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domingo, 7 de marzo de 2010

EL VUELO DE HONDA (6a parte)


Continuación...

Empecé a abrir los ojos y a despertarme de tan increíble aventura que parecía haber soñado. Volvía a la realidad y poco a poco las fuerzas llegaban de nuevo a mi cuerpo. Estaba lejos del sitio de encuentro y debía recoger la cometa y emprender un largo camino hacia la civilización. Pensaba en todas las cosas que le iba a contar a Edgar y a los otros pilotos sobre mi aventura pero ahora tendría que recoger todo y caminar en busca de ellos.

Nadie en aquella finca se percató de que yo había aterrizado por allí. Desarmé la cometa, le puse su forro, me la eché al hombro y bajo el brazo llevaba el casco y el arnés ya doblado. Salí de la finca por la misma puerta por la que había entrado volando.

Sonriendo le agradecí a este portal por haber estado ahí cuando más lo necesitaba. Caminé con rumbo sur como unos veinte minutos y empezaba a sentir que me agotaba rápidamente. El calor de esta área me estaba deshidratando. Sentía mucha sed y paraba cada cinco minutos a descansar.

De pronto vi que en dirección contraria venía un campesino y cuando llegó a mi lado le pregunté, – ¡Buenas tardes señor!.. ¿Sabe por aquí donde podría tomar un poco de agua?... ¿Dígame, esta carretera me lleva a la vía principal a Honda? – El pobre campesino me miró con los ojos bien abiertos como si estuviera viendo un espanto. Se quedó mirando semejante armatroste que llevaba al hombro, mi casco y el arnés y me dijo, – Pa’ mi que ‘uste es del ejército y va’y de pronto me echa al hueco… ¡Mejor me voy! – Y prosiguió su camino de forma apresurada. Me quedé extrañado pues no entendí porque no me respondió.

Continué unos minutos más y decidí acercarme a un pequeño rancho para pedir algo de agua. Salió una hermosa campesina y me regaló un vaso de agua que me supo a gloria. Me indicó que debía seguir en la misma dirección pero que me faltaba bastante para llegar.

Decidí dejar escondida la cometa en unos matorrales a la entrada de este ranchito pues no podía más del cansancio. Más adelante vi que venia un camión en la misma dirección y le hice señas para que me llevara. Le conté rápidamente mi aventura al chofer y él con cara de sorpresa me dijo que me montara en el platón de atrás.

Subí al camión y a medida que proseguía su camino me sorprendí de lo lejos que aún me encontraba. Tardamos unos veinte minutos lo que me hubiese tomado más de una hora a pie. Si no hubiese sido por el camión la historia hubiese sido muy diferente.

Llegamos por fin a la vía principal y me bajé agradeciéndole al conductor por su gran favor. Una vez allí miré para ambos lados y me di cuenta que estaba aun muy lejos de la zona de aterrizaje.

Empezaba ya a anochecer y no sabia si mis amigos ya se habrían devuelto a Bogotá al ver que yo no aparecía. Para rematar no traía dinero conmigo para tomar un bus. Me regañé a mi mismo por no haberlo hecho…pero la verdad nunca creí que todo esto me fuera a pasar.

Para marcar la entrada engarce un pañal usado que vi al lado del camino con una rama y lo puse en la entrada de forma bien visible como referencia. Decidí empezar a caminar hacia Honda al lado izquierdo de la carretera por si ellos pasaban me pudieran ver.

Solo pasaron unos cinco minutos y ¡Sorpresa!… ¡Aparecieron! Pararon y enseguida me gritaron, – ¡Que man tan de buenas! ¡Era la última pasada y de aquí seguíamos ya para Bogotá!.. ¿Donde dejó la cometa? – Respiré un profundo aire de alivio. Llegamos hasta donde estaba el pañal y todos se rieron burlándose de mi por tan original forma de marcar la entrada.

Cometa ya empacada sobre el carro.


Recogimos la cometa y cobijados por la oscuridad de la noche continuamos a Bogotá mientras todos como viejas chismosas contábamos los pormenores de nuestras aventuras.

Y así fue como terminó una de las historias más intensas que he vivido en mi deporte del vuelo en cometa…el vuelo de Honda.


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