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miércoles, 30 de junio de 2010

VUELO AL AMAZONAS


Para nuestros vuelos de observador en Avianca (año 1988) a veces podíamos elegir a que vuelo queríamos asistir.

El despachador me preguntó, – Bueno chino le tengo dos vuelos, el de San Andrés islas o el de Leticia Amazonas. – Se me hizo algo exótico la idea de conocer el amazonas y me decidí por Leticia, capital del departamento Amazonas en el extremo sur de Colombia. Claro que por esta decisión hasta ahora no he conocido San Andrés.

Me preparé aquella mañana para mi nueva aventura y al llegar al avión asignado me encontré con la tripulación.

El capitán me preguntó si ya me habían dejado despegar el avión alguna vez, le respondí que solo llevaba unos pocos vuelos de observador y que nadie me había dado “chance”. En teoría el observador no podía estar en ningún momento al mando de los controles del avión sino solo hasta que iniciara el entrenamiento de vuelo después de hacer el simulador final. Pero el ingeniero me dijo, – Pilas que este capi tal vez le de chance. –

Mi corazón empezó a latir mas fuerte de la emoción y activé enseguida mi mente con todos los procedimientos en caso de que me dejara volar el avión. Me sentía como un niño en la cápsula espacial de mis sueños y que por fin me iban a dejar operar los controles de esta nave.

Iniciamos el carreteo hacia la antigua pista 12 de El Dorado (hoy pista 13 debido al cambio magnético). El capitán le hizo una seña al copiloto indicándole que le cedía el despegue. Enseguida el copiloto puso su mano sobre los aceleradores dando las ordenes pertinentes de la lista de chequeo para preparar el despegue. Luego pasó algo que jamas se me olvidará.

El copiloto ordenó al ingeniero colocar potencia de despegue, miró al frente y se dió la bendición. Se me hizo tan curioso que alguien con tanta experiencia y rodeado de sistemas tan avanzados dedicara un segundo a convocar al todo poderoso para que lo acompañe durante esta fase. Enseguida recordé que la fase mas peligrosa era precisamente el despegue. Por un instante vi en perspectiva que a pesar de que todo parece muy seguro, no estábamos exentos de matarnos ese día y que no debía olvidar que no eramos invulnerables.

Una vez logramos velocidad empecé a escuchar el viento silbando alrededor de la cabina. El copiloto haló ligeramente la cabrilla, la cabina se elevó de la tierra seguido del fuerte ruido bajo nuestro del amortiguador extendiéndose totalmente. Ordenó al capitán subir el tren y de pronto desapareció el ruido producido por el tren delantero al entrar dentro del fuselaje.

Entrábamos en el suave mundo del vuelo. Más adelante cuando nivelamos el capitán hizo un anuncio oficial a todos nosotros en la cabina – ¡Bueno señores a partir de este momento se abre la sección de los “cuenta – chistes”! – Enseguida empezaron los chistes a rotar de derecha a izquierda. Me estaba divirtiendo en grande.

Mientras que todos estábamos distraidos, en lo que parecía mas bien una reunión en un bar donde solo faltaba la botella de aguardiente, pude notar al fondo en el horizonte que nos dirigíamos hacia la cima de un enorme cumulo-nimbo (nube de tormenta). Pensé que los pilotos ya estaban al tanto de esta nube y habían seleccionado el rumbo respectivo con el piloto automático.

Veía como se acercaba lentamente como si fuera una gran montaña de hielo. Pero los chistes seguían y seguían intercalados con grandes carcajadas. Me di cuenta que íbamos a pegarle justo a la parte superior de la nube que ya empezaba a ocupar toda la visión frontal. Me sentía muy pequeño ante la inmensidad de aquella nube. Era como si fuéramos un pequeño pez a punto de estrellarse contra un gigantesco arrecife coralino. Abrí los ojos mirando al frente y alrededor mio viendo que nadie decía nada. No sabía si estaba exagerando o debía decir algo. Mi visión entró como en un túnel al ver como embestíamos de frente esta pared...

...Continuará.


martes, 29 de junio de 2010

LAS HISTORIAS DE JORGE GALLEGO


Con Jorge hemos vivido una vida llena de coincidencias. Su padre era ingeniero químico y mi padre ingeniero de petróleos. Hemos tenido experiencias paralelas que nos llevaron a compartir el bello deporte del vuelo en cometa por bastante tiempo.

Nos conocimos en la Universidad de los Andes en el año 1980 donde ambos estudiábamos y teníamos el mismo gusto por el deporte del esgrima. Fue ahí justamente practicando el arte del florete cuando nos pusimos a hablar del vuelo en cometa. Lo convencí de que entrara a aprender a volar con mi instructor Eduardo Vásquez y así fue mi compañero de clases.

 Ambos nos graduamos juntos el mismo día en el Neusa. Aunque Jorge era un poco callado, siempre terminábamos hablando por teléfono como gallinas para motivarnos a conseguir la forma de salir a volar. Ambos terminamos emigrando a los Estados Unidos y de vez en cuando nos reunimos a recordar viejos tiempos. Aquí están sus historias.

Mi cometa de PVC

Pues venga le cuento Carlos la locura que hice cuando me empezó la fiebre del vuelo en cometa. Gracias a esto me volví el loco del barrio. Por allá en los inicios de los 70 llegó una revista de Mecánica Popular a Colombia que tenía en la portada una cometa “Standard” o básica en las dunas de arena de California.
Se trataba de un grupo de jóvenes afiebrados por el vuelo que siguiendo los diseños del señor Rogallo empezaron a experimentar con alas construidas con plástico y tubos de bambú. Poco a poco lograron pequeños vuelos en estas dunas. Pues yo no me quedé atrás y siguiendo el plano de la revista me construí una cometa de tubos de PVC y plástico de polietileno. Una vez la tenía lista llegó el momento de la inauguración que iba a ser desde el techo de mi casa como a dos metros de altura. El único problema es que empezó a llenarse de vecinos curiosos que solo querían verme caer. Cogí impulso, la vela se infló pero obviamente no me sostuvo y caí al piso con todo y cometa. Todos los curiosos me decían que era un loco y que como se me ocurría que eso iba a funcionar. Ahí me quedé “el loco del barrio”.

Buscando mi primer vuelo

Más adelante supe que Jorge Cano tenía una cometa Standard en la que varios habían aprendido a volar. Lo malo es que con esta cometa por más de que la corría y corría no podía despegarla. Amarré la standard sobre mi Simca y me fui a la parte baja del parque del Neusa. Me puse a correrla como loco pero lo único que logré fue reventarme las narices después de un buen porrazo.

Fue cuando después de verlo a usted entrenando con Eduardo me animé a entrar a tomar el curso con él.  Ahí fue que empecé a volar la famosa blanco y negro, la “Zebra”. En esos primeros entrenamientos en el aprendedero de Mosquera la sensación que más recuerdo fue esa primera vez que mis pies perdieron contacto con el piso. En ese momento supe que si era posible para mi volar. Me preguntaba constantemente como exactamente había sido el proceso de aquel despegue por el que tanto tiempo había estado esperando. De repente toda esa teoría de que el aire pasaba más rápido por arriba que por abajo y creaba sustentación era verdad! Yo oía esa teoría pero ¡Ahora si les creía! Una vez me levantó del piso fue algo milagroso. Las cometas eran también la oportunidad de encontrarme con otros locos que pensaban parecido y poder así disfrutar este deporte. Luego continué con el entrenamiento y me acuerdo que nos graduamos el mismo día. Que vuelo más increíble. Cuando llegamos a Bogotá en mi carrito SIMCA le gritaba a la gente de la calle…– ¡Me gradué del Neusa!!! Y me reía con la cara que ponían de sorpresa, je,je.


Me cagué del susto

Llevaba ya como un mes volando del Neusa y me le pegué al combo de los avanzados que iban a volar al cerro del Águila, arriba de Sopó. Este despegue era un precipicio y no había mucha pista para correr. Aunque ya sabia volar nunca había despegado de una pared así y la sola vista hacia abajo era aterradora. Estuvo lloviendo un rato y los carros bajaron rápido por temor a que la carretera se empantanara. Despegaron todos y nos quedamos los más novatos que éramos Patricia y yo. Yo miraba ese hueco y me devolvía diciendo…– ¡No seamos tan maricas que precipicio tan malparido! – Me dio diarrea y literalmente me estaba cagando del susto!

El miedo que nadie se atrevía a decir era que saliéramos mal y nos estrelláramos contra la pared y luego caer al fondo. Todos jugábamos a ser los “machos” pero en realidad ninguno lo era. Ni Patricia ni yo queríamos ser los últimos en salir pues nos quedaríamos solos allá en esa fría cima sin que nadie nos ayudara en caso de un mal despegue.

Al fin por ser hombre me tocó cederle el despegue a la dama. Ella despegó como una mariposa que se cae desde una pared y salió a volar más abajo. Esto me animó, cogí la Zebra, me colgué y sin pensarlo más me mandé al precipicio. Sentí que quedaba flotando a medida que caía y por fin sentí el viento a medida que la cometa empezaba a volar. Ahí me calmé y se me pasó el susto tan berraco que traía. Fue un vuelo que me puso a pensar que nosotros los cometistas buscábamos vivir lo que nos daba miedo para así superarlo.


Sueños

Un sueño cumplido fue volar por primera vez en Unicentro. Ese vuelo fue muy especial pues era la primera vez que tenía que tener cuidado en mantener la altura pues estaba volando sobre la ciudad y si no lograba llegar al potrero iba a estar en problemas. La idea de volar sobre las casas y sobre la gente era muy emocionante. Sobretodo llegar alto sobre el potrero y divisar Unicentro y todo el paisaje del norte de Bogotá.

 Pero un sueño que nunca pude llevar a cabo fue el de volar sobre las playas de las islas, aterrizar en un mar de tangas y que todas vinieran a recibirme con besos y abrazos, je,je.


Reencuentro con las alas delta

Hace como unos veinte años atrás me atrapó una nube en un vuelo de Unicentro y perdí visibilidad con la montaña. Decidí sacar mi paracaídas de reserva para evitar estrellarme contra la montaña pero la oscilación fue tan fuerte que caí con mucha fuerza contra una piedra y me quebré una pierna. Quedé traumatizado con esto y decidí abandonar el vuelo.

Todos estos años siempre me picaba la idea de volver a volar pero no me atrevía. Fue hasta hace unos días que no me aguante más, así que me fui con mi mujer y mi perro a un rancho cerca de Orlando en la Florida donde un grupo de pilotos practican y dan vuelos dobles en cometa halados por ultraliviano.
Todavía me debatía entre ser prudente y no volar o permitirme volar y ser feliz. Me lo permití y ¡Fui Feliz!

Todo resultó no ser tan peligroso como mi miedo me lo dictaba. Fue un vuelo dobles en una cometa con unas ruedas en el triángulo para poder rodar tanto en el despegue como en el aterrizaje. Nos remolcó el ultraliviano y subíamos empujando la barra detrás de el para mantener la altura apropiada. El vuelo fue básicamente muy elemental, tomamos altura hasta 2000’ luego nos soltamos y después de varios virajes aproximamos y aterrizamos.

Hice un segundo vuelo donde el instructor me dijo, – Vamos, tranquilo, suelte esos brazos un poco que esta muy tenso. – Me dejó tomar la barra de control y hacer algunos virajes. En ese momento sentí que me reencontraba de nuevo con las alas delta. Descubrí que mi esencia seguía ahí todavía…


El instructor preparándome para nuestro vuelo.


Yo ya acostado en el arnés. Se puede ver la segunda quilla que usan como patín de cola y las dos ruedas en el triángulo.



Aunque quedó borrosa la foto se ve que estamos en posición de despegue listos para ser remolcados por el ultraliviano.


¡Y en pleno vuelo!



Con Vicky mi mujer…amante también del vuelo deportivo.

lunes, 28 de junio de 2010

PRIMER VUELO DE OBSERVADOR (2a parte)


Continuación...

Entramos al terminal de pasajeros y fui con el capitán a la torre para chequear el tiempo meteorológico.

Habían nubes bajas mas delante de la pista y le dijo al controlador de la torre que en caso de falla de un motor sería demasiado peligroso meterse en esas nubes pues había terreno montañoso mas adelante.

El controlador decidió cerrar la pista para el despegue mientras estuviesen esas nubes allí. Al mismo tiempo venía aproximando un jet DC–9 de la empresa Intercontinental.

Bajamos de la torre y veía como otros pilotos y agentes de tierra comentaban que no se querían perder el “show de este jet aterrizando bajo las condiciones que habían de viento y nubes.

Notamos que parte del banco de nubes se estaba moviendo lentamente sobre la parte final de la pista. El jet hizo una aproximación bastante baja, y al acercarse a lo que ahora era una fina niebla sobre la pista, pensamos que iba a hacer sobrepaso pero decidió aterrizar. Desplegó rápidamente sus reversos, aplicó el freno, entró en la niebla y se detuvo cerca del final de la pista. Varios de los que estaban ahí aplaudieron.


Jet DC-9 de Intercontinental (Cortesia Aviacol.net)

 Luego los del equipo de tierra se subieron en un pequeño vehículo y salieron hacia la pista. Le pregunté a uno de ellos, – ¿Por qué van hacia la pista? – Y me respondió – Es que van a recoger las palomas muertas que dejó el avión al aterrizar para hacer sopa de paloma...es muy rica. –

Pensé que me estaba tomando del pelo hasta que pude ver que llegaron como con unas quince palomas. Luego el copiloto me dijo – ¿No se acuerda ese pequeño ruido en el fuselaje después de que tocamos tierra? Son palomas salvajes que apenas pasa el avión levantan vuelo y al querer escapar se estrellan contra el avión...!Que palomas tan brutas! –

 Después de una hora de espera el capitán al ver que se mantenía el banco de nubes al final de la pista decidió cancelar el vuelo y llamó a la compañía para que nos llevaran al hotel. Pude escuchar que el capitán del otro jet, al saber que nosotros cancelábamos el despegue, él también decidió cancelarlo.

Podía escuchar a varios pasajeros iracundos pidiendo explicaciones. Pero el capitán rápidamente nos indicó que fuéramos hacia la camioneta que nos llevaría al hotel para evitar problemas con los pasajeros. Me sentí mal por ellos.

En ese momento me di cuenta que había olvidado traer ropa extra. ¡Nunca pensé que justo en mi primer vuelo de observador tendría que pernoctar! Subimos a la camioneta y ya en camino empezaron a pasar hacia atrás una botella de aguardiente. No podía creerlo. – ¡Hágale mijo que esta noche nos vamos de rumba! – Me dijo uno de los auxiliares. Esto me resultaba ahora tremendamente divertido!

Llegamos al hotel y el capitán nos dijo que nos cambiáramos y que nos esperaba en su habitación.
Llegué primero y para mi sorpresa el capitán me sirvió una copita de aguardiente y me dijo, – ¡Bienvenido chino a Avianca!...Aquí la tenemos que pasar bien... pero, ¡Ojo! No vaya a decir nada de lo que hacemos por fuera... ¿Oyó?– – No se preocupe capitán, yo no digo nada. – Le dije.

Enseguida llegó uno de los auxiliares con el copiloto y luego llegaron las dos bellas auxiliares cada una vestida con una sexi minifalda. – ¡Capitán, vámonos a rumbear, tenemos que aprovechar! – dijo una de ellas.

Y el capitán responde, – Chicas no me llamen capitán que no estamos con uniforme, ahora ustedes son las que mandan así que vámonos a rumbear a la mejor discoteca de Pasto... ¡Yo invito! – Salimos en dos taxis rumbo a la discoteca pasando la botella de aguardiente para entonarnos  aún más.

Llegamos a la disco y nos sentamos. Empecé a darme cuenta que la auxiliar jefe, bastante mayor que la otra, estaba enamorada del capitán pero no quería que los demás supieran, me sentía en medio de una telenovela.

El auxiliar que vino con nosotros no era el “maniquebrao” sino el otro compañero. El ya era piloto comercial y nos hablaba de cómo estaba tratando de subir al puesto de copiloto dentro de la compañía.

Historias iban y venían mientras bailábamos y tomábamos.
Más tarde el capitán dijo – Bueno yo me voy ya que mañana hay que madrugar. – Y enseguida ella respondió, – Si el capitán se va yo también. – Y nos miramos con los otros de reojo riéndonos. Ya sabíamos que estos dos se traían algo y que iba a haber aventura aquella noche en el hotel.

Nos fuimos al hotel a descansar y al otro día nos reunimos en la recepción. Al llegar la hora acordada no aparecían ni el capitán ni la auxiliar jefe. Enseguida empezamos a reírnos. Quien sabe quien se quedó donde quien decíamos riéndonos. Y para rematar, como si no nos fuéramos a dar cuenta, cada uno apareció en los extremos opuestos del pasillo. No podíamos de la risa y el capitán nos decía – Nooo, ponganse serios, respeten. – Y más nos reíamos.

Preparamos el avión y procedimos a despegar de este magnífico "porta aviones" de la montaña.

Observe luego algo extraño. Ambos pilotos se colocaron las mascaras de oxígeno aunque no se requería. Miré al ingeniero y le pregunté porque las tenían puestas. –“Hombe”...para suavizar el “guayabo”. – Me respondió sonriéndose.

Recuerdo que hicimos el vuelo directo a Bogotá y subimos casi al límite de lo que podía subir el avión. Me fascinaba ver las nubes abajo y sentirme tan alto.

Llegué a Bogotá lleno de nuevas experiencias y le contaba cada detalle a mi mujer. Para sorpresa mia aquella misma noche me llamó por teléfono el capitán con voz de preocupado diciéndome que no fuera a comentar con nadie todo lo sucedido y le dije de nuevo que tranquilo que no iba a contar nada.

Me acosté en mi cama y miraba al techo sonriendo... ¡Oh Dios!...!Que aventura! Gracias Dios mio!


B - 727 - 200 de Avianca (Cortesia Aviacol.net)

domingo, 27 de junio de 2010

PRIMER VUELO DE OBSERVADOR



Mi primer vuelo de observador en Avianca fue una de las aventuras mas bellas que recuerdo de esas épocas donde por primera vez descubría el verdadero mundo de los tripulantes de vuelo, sus secretos, los gajes del oficio y todo lo que lleva operar un jet dentro del folklor colombiano. Ese primer vuelo me lo asignaron en la ruta Bogotá – Cali – Pasto – Cali – Bogotá.

Aquella madrugada me sentía muy especial vistiendo de nuevo mi uniforme de piloto pero esta vez sin las presillas doradas en los hombros pues estaban reservadas para el dia que tuviese ya mi posición de copiloto.

Estaba feliz de ir por fin a volar por los cielos de Colombia en la cabina de mi soñado jet. Recuerdo que al entrar al avión vi, por agradable coincidencia entre los pasajeros, al padre de un compañero de mi colegio. El era piloto de helicóptero de una empresa de AVIANCA llamada HELICOL. Apenas me vio se alegró y me dio la señal de gran logro con su pulgar hacia arriba . Lo saludé y entré a la cabina de mando donde me recibieron cordialmente el capitán, el copiloto y el ingeniero de vuelo.

Tomé mi puesto en un pequeño asiento atrás del capitán. Llevaba mis audífonos y mis cartas de navegación para escuchar lo que se hablaba por radio y así seguir la ruta de vuelo. Despegamos rumbo a Cali y gozaba cada segundo del vuelo tratando de no perderme nada.

Luego recibimos la agradable visita de una bella auxiliar de vuelo que nos preguntó que deseábamos de desayuno. Ella apoyó su mano derecha en el hombro del ingeniero y su mano izquierda en mi hombro. Para mi sorpresa empecé a sentir que me hacia una pequeña caricia en mi cuello. Enseguida el ingeniero me dijo – Si ve “mano” que ricas que son estas mujeres...menos mal no entró el otro auxiliar porque es como “mani–quebrao”. – Y yo le pregunté ingenuamente – ¿Por qué...se quebró la mano? – ¡No “hombe” es como maricón! – Y me puse a reirme.

Me sentía literalmente en el cielo de mis fantasias! Los pilotos pusieron sus sanduches en el “microwave” delantero o sea contra el parabrisas donde estaba dando el sol para calentarlos y la resistencia que calentaba los paneles de vidrio reforzado.

Continuamente aprendía cosas nuevas. Llegamos a Cali y mientras estábamos en la rampa esperando el intercambio de pasajeros el capitán se fijó que adelante del avión caminaba una hermosa oficial de la policía de Cali. Vi que oprimía varias veces un botón en el panel superior. Aprendí que el jet tenía una pequeña bocina que estaba en el tren delantero. Enseguida la hermosa caleña al oir el sonido de la bocina se volteó a mirar extrañada y luego mirando hacia la cabina se sonrió pues se dio cuenta que eramos nosotros elogiando sus femeninas curvas. Nos reimos un buen rato.

Despegamos hacia Pasto al sur de los andes colombianos. Durante la aproximación el ingeniero me comentaba lo difícil que era este aterrizaje pues teníamos que pasar cerca a las montañas que rodeaban el inmenso volcán Galeras cerca de la ciudad de Pasto.

Vimos la pista a nuestra izquierda y empezamos a volar muy cerca de la falda de las montañas. Varias veces sonó la alarma de cercanía a tierra. Era impresionante ver como el aeropuerto estaba rodeado de precipicios.

El ingeniero me mostró los restos de varios aviones literalmente clavados en la pared del cerro antes del inicio de la pista. El capitán preparándose para aterrizar le dio instrucciones al copiloto para que lo asistiera. Parecía un poco nervioso y no era para menos cuando teníamos vientos cruzados en una de las pistas mas difíciles de toda Colombia.

Me sentía en la mitad de una película de acción tratando de aterrizar en lo que parecía era un “porta–aviones”. Veía como maniobraba la cabrilla de un lado para otro con rapidez tratando de equilibrar este inmenso avión entre ráfagas de aire.

Tocamos tierra con un fuerte sacudón y con velocidad desesperada el capitán llevó la mano al reverso y lo haló rápidamente. Todo empezó a sacudirse. Las maletas que estaban atrás nuestro cayeron con un ruido estrepitoso.

El ingeniero con sorprendente calma dice. – Tres motores reversando. – Siguieron varios empujones fuertes hacia el frente a medida que el capitán apretaba los dos pedales de los frenos. De pronto todo el ruido cesó y seguimos rodando suavemente cerca del final de la pista.

Me era difícil asimilar que todo esto que había presenciado era un aterrizaje normal para este aeropuerto. Al salir del avión pude respirar el frio aire de estas montañas. Estaba tan feliz de estar formando parte del grupo de la tripulación. Era la primera vez que iba siguiéndolos a ellos y no a los pasajeros. Era otro mundo.

...Continuará.


Tramo final a la pista de Pasto.

viernes, 25 de junio de 2010

LA HISTORIA DE LUIS ROBLEDO


Luis Robledo es un piloto de radio control paisa que me encontré en Medellín en el festival de planeadores de Juan Cojo (2007) al norte de Medellín. Me llamaba la atención la forma tan cuidadosa con la que armaba su tremendo planeador “Cohen”.


Luis preparando su Cohen en Juan Cojo 2007. Este planeador esta en la categoría F3F que se caracterizan por ser muy veloces y de mucha más precisión por su maniobrabilidad acrobática.


Posando aquí con su Mustang de acrobacia.

Un año después de este festival el club de Bucaramanga organizó otro festival y Luis llevó su planeador Cohen pero tuvo un desafortunado accidente. Aquí transcribo su carta donde cuenta sus aventuras.

¡Saludos Carlos!! ¡Un placer saber de ti!!

Pues en Bucaramanga nos fue muy bien, unos sitios espectaculares para volar, el clima se comportó mejor de lo que esperábamos y volamos todo el fin de semana. Compartimos mucho con los otros pilotos de Búcara y Bogotá y la pasamos de maravilla, nos trataron como reyes y nos divertimos bastante.

Respecto al accidente, pues fue muy sencillo. Colocamos unos postes de bambú de unos 5 mts. de alto para la visualización de las bases de F3F, venía haciendo mi primera pasada a mucha velocidad (calculo unos 110 km/h) y el poste ese de bambú no se quiso correr y tampoco alcancé a cortarlo con el ala puesto que resultó que la densidad del bambú es mayor que la del carbono del que esta hecho el ala y paff!! je,je,

Desafortunadamente el avión quedó demasiado comprometido a nivel estructural y no se puede volar más pues las vigas principales quedaron prácticamente inservibles y el fuselaje peor. Pero no te preocupes, vamos a empezar a volar bastante F3F acá en Colombia, así que con seguridad tendremos aviones como el Cohen en el futuro.

Yo pretendo comprarme un Skorpion el año que viene o por lo menos otro avión de competencia pero esta vez si será “Top Line”, así que… ¡No hay mal que por bien no venga!
¡Hasta pronto!

Luis.


Recogiendo el maltrecho Cohen en el festival Búcaro. Carlos Hernán Calvache con una de las alas.

jueves, 24 de junio de 2010

CURSO DEL B-727


Sentía que me adentraba en mi sueño de pertenecer a la compañía insignia de Colombia AVIANCA (año 1988). Se me hizo un nudo en la garganta que me duró una semana debido a mi estrés con todos los procesos para entrar al curso.

Vinieron varios exámenes de conocimientos de aviación y luego los exámenes sicológicos que fueron bastante extensos y dispendiosos. Tambien varias entrevistas con personas que tenían rangos elevados en la compañía.

Por fin llegó el día que nos reunimos todos los escogidos en un salón de clase. Todos intercambiábamos nuestras experiencias y nuestras aventuras para poder clasificar al curso.

Ahora seguía la gran contínua tortura de saber que teníamos que pasar todo el curso y luego el simulador para poder lograr el tan deseado puesto de copiloto en la empresa.

Disfrutaba cada una de las clases a medida que descubría el maravilloso mundo de los sistemas de este inmenso avión.


Este es el 727 – 200 que es un poco más largo que el –100. Aquí esta con el nuevo diseño de pintura que siguió a todos los aviones como conmemoración a la llegada del primer Jumbo 747 a Colombia. Disfruté mucho estar tan cerca de esta maravilla de avión durante el curso y en vuelo.


Este es un 727 – 100 un poco más corto que el –200. Este es el HK – 1803 carreteando en el aeropuerto El Dorado. Según tengo entendido este mismo avión fue objeto de un atentado saliendo para Cali, explotó poco después de despegar debido a una bomba plantada por narcotraficantes. Triste pero era la realidad de la guerra declarada entre el gobierno y los capos de la droga.

Comenzamos a sentir la gran diferencia con los pequeños aviones que habiamos volado en la escuela.
Rapidamente busqué un grupo para estudiar a medida que avanzaban las clases.

Me causó mucha gracia que una bella morena entrara al salón de clases y nos ofreciera a todos el famoso tinto o cafecito colombiano. Ese aroma del café rodeado de aviación me trasladó a mi niñez cuando las auxiliares de vuelo servian el café en pleno vuelo.

Un dia tomando una de las clases de simulador básico me encontré de nuevo con el ingeniero jefe de la escuela quien un dia me habia sacado del salón y me dijo – Huy Madrigal, yo no sabía que usted estaba clasificado para este curso, disculpeme por haberlo sacado asi ese dia. – Y yo le dije, – No, tranquilo que yo tampoco sabía, fue despues que me escogieron, je,je. – Y se me quedó mirando como confundido.

Me facinaba ir al simulador y varios de mis companeros me pedian que los ayudara en sus ejercicios. Recuerdo tambien que me enamoré de la belleza y feminidad de nuestra única compañera mujer Tatiana Bonilla.




Este es un bello recuerdo que guardo de Avianca. Arriba esta parte de la portada de “Aeromundo” y abajo una foto de mi grupo. Soy el cuarto abajo de izquierda a derecha. Justo detrás mío esta Tatiana riéndose de cuanta cosa oia de los chistosos del grupo. Las mujeres que están a los extremos son las sicologas lo mismo que el señor con la pipa a la izquierda abajo.


Muchos de los que entraron tenían “prioridad” por ser hijos de capitanes de la empresa y por lo mismo muchos de ellos estaban entre sus veinte y vienticuatro años de edad.

Me sentía casi de regreso a las épocas del colegio. Algunos en clase tiraban papeles para molestar a otros, hacían chistes imitando a los instructores y nos reíamos cantidades celebrando cualquier cosa graciosa que se nos ocurría.

Pienso que era la mejor forma de combatir el estrés al que todos estábamos sometidos. Para muchos era un mundo completamente nuevo. Debido a que yo uso gafas tuve que hacer varios exámenes extras de la vista para mantenerme en el curso.

El oftalmólogo de la empresa me decía – Yo quiero estar seguro de que cuando usted este volando el avión, con mi mama y mi hija de pasajeros, no se vaya a estrellar por no tener buena visión. – Me puso lentes de contacto a ver si mi ojo izquierdo se adaptaba pero después de varias citas decidió que para mi estaba mejor seguir con las gafas.

Al mismo tiempo que avanzábamos en el curso de tierra nos asignaron volar en las diferentes rutas domésticas como observadores en la cabina para irnos familiarizando con los procedimientos antes de ir al simulador final a Denver Colorado.

En estos vuelos de observador aveces los capitanes me dejaban volar el avión y de aqui vienen varias historias más.

miércoles, 23 de junio de 2010

LAS HISTORIAS DE JUAN PABLO (4a parte)

Vuelo a ciegas

Llegó Enero otra vez y con él los vuelos de Unicentro. El aterrizadero eran los potreros al oriente de Unicentro después de las casas donde vivía el mono Hazbón. Ahora hay unos edificios muy bonitos pero en esa época los únicos edificios eran los de Multicentro y así teníamos un buen potrero para aterrizar. ¡Ah! Y la aproximación era sobre los cables de alta tensión que estaban sobre la carrera novena, je,je.

Yo ya había hecho varios de esos vuelos. Este día tenía una cometa francesa prestada… mala, pero cometa al fin y al cabo. Nos alistamos y subimos.

Ya cuando estábamos listos despegamos y subimos fácilmente en medio de una corriente de aire sabrosona.

Había llovido los días anteriores, así que había humedad en el ambiente y se estaba formando una gran nube encima de nosotros. Pensamos que íbamos a poder dejarla atrás antes que terminara de formarse. ¡Error! Otro exceso de confianza.

Los demás pudieron salir adelante y alejarse de la montaña para poder aterrizar…..pero mi cometa no penetraba y subía cada vez más y más. La nube me chupó y quedé como se dice IFR (instruments flight rules… ¡O sea que no podía ver ni mierda!!).


Me preocupaba que encima del cerro de Unicentro pasaban unos cables de alta tensión, aunque sabía que tenia bastante altura sobre el sitio de despegue. Empecé a sentir pánico pero traté de calmarme. Así que con calma y tratando de agudizar mis sentidos seguí volando dentro de la nube.
Cuando sentía que la intensidad del viento aumentaba, significaba que iba bajando y cuando disminuía que iba subiendo y así trataba de mantener la velocidad en un término medio.

Trataba de mantener la pequeña veleta de la guaya frontal siempre centrada, así sabia que no estaba derrapando o en el peor de los casos que estaba entrando en un stall o invirtiéndome. Otra preocupación era quedar detrás del cerro o que la nube bajara tanto que al salir me encontrara el cerro de frente como algunos de mis amigos les había pasado.

Pasó como una interminable media hora y de repente vi un hueco en la nube y verde abajo. Sin pensarlo dos veces y sin perder de vista ese hoyo en la nube empecé rápidamente a hacer virajes de 360 grados bien cerrados para perder altura y salir al fin de esa pesadilla.

Cuando salí de la nube estaba a la altura de la calle 190 mucho más al norte y muy bajo. No iba a alcanzar a llegar al aterrizadero de la cancha de fútbol del colegio Campestre. Decidí que la mejor opción era buscar un buen sitio en la montaña donde arborizar.

El sitio elegido fue al lado de la carretera que sube del hospital Simón Bolivar…..solo que era casi en la punta del cerro. El arborizaje fue perfecto sobre unos arbustos como de un metro de altura.

Ahora tenía que desarmar la cometa, empacar y empezar a bajar caminando todo ese cerro para poder avisar a la gente que estaba bien.

No había celulares en esa época, y no tenía dinero para un radio.
Después de más de una hora de caminata loma abajo llegué al hospital Simón Bolívar. Busqué un teléfono público, llamé a la casa de los Gaviria, luego a mi casa y di mi localización. Al rato aparecieron todos los del grupo.

Ya había varios que estaban pensando en ir a buscarme detrás del cerro. Menos mal no pasó nada ese día y se convirtió en una más de nuestras anécdotas.


¡No joda al águila!

¡Ah! Pero hay otra historia interesante. Despegando de Neusa el loco del Tito Gaviria siempre le encantaba ir a molestar las águilas que vivían en su nido un poco más abajo de donde despegábamos.
El hizo lo mismo de todos los fines de semana…salir, volar sobre el nido y el águila naturalmente salía a perseguirlo para cuidar su nido.

Según la historia que escuché, el águila sin siquiera aletear se puso a la altura de la cometa sin quitarle la mirada a semejante pájaro tan grande. Aceleró, se hizo al frente de Tito y de repente se devolvió acercándose a gran velocidad y ya bien cerca de él le mostró toda la extensión de sus alas, sacó sus garras y empezó a atacar a este gran pájaro de metal y vela.

 Lo hizo varias veces hasta que mi querido amigo al fin se asustó y dejó de molestar a estas aves. Semanas antes habíamos leído en una revista que en una situación similar un águila había roto la vela de una cometa y el piloto tuvo que lanzar su paracaídas para no caer como un ladrillo.



Bueno Carlos hay muchas historias más que con ellas alcanzaría a escribir un libro, pero estas son las que más resalto. Hasta la próxima porque acá es donde las cometas acaban y la aviación profesional está a punto de comenzar.
¡Nos vemos!

Juan Pablo

martes, 22 de junio de 2010

LAS HISTORIAS DE JUAN PABLO (3a parte)

Apareció un gringo

Después de ese primer vuelo de Neusa, vinieron muchos más. Se cogió experiencia, los vuelos fueron cada vez más largos y los paseos se hicieron más sabrosos. Cierto día íbamos para Neusa como siempre en el Land Rover modelo sesenta y pico de Tito. Íbamos a toda por esa autopista como a 75 km/h pues no daba más, je,je.

De repente llegando a Briceño se nos atraviesa un tipo en la mitad de la carretera. Pues era un gringo cometista que estaba de intercambio y se había venido a vivir a Sopó porque le habían dicho que ahí se volaba en cometa. Lo que no le dijeron era que en Sopo se volaba pero en Diciembre y Enero por la dirección del viento y estábamos en Julio. Pues se subió en el campero y seguimos.

Era viernes y nos íbamos a quedar acampando hasta el domingo en la tarde en Neusa. Esa noche el gringo no se acordó que pasó con tanto aguardiente que tomó, je,je.

Al siguiente día, nos levantamos y nos pusimos a arreglar y a limpiar nuestra zona de camping y a eso de las 10:30 comenzamos la subida hacia el sitio de despegue. Yo estaba esperando mi paracaídas de reserva que llegaría con otro piloto pero no llegaba aun. Había un arnés sin paracaídas disponible.

El gringo me pidió una cometa prestada y dijo que volaba el arnés sin el paracaídas. Nos miramos todos y nos dijimos… – Bueno, si él quiere… allá él, ¿Cierto? – Tito me prestó su cometa con su equipo y volé por primera vez su cometa. Era una Mosquito. Linda, rápida y ágil.

Al fin el gringo voló.  Llegó mi paracaídas y a eso de las 3 de la tarde pude hacer mi segundo vuelo ya en mi Comet. Mis vuelos y mi técnica mejoraron. Como no tenía dinero para comprar instrumentos de vuelo, pues me tocaba buscar los chulos (aves) para buscar las corrientes ascendentes, o el movimiento de los árboles con el viento o lo típico que era buscar las bases de las nubes “cúmulo”.

Cometa UP COMET de los 80s.


Se le toteó la cometa al Tito

Un día domingo, en el Neusa, ya tarde como a eso de las cuatro ya habíamos aterrizado varios. Solo quedaban Juan P Gaviria y Balcázar. Naturalmente Juan P comenzó a hacer sus maniobras acrobáticas encima de todos nosotros un poco hacia el norte sobre un potrero de pinos altos.

Comenzó con unos “wing–overs” con los cuales perdió bastante altura y aun así decidió hacer uno más…… ¡error!!! Yo estaba filmando pero como ya estaba bajito apague la cámara para ver el aterrizaje. De repente saliendo de su último wing–over se quedó sin velocidad y se invirtió. Quedó “crucificado” encima de la cometa sin poder hacer nada. Tiró su paracaídas, pero no alcanzó a abrir. La cometa caía lentamente hasta que se posó suavemente, por fortuna para Juan P. sobre los pinos.

Lo único que pasó grave ese día fue que se le dañó el paracaídas y la vela de su cometa sufrió al bajarla de los pinos……de resto…. ¡nada! ¡Que de buenas!

Se me jodió el despegue

Otro día de agosto, mes de vientos, subimos temprano para poder volar dos veces ese día. Ya tenía muchas más horas de experiencia. Armé mi Comet y quedé delante de casi todos. El viento estaba “rachoso”, soplaba con fuerza y después se iba.

Traté de salir en el momento en que creía que la ráfaga se iba acercando. Inicié mi carrera y al despegar…..la ráfaga me dio tan fuerte que la cometa levanto la nariz en un ángulo muy pronunciado. Yo estaba tratando de bajar esa nariz con todas mis fuerzas pero no pude. Al pasar la ráfaga de viento pude bajar la nariz, pero la cometa había entrado ya en “stall” y estaba muy bajo para recuperarla.

 Así que hice lo que Carlos Darío me había dicho siempre… “Esperar con calma y en el último momento empujar el triángulo hacia adelante con fuerza, soltarlo, recoger los brazos para protegerse las costillas y la cara y esperar el impacto”

Y así lo hice. La cometa perdió altura, comenzó a derrapar hacia la izquierda, la pude mantener enfrentada al viento un poco y en el último momento empujé. La cometa frenó su descenso y cayó entre varias piedras gigantescas. Afortunadamente quedé en la mitad de esas piedras en un espacio de pasto y tierra que había.

La cometa sufrió la rotura de un ala, el crossbar y algunas costillas…. ¡De la cometa y no mías! Bueno… lo más triste fue que me tocó empacar y bajar con mi maltrecho equipo en carro.

¿Y que paso acá? Lo que Carlos Darío nos había dicho muchas veces…. ¡Exceso de confianza!

¡Nos salvó un Suzuki!

Otro día el paseo fue al voladero de Honda. Siempre había buen tiempo ahí, era sabroso ir a acampar a este sitio. Pero tenía una cosita especial este voladero. En el sitio que despegábamos siempre había una buena brisa suave y enfrentada…….pero 10 metros más abajo no había ¡nada de ascendente!

¡Ah! Y si alguien caía por debajo de eso, era muy posible que tuviera que planear hasta el aterrizadero que era un río afluente del río Magdalena varios kilómetros más allá.  Así fue…..despegamos y el “chancho” por algún motivo cayó por debajo de estos 10 metros y “pianeó” …. no alcanzó a llegar al aterrizadero y le tocó arborizar antes del sitio.

Los demás salimos bien. Eddie se nos perdió pero sabíamos que estaba bien en alguna parte del río. Al fin encontramos a todo el mundo menos a Eddie que había aterrizado bastante lejos. Por fin lo encontramos, subimos su equipo y procedimos a devolvernos.

En esta época Eddie tenía un campero Mercedes. Una belleza de 2 toneladas con diferencial variable, bajo y doble transmisión. Lo que nunca pensaron los ingenieros alemanes es que era un carro muy pesado para el barro.

 Ya de regreso, vimos un barrizal que no se veía tan mal. Le dijimos a Eddie que diera la vuelta alrededor pero el dijo que lo pasaba sin problema. OK…… ¡Hágale hermano! ¡Quedamos hundidos hasta las puertas en el barro!

Con la experiencia de algunos de nosotros en las malas carreteras del llano, pues comenzamos a hacer lo que sabíamos. Empezamos a hacer una base de piedras y palos debajo de las ruedas para levantar el carro y así lograr algo de tracción.

Nada. Todo lo que hacíamos era en vano. Así duramos más de tres horas hasta que apareció otro camper. Un perol que daba tristeza…..era un campero Suzuki de dos tiempos. Lo interesante es que pasó el barrizal y llegó al lado de nuestro carro sin hundirse.

Le pedimos ayuda y nos la facilitó. Lo conectamos al cable, pero pensábamos que semejante carrito no iba a hacerle nada a esta mole. Sentamos gente en el Suzuki para aumentar la tracción y comenzó a halar.

Después de un minuto el Mercho comenzó a salir y a tener algo de tracción. Después de un esfuerzo bárbaro de este jeepcito Suzuki pudimos salir del barrizal.

Al final del tierrero le dijimos a Eddie, – ¿Que un Suzuki lo haya sacado de ese barrizal? ¡Nooo hombre eso da pena! Nosotros de usted , le roceamos gasolina a este mercho , le prendemos candela y ¡lo tirámos al río! – Pero bueno… acordamos no decírselo a nadie, aunque después el cuento se filtró…..je,je.

...Continuará.

lunes, 21 de junio de 2010

LAS HISTORIAS DE JUAN PABLO (2a parte)


Al fin llegó el día que me volví “aprendiz avanzado” y pegamos para Suesca. Subimos a una loma más alta. El vuelo desde aquí era interesante porque después de despegar había que hacer un viraje por la izquierda, enfrentar de nuevo a la derecha y aterrizar con un viento un poco cruzado. Pero la gran diferencia es que entraba a un vuelo de casi un minuto.
A todas estas, para recibir la información de nuestro querido instructor, habíamos amarrado un viejo radio, once metros, en el crossbar (barra transversal) de la cometa para escuchar sus instrucciones.

Llegó el momento, despegué como siempre lo había hecho antes y empecé a virar por la izquierda para iniciar la aproximación al potrero. Carlos Darío empezó a gritar vainas por ese radio....lástima que en esa época no había el botón de MUTE para poderlo callar, pero si lo tuviese igual no lo podíamos alcanzar, jeje.
Enfrenté la cometa y después de ese minuto interminable aterricé tan suave que pegué un grito de la emoción seguido de otro de Carlos Darío.
Pero aquí empezaba la parte buena....los interminables 10 minutos subiendo con la cometa por esa empinada loma con el viento pegando fuertemente en toda la vela. ¡Eso si que nos hacia sudar! Y después al final del día lo de siempre....el debriefing, las mantecadas, las gaseosas y escuchar la música que siempre ponía Carlos Darío...Jean Michelle Jarre y Major Tom, je,je.

 Así pasaron los fines de semana hasta que un día les llegó el turno del vuelo alto a los que estaban bien avanzados. ¡Para Neusa! Un páramo a 600 metros sobre el aterrizadero y un “pianeo” (planeo) de por lo menos 8 minutos. Pero haciendo las cuentas, allá arriba estábamos a unos 3000 pies sobre el nivel de Bogotá. ¡O sea que estábamos despegando a unos 11.600 pies sobre el nivel del mar!
Dicen por ahí que después de 10000 pies uno debe usar oxigeno. Subimos al sitio de despegue,.....se armaron las cometas y ¿Que hicimos para la comunicación? ¡Pues claro! ¡Los radios de García! ....Amarramos uno a la cometa y el otro para que Carlos les diera las instrucciones del caso.

Al fin volaron y aterrizaron sin problemas. Ese día disfrutamos como enanos. Yo seguí en el aprendedero hasta que estaba casi listo para graduarme en Neusa. Solo me faltaban unos ejercicios cuando un día Carlos Darío me dijo que tenía que irse de Colombia. Ese día me puse triste porque sabía que no iba a poder terminar lo que iba tan bien. Don instructor se fue y yo me quede jodido.

Pero menos mal las veces que había ido al Neusa había conocido a los hermanos Gaviria que eran pilotos ya avanzados. Más adelante el Juan Pablo Gaviria me preguntó como me sentía, vio mi bitácora con todo lo que había hecho y me dijo....– ¿Sabe que? Yo creo que usted esta listo. – Me prestaron una Comet 160, nos fuimos a Neusa un miércoles y ¡Hágale!.. primer vuelo en esta súper cometa y... ¡Un “pianeo” de 20 minutos! ¡Cheverísimo! ¡Estaba feliz! Por fin me gradué y comencé así los vuelos de altura.


Que buenas épocas

Me acuerdo de la locura del vuelo que usted se hizo hasta San Antonio de Tena. Me interesa leer en su libro esta historia pues yo fui el personaje que lo buscó como dos horas por todas esas montañas hasta que al fin entró la señal del radio y nos comunicamos, je, je. Ese día estábamos comunicándonos con esos walkie talkies gigantes que yo tenía. Menos mal no pasó nada. Pero la pasamos muy bueno, je,je… que buenas épocas.
Creo que usted fue el primero que voló hacia ese lado de la montaña. Después bajamos con los Gaviria, Eddie Abadi y el “Chancho” (Mauricio Giraldo) hasta el alto de la Mona que da hacia el valle del río Magdalena. Armamos nuestras cometas y volamos hacia allá. ¡Que vuelazo!

Aterrizamos en la playa de un río que desembocaba al Magdalena. Acostumbrados al aire fresco de la altura en vuelo cuando aterrizamos nos íbamos asándo del calor. Nos metimos al río para refrescarnos un poco pero...... el agua bajaba caliente!.....¡No jodaaaaaaaaa!!! Fuimos los primeros hacia este lado del valle pero no los primeros desde esta loma. También fuimos los primeros en volar en el sitio nuevo hacia Villavicencio (llanos orientales) y también los primeros en Susa y en Guasca. ¡Ah! Y también hice un vuelo nocturno en Neusa con luna llena… ¡Que puteriaaaaaaaaa.!! Encendimos una fogata en el aterrizadero para guiarnos, aterrizamos y luego hicimos tremendo asado....... ¡Buenas historias!


Vuelo en Villavo

Pues estuve hablando con Juan P. Gaviria y Eddie Abadi y les comenté que en Villavo se podría volar de alguna forma hacia la planicie. El único problema es que el vuelo justo pasaba por toda la trayectoria de aproximación de los aviones al aeropuerto Vanguardia de Villavicencio. Pero como éramos cometistas y además locos...... ¡Pues nos importó un culo!... Subí mi COMET 185 a mi camioneta, me reuní con ellos y arrancamos desde Bogotá para allá. Cuando llegamos al punto donde se abre esa gran llanura comenzamos a buscar una carretera que nos llevara a un buen sitio de despegue. Después de un buen rato encontramos un buen sitio.

Pero sorpresa…al final del “despegadero” en la parte baja, adivine que había, ¡Tremenda cerca de alambre de púas!....pero dijimos – “Como somos cometistas y además locos, pues nos mandamos a despegar así” – Y afortunadamente pasamos sobrados por encima de la filuda cerca…. ¡Menos mal!

Aqui estoy despegando en Villavicencio.

¡Pues fuimos los primeros en volar sobre Villavo! Una vez aterrizamos monté mi cometa a la camioneta y seguí con uno de los pilotos para mi finca como 6 horas llano adentro. ¡Nos pinchamos como cinco veces! Llegamos por fin como a la una de la mañana. Al otro día aproveché y me hice otro vuelito desde la montañita de mi finca, ¡Que día más bacanooooo!
 
...Continuará.

sábado, 19 de junio de 2010

LAS HISTORIAS DE JUAN PABLO


Juan Pablo García fue uno de mis últimos alumnos de vuelo en cometa que dejé en Colombia. Con él vivimos la increíble historia que escribí en este libro “Las fiestas de Tena”. Todavía le faltaban algunos ejercicios para completar el programa de entrenamiento que había diseñado para él y graduarse en el majestuoso vuelo del Neusa. Pero se interponía mi viaje a estudiar a los Estados Unidos.
No sabía que hacer y sentía miedo de que le pasara algo al no estar yo siguiendo su entrenamiento. Era muy buen piloto y esto lo hacia candidato a encontrarse con nuestra enemiga la “sobre estima”.

Juan Pablo me llamó una mañana y me dijo que en vista de que yo me iba, él quería ir a entrenar con algún otro cometista. Le dije que lo mejor era que esperara a que yo volviera pero sabía que no tenía sentido que él esperara por tiempo indefinido.

Se que se sintió mal pues quería proseguir con sus vuelos y nuestra conversación quedó inconclusa. Afortunadamente el encontró a un piloto experto que lo ayudó a continuar volando y más adelante se dedicó a la aviación profesional.

Nos reencontramos por intermedio de nuestro amigo común en la aviación Ramiro Sánchez. Aquí recopilo algunas de sus cartas y fotos después de hace más de veinte años de no vernos:


Comienza mi historia

¡Carlos Darío Madrigal!!
¡Pues le cuento que el otro día estábamos con el “Peewee” (Ramiro Sánchez) acordándonos de las locuras del “Mono” (Edgar Hazbón) y todas las estupideces que uno hacía! ¡Antes no nos pasó nada!

Así comienza mi historia…
A mediados de los años 80 era un jovencito “ilegal” de 17 años ya casi llegando a los 18. Lo único que yo quería hacer y sabía que iba a hacer, era volar. Así que me lo propuse. Hice contratos de pintura en obras de construcción, trabajé como obrero en las obras de mi padre trabajando como cualquiera de ellos... todo para poder levantar el dinero para comprarme una cometa.

Mientras tanto los fines de semana comencé como observador en un club de aprendices de vuelo en cometa con un personaje un tanto loco (Carlos Darío Madrigal) que no paraba de sacar dichos y echar cuentos para hacernos reír mientras nosotros, los observadores, nos tocaba por ahora bajar a pie la loma del aprendedero de Madrid (al lado de la carretera que baja a La Mesa) y subirle la cometa a los aprendices avanzados....... que todavía eran ignorantes en el vuelo pero menos que nosotros.

Y así no la pasábamos desde las 8 o 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde. ¿Pero porque esto así? ¡Lo que pasaba es que no había suficientes cometas! Eran solo tres. Estas tenían un radio de planeo de 4:1, pero ese rendimiento imagino que era al nivel del mar, je, je.

 Al fin nos tocó el turno. Mi personaje e instructor, con lentes cuadrados de color medio oscuro siempre con una sonrisa en sus labios, nos hacía llegar bien temprano a su casa en el barrio Pasadena al norte de Bogotá. ¿Y que estaba haciendo siempre en el garaje–taller de cometas que tenía? Pues enderezando los tubos de las alas y del triángulo de control que los aprendices de la semana anterior habían doblado. ¿Y cual era la principal herramienta de su taller? ¡El árbol del frente de la casa!

Ahora que he aprendido algo más de como vuelan las cometas.....no se como no nos pasó nada con esas locuras enderezando y remendando con camisas de aluminio lo tubos rotos. Pero era parte de la diversión y las ganas de volar.

Al fin llegó el día en que por fin volaría. Arrancamos esta vez pero con rumbo a otro aprendedero. Era el de Suesca. ¿Porque allá? Era más larga y tendida la parte baja, y esto era bueno para los principiantes intermedios como yo. ¡Que delicia fue ese día! ¡Correr con la puta cometa todo el día en ese potrero!

Al final del día por fin aprendí como se debía aterrizar. Corro con la cometa en ángulo neutro con la nariz un poco levantada para que no me pese y al final... ¡zassssss!.. empujo con fuerza la barra, la cometa me levanta y se frena....mmm.....ese día levanté los pies por primera vez de la tierra por un segundo… !Un segundo que fue eterno!

Y así seguimos durante varios fines de semana puliendo aterrizajes. Era extraño ver que lo que hacíamos al principio era aprender a aterrizar y después aprender a aproximar. Los despegues no eran problema porque ya habíamos corrido con esa berraca cometa durante días. ¡Algo teníamos que haber aprendido con todas esas carreras!

Durante todos estos días aprendiendo a como aterrizar, Carlos Darío sacaba mi carpeta verde, que me había tocado comprar junto con un overol blanco como parte del equipo de entrenamiento y en esta estaba la bitácora de vuelo y unas hojas con unas cuantas técnicas de aterrizaje que era básicamente el curso inicial de vuelo en cometa.

Bueno, llegó el momento de subir un poco más por aquella lomita, hice la acostumbrada carrera de despegue y de pronto la cometa me elevó como medio metro sobre la tierra, me gritó, – ¡AHORAAAAAA! ¡YAAAA!! – … Empujé fuertemente la barra y la cometa me elevó un poco más, se detuvo y me dejó caer suavemente de nuevo a la tierra… ¡VOLEEEEEEEEE!!! Fue mi primer segundo y medio de vuelo. ¡Que dicha!… ¡Que sensación tan maravillosa! Así seguimos varios días y cada vez esos segundos se alargaban más y más.


Aquí estoy con la cometa Cúmulus en el aprendedero en mis primeros vuelos.
A final del día como parte del curso estaba el “debriefing”. ¿Y que pasaba en el debriefing? ...Nuestro personaje instructor nos decía una por una todas las cosas que habíamos hecho bien o mal y mientras tanto se bajaba tres mantecadas con una gaseosa.

Así seguimos varias semanas alternando entre los aprendederos de Suesca y Madrid. Como el de Madrid era bajo, practicaba en línea recta básicamente los últimos segundos de la aproximación final y el aterrizaje. Al fin llegó el día que me volví “aprendiz avanzado” y pegamos para Suesca.

...Continuará.

viernes, 18 de junio de 2010

¡MILAGRO! (Intentando en Avianca).


Un día a mediados del año 86 Cony, mi primera esposa, me dijo que iba a hablar con su tía pues creía que el esposo de ella conocía a alguien en la aerolínea Avianca y tal vez nos podría ayudar. Su tío “político” trabajaba como presidente de la firma Kodak de Colombia y me hizo una cita para verlo en su oficina.

Esta quedaba situada en un edificio coincidencialmente al frente del edificio de Avianca sobre la avenida El Dorado no muy lejos del aeropuerto.

Llegué, me presenté y de forma muy amigable, casi como si yo fuera su sobrino me preguntó por Cony y por nuestra salud. Me explicó que él era muy amigo de uno de los mayores accionistas de Avianca, Edgar Lenis, y que le iba a llevar mi hoja de vida a ver si lográbamos algo pero que no podía garantizarme nada.

No se porque pero ya me estaba acostumbrando a esa frase. De todas formas muy contento le agradecí por su ayuda.

Pasaron varios días y no sabía que hacer para continuar con este proceso. Era como si algo me dijera que me moviera y que no esperara a nada ni a nadie. ¿Pero que más podría hacer?

Decidí ir a “gastar tapete” de nuevo a la oficina de el capitán Ramelli.

Cuando llegué la secretaria en vez de saludarme me dice – ¡Madrigal! ¡Usted donde estaba! Lo habíamos estado buscando por todas partes para que se presente con el capitán Ramelli pues él me dijo que usted estaba ya en la lista para el curso de copilotos!–

 Yo la miraba fijamente callado pues no estaba seguro de lo que escuchaba. Estaba escuchando algo que pertenecía al mundo de mis sueños..de mis fantasias... pero en ese momento era real! Y dentro de mí grite...Milagro...Virgencita..Dios mio... ¡Este fue el milagro que pedi!! –

Todo alrededor mío cambió de tonalidad y empecé a sentir mi corazón palpitar mas rápido. Enseguida ella me dijo, – Pero no puedo pasarlo a que vea al capitán porque falta algo. – Y le dije – ¿Falta algo? ¿Pero que falta? – Y me responde, – ¡Pues nada menos que su licencia de piloto comercial! – No podía creerlo, me estaban llamando ya de Avianca y no tenía conmigo mi licencia.

Salí corriendo hacia el edificio de la Aerocivil en el aeropuero El Dorado y con alivio supe que mi licencia ya estaba lista. ¡Recién salida del horno!

Salí de nuevo corriendo y llegué con la licencia a la oficina de Ramelli sudando. Mi dulce secretaria le sacó una copia y entró a la oficina a entregarle mis papeles a Ramelli. Esperé como media hora a que me atendiera y por fin escuché su voz diciendo, – Dígale a Madrigal que pase.

Entré y después de revisar mis papeles me notificó oficialmente que estaba en aquella soñada lista. Hizo un borrón y apuntó mi nombre en el puesto numero 13. ¡Mi número de alta energía!

Detrás de este milagro había sucedido una historia que vine a conocer después. El tío de Cony habló con Edgar Lenis y este a su vez con Ramelli. Ramelli le había dicho que yo no había pasado el examen de inglés, tal vez para deshacerse de mí, pero desconocía que Edgar Lenis sabía ya que yo lo había pasado. Ramelli le pidió excusas diciéndole que se había confundido de candidato y que en efecto ya había recibido mi examen aprobado.

Fue así como Ramelli accedió a colocarme como candidato para el curso. Si no hubiese seguido mi intuición de hacer el examen de inglés antes, esta historia hubiese sido diferente.

 Cuando llegué a nuestro apartamento y le conté a Cony saltó de alegría y enseguida llamamos a sus tíos para agradecerles por la intervención.

 Gracias a Cony y su familia tuve el chance de mi vida y esto me abrió enseguida otro gran capítulo en la aviación profesional... Avianca!

 ¡Gracias virgencita de Bojacá!¡Gracias Dios mio por guiarme en mi camino!


jueves, 17 de junio de 2010

LA HISTORIA DE GUSTAVO (2a parte)


Fue muy reconfortante y anecdótico para mí que en la primera competencia en la que pude participar con mi propio diseño saqué la más alta puntuación quedando en primer puesto viendo de esta manera todo mi esfuerzo recompensado. Y aunque yo ya me sentía totalmente satisfecho con este reconocimiento mi sorpresa fue mayor cuando en el pequeñísimo campo que improvisamos para aterrizajes de precisión, empecé a ver un avión experimental biplano de un entusiasta de este deporte que empezó a realizar su aproximación para aterrizar justo en el lugar donde se acababa de realizar la competencia.

Ese día fue para mi muy especial pues marcó una nueva etapa en mi vida. Resultó que la persona que piloteaba ese bellísimo ultraligero se acercó a nosotros y luego de informarse del resultado de la competencia me invitó en ese mismo instante a copilotear su ultraligero. Ese día fue inolvidable, no tenía palabras para describir lo que experimenté. Recuerdo que parecía un sueño despegar con esa facilidad en el mismo lugar donde por mucho tiempo observaba mi planeador volar sobre mi y que ahora me tocaba ver, como en una película desde el ángulo opuesto, tripulando mi planeador fruto de mi imaginación. Ver a todos mis amigos desde allá arriba me hizo pensar por un momento que mi destino seria siempre buscar llevar a cabo mi sueño de convertirme en piloto profesional.

Casi a fines de los ochenta con la experiencia ya ganada decidí trabajar en una especie de tesis creando un planeador de tres metros de envergadura.

Detalle del “spoiler” (freno aerodinámico) en la construcción geodésica del ala del F3B antes de forrar.

Este diseño pertenece a la categoría de los “F3B” y a diferencia de mi primer diseño de apenas un metro y medio de envergadura, este no alcanzó igual popularidad puesto que por cosas del destino y falta de incentivo no continuaron las competencias, así que solo algunos lo llegaron a ver volar.
 

El modelo ya forrado.


Vista superior. Las franjas azules en las alas son los spoilers.


A la izquierda mi padre Cesar sosteniendo uno de mis trofeos y mi medalla, al centro mi hermano Javier sosteniendo la caja para portar el F3B y a la derecha mi madre Raida.  Siempre he recibido de ellos un gran apoyo.

Finalmente emigré a los Estados Unidos en Marzo de 1990 trayendo conmigo como mi equipaje más valioso mi última obra maestra. La necesidad de trabajar y la responsabilidad de cumplir con las metas trazadas que me motivaron inmigrar fuera de mi país, causó que trabajara en todo lo que encontrara.

Trabajando de “Valet Parking” solía llevar una revista de aeromodelismo para no aburrirme y nunca me cansaba de leerla. Resultó que una de esas noches la olvidé y la dejé encima del escritorio y al día siguiente mi compañero de reemplazo coincidencialmente la encontró y resultó que se trataba de otro aficionado a este hobby. Fue así como conocí a mi gran amigo Carlos Madrigal y desde ese momento no hemos dejado de comunicarnos y volamos de vez en cuando compartiendo lo que a los dos nos fascina… volar.

Ya han pasado casi diez y ocho años del día en que el Feroz se hizo famoso por ser el planeador con el que gané el primer lugar en una de las últimas competencias nacionales que pude participar en mi país. Es muy gratificante ver crecer esa semilla que dejé, y cada vez que viajo a mi querido país nunca dejo de visitar a los nuevos aeromodelistas y con mucha satisfacción observo a las nuevas generaciones de entusiastas que sin conocerme han adoptado como su planeador favorito el que un día surgió de mi imaginación y a pesar de haber pasado tantos años muchos lo siguen construyendo y disfrutando de su inigualable vuelo.


La nueva generación de pilotos en las playas de Lima. En esta playa utilizamos el desnivel del acantilado para recibir las corrientes ascendentes que vienen desde el océano. Los dos planeadores del centro son herencia mia. ¡Feroz Fever!

Sin duda mi vida ha estado rodeada de altibajos, pero lo que nunca se vio afectado fue mi pasión por el vuelo, y es por eso que a la fecha con mucho esfuerzo pero a la vez con mucha satisfacción puedo seguir practicando lo que para muchos puede parecer un juego.
Para mi caso siempre significó un elemento primordial durante mi crecimiento inculcarme responsabilidad, constancia, perfección, paciencia y tolerancia, algo muy importante para afrontar el tipo de vida que nos toca vivir a muchos aquí en los Estados Unidos, que como yo decidieron alejarse de su país, de sus amistades y familiares.

Pero la recompensa al esfuerzo y sacrificio por las cosas que un día tuve que renunciar se ve ahora reflejada al lograr mi profesión de piloto comercial en este país ajeno al mío.
Para finalizar, puedo decir que aunque haya tenido la oportunidad de hacer entrenamientos en simuladores de Boeing 737, el DC–10, y volar de copiloto del Jetstream 31, y piloto del Islander, etc. ninguno podrá igualar la maravillosa sensación de volar libremente como lo es en un planeador tripulado o en un parapente. En estos vuelos se siente estar estrechamente conectado con la naturaleza y se siente ser parte de ella.

No debemos renunciar a nuestros sueños por difíciles que parezcan, solo nosotros nos limitamos al dudar de lo que somos capaces, y en el caso de todos los que amamos el vuelo… pienso que solo el cielo es nuestro límite.

Gustavo.


miércoles, 16 de junio de 2010

LA HISTORIA DE GUSTAVO


Gustavo Rojas ha sido como mi hermano en el aeromodelismo aquí en la Florida (2010). Hemos compartido bastante nuestra fiebre por los planeadores de radio y no solo eso sino que he sido su mentor en la aviación profesional. ¡Ya ha logrado más licencias de piloto que yo! Está adentrándose en el mundo comercial de la aviación. Trabajó como piloto en Puerto Rico y ahora como copiloto del B-767 en Lan Peru en su pais. Estoy muy orgulloso de sus avances y espero que la vida le siga trayendo más regalos.
Aquí está su historia sobre su pasión y logros competitivos en el aeromodelismo.

“Del sueño a la realidad”

Cuando era aun un niño siempre me llamó mucho la atención todo aquello que volara, desde el vuelo de un insecto, un ave y cualquier invención del hombre.
Sin duda sabía que cuando creciera quería ser piloto profesional. Mi niñez se caracterizó por dedicar la mayoría de mi tiempo a fabricar lo que en mi país Perú llamamos cometas, conocido por otros como papalote o en inglés kites.
Siempre me interesó fabricar por mis propios medios cometas que salieran fuera de lo común pero sin descuidar su eficiencia para que pudiesen volar más alto que otras cometas que algunos amigos tenían.

Mi campo de prueba no era un parque, sino más bien el techo del edificio en donde vivía. Hoy en día que ya han pasado más de treinta años aun se puede ver en una antena muy alta de la estación de bomberos, que queda frente al edificio donde vivía, pedazos de esqueletos de algunos proyectos que se quedaban enredados en su intento de alcanzar buena altura.
Esta antena es mudo testigo de tantas pruebas que realizaba cuando trataba de perfeccionar algún diseño.

Al pasar los años tuve la enorme alegría de leer un artículo sobre aeromodelismo en un diario local de mi país. Tenía solo ocho años y recuerdo claramente que lo guardé como una joya pero a su vez fue un reto que me tardó casi un año encontrar lo que llamaban la madera “balsa” y mientras la encontraba empecé a construir un pequeño planeador con otro material similar pero que no era el adecuado ya que era muy pesado. Y aún así asombrosamente, el pequeño aeromodelo, no dejaba de darme sorpresas cuando al lanzarlo con todas mis fuerzas realizaba espirales en su vuelo, entró una vez por una ventana abierta del vecindario y cuando lo daba por perdido volvió a aparecer volando por otra ventana.

En uno de estos vuelos extraños de mi pequeño planeador, caprichosamente se metió en una casa desconocida que quedaba a la vuelta de la casa y al tocar la puerta para preguntar por mi planeador, para mi sorpresa salió a recibirme con mucha ansiedad un muchacho de la misma edad mía que sabía se trataba de un aeromodelo y me lo entregó con mucha delicadeza por estar algo fracturado. Al igual que yo él era un entusiasta de la aviación pero lo que nos diferenciaba es que al invitarme a pasar a su casa me mostró dos o tres planeadores similares al mío pero construidos ¡con la famosa madera balsa que yo aún no podía encontrar!

A partir de ese momento nos convertimos en amigos inseparables y tuve la suerte de dar un gran salto en la práctica de este deporte aprovechando el conocimiento con que contaba mi nuevo amigo.
Los dos tuvimos la oportunidad de crecer practicando casi todos los distintos niveles que existen en este hobby. Nos dió grandes satisfacciones ver nuevos proyectos cada vez más grandes y complicados, despegar, volar y aterrizar. Sin embargo a pesar que después de varios años de práctica logramos ser pilotos a control remoto, siempre recordamos y practicamos con nostalgia lo que un día fuera nuestros inicios con planeadores hechos de madera balsa sólida para ser lanzados a mano, los que se conocen como “hand launch”.

La búsqueda constante de la perfección hizo que en dos oportunidades el alumno superara al profesor, por lo que ambos mantenemos gratos recuerdos de competencias a nivel nacional en donde ambos estuvimos recibiendo medallas simbólicas de oro premiándonos en un podium por alcanzar el primer y segundo puesto.
 
 
Ahi estoy en el centro del podium.



Con el grupo de pilotos competidores, yo en el centro con un planeador acrobático amarillo y naranja.

La fama alcanzada en estas competencias hizo despertar en mí el deseo de tener mis propios diseños de planeadores para poder ser utilizados según el tipo de competencia en un futuro. A raíz de esta inquietud me propuse diseñar un planeador que tuviese la característica de ser fácil de maniobrar, veloz y que se comportara en vuelo invertido tan normal como nivelado.

Pero a todas estas características le tenía que agregar que fuera de fácil transporte, puesto que en mi niñez mi grupo de amistades no contaba con auto para poder viajar hacia el sur de la ciudad donde la geografía del terreno era apropiada para volar nuestros aeromodelos, así que estos viajes tenían que ser en ómnibus, llenos de pasajeros y nosotros teníamos que viajar con nuestros planeadores de hasta tres metros de envergadura desensamblados para hacer un bulto fácil de transportar.
Obtuve como resultado un diseño propio al que bauticé con el nombre de “Feroz”.

Una de las variaciones del Feroz. Atrás se alcanza a ver un ala delta que vuelan también en esta área.
...Continuará.