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jueves, 11 de marzo de 2010

MI PRIMERA EMERGENCIA


Estaba yo en mis 19 a 20 años de edad y ese día de verdad quería ir a volar en mi cometa (deltaplano). Salí fuera de mi casa y una vez más estudié el hermoso firmamento de Bogotá. El viento y las nubes me indicaban que estaba perdiendo el tiempo mirando hacia arriba y que la montaña del pueblo de Chía estaba esperándome para darme el placer de flotar por varias horas.

El nombre de este pueblo significa “luna” en el idioma de nuestros aborígenes Chibchas. Solo había un problema, la barra de control no estaba lista. Había decidido modificarla para poderla guardar mejor.

Rápidamente la dejé lista y una vez más me reuní con los "lunáticos" de mi club de vuelo.
Después de una hora de camino y de estar hablando como gallinas sobre todas nuestras pasadas experiencias entramos en un acostumbrado silencio.

El silencio que impone el trabajar cada respiro al subir con estos pesados aparatos al hombro durante media hora por una ladera bastante pendiente hasta la cumbre. A medida que voy subiendo la adrenalina empieza a hacer su agrio efecto al secarme la boca y darme sentimientos de arrepentimiento.

Siento que mi madre esta a mi lado con cara de reproche. Puedo ver el rostro de angustia y dolor de Jesús cargando su cruz en las pequeñas esculturas que forman parte de las estaciones religiosas durante la subida hasta llegar a una gran cruz al final.

Igual que un peregrino estoy siguiendo los pasos de Cristo para al final ser crucificado y luego ¡Morir! – ¡Ya basta Carlos!–, me dice otra voz dentro de mi, – ¡Usted vino a volar y no a sufrir! –

Una vez en la cima me siento a descansar y a contemplar la majestuosidad del paisaje, me invade ese sentimiento de estar elevado sobre el paisaje a casi dos mil pies sobre la sabana de Bogotá. Estoy ahora en otra dimensión, en la dimensión del vuelo silencioso, sin más motor que mi cuerpo donde solo escucho el viento y mi voz interior,– Solo por la dicha de estar aquí subo esta montaña –, me digo.

Empieza mi metamorfosis y al colocarme mi arnés, mi casco y mis guantes me convierto en un ave humana. Siento que se me va el aire, que pierdo fuerzas pero se que son los síntomas de la adrenalina diciéndome que estoy a punto de cometer una estupidez. Y en efecto estaba a punto de cometerla.

Con mi mano cuelgo mi arnés a la cinta de sujeción de la cometa con un gancho de alpinismo y no se porque o que sucede dentro de mi pero el miedo, la agriera y la debilidad desaparecen como por arte de magia. Siento que la tierra me estorba y quiero estar ya en el aire, todo cambia y experimento puro placer, el rito del despegue comienza.

Piloto de cometa en posición para el despegue con ayudante
sosteniendo la nariz de la cometa para ayudarle a centrar el viento


Llevo con mis brazos la cometa hasta la pequeña pista de despegue con ayuda de mis compañeros. Una vez siento que mis alas están sintonizadas con el viento digo la palabra mágica, – ¡LIBRE!! –

Esto significa que quienes están ayudándome dejan de sujetar la cometa y corren detrás de las alas para dar paso a mi carrera. Uno, dos, tres pasos y la palabra libre cobra su significado al salir catapultado hacia arriba por la fuerza del viento. Me inclino, tomo la barra horizontal de control y me dejo envolver por el vuelo.

Inicio un viraje y al sobrevolar de nuevo el lugar de despegue puedo saludarlos a todos con mi grito acostumbrado, – ¡Iiijaaaaa! que ¡verraqueeeraaa!!–, ahora se porque alguien por ahí me decía "el mejicano".

Hoy estoy decidido a perfeccionar una de mis maniobras acrobáticas preferidas llamada el "wing over" donde después de una fuerte picada subo y hago un fuerte viraje de tal modo que mi ala derecha pasará por encima mío sobre la vertical con respecto a tierra.

Me esmero en tomar bastante altura absorbiendo toda la energía extra que el viento al deflectarse sobre la montaña me brinda. Me alejo y empiezo a volar bastante alto sobre el campo de aterrizaje.

La vista hacia abajo me hace sentir omnipotente. No tengo sensación de vértigo sino de estar sumergido dentro de un océano de aire.

Al darme altura adicional, sin darme cuenta, me estaba salvando la vida a mi mismo pues estaba a punto de entrar en el mundo de los que ven la muerte frente a frente…

... Continuará.

Deltaplano de los años 80



2 comentarios:

Lumediana dijo...

Marido que texto tan hermoso! tiene mucha magia y poesia! me encanto!
Lumediana

DAVID dijo...

Pense que era el unico que se le secaba la boca y le daba arrepentimiento jajajjaj