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miércoles, 31 de marzo de 2010

EL TRIANGULO DE LAS BERMUDAS (2a parte)


Continuación...

Algunos meses después durante otro vuelo se acerca un joven en sus veintes y me dice en inglés, – Desde mi apartamento pude ver como subía su planeador. ¡Es fabuloso verlo como vuela! Como me gustaría volar uno de estos. – Le dije que intentara volarlo un poco. Le pasé el control y creyó que estaba bromeando. – ¿Me deja volarlo? – – Yo le ayudo. – le dije. Tomó el control y con los ojos fijos en el planeador parecía que hubiese dejado de respirar.

Unos veinte minutos después tomé yo el control para iniciar la aproximación a la playa donde no había gente para aterrizarlo. Mi nuevo amigo se puso tan contento como si lo hubiese aterrizado él.

Se presentó. – Me llamo Anthony y me gustaría que me diera información para conseguir un planeador como este y aprender a volarlo. –, – ¡Claro que si! – Le respondí.

Le señalé en un catálogo varios modelos y se decidió por uno con motor eléctrico que le recomendé. Para mi sería también un regalo pues tendría la oportunidad de volar un nuevo tipo de planeador.

Lo ordenó por correo y cuando ya lo tenía en su apartamento le hicimos los ajustes finales para su vuelo inicial. Era un hermoso planeador llamado "Aspire" con forro púrpura transparente.

Ese día fui a la playa con un planeador que no era el mío. Me sentía extraño y nervioso pues iba a dar instrucción en un modelo que nunca había volado antes. Le expliqué las bases teóricas del vuelo en un papel y una vez listo el planeador apuntamos su nariz al viento rumbo al mar, oprimí un botón, su hélice empezó a zumbar, lo lancé y comenzó un ascenso rápido y armonioso.

Volaba más rápido que el Lady y esto me exigía más concentración. Su potente y silencioso motor lo llevó a la altura del edificio en menos de 5 segundos!

Después de estabilizarlo sobre el edificio poco a poco le fui soltando el control a Anthony para que fuera "sintiendo" su planeador.

Hice este dibujo imaginandome como se veria este bello planeador desde arriba.
 
Hicimos lo mismo otros dos días hasta que llegó el momento en que debería aprender a aproximarlo para aterrizarlo en la playa. Esto implicaría mucha práctica. Pensé en ir a un parque para que entrenara los virajes de aproximación pero supuse que en la misma playa un poco más al sur había bastante espacio para practicar. Le repetí las reglas. – "No se acerque mucho al edificio o a las casas pues no queremos ver a un viejito llamando a la policía diciéndoles que afuera hay un avión extraño que los va a atacar. No deje que la nariz del planeador suba mucho o entrará en pérdida. Y por último mucha concentración pues si el planeador pasa atrás de la zona ascendente lo podemos perder para siempre detrás de los edificios." –

Fuimos hasta las playas privadas de Golden Beach y aprovechando que teníamos un viento suave empezamos los ejercicios. Lo despegué, lo puse a volar sobre las palmeras y enseguida le solté el radio a Anthony para que continuara a favor del viento.

Le di una señal para que cortara el motor e iniciara el descenso. Le indiqué cuando hacer el viraje básico y luego el final para aterrizarlo.
Poco a poco fue aprendiendo a aterrizarlo y celebramos cada buen aterrizaje.
Anthony estaba muy contento y yo me estaba divirtiendo cantidades al ver como iba progresando. Me gustaba mucho el contraste de la figura estilizada de este planeador con el fondo azul del cielo y del mar.

Un día, durante una de las prácticas, podía darme cuenta que ya casi no necesitaba que le corrigiera y cometí el error de bajar la "guardia" y de pronto cuando estaba virando a la final dejó la nariz muy alta. El planeador al tratar de recuperarse inició un fuerte viraje hacia una de las casas. Le grité, – ¡Izquierda! – pues sabía que no alcanzaba a tomar el control. El planeador aceleró y desapareció de nuestra vista detrás de un árbol. Salimos corriendo hacia allá como si se tratara del accidente de un ser querido.

Llegamos a la casa y buscamos detrás del árbol pero no lo vimos. Calculamos que podría haber caído en el área de la piscina de la casa. Hicimos señas a ver si había alguien en la casa que nos ayudara pero no vimos a nadie. Caminamos por el área del patio trasero y la piscina pero no encontramos nada. Movíamos el control con la esperanza de oír los servos en caso de que estuviera cerca del árbol. Nada. No había rastro del Aspire.

Pensé que tal vez había continuado volando hasta el otro lado de la casa por un estrecho espacio entre las dos casas, pero era casi imposible. Fuimos hasta el otro lado de la casa y contactamos a los dueños para que nos dejaran revisar el frente de la casa. Nada. No había nada al frente tampoco.

Nos mirábamos y nos decíamos que era casi imposible que estuviera lejos de aquel árbol pues lo vimos con nuestros propios ojos por donde cayó y no había nadie más allí que lo pudiese haber cogido. Parecía que por arte de magia se hubiese esfumado.

Les dejamos una tarjeta a los dueños de la casa en caso de que lo encontraran en algún lugar de su casa. No aguantamos la frustración y ya de noche continuamos la búsqueda de nuestro desaparecido planeador inclusive en las casas de los lados.

Ya resignados decidimos regresar a nuestras casas y mientras caminábamos por la playa nos decíamos que la única explicación es que siguió volando ¡Pero en otra dimensión! Un poco con risa y un poco con rabia le dije, – Anthony, siento mucho lo que pasó ¡Pero creo que volamos su planeador en una de las esquinas del triángulo de las Bermudas! –

Anthony no volvió a volar y se dedicó al deporte acuático del Kayak, no he vuelto a saber de él… ¡Espero que no haya estado navegando dentro del dichoso triángulo!

Ahora cada vez que paso caminando con mi hijo o con mi mujer por la playa y paso justo al frente de esta casa, los tomo fuerte de la mano no vaya y sea que se me desaparezcan, como nuestro planeador, en el triángulo de las Bermudas!

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