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jueves, 8 de abril de 2010

LAS FIESTAS DEL HACHA (2a parte)


Continuación...

El sábado en la mañana inicié el proceso de calmar las palpitaciones extras que me producía la ansiedad del gran proyecto, – ¿Volar sobre el pueblo? – Me decía, – No se si pueda hacerlo. – Nos reunimos todos y empezamos la larga caminata y escalada de la montaña que dominaba el paisaje principal de Pensilvania. A medida que subíamos se veía el pueblo más pequeño y yo veía más grande la posibilidad del vuelo.

Una vez estábamos lo suficientemente altos busqué el mejor sitio de despegue y así les señalé a todos donde detenernos para descansar. De solo ver el pueblo allá abajo me hacía sentir unas ganas intensas de volar.

Decidí traer la cometa de aprendizaje que al ser lenta y estable me daría más flexibilidad para este vuelo. Era "la tricolor" con los colores de la bandera de Colombia lo que engalanaba el sentimiento patriota de las gentes de estas tierras.

Estudié con detenimiento el área alrededor del pueblo buscando posibles cables de energía que pudieran cruzar la aproximación a cada posible potrero de aterrizaje. Por fin elegí el mejor sitio y mandé el mensaje para que me recogieran allá.

Armé la cometa y cuando todo parecía estar listo el viento no estaba colaborando pues estaba muy cruzado de la izquierda para hacer un despegue seguro. Decidí esperar y mandé un mensaje por el radio a los organizadores de que tal vez me demoraba más de una hora en espera de mejores condiciones. Me respondieron que tratara de despegar lo antes posible pues casi todo el pueblo estaba ya en la plaza principal.

Me sentí como el cantante que se hace de rogar y no sale a cantar. – Pero, ¿Porque todos salieron tan temprano? – Pregunté por el radio y me respondieron– Lo que ocurre es que quitaron las luz en todo el pueblo para protegerlo en caso de que caiga en los cables de energía. Y al estar sin luz pues no pueden ver televisión y no les queda más que salir a la plaza a ver al hombre pájaro hacer el show! – ¡No podía creerlo! Era el folclor del pueblo y su forma de pensar y pensándolo bien ¡Tenían razón!

Después de unas dos largas horas de espera el viento disminuyó y encontré la mejor oportunidad para despegar. Les avisé a todos que estaba listo. Me concentré y clavé mis ojos en la pequeña cinta de lana que estaba atada debajo de la nariz de la cometa. Esta me indicaba exactamente la dirección del viento.

En mis hombros podía sentir el más mínimo movimiento de mis alas. Sabía que tenía un despegue con casi cero viento y debía tener cuidado. Algo dentro de mí dijo, – ¡Ahora! – Inicié una fuerte carrera hacia abajo. Empujé la barra y mis pies quedaron libres del elemento sólido.

Me envolvió enseguida el familiar sonido del aire diciéndome que podía proceder a tomar la barra transversal y volar en posición horizontal. Enseguida miré hacia el sitio de aterrizaje y calculé que tenía altura de sobra para volar sobre el pueblo antes de buscar el aterrizaje.
Me dirigí tranquilo hacia el pueblo mientras disfrutaba de la mejor vista de estas montañas.



Acercándome con la cometa tricolor a la plaza principal de Pensilvania.

Una vez llegué no podía distinguir bien que era lo que veía dentro de la plaza principal. Empecé a dar un pequeño círculo y para mi sorpresa me di cuenta que ¡Eran cientos de caras mirando hacia arriba!

Sentí una emoción enorme y recordé que la vela de la cometa hace efecto de alta voz y con todo lo que mi garganta daba grité, – ¡Que vivan las fiestas del hacha! – Y casi de inmediato como la fanaticada de un estadio respondieron, – ¡Que vivaan! – No podía creerlo, ¡Me escucharon! Esto me encendió aún más y volví a gritar, – ¡Que viva Colombia! – Y la multitud me regresó un fuerte, – ¡Que vivaaaa! – El corazón se me salía del pecho de la emoción. Que experiencia tan hermosa!

Di varios círculos un poco más inclinados a modo de darles un poco de show aéreo. Apenas tenía la altura adecuada me enfoqué en los postes de teléfono y energía que estaban cerca del área de aterrizaje para mantenerlos “controlados”.

Localicé el pequeño potrero y me esmeré al máximo para no hacer virajes de más ni de menos. Lo enfrenté con la altura precisa y aumenté fuertemente la velocidad bajando la nariz de la cometa y así evitar cualquier corriente de viento que me pudiera desviar.

Pero algo no se veía bien o eran mis ojos que no estaban enfocando bien. Apenas hice el cambio de manos a las barras laterales y tomar mi posición erguida para aterrizar noté que el terreno, ¡Estaba en subida!

... Continuará.

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