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martes, 23 de marzo de 2010

ADIÓS AL “KAPITAN”


Ernesto dijo, –Aquí estoy ya en posición para el rescate–. Edgar dijo, – El viento está de la izquierda, yo creo que va a aterrizar bien. –Yo dije, – ¿Listo Ernesto? ¡No lo pierda de vista! –Pasó cerca de un árbol, casi le pega a un edificio y logró aterrizar de milagro usando su tren de aterrizaje en el pavimento.

No, no fue la emergencia de un avión con sus pasajeros ni una operación de rescate aéreo. Era el fascinante vuelo de un pequeño aeromodelo que lanzamos desde el sexto piso del edificio donde vivía Edgar. Estaba en mis trece años (1974) cuando con mi vecino Ernesto y Edgar vibrábamos con la fiebre del aeromodelismo.

A mis tres años de edad mis padres me trajeron desde Maracaibo Venezuela, donde nací, a la ciudad de Barrancabermeja en Colombia, donde viví hasta los once años. Allá los únicos aeromodelos que conocía eran unos pequeños avioncitos hechos de lámina de balso que volábamos con Aura Janeth la hermana de Edgar. Descubrí lo divertido y fabuloso que era ver ese diminuto modelo volando y haciendo piruetas, obviamente monopolizaba la mayoría de las lanzadas hasta que Aura Janeth se molestó y lo guardó.

Pero fue en Bogotá donde conocí el primer planeador de vuelo libre. Estaba visitando a unos amigos del barrio y uno de ellos, Fernando Vázquez, me habló de un planeador que había volado pero se rompió una de sus alas. No aguanté mi curiosidad y le insistí que me lo dejara ver. Apenas vi el fuselaje y sus alas mi curiosidad aumentó más aún. Le dije, – ¿Fernando, porque no lo arreglamos y lo volamos? – Me dijo,– Es muy complicado pues se la han perdido piezas de balso y ya no tengo tiempo para eso.–

La idea de construir y tener este mismo modelo se volvió un sueño para mí. Pero no sabía ni siquiera como empezar. Le pregunté que hacer para yo mismo construir uno y el un poco molesto me dijo, – Mire Carlos, compre el kit e ingénieselas. –

Esa frase encendió el reto que significaba poder tenerlo algún día y volarlo. Más adelante creamos con Ernesto y Edgar un grupo llamado “CAF “que significa “Corporación de Aeromodelistas Felices” o dependiendo de cómo volara el modelo, “Fracasados”.

Nuestros primeros modelos se llamaron “Los tres mosqueteros”. El primero era un planeador de lámina de balso y los otros dos eran avanzados con hélice y motor de cinta de goma. Este vino a ser nuestro primer curso de aeromodelismo donde nuestros profesores fueron el Athos, el Porthos y el Aramis.

Ernesto me enviaba una señal Morse con su “walkie–talky” para que nos reuniéramos en una pequeña casita en el patio de atrás de su casa para continuar con la construcción del Aramis, el tercer modelo.

Un día Edgar me llamó temprano, – ¡Carlos venga! ¡El papel de seda se templó alrededor del ala después de secarse durante la noche! – Veíamos sorprendidos por primera vez la forma aerodinámica de un ala que de verdad iba a volar. Ya no era un simple juguete, era el mismo diseño del ala de un avión real. La fantasía empezaba a tomar forma.

Hicimos muchos vuelos con estos modelos y aprendimos bastante sobre el reglaje para que pudieran volar más y más lejos.
Continuamos con el siguiente modelo súper secreto “El Cóndor”.
 
Esta es una vieja filmina de un cumpleaños mío donde mi madre
 para mi gran sorpresa me regaló el kit del CONDOR.
 A la izquierda de chaqueta azul esta Fernando Vázquez
 a quien le agradeceré de por vida haberme dado
 la bienvenida al aeromodelismo.
 Después esta Fernando Sampedro, Felipe mi hermano,
 yo, mi primo Rafael y un compañero del colegio.

Tuvimos que construirlo en el garaje de mi casa pues los papas de Ernesto se habían puesto ya bravos con tanta visita. Era un planeador demasiado grande comparado con los otros modelos. Edgar disfrutaba decorándolo y forrándolo y Ernesto ensamblando las partes de balso.

Aquí pude ver como nació en Ernesto su gusto por la arquitectura y en Edgar su gusto por el diseño industrial que fueron las carreras a las que más adelante ellos se dedicaron.

Al finalizar el Cóndor lo llevamos a la ladera de la montaña de Chía acompañados de nuestros amigos Alberto y Roberto Jacobs que se volvieron "socios" de CAF.

Fue todo un ritual la preparación del modelo y estábamos nerviosos por saber como volaría. Lo lanzamos exactamente contra el viento con el ánimo de verlo subir por las alturas, pero para nuestra sorpresa dibujó un semicírculo en picada hacia la tierra, se estrelló y quedaron esparcidos sus pedazos dejándonos la frustración de no verlo volar.

Nos embargaba el interrogante de porqué se había desplomado de esa forma. Estudiamos la teoría y los planos del Cóndor y como detectives descubrimos la causa de tan repentina "muerte".
El plano de este modelo no mostraba ningún ángulo de incidencia entre el ala y el estabilizador y parecía que quien lo había diseñado solo lo pensó como un adorno.

No nos dimos por vencidos y siguiendo esa sed de ver alguno de nuestros modelos remontarse en las alturas, decidimos seguir con el modelo que siempre soñé tener, aquel que Fernando no quiso arreglar ni volar, este modelo se llamaba "El Kapitán".

... Continuará.

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