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sábado, 20 de marzo de 2010

VUELO EN AEROTAL



Cuando me iniciaba en la Universidad en Bogotá, a finales de los 70, vino otro milagro de forma inesperada.

Una noche llegó uno de los señores vecinos para hablar con mi padre pues estaban haciendo reuniones con objeto de organizar rondas nocturnas de vigilancia para mejorar la seguridad del barrio donde vivíamos en Bogotá.

Pasó a la sala y mi madre le ofreció un café. No se porque pero mi ángel me empujó a meterme en conversación de mayores y le pregunté donde trabajaba.  Me respondió – Trabajo con Aerotal (Aerolínea de pasajeros local en Colombia).

Hubo un silencio y pensé que ya era suficiente pero… ¿En que trabajaba?-  Solo saber que había la posibilidad de que fuera piloto me llenó de emoción.
No pude contenerme y le volví a preguntar – ¿Pero… en que cargo? –, – Trabajo como tripulante de vuelo...soy capitán de los equipos 727. –

Se me heló la sangre, no podía creer aquella coincidencia! Enseguida se agolparon varias preguntas en mi mente al mismo tiempo. Le conté sobre mi sueño de ser piloto y él se sorprendió. Era el capitán Gonzalo Zapata.

Hablamos un rato y de pronto vino el siguiente milagro. – Carlos, si quiere venga conmigo como observador a uno de mis vuelos. Yo como capitán puedo invitarlo. – No podía creer tanta dicha! ¡Volar en la cabina del 727! Mi angelito me había traído mi regalo sin que yo saliera de la casa!

Coordinamos con el “capi” Zapata y me recogió una tarde en su carro y continuamos rumbo al aeropuerto “El Dorado”.

Mi primera gran agradable sorpresa fue verlo con su uniforme de piloto. Parecía que estaba entrando en una película basada en mis sueños. Recuerdo que por el camino yo no paraba de hacerle preguntas. No solo me respondía sino que también me hacia preguntas para medir mi interés… – A ver Carlos, dígame la base de esa nube a que altura cree que está. – Me sentía tan afortunado de estar viviendo esos momentos que no paraba de sonreír como un niño que estaba disfrutando de sus juguetes preferidos.

 Llegamos al aeropuerto y lo seguí por puertas y lugares que no pertenecían al mundo de los pasajeros. Era mi primera incursión dentro del mundo profesional. Seguía paso a paso todo lo que él hacia, lo que hablaba con el personal de la aerolínea y las cosas que tenía que verificar antes del vuelo.

Me enseñó algunas cartas meteorológicas y papeles que tenía que llenar antes del vuelo.
Supe que íbamos a volar a Pereira y volver. Seguimos luego a la rampa y mientras caminábamos hacia el avión podía yo verme a mi mismo observándome cuando era niño desde el piso de arriba del terminal de pasajeros.

Ya la noche caía y esto hacia que la aventura fuera aun más fantástica. Vuelo nocturno en la cabina de un jet… ¡Lo último!


Llegamos a la escalera de un majestuoso Boeing 727 de Aerotal y el auxiliar de vuelo jefe estaba chequeando los tiquetes de los pasajeros. El capitán le explicó que yo iba como observador. El auxiliar me dio la bienvenida y subimos las escaleras.

Cuando llegué a la puerta del avión el capitán me indicó que siguiera a la cabina. Siempre me había soñado con ese momento en el que en vez de seguir a la derecha como todos los pasajeros siguiera a la izquierda hacia la cabina de mando.

Estaban ya en sus puestos haciendo sus listas de chequeo el copiloto y el ingeniero de vuelo. El capitán le pidió al ingeniero que me indicara los procedimientos de seguridad. Me dio un “briefing” completo sobre el sistema de oxígeno, radios, sistema de evacuación y como colocarme el cinturón de seguridad que era diferente al de los pasajeros.

Me dijo que le preguntara al copiloto lo que quisiera. Luego salió para arreglar otras cosas y aproveché enseguida para preguntarle al copiloto sobre esos tres grandes botones rojos que estaban al frente del panel de instrumentos. Siempre los había visto ahí pero no sabia para que eran. El copiloto puso cara de estar en un examen y me dio casi de memoria toda la explicación de ese sistema.
Miré hacia el panel del ingeniero y aproveché también para preguntarle sobre otros sistemas.

Pronto llegó el capitán Zapata y se sentó en su puesto. En ese momento ya deje de verlo como aquel vecino amigo que conocí y enseguida lo vi como el jefe a cargo de esta nave. Veía ya en su rostro y su actitud los años de experiencia en su profesión. Me había contado antes que se había retirado de la Fuerza Aérea donde voló jets de combate y también helicópteros.

Cerraron la puerta e iniciamos el carreteo por la oscura, pero bellamente alumbrada con luces azules, la vía de acceso hacia la pista. Gozaba intensamente cada instante degustando cada sonido, cada luz de cada instrumento, las luces exteriores que se desplazaban como si estuviera metido en una película de ficción.

Tomé los audífonos y para mi deleite seguía todas las conversaciones entre el avión y la torre de control. El capitán me explicaba algunas cosas a medida que nos acercábamos a la cabecera de la pista de despegue. Estaba ansioso porque por fin iba a despegar dentro de una cabina y no quería perderme ningún detalle.

Llegamos a la cabecera de la pista y después de disfrutar el ver en vivo como leían y hacían las listas de chequeo el capitán le cedió el despegue al copiloto.
El ingeniero colocó los aceleradores en cierta posición y se podía oír lejos atrás del avión como empezaban a rugir las turbinas.

Luego vino la sensación de aceleración y yo miraba a todos lados para ver lo que sucedía. Después haló ligeramente la cabrilla, la cabina se elevó y se escuchó el fuerte golpe del tren delantero al extenderse completamente. Vino el sonido del viento al frente y luego disminuyó al entrar el tren dentro del fuselaje.

Miré por mi ventana y veía las luces de la ciudad bajar poco a poco. Subimos y en pocos minutos estábamos ya nivelados a la altura de crucero. Le pregunté al capitán que pueblos habían allá abajo y aunque solo veía algunas luces el los recitó de memoria. Solo duramos unos minutos nivelados y enseguida empezamos el descenso.

De nuevo puse atención a todos los procedimientos que ellos hacían como queriendo aprendérmelos todos de memoria.
El capitán me señaló al frente donde estaba la pista y así fui gozando cada instante del aterrizaje. Quedé impresionado de ver la habilidad del copiloto al mando de los controles. Al regreso el capitán tomó los controles y pude romper el esquema de fantasía y verlo en acción en la dimensión real.

Al llegar a Bogotá seguimos hablando de todas las variables que toma esta profesión desde el inicio en la escuela hasta poder presentarse en una compañía. Estaba tan feliz que no dejaba de sonreír. No sabía como agradecerle al capi aquella gran oportunidad que nunca olvidaré como mi primera gran vivencia en la aviación profesional.

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