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lunes, 8 de marzo de 2010

VUELO A BUCARAMANGA

Estaba en mis nueve años y mi madre quería llevarme a Bucaramanga que es la capital del departamento de Santander en Colombia, aproximadamente a una hora de vuelo en avión pequeño hacia el oriente.

Quería comprarme mi vestido para mi primera comunión y también para comprar otras cosas entre ellas las deliciosas hormigas “culonas” que tanto nos gustaba.

Iba a ser mi primer vuelo en un avión bimotor pequeño de ocho pasajeros. Tenía mi ego inflado porque iba a tener ese privilegio. Recuerdo que era un avión “Aerocommander” de la compañia TAS o Taxi Aéreo de Santander y estaba lleno de curiosidad por verlo de cerca.

Este es un Aerocomander 500. El mismo modelo que tuve la dicha de volar como pasajero aquel día con mi madre a Bucaramanga. Fue mi oportunidad de estar mucho más cerca de la cabina y de escuchar y observar con más detalle los pormenores del vuelo. (Cortesía de David Price de Airliners .net)

Llegamos al aeropuerto y me sentía más importante que nunca de saber que este día iba a volar a la capital del departamento. Seguí a mi madre hasta el avión y el capitán nos señaló nuestros puestos.

Desde un principio no separaba mis ojos de todo lo que hacia el piloto, los movimientos de sus manos al iniciar los motores, los ruidos internos y externos. Me fascinaba ver tan de cerca por la ventanilla las ruedas del tren de aterrizaje.

Me gocé cada momento del carreteo hasta que llegamos al inicio de la pista. Fue la primera vez que pude ver la pista al frente mío. Pude sentir en todo mi cuerpo la aceleración del despegue y casi instintivamente sabía a que velocidad iba a despegar.

El piloto nos habló algo sobre las condiciones del tiempo para llegar a Bucaramanga y la duración del vuelo. Algo escuché del piloto que iba a estar un poco complicada la entrada al aeropuerto.

Mi mente de niño no estaba acostumbrada a ver montañas, estaba confuso y fuera de foco al estar rodeado de repente por uno de los racimos de la cordillera andina. Tenía que esforzarme un poco para saber cuales eran los bordes de las cimas y cuales los valles.

Ya llegando estuvimos haciendo varias vueltas sobre Bucaramanga y escuchaba como el piloto se comunicaba con la torre. Era para mi un momento sublime ver cuan lejos estábamos de tierra pero tan cerca por un radio. Perece que había bastante tráfico de otros aviones y algo de mal tiempo lo que nos tuvo un rato allá arriba.

Después vino la aproximación y pude ver como la magia del regreso a tierra enfrentados a una hermosa pista se hacia realidad. Me tomó por sorpresa el ver a mi lado bajar el tren de aterrizaje. Por este detalle es que recuerdo que tipo de avión era el de esta historia.

Luego el piloto después de hacer un suave aterrizaje nos habló sobre algunos detalles hasta graciosos sobre la falta de visibilidad entre la torre y el avión. Esto me hizo ver al piloto como un ser humano más cercano a nosotros y menos esa perspectiva del distante astronauta. 
 
Fuimos a Bucaramanga de compras y obviamente paramos en el mercado a comprar las exquisitas hormigas y otras delicias más de nuestra tierra Santandereana. 

Al regresar a Barranca no olvido lo hermoso que se veía el atardecer sobre el gran valle del río Magdalena. Esta vista me lleno de inspiración y de un sentimiento de amor por el vuelo muy profundo.

Se que dentro de mi estaba ya cocinándose el caldo de la motivación para ser piloto.

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