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sábado, 17 de abril de 2010

LAS FIESTAS DE TENA


(Junio de 1985) . Mientras le daba instrucción a Juan Pablo García salía a cada rato el tema de volar de algún sitio cercano que fuera lo suficientemente alto como para bajar volando hacia el gran valle del Magdalena.

Juan Pablo era muy gomoso del vuelo en cometa y me motivaba diciéndome, – Carlos, busquemos el sitio y hágase ese supervuelazo… Vamos en mi camioneta. – Recuerdo que era una pequeña camioneta roja Mitsubishi. Cuando él me decía eso a mi se me hacia un nudo en el estomago…Era la mezcla del deseo intenso de sentir un vuelo así, el miedo de saber que no tenía experiencia para hacerlo y que podría ser muy peligroso.

 Mi mente se puso poco a poco a ensamblar el misterio de ese vuelo. La idea de experimentar la gran libertad de escapar del altiplano y volar hacia un inmenso valle me sobrecogía de emoción.

Un día que estábamos en el aprendedero con Juan Pablo le dije que ya me había decidido a hacer este vuelo y que podíamos empezar a buscar el sitio apropiado para despegar después de su clase.

Recogimos la cometa y salimos en dirección contraria a Bogotá.
Salir en busca de la salida al valle ya me hacia sentir palpitaciones y la adrenalina de una nueva aventura.

Bajamos por la carretera mirando siempre a nuestra derecha por algún lugar que diera la apariencia de un sitio de despegue.

De pronto apareció un potrero no muy grande, sin árboles, con bastante inclinación el cual prometía darnos un ángulo de despegue lo suficientemente bueno para poder sobrepasar los cerros de nuestra izquierda y así lograr salir hacia el valle. Le dije a Juan Pablo que se detuviera y bajamos a estudiar el prospecto de pista.

Me sentía como en una novela tratando de buscar el sitio de escape del castillo hacia la libertad. Pasamos la cerca de púas y ya en el potrero empezamos a escalar por unos quince minutos por un pastizal de un verde brillante. Cuando llegamos al sitio más alto donde ya empezaban otra vez los árboles, Juan Pablo soltó su tradicional, – ¡Esta del putas maestro!… ¡Este es el sitio de despegue! –

Desde ahí pudimos ver la trayectoria de vuelo que justo pasaba sobre los cables eléctricos y nos daba apenas el ángulo para librar las cimas de los cerros que daban inicio al valle. Ahora si me sentía un Icaro programando el escape de su prisión. ¡Que vista más hermosa e inmensa!

Detrás de aquellos cerros al frente nuestro, estaba ese majestuoso paisaje que olía a cálida vegetación de tierra caliente. Sabíamos que detrás de estas montañas había un gran precipicio y abajo un área nivelada que podía elegir como zona de aterrizaje alterno.

Necesitábamos además que la base de las nubes se mantuviese alta o la niebla me quitaría la visibilidad para salir. El filo al gran precipicio estaba cubierto de jungla y no mostraba ningún sitio despejado para despegar. Juan Pablo enseguida me dijo: – Carlos, le toca despegar desde aquí y pasar por encima de estos dos cerros, yo llevo uno de los radios en el carro y así nos mantenemos en contacto mientras va volando. – El plan estaba trazado y la aventura estaba esperándome.

Preparamos todo para el siguiente fin de semana. Tenía en mi estómago ese vacío de la incertidumbre de lo que me esperaría si lograba pasar esas dos montañas y entrar a esa otra dimensión que era la puerta a ese gran valle.

Llegamos al sitio de despegue y subimos la cometa tricolor de entrenamiento.
Tenía delante de mí la realidad de mi propio sueño. Estaba asustado pues no sabía si el ángulo de planeo me permitiría sobrevolar el borde y lograr el gran precipicio.

Amarré el radio a la cometa, extendí la antena, envolví una botella de agua y un machete en la funda protectora de la cometa y la até al travesaño de las alas en preparación a un posible aterrizaje en medio de la selva.

– Listo Juan Pablo, puede bajar ya en la camioneta y lo llamo en una media hora. – le dije. – Suerte Carlos, le va a ir bien, ya verá. – A la media hora logré comunicarme con él y le dije que ya iba a despegar, tomé la cometa en mis brazos, me enfoqué en el borde de la otra montaña y algo me dijo que estaba cometiendo un error, había mucho silencio a mi alrededor, ¿Qué era?

Era mi ángel de la guarda diciéndome al oído que aquel silencio significaba que no estaba vocalizando en voz alta mi lista de chequeo para despegar y que… ¡No me había colgado a la cometa!! Un paso más y me mato... se me heló la sangre. Cerré los ojos y le agradecí al señor por haberme acordado de hacer mi chequeo.

Hice mi lista de chequeo en voz alta y me colgué a la cometa. Busqué tranquilizarme y me concentré en las condiciones. No había viento y esto me favorecía pues tendría menos resistencia para llegar al borde. Sentí que llego el momento. Miré hacia abajo y me dejé caer en una fuerte carrera por la suave ladera. La tricolor me levantó del piso lentamente.

El sonido del viento daba vida a mi aventura. Bajé a la posición acostado y ajusté la barra para el mejor ángulo de vuelo. Como una visión de túnel solo veía el borde de la montaña al frente mío. – La voy a pasar, la voy a pasar, vamos cometica, tu puedes, tu puedes. –, Me decía. Bajé mi cabeza y recogí un brazo hacia mi espalda con la esperanza sicológica de lograr un poco más de eficiencia aerodinámica.

Me acerqué rápidamente al filo y toda la vegetación empezó a tomar más y más tamaño. Visualmente todo indicaba que iba a estrellarme...
... Continuará.
 

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