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martes, 16 de marzo de 2010

PRIMER VUELO



Mientras hacia las averiguaciones sobre la escuela de aviación  en Bogotá a inicios de los 80, la secretaria de mi papá, Aurora, a quien aprecio y recuerdo tanto, escuchó que yo quería estudiar aviación y le contó a mi padre que su hermano Jorge era ya piloto privado y que iba a coordinar con él para que pudiera llevarme un día en el asiento del copiloto en uno de sus vuelos.

Solo al oír a mi padre contándome esto me llené de una emoción tan fuerte como si ese fuese el día en que iba a viajar al espacio exterior en mis sueños de astronauta. Pronto Aurora me comunicó con su hermano y coordinamos para que me recogiera en mi casa y lo acompañara en uno de sus vuelos locales de práctica.

Sentía envidia de mi mismo. No podía creer que por fin el día de sentarme frente a los mandos de un avión había llegado. Me eran eternos los días que pasaban antes de la fecha fijada. Me llenaba de preguntas como. ¿Será que me dejará tomar los controles un rato?

Por fin llegó esa tarde y mientras íbamos en camino al aeropuerto, Jorge me interrogaba sobre mis aficiones aéreas y me parecía increíble ver que la persona que manejaba el carro iba a estar dentro de poco volando un avión.

Me sobrecogía de emoción a medida que la fantasía se volvía realidad y gozaba cada segundo de esta aventura. Miraba el paisaje alrededor del carro y pensaba que pronto lo iba a ver desde arriba. Todo se volvió mágico a mi alrededor ¡Estaba feliz! Llegamos al aeropuerto de Guaymaral al norte de Bogotá y nos dirigimos a la escuela de vuelo de Aerocentro.

Lo seguía para todos lados a medida que él se contactaba con los directivos de la escuela y preparaba los documentos para el vuelo. Fuimos hacia el avión y al principio lo veía pequeño pero a medida que nos acercábamos podía verlo en su máximo esplendor.

Durante la inspección descubrió una pequeña abolladura en el borde delantero de un ala. Hizo varias llamadas y consultó con los mecánicos si esto ofrecía algún problema. No me perdía detalle de lo que hablaban. Le comunicaron que podíamos volar sin problema y que tal vez sentiríamos una pequeña vibración por la turbulencia creada pero que sería algo menor.

Era algo que entendía perfectamente pues lo había descubierto ya con los aeromodelos. Enseguida sentí la cercanía entre un aeromodelo y un avión “de verdad”.

El avión era un Piper PA–28 de dos puestos para el piloto y el copiloto.

Piper PA-28 en la zona de parqueo de la escuela Aerocentro años 80.

Esta es una foto un Piper como el de esta historia, que pertenece a las fuerzas armadas
 de la marina de Colombia ( Años 80/90). Al fondo se ven las oficinas de Aerocentro.
Al ver estas puertas y este pequeño hangar me trae muchos gratos recuerdos.


 Esta fue exactamente la vista de la cabina que me recibió
 cuando Jorge me invitó a entrar a este precioso avión.
 (Cortesía de Andrés Ramírez de Airliners.net)

Entró primero Jorge y después me indicó como sentarme al lado derecho. Veía todos los botones e instrumentos y pude distinguir algunos pero todavía me sentía perdido dentro de esta selva de información.

Jorge empezó a leer una lista y así aprendí por primera vez sobre los procedimientos de chequeo para iniciar el motor. Una vez el motor tomó vida aumentaron los latidos de mi corazón. Por fin todo tomaba vida y nos dirigimos hacia la pista.

Pude escuchar la conversación con la torre y quería aprenderme todo para luego contarle los detalles a Ernesto mi vecino aeromodelista. Antes de despegar me preguntó si los aeromodelos tenían flaps (aletas de las alas) y le dije que si, que eran básicamente iguales. Me interrumpió para responderle al de la torre que ya estábamos listos para despegar.

Al recibir la autorización aceleró y empezamos a rodar mientras sentía la aceleración en mi espaldar. Pronto estábamos en el aire y empecé a disfrutar de ver por la ventanilla el paisaje cambiar y volverse más y más verde.

Luego el horizonte se inclinó mientras hacíamos un viraje hacia una de las áreas de entrenamiento al norte de Bogotá. El paisaje me sobrecogía y me sentía en mi mejor momento pues estaba en la cabina de un avión.

De pronto vino la gran sorpresa. Jorge me dijo que tomara la cabrilla de control para que aprendiera a mantener las alas niveladas. Me corrió un frío por la espalda. Llegó el momento cero. Tomar por fin con mis manos el control de un avión.

Casi tímidamente tomé la cabrilla y seguí sus instrucciones. Debía mantener las alas a nivel con el horizonte y al mismo tiempo con el instrumento llamado “horizonte artificial”. Al principio me sobre esforzaba y me concentraba como si con el más pequeño error fuera a perder el control.

 Me dijo que me relajara y que así lo lograría más fácil. Recuerdo que al principio nivelaba hacia el lado contrario hasta que entendí que este instrumento era como estar viendo un pequeño horizonte. Era una mezcla entre miedo y felicidad. Por fin estaba volando un avión yo mismo y fue también mi primer encuentro con el vuelo por instrumentos.

Después de unos diez minutos que me dejó volar retomó el control y nos dirigimos de nuevo al aeropuerto para practicar aterrizajes. Hizo como tres aterrizajes y después nos detuvimos completamente para dirigirnos a la rampa de parqueo.

Ya no veía el planeta Tierra igual, era como si hubiese llegado a otro aeropuerto, a otra ciudad, a otro mundo. Y aunque fue por unos minutos ¡Por fin había volado un avión!

Gracias Jorge por esta primera oportunidad. Gracias Dios mio por este regalo del cielo.
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bonita narración y lo bueno es que una actividad como a la que te refieres del aeromodelismo se ve siempre estrechamente conectado con la realización de este gran sueño hecho realidad de tu primer vuelo. Tu ya entendías lo que sucede cuando una superficie como el ala del avión presenta algún daño por mínimo que este sea, y esta experiencia te sirvió para darte cuenta de la igualdad que existe entre un aeromodelo y un avión tripulado. Lo nuevo y fascinante que siempre quedara grabado en tu memoria sin duda será esa maravillosa experiencia de la vista aérea y de haber tenido la oportunidad de manipular los controles por primera vez. No todos tienen la suerte de tener a alguien que te inicie y te demuestre lo que es volar, y haces muy bien en estar eternamente agradecido tanto al piloto como a la persona que te lo presento.