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viernes, 12 de marzo de 2010

MI PRIMERA EMERGENCIA (2a parte)



Continuación...

Debajo podía ver que los grandes y verdes campos sembrados de flores y papa eran más pequeños de lo usual. Estoy bastante alto. Vuelvo a preguntarme, ¿Porque mientras más alto estoy, pierdo más la sensación de altura? ¿Y porque cuando vuelo más bajo es cuando siento más el vuelo?

Con esta altura me siento seguro para realizar mis "wing overs". Primero repaso mentalmente el orden en que mis manos alteraran la paz de este planeador. Empujo fuertemente la barra y la cometa sube y se detiene en el aire, se ahoga y baja su nariz buscando el centro del planeta.

El viento empieza a silbar y después a gritar. Estoy llegando al máximo de su velocidad. La nariz de la cometa empieza a halar fuertemente hacia arriba pidiéndome que la libere para subir. Poco a poco como un caballo enfurecido le voy soltando la rienda y entre el gemido del viento alrededor mío veo como ella va subiendo y subiendo, hasta que apunta al firmamento y continúa su frenética carrera hasta que empiezo a ver solo azul.

Estoy a punto de dar la vuelta completa hacia atrás. Pero antes de continuar me inclino hacia un lado y viro de tal modo que una de mis alas pasa por encima dibujando en el cielo una hermosa espiral. Al continuar mi trayectoria vuelvo de nuevo a apuntar hacia la tierra y al acelerar escucho otra vez el rugido del viento para continuar con el siguiente "wing over".

Siento que me lleno de vida, como si entrara en una gran danza a través de la inmensidad del infinito. De repente la cometa parece volverse más dura como si la sintiera perezosa. Pensé que tal vez era falta de velocidad y emprendí de nuevo otra fuerte picada. Pero ella trataba otra vez de nivelarse diciéndome que estaba cansada, como enferma…o tal vez… ¿Herida de muerte? ¿Que pasa que no me responde? ¿Que es lo que estoy haciendo mal? Algo cede sobre mí y me descuelgo unos centímetros. ¡Oh Dios mío!, ¡Creo que dañé la cometa!

La cinta de sujeción principal y la secundaria de donde yo estaba colgado las había colocado alrededor de las dos barras verticales del triángulo de control en vez del centro de la cometa, donde debería estar, debido al cambio que hice. Con el incremento de mi peso en la maniobra doblé hacia adentro las dos barras y quedé colgado medio metro más abajo.

Pero en ese momento ignoraba la estupidez que había cometido. Mi querida compañera estaba herida de muerte. Solo sentí que había desgarrado algo, como si hubiese doblado sus alas. Sentí como todo se detuvo al cambiar la geometría de su bella forma aerodinámica.

Pierdo el control. Ella estaba muriendo y miro de nuevo abajo pensando en que el siguiente en morir seré yo si no hago algo.

Nunca pensé que esta pequeña bolsa que llevo en mi barriga se convirtiera en la única esperanza, en el antídoto contra el veneno que inyecté sin querer a mi pobre amiga.

Siento que alguien me quita el control, como si una entidad secreta de ángeles me retirara las manos del mando y se encargara ahora de realizar una operación de rescate. Mis ojos se dirigen hacia la cinta amarilla que sobresale de mi paracaídas de reserva.

Solo puedo observar pero no puedo tocar. Mi mano derecha toma la cinta exactamente como está descrito en el manual de emergencias. Mis ojos buscan el área de lanzamiento lejos de la estructura. Con un fuerte movimiento mi mano hala hacia un lado la cinta sacando con ella una bolsa negra.

Tiene bastantes cuerdas cuidadosamente ordenadas a un lado como si fuera un sofisticado artefacto electrónico que se disponía a ser usado para enmendar mi error. Siento vergüenza al verla delante de mí. Pero los ángeles de esta misión no pierden su tiempo en recriminarme sino que siguen con su trabajo y yo debo mantenerme al margen sin molestarlos. Mi brazo se levanta sobre mi cabeza y lanza con fuerza la bolsa hacia aquella sección del vacío.


Lanzando la bolsa del paracaidas de emergencia.
(Dibujo de mi autoria)

... Continuará.

1 comentario:

Unknown dijo...

No, peor me la puso! Bueno, si lo esta contando es que sobrevivio. Me va dando un yeyo de saber la verdad de sus andanzas por los aires.