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martes, 30 de marzo de 2010

EL TRIANGULO DE LAS BERMUDAS


Siempre me había soñado con volar mi planeador de radio control "Lady" en la hermosa playa de Hallandale al norte de Miami pero no había encontrado un buen sitio para hacerlo.

Un día de inicios del nuevo siglo, en la playa mirando los edificios cerca de donde vive mi madre pude observar a los pelícanos deslizándose sobre ellos y dándome de nuevo una clase completa de vuelo sostenido por las corrientes que suben por los edificios.

Hacia el sur continua la playa de Golden Beach donde no hay edificios sino solo casas con playas privadas. Mi mujer me dio la primera sugerencia… - ¿Mi amor porque no vuelas la Lady en esta playa? -

Poco a poco se me fue revelando el sitio apropiado. ¡Claro! Vuelo el planeador sobre los edificios al norte y lo aterrizo al sur donde no hay gente en la playa privada! Acababa de encontrar la respuesta a tantos meses de espera con aquellos frustrantes pequeños vuelos en pequeños parques.

Preparé el "Lady" y lo traje conmigo hasta la playa. Me causaba gracia la cara de interrogante de algunos bañistas que no entendían que raro artefacto llevaba conmigo. Una vez había ensamblado las alas al fuselaje lo tenía listo para encender su pequeño motor de gasolina.

Empecé a sentir mi corazón bombeando adrenalina por mis venas. Otra vez me invadía esa sensación de aventura antes del vuelo.

Esta playa esta en el condado Miami-Dade y el edificio al fondo que uso
para sostenimiento del planeador esta en el condado Broward.

Tendría que usar la potencia de su motor que se encuentra sobre el ala por solo dos minutos que es la capacidad de su pequeño tanque.

Inyecté la gasolina, ajusté el paso de la aguja para el encendido, conecté la batería a la bujía y después de varias vueltas a la hélice por fin escuché el sonido de mosquito característico de estos motorcitos indicándome que los dos minutos empezaban a contar.

Rápidamente hice el chequeo de los controles asegurándome de que el elevador y su timón de dirección se movían bajo mi mando. Lo tomé por la barriga y enseguida lo lancé contra el viento en dirección el océano.

 Me angustiaba la idea de que me fallara el motor y cayera sobre el mar. Tomó poco a poco altura y viré hacia la playa. Me sentía tranquilo al ver como se elevaba. Solo tenía un minuto para entrar en la corriente ascendente del edificio o de lo contrario tendría que iniciar una maniobra de emergencia para aterrizarlo. Viré de nuevo y de forma atrevida lo enfilé directo hacia el edificio. Una vez estuve al frente, para mi sorpresa empecé a ver como subía y subía. Me llené de emoción y empecé a reírme de alegría.

Con varias pasadas logré sobrepasar su borde superior justo cuando escuché morir el motor. Iniciaba el vuelo silencioso con suficiente altura para mantenerme dentro de la banda de sostenimiento que me brindaba aquel coloso de unos veinte pisos de alto.

Levanté mi puño derecho en gesto de victoria y comencé los virajes en S para no salirme del área de levante. Diez minutos después de estar volando sobre el edificio acababa de vencer mi record de vuelo sin tener una ladera de montaña que me ayudara.
Me fascinaba alejarlo del edificio, volar sobre el mar y hacer algunas piruetas para luego acercarlo al edificio y elevarlo otra vez.

Enseguida se me acercó un niño de unos diez años y me preguntó si todavía el planeador estaba usando su motor. Le respondí que ya se había apagado y que estaba sosteniéndose con el viento ascendente solamente. Se quedó un rato boquiabierto con la clásica expresión en Inglés, – ¡Waooo! –Después vimos que un grupo de gaviotas pasó cerca al planeador y el chico me dice, – ¡Maniobre cerca de ellas para asustarlas! – Le respondí que las gaviotas eran mis profesoras de vuelo y merecen tanto respeto como un ser humano. Me miró con cara de desconcierto y volvió a mirar a las gaviotas, pienso yo que con una nueva perspectiva.

Después de un delicioso vuelo de más de media hora fui perdiendo altura sobre el mar donde había menos ascendente. Una vez estaba a la altura de las palmeras sabía que no había regreso y otra vez sentí como subía mi ritmo cardiaco mientras analizaba cada viraje para llevarlo de forma segura a la playa.
Logré una buena final y lo posé suavemente sobre la arena. Alcé los brazos como los jugadores de fútbol cuando han ganado el partido. Fue un vuelo soñado hecho realidad... 

...Continuará.

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