aéreo que presencié en mi niñez que fue parte de mis primeras motivaciones para volar. Estas líneas y este libro dedicados también a tu memoria… y que luego, en otra dimensión sigamos los dos volando ala con ala.

2 comentarios:

angela dijo...

Están muy buenas tus historias....felicitaciones

gervalse dijo...

Muy buena historia Carlos, creo que yo tenía la misma edad, unos 8 años, cuando vi volar por primera vez a un "hombre pájaro " (asi les decian en esa época), volaban desde Unicentro y una vez uno de ellos paso justo por encima de mi casa, se veia tan cerca que me pareció que escuchaba su respiración agitada, probablemente por tragar tanta adrenalina, pues iba a aterrizar en las casas (!!) esa fue una experiencia que me marcó para toda la vida y desde ese día me obsesioné con el vuelo. Yo creo que uno nace con la fascinación por el vuelo pues ese dia varios niños vimos lo mismo pero solo en mi produjo es efecto. Veinte años después conoci a todo "el combo" de cometistas y de seguro entre ellos estaba el que vi aquel día, pero nunca pude saber quien era exactamente para darle las gracias pues sin saberlo me hizo comenzar un sueño que hoy sigue siendo una de las partes mas importante de mi vida y despues de muchas horas de vuelo en ala delta sigo recordando ese día con mucho cariño.