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domingo, 14 de marzo de 2010

DÍA CERO



Fue entonces cuando llegó aquel día tan especial. Era un día de vuelo en cometa con mis amigos Edgar Hazbón y Manolo Gutiérrez.

Edgar fue como mi hermano desde Barrancabermeja con quien compartíamos el aeromodelismo y el vuelo en cometa y Manolo era ya piloto privado de aviones y muy afiebrado también al vuelo en cometa.

Fuimos a volar a un farallón cerca del pueblo de Choachí al occidente de Bogotá y debido a la falta de viento decidí no volar.

Esta foto esta llena de historia. Es parte de las fotos de mi primer libro “Historias del aire”. A la derecha esta Edgar Hazbón en sus dieciséis. Yo estoy a la izquierda en mis veintes y entre nosotros dos grandes amigos que nos acompañaban, Mauricio Giraldo y Ramiro Sánchez, quienes luego se convirtieron en pilotos de importantes aerolíneas de Colombia. Todos estamos en el área de despegue del parque del Neusa bajo el ala de la cometa de Edgar, la misma que voló en esta historia.

Conversábamos con Manolo sobre nuestro tema favorito…los aviones y de pronto de una forma casi agresiva me dijo, – ¡Carlos, usted solo anda hablando de aviones y más aviones y nada que se decide a empezar! –

Le explique que no tenía todavía apoyo de mi padre. Pero me respondió con un reto más grande aún. – Mire Carlos ahora están necesitando pilotos de helicópteros y ganan muy buen billete. ¡Haga lo que sea para conseguir ese curso! –

Era la chispa que acababa de inflamar todo ese deseo reprimido. Dentro de mí acababa de explotar mi pasividad, había decidido tomar las riendas de mi sueño. Siempre le agradeceré a Manolo que me haya “cacheteado” mi actitud ese día.

Sin perder tiempo averigüé los datos de la escuela de vuelo y busqué el momento preciso para hablar con mi padre. Por fin logré encontrar el momento oportuno y le dije que estaban necesitando pilotos de helicóptero y que así había chance de pagar mi carrera pues ganaban buen dinero.

También le conté sobre la escuela de vuelo “Aerocentro” donde Manolo entrenaba y le mostré los folletos de la escuela. Por un momento pensé que se iba a poner furioso conmigo y que no tenía sentido hacerlo pues la empresa no lo aceptaría.

Pero para mi sorpresa me respondió con esta frase que nunca olvido…”–Yo sabia que eso era lo que le gustaba…”. Enseguida me dijo que iba a averiguar en la empresa si había posibilidad de apoyo.

Las buenas noticias pronto llegaron. Me dijo que se había encontrado con un compañero de trabajo que convenció a las directivas de la empresa diciéndoles que la carrera de aviación tenía un alto nivel técnico similar al de la universidad y así logró la ayuda para su hijo que quería también estudiar esta carrera.

Con esto mi padre aceptó ayudarme pero había una condición y era que tenía que ayudarme a pagar parte del costo pues a mi padre ya le habían ayudado con casi la mitad de mi carrera de ingeniería. Feliz acepté y pronto puse en marcha mis primeros pasos para iniciarme en una escuela de vuelo.

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