Para nuestros vuelos de observador en Avianca (año 1988) a veces podíamos elegir a que vuelo queríamos asistir.
El despachador me preguntó, – Bueno chino le tengo dos vuelos, el de San Andrés islas o el de Leticia Amazonas. – Se me hizo algo exótico la idea de conocer el amazonas y me decidí por Leticia, capital del departamento Amazonas en el extremo sur de Colombia. Claro que por esta decisión hasta ahora no he conocido San Andrés.
Me preparé aquella mañana para mi nueva aventura y al llegar al avión asignado me encontré con la tripulación.
El capitán me preguntó si ya me habían dejado despegar el avión alguna vez, le respondí que solo llevaba unos pocos vuelos de observador y que nadie me había dado “chance”. En teoría el observador no podía estar en ningún momento al mando de los controles del avión sino solo hasta que iniciara el entrenamiento de vuelo después de hacer el simulador final. Pero el ingeniero me dijo, – Pilas que este capi tal vez le de chance. –
Mi corazón empezó a latir mas fuerte de la emoción y activé enseguida mi mente con todos los procedimientos en caso de que me dejara volar el avión. Me sentía como un niño en la cápsula espacial de mis sueños y que por fin me iban a dejar operar los controles de esta nave.
Iniciamos el carreteo hacia la antigua pista 12 de El Dorado (hoy pista 13 debido al cambio magnético). El capitán le hizo una seña al copiloto indicándole que le cedía el despegue. Enseguida el copiloto puso su mano sobre los aceleradores dando las ordenes pertinentes de la lista de chequeo para preparar el despegue. Luego pasó algo que jamas se me olvidará.
El copiloto ordenó al ingeniero colocar potencia de despegue, miró al frente y se dió la bendición. Se me hizo tan curioso que alguien con tanta experiencia y rodeado de sistemas tan avanzados dedicara un segundo a convocar al todo poderoso para que lo acompañe durante esta fase. Enseguida recordé que la fase mas peligrosa era precisamente el despegue. Por un instante vi en perspectiva que a pesar de que todo parece muy seguro, no estábamos exentos de matarnos ese día y que no debía olvidar que no eramos invulnerables.
Una vez logramos velocidad empecé a escuchar el viento silbando alrededor de la cabina. El copiloto haló ligeramente la cabrilla, la cabina se elevó de la tierra seguido del fuerte ruido bajo nuestro del amortiguador extendiéndose totalmente. Ordenó al capitán subir el tren y de pronto desapareció el ruido producido por el tren delantero al entrar dentro del fuselaje.
Entrábamos en el suave mundo del vuelo. Más adelante cuando nivelamos el capitán hizo un anuncio oficial a todos nosotros en la cabina – ¡Bueno señores a partir de este momento se abre la sección de los “cuenta – chistes”! – Enseguida empezaron los chistes a rotar de derecha a izquierda. Me estaba divirtiendo en grande.
Mientras que todos estábamos distraidos, en lo que parecía mas bien una reunión en un bar donde solo faltaba la botella de aguardiente, pude notar al fondo en el horizonte que nos dirigíamos hacia la cima de un enorme cumulo-nimbo (nube de tormenta). Pensé que los pilotos ya estaban al tanto de esta nube y habían seleccionado el rumbo respectivo con el piloto automático.
Veía como se acercaba lentamente como si fuera una gran montaña de hielo. Pero los chistes seguían y seguían intercalados con grandes carcajadas. Me di cuenta que íbamos a pegarle justo a la parte superior de la nube que ya empezaba a ocupar toda la visión frontal. Me sentía muy pequeño ante la inmensidad de aquella nube. Era como si fuéramos un pequeño pez a punto de estrellarse contra un gigantesco arrecife coralino. Abrí los ojos mirando al frente y alrededor mio viendo que nadie decía nada. No sabía si estaba exagerando o debía decir algo. Mi visión entró como en un túnel al ver como embestíamos de frente esta pared...
El capitán me preguntó si ya me habían dejado despegar el avión alguna vez, le respondí que solo llevaba unos pocos vuelos de observador y que nadie me había dado “chance”. En teoría el observador no podía estar en ningún momento al mando de los controles del avión sino solo hasta que iniciara el entrenamiento de vuelo después de hacer el simulador final. Pero el ingeniero me dijo, – Pilas que este capi tal vez le de chance. –
Mi corazón empezó a latir mas fuerte de la emoción y activé enseguida mi mente con todos los procedimientos en caso de que me dejara volar el avión. Me sentía como un niño en la cápsula espacial de mis sueños y que por fin me iban a dejar operar los controles de esta nave.
Iniciamos el carreteo hacia la antigua pista 12 de El Dorado (hoy pista 13 debido al cambio magnético). El capitán le hizo una seña al copiloto indicándole que le cedía el despegue. Enseguida el copiloto puso su mano sobre los aceleradores dando las ordenes pertinentes de la lista de chequeo para preparar el despegue. Luego pasó algo que jamas se me olvidará.
El copiloto ordenó al ingeniero colocar potencia de despegue, miró al frente y se dió la bendición. Se me hizo tan curioso que alguien con tanta experiencia y rodeado de sistemas tan avanzados dedicara un segundo a convocar al todo poderoso para que lo acompañe durante esta fase. Enseguida recordé que la fase mas peligrosa era precisamente el despegue. Por un instante vi en perspectiva que a pesar de que todo parece muy seguro, no estábamos exentos de matarnos ese día y que no debía olvidar que no eramos invulnerables.
Una vez logramos velocidad empecé a escuchar el viento silbando alrededor de la cabina. El copiloto haló ligeramente la cabrilla, la cabina se elevó de la tierra seguido del fuerte ruido bajo nuestro del amortiguador extendiéndose totalmente. Ordenó al capitán subir el tren y de pronto desapareció el ruido producido por el tren delantero al entrar dentro del fuselaje.
Entrábamos en el suave mundo del vuelo. Más adelante cuando nivelamos el capitán hizo un anuncio oficial a todos nosotros en la cabina – ¡Bueno señores a partir de este momento se abre la sección de los “cuenta – chistes”! – Enseguida empezaron los chistes a rotar de derecha a izquierda. Me estaba divirtiendo en grande.
Mientras que todos estábamos distraidos, en lo que parecía mas bien una reunión en un bar donde solo faltaba la botella de aguardiente, pude notar al fondo en el horizonte que nos dirigíamos hacia la cima de un enorme cumulo-nimbo (nube de tormenta). Pensé que los pilotos ya estaban al tanto de esta nube y habían seleccionado el rumbo respectivo con el piloto automático.
Veía como se acercaba lentamente como si fuera una gran montaña de hielo. Pero los chistes seguían y seguían intercalados con grandes carcajadas. Me di cuenta que íbamos a pegarle justo a la parte superior de la nube que ya empezaba a ocupar toda la visión frontal. Me sentía muy pequeño ante la inmensidad de aquella nube. Era como si fuéramos un pequeño pez a punto de estrellarse contra un gigantesco arrecife coralino. Abrí los ojos mirando al frente y alrededor mio viendo que nadie decía nada. No sabía si estaba exagerando o debía decir algo. Mi visión entró como en un túnel al ver como embestíamos de frente esta pared...
...Continuará.